El encuentro [Alexius]

Entrenamiento, la parte que Tsukiya más odiaba de ser un caballero. Aunque ya no estaba en el Santuario eso no cambiaba el hecho de que debía seguir entrenando para volverse más fuerte. Había estado en el Río Styx durante la mañana, combatiendo con otros Santos de Bronce radicados en ciudad Kaus. Había recibido una paliza tras otra pero había conseguido mantenerse en pie en todos los encuentros. Era una nueva marca personal.

Sentía que desde que había obtenido la armadura de Pegaso sus habilidades en combate habían mejorado considerablemente, aunque todavía estaba muy lejos de ser uno de los mejores guerreros. Se sentó a descansar cerca del río, esperando que sus piernas dejaran de doler. Su cuerpo no estaba preparado para recibir todo ese castigo, después de todo, en el santuario sólo había combatido con aspirantes a caballero, que no era lo mismo que luchar contra caballeros de bronce que eran mucho más experimentados que él en lo que a combate se refería.


El castaño hizo desaparecer la armadura de Pegaso, haciendo que ésta regresara antes de comenzar a caminar rumbo a la salida de la zona de entrenamiento. Dejó lejos a Styx; la ciudad era su siguiente parada. Caminó durante horas, disfrutando de la ruta escénica que ofrecía la ciudad. Aunque ya llevaba un mes completo viviendo en Kaus no dejaba de asombrarse. Era normal debido a que Tsukiya había pasado toda su vida confinado en el santuario.

De pronto su estomago comenzó a hacer ruidos extraños, lo que no le sorprendía para nada ya que no había ingerido ningún alimento durante todo el día. Comenzó a caminar hacia una cafetería antes de que la insignia en su cuello comenzara a brillar. Tsukiya utilizaba ese collar para llamar su armadura y sólo resplandecía asía cuando otro caballero se encontraba cerca. ¿De quién podría tratarse? Decidió sentarse en una banca detrás de unos árboles para no llamar la atención, esperando que la persona que había sido detectada por su insignia se presentara.

-Vamos, aparece de una buena vez que quiero comer- Farfulló molesto el santo de pegaso. Se ponía irritable cuando estaba muriéndose de inanición y tenía alimento cerca. Su insignia brilló con más intensidad. El castaño sostuvo el colgante entre sus dedos, observando su resplandor como hipnotizado por varios minutos. Salió del trance cuando sintió a alguien más. Probablemente sólo era un ciudadano ordinario pero al voltear la cabeza notó que el otro chico también estaba brillando.

Tsukiya suspiró. Por las pintas de ese muchacho podía deducir que no era un enemigo. Los enemigos solían presentarse haciendo más alarde y destruyendo la propiedad pública. Suponía que no podía simplemente retirarse y desaparecer. Cuando el castaño se acercó al rubio su insignia dejó de resplandecer. Era la señal de que efectivamente se encontraba frente a la persona que la había activado.

-Hola, siento si esto es un poco extraño pero quería asegurarme, ¿eres un caballero de Athena?- El muchacho mostró la insignia de pegaso para confirmar su identidad. Pegaso se acercó más, viendo el brazalete que emitía el brillo y también las manos heridas del otro joven. –Eso no se ve muy bien. Permíteme- Le dijo amablemente, colocando uno de los vendajes que le sobraban en la mano del chico rubio.-Hombre prevenido vale por dos- Le dijo mostrando una sonrisa. Mientras vendaba la otra mano castaño sintió un poco de frío alrededor del joven misterioso.

-Ya está. Al menos así no se verán y no tendrás que esconderte en los rincones oscuros- Tsukiya regresó al lugar en el que estaba, preguntándose si debía quedarse junto a ese chico o si debía seguir con su camino. Le sabía mal dejarlo solo.-Oye, iba a la cafetería que está cruzando la calle. ¿Quieres acompañarme?- Le preguntó tímidamente. Esperaba que no pensara alguna cosa rara.

Repentinamente el brillo de su brazalete disminuyó. Alexius frunció el ceño y lo miró curioso para después alzar la cabeza y encontrarse con la mirada marrón del chico castaño que compartía banco con él. El ceño de Cygnus se frunció aún más, pero esta vez no sólo mostraba confusión, sino algo de molestia y rechazo instintivo. Ni había visto acercarse al otro chico. Eso le ponía de los nervios.

—... Sí—dijo en voz baja, respondiendo a la pregunta de Pegaso sobre si era un caballero de Athena. De paso, señaló su brazalete y lo acercó un poco para que el otro viera la insignia del Cisne. Pero tan rápido como acercó la mano trató de apartarla; Pegaso acababa de invadir su espacio personal, estaba tocando sus manos.

Alexius odiaba que hicieran eso, y por eso su cuerpo entero se tensó y sus dedos se cerraron bruscamente. Pero después recapacitó: quizás sería bueno si las llevaba vendadas, a lo mejor así entraban en calor. Así que abrió las manos lentamente y dejó que Pegaso le atendiera, aunque se le notaba en el rostro que no era partidario de tanta confianza. Ni siquiera entendía cómo el otro podía sonreirle, si era un completo desconocido.

Y no sólo le sonreía sino que además le estaba invitando a acompañarlo. Toda muestra de molestia y rechazo en su rostro desapareció para dar paso a la completa y absoluta confusión.

—... ¿Por qué? —preguntó ladeando la cabeza. Era la primera vez en su vida que le pasaba algo como aquello, de eso estaba seguro—.¿Por qué querrías que... te acompañara a la cafetería? ¿Por qué has usado tus vendas para vendar mis manos? —no podía salir de su asombro. Hasta ese momento, los caballeros con los que Alexius se había topado no eran tan... amables, por así decirlo, como el caballero de Pegaso. Y eso despertaba la curiosidad del caballero de Cygnus. Por primera vez en años sentía que quería tratar de socializar con otra persona... aunque sólo fuera un poquito—.... ¿De verdad puedo ir...?—inquirió con algo de vergüenza, rascándose la nuca.

Intentó responderle en orden al rubio, ya que al parecer el concepto de compañerismo era algo desconocido para él.-Porque estabas herido y tienes cara de que no has comido bien. Te pareces a mí cuando comencé con el entrenamiento para obtener mi armadura- Le confesó al otro chico sin pensarlo demasiado. –Claro que puedes ir, aunque te advierto que no tengo mucho dinero- Dijo mientras revisaba su billetera. Tenía suficiente para compartir un pedazo de pastel.

-¿Y eres nuevo en la ciudad?- Preguntó, y seguidamente se dio una palmada en el rostro por haber hecho una pregunta tan tonta.-Claro que eres nuevo en la ciudad. Nunca te había visto por aquí. Mi nombre es Tsukiya por cierto, aunque puedes llamarme Pegaso, como hacen todos aquí. Ni siquiera se esfuerzan en recordar mi nombre- Para sus compañeros él simplemente era el “tonto que había ganado la armadura de Pegaso por una broma del destino”, aunque las cosas habían mejorado mucho desde que llegó a la ciudad, eso si podía considerarse recibir menos amenazas de muerte una mejora.

Sentía que debía dejar de compadecerse a sí mismo. Por los moretones que el otro santo tenía podía deducir que su día tampoco era precisamente miel sobre hojuelas.

-Andando, me estoy congelando aquí afuera- Dijo Pegaso, tendiendo su mano para ayudar a cisne a ponerse de pie.-Tus manos estaban muy frías cuando te puse las vendas ¿es normal en ti?- Preguntó con curiosidad. Por un momento habría jurado que sintió un cosmos frío alrededor de Cygnus. Desde que llegó a Kaus no dejaba de asombrarse por la variedad de habilidades que había entre los caballeros de Athena. Se sentía un poco insignificante ante los demás, ya que lo único que él podía hacer era imitar las técnicas de su antecesor.

Sólo fue capaz de mirarlo fijamente mientras el caballero de Pegaso hablaba. Era tan... diferente a Alexius. A Pegaso parecía gustarle hablar, y también parecía que realmente no le importaba ayudar a los demás. Al menos no le había importado ayudar a Alexius con lo de sus manos.

—... Eres raro—lo dijo sin ningún tipo de malicia ni queriendo insultar a Pegaso. Sólo constataba un hecho: Pegaso era diferente a los otros caballeros con los que se había topado, por lo tanto era raro. Antes de poder darse cuenta se le escapó una suave risa—. No hace falta que me invites, yo llevo dinero.

Entrelazó los dedos sobre el regazo y siguió observando a Pegaso... no, a Tsukiya. Tsukiya, así se llamaba. Tenía que esforzarse en recordar ese nombre. Sentía que de algún modo se lo debía, y también quería hacerlo porque tenía que ser muy triste eso de que nadie recordase tu nombre.

—Tsukiya —repitió en voz alta más para si mismo que para el otro—. Vale, lo tengo. Mi nombre es Alexius. Me alegro de conocerte, Tsukiya. —esbozó una pequeña sonrisa. Era cierto. La verdad era que resultaba agradable hablar con alguien que no trataba de pelearse contigo. Por Athena, ¿Alexius pensando eso? El mundo se iba a ir a freír espárragos.

Apretó un poco los labios. Seguía sin gustarle el contacto con las personas, y aún no conocía lo suficiente a Tsukiya. Pero hizo un esfuerzo y tomó su mano para que le ayudase a levantarse. Después se soltó de la forma menos brusca que pudo y entrelazó sus dos manos tras la espalda.

—Lo es, supongo. Suelo tener las manos frías, pero no tanto. Se me enfrían así cuando uso mi técnica, porque aún no la controlo del todo. Por eso tengo las manos así—admitió avergonzado y sacudió la cabeza—. Bueno, vamos—dijo, y empujó de forma leve a Tsukiya por los hombros para que se moviera.

Siguió moviéndose cuando el caballero de cisne le dio un empujoncito, caminando hacia la cafetería cuando el semáforo de la calle cambió a verde. Empujó la puerta, haciendo sonar la campanilla que anunciaba su llegada. Tomó una mesa que estaba cerca de la ventana.-Por aquí Alexius- Lo llamó mientras movía la mano para captar la atención de la camarera. Ella dejó dos menús sobre la mesa y se los ofreció, mostrando una sonrisa en su rostro maquillado. –Yo quiero un vaso de té helado y una rebanada de pastel de chocolate- Dijo sin pensarlo demasiado. Tenía el antojo de un pan dulce desde que vio la cafetería.

La chica se alejó por unos momentos, saliendo apurada hacia una de las mesas vecinas: un niño había derramado una taza de café en los pantalones de un hombre, el cual no se cortó ni un poco a la hora de soltar un grito por culpa del líquido caliente que cayó sobre regazo.-Vaya, y eso que parecía ser un lugar muy tranquilo desde afuera- Comentó con una sonrisa, mirando a Alexius. –Podemos hablar mientras la esperamos- Sugirió Tuskiya, pensando en más temas de conversación. Lo último que deseaba era caer en uno de esos silencios incómodos.

-La ciudad es emocionante, ¿no? Al menos para mí sí lo es. Nunca antes había salido de Grecia. Bueno, salí un par de veces del país para realizar deberes como caballero, pero es la primera vez que estoy viviendo en una ciudad. La sensación de libertad es asombrosa- Cada vez que hablaba de la ciudad a Tsukiya le relucían los ojos como a un niño ilusionado. Cada noche se iba a dormir agradecido por haber salido del santuario.

-Pero claro, tiene sus puntos malos. He escuchado algunos rumores acerca de por qué se nos ordenó residir en Kaus- La mirada del castaño se tornó seria.-Se cree que este lugar será el escenario de una gran pelea: han visto a soldados pertenecientes a facciones enemigas entrar y salir de la ciudad. Creen que sólo es cuestión de tiempo para que organicen un ataque- Tsukiya cambió de expresión por una más relajada.-Pero como dije, son sólo rumores…- Apoyó los codos sobre la mesa, tocando las manos de Cygnus.-Se sienten tan frías- Comentó, sonrojándose un poco. Esperaba que el rubio no se tomara a mal el que invadiera su espacio personal otra vez.

Entró en la cafetería tras el caballero de Pegaso y se quedó quieto cerca de la puerta, observando el lugar. Nunca había estado en esa cafetería. Era lo que tenía ser totalmente nuevo por allí. Salió de su empanamiento al escuchar la voz de Tsukiya y se reunió con él en la mesa, sentándose enfrente suya. Tomó uno de los menús que la chica les ofreció y se quedó un rato mirándolo; no había nada con regaliz. Suspiró y cerró el menú.

—Yo quiero un café y... un trozo de pastel de chocolate también —dijo antes de que la chica se fuese; no pudo evitarlo, le picó la curiosidad, él también quería comer chocolate.

Echó un vistazo a través de la ventana y giró la cabeza al escuchar ese grito. Un niño había tirado una taza de algo caliente sobre un hombre. Al mirar de nuevo a Pegaso y ver su sonrisa no pudo evitar que sus labios se curvaran ligeramente otra vez; demonios, es que la sonrisa de Tsukiya era contagiosa.

—Vale —asintió ante su propuesta, pero al principio más que hablar se dedicó a escuchar a su acompañante. A escucharlo y a observarlo. Era curioso lo fácilmente que Tsukiya podía expresar emociones con sus ojos, por ejemplo cuando habló sobre la ciudad se notó en sus ojos lo ilusionado que estaba. Alexius, por el contrario, no sabía como expresar sus emociones. O eso pensaba él, porque no podía verse en ese momento a si mismo y no se daba cuenta de que en ese momento sus ojos brillaban con la misma ilusión que los de Pegaso, y parecía estúpidamente feliz—. Sean rumores o no, que se vayan preparando si atacan, porque les devolveremos el golpe con el doble de fuerza —aseguró muy seguro de si mismo.

Entonces sintió algo cálido tocar sus manos y al bajar la mirada vio las manos de Tsukiya. Parpadeó varias veces confundido, pero curiosamente no se molestó. Acababa de darse cuenta de algo en lo que no había caído antes: las manos del caballero de Pegaso estaban agradablemente cálidas.

—... y las tuyas están calientes, Tsukiya —comentó ladeando la cabeza—. Entonces nunca viste la nieve en directo, ¿cierto? Yo nunca me canso de verla, a pesar de que vengo de un sitio en el que casi siempre todo está cubierto de ella. Es blanca, suave y fría, y saca al niño que todo el mundo tiene dentro —miró con recelo alrededor y colocó el menú abierto y en pie para ocultar las manos de ambos del resto de las personas del restaurante—.Te voy a mostrar algo, ¿vale? Dame —hizo que Tsukiya pusiera las palmas de las manos hacia arriba y colocó sus propias manos sobre las de él. Respiró hondo y frunció el ceño en señal de concentración. Comenzó a acumular su cosmos sobre las manos de Pegaso y lo usó para enfriar lentamente la humedad del ambiente y concentrarla bajo sus propias manos. Cuando se apartó, las manos de Tsukiya tenían un puñado de nieve fría y blanca encima—. Eso es nieve —puntualizó, observando la reacción de Tsukiya.

Negó con la cabeza.-Nunca he visto nieve con mis propios ojos- cuando Cygnus escondió sus manos y le dijo que iba a mostrarle la nieve su mirada se llenó de emoción. No era exactamente el modo en el que había soñado ver nieve por primera vez, pero eso no significaba que rechazaría esa oportunidad. Cuando sintió algo frío en las manos Tsukiya no pudo contenerse.-¡Es nieve!- Exclamó en voz alta mientras sonreía como un mocoso en su primer día nevado. Por supuesto, la emoción desbordante de Tsukiya captó la atención de las personas en la cafetería.

Tsukiya ocultó la bola de nieve bajo la mesa y se quedó calladito hasta que las personas retomaron sus conversaciones, ignorando al chico ruidoso.-Lo siento Alexius, ahora todos piensan que compartes mesa con un loco. Tus poderes son lindos. Quisiera poder hacer algo similar- Confesó sin dejar de mirar la bola de nieve que sostenía a pocos centímetros de su regazo. No tardó mucho en derretirse por completo.-Parece que he arruinado tu creación con mis manos calientes- Dijo mientras le mostraba a Cygnus sus manos empapadas. La camarera regresó a su mesa con una bandeja en la que llevaba los pedidos de ambos.

Lo primero que hizo el santo de Pegaso después de que la mujer se retirara darle una mordida enorme a la rebanada de pastel.-Delicioso- Experimentó una alegría parecida a la que había sentido al sostener la nieve entre sus manos al probar el chocolate.-Después de un día de entrenamiento infernal un postre siempre me hace sentir mejor. En Grecia tenía suerte si podía comer un pedazo de carne por la noche- Recordó la vida difícil que tenían que enfrentar los aspirantes a caballeros durante el entrenamiento para dominar el cosmos. Pensar en esas condiciones adversas revivía viejas heridas.

-Sé que es muy tonto pero, una parte de mí desea que las cosas se queden tal como están ahora. Espero que los rumores sean falsos- Le costaba creer que todo podía venirse abajo en cualquier momento. Apenas se estaba estableciendo; no estaba listo para despedirse de su nuevo hogar. –No debe ser muy común que un santo quiera renunciar a su destino- Miró a Alexius con un aire bastante melancólico. Pensaba que en esos momentos lucía bastante patético.

Alexius sonrió feliz cuando vio a Tsukiya tan emocionado por la nieve. En serio, la alegría que desprendía el caballero de Pegaso era contagiosa. Tamborileó con los dedos sobre la mesa y rió cuando se disculpó; se había reído más en ese rato con Tsukiya que en todo lo que llevaba de mes.

—No pidas disculpas, no es como si fuese algo malo —comentó restándole importancia—. Se llama personalidad —dijo recordando las palabras que le dijeron a él mismo hacía años—, y no tienes que avergonzarte por ello. Además, a mi me gusta —se sonrojó un poco al decir eso y se rascó la mejilla—. Quiero decir, eres tan... alegre. Y de algún modo me pegas tu alegría —se sonrojó cuando Pegaso dijo que sus poderes eran lindos; Alexius no estaba acostumbrado a recibir cumplidos—. Qué va, no es para tanto. Sólo es frío. Seguro que tus poderes son geniales, así que no digas esas cosas.

Volvió a reír cuando Tsukiya dijo que había arruinado su creación y se encogió de hombros. Era nieve, tarde o temprano se iba a derretir. Y de todos modos podía hacer aparecer más cuando quisiese.

Mientras Pegaso degustaba el pastel, Alexius le dio un sorbo a su café. Mientras, miraba curioso a Tsukiya.

— Yo nunca tuve muchos problemas con eso —él también recordaba lo duro que había sido su entrenamiento para conseguir la armadura del cisne. Cogió el trozo de pastel que le correspondía y le dio un mordisco; realmente estaba delicioso—. En el orfanato donde me crié no solía haber mucha comida porque era un sitio muy pobre, y los que eran más mayores abusaban de su fuerza y nos quitaban a los más pequeños lo poco que habíamos podido conseguir de comida. Me alegro de haber salido de allí, aunque echo de menos la nieve y las estrellas que se podían ver por la noche.

Le dio otro sorbo al café y, después de dejar la taza en la mesa, estiró un brazo y golpeó suavemente la nariz de Pegaso con uno de sus fríos dedos.

—No digas esas cosas, Tsukiya —le regañó y frunció el ceño. Sabía que no era el indicado para quejarse, pero no le gustaba ver al caballero de Pegaso tan... triste. No sabía por qué, simplemente le pegaba demasiado poco a una persona que parecía tan cálida como él—.No creo que sea algo tonto, y si lo es, bueno, ambos somos unos idiotas. Yo tampoco quiero que las cosas cambien —admitió—, pero si cambian y tengo que pelear, lo haré. Lo haré para que todo pueda regresar a como estaba antes —suspiró y comenzó a retorcerse los dedos de forma inconsciente—. Puede que... no sea la persona más indicada para decir esto, y puede que sólo lo estropée todo, porque no sé animar a las personas —dijo inseguro—,pero... —se mordió el labio inferior—... Aunque las cosas cambien no tienes por qué estar triste, porque no creo que debas estancarte en un sólo lugar. Es decir, lo entiendo, pero... eres un caballero. Puedes ver mundo, puedes viajar. Y piensa que si quieres permanecer aquí, de todos modos, aunque las cosas cambien, si logramos solucionar eso nadie puede impedírtelo. No tienes por qué dejar de luchar por Athena, pero puedes alquilar una casa aquí y acudir a la batalla cuando se te necesite, ¿no? Es lo que yo tenía pensado hacer. Y... ah...  —se revolvió el cabello de forma brusca; estaba comenzando a ponerse nervioso. No sabía como tratar con situaciones así y temía estar haciendo que Tsukiya se sintiera peor—. L-lo siento, lo estoy haciendo todo mal, no sé explicarme. N-no suelo socializar mucho, y-y tú eres la primera persona en meses que se digna a hablar conmigo porque sí y qu-que además no me trata como a un bicho raro, sino co-como a algo parecido a un amigo —comenzó a tartamudear. Sentía verdadero terror porque estaba hablando más de lo que tenía acostumbrado y pensaba que seguro lo estaba liando todo. Y no quería que Tsukiya le odiara o algo así—. Y-y yo... n-no qui--... —y se trabó. Se puso tan nervioso que por más que lo intentaba se quedaba en el ''qui'' y no lograba terminar la frase. Trató de hacerlo varias veces, pero al ver que era incapaz se dio por vencido y agachó la cabeza, mirando sus manos sobre la mesa. Ya terminaría cuando se calmara un poco.