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Mensaje por Invitado Mar Abr 12, 2016 10:00 am

El atardecer yacía en su auge sobre el cielo de Kaus, asomándose por sobre los edificios que la ciudad erigía por sobre sus carreteras y habitantes. Y más aún en la cima de estos, estaba aquel Juez del Inframundo cuya sapuri lo vestía, manteniendo su yelmo apegado a su torso desde el brazo izquierdo que lo sostenía de firme manera. Radamanthys de Wyvern había sido encargado de una misión que consistía en eliminar a un espía en las filas de Hades; un hechicero capaz de burlar la seguridad -así como las continuas pesquisas- de los espectros de bajo rango, lo que conllevó al alto mando a tener que enviar a uno de renombre. El Guiverno mira con severidad la ciudad, como si quisiera destrozarla ahí mismo para hacerse el trabajo más fácil, pero le habían pedido un completo silencio al momento de laborar.

Mantuvo su concentración de modo que las alas de su sapuri se extendieron, sin embargo estas no volaron, su movimiento era un preludio a su capacidad de teletransportarse, que ahora le costaba un poco más de cosmos, pues no estaba en el Inframundo como para poder hacerlo de forma "gratuita". Apareció en distintos angulos de la ciudad, procurando siempre mirar desde arriba los distintos rincones, algunos esqueletos que el había enviado encubiertos se dispusieron a moverse a los lugares que menos frecuentaría un hechicero, pues las anteriores búsquedas se enfocaban en sitios con conexiones esotéricas y mágicas, que no apuntaban hacia el sujeto que debían haber buscado.

Más tarde que temprano, este fue ubicado por algunos de los esqueletos, y lo persiguieron a través de distintas vías; empujando transeuntes y puestos de comida sin tener consideración alguna, el hechicero sabía que debía atraerlos a algún lugar donde nadie pudiera verlo si quería eliminar a los hombres de Radamanthys; y así fue.

El hechicero atravesó la cerca de uno de los estadios locales y se introdujo hasta lo que suele ser ocupado como cancha de soccer. Fue ahí donde se dio la media vuelta e incineró a todos los esqueletos que lo perseguían con sus guadañas sedientas de sangre; ¿porqué no lo había hecho antes? Obvio, realmente, llamaría mucho la atención de otras personas si lo hacía en pleno centro de la ciudad, y es por eso que debía ejecutar su movimiento en algún lugar desierto pero a su vez cercano.
Sin embargo, cuando el espía dio un suspiro y se decidió a irse, dio unos pasos y fue atravesado de la espalda hasta el pecho por la mano del Guiverno, que había estado viendo todo desde uno de los asientos superiores del estadio y había proocedido a teletransportarse detrás de él. El cuerpo de aquel hombre mancebo se comenzó a derrumbar mientras maldecía al traicionero Radamanthys, quien solamente pudo escuchar su último suspiro.

Radamanthys, a pesar de su agresividad, era bastante listo, por lo que poco o nada le costó arrinconar al hechicero a un lugar donde pudiera matarlo sin mucha consideración; esqueletos eran muchos, y a mirada del juez, no valían nada a pesar de pertenecer al mismo bando. El Juez del Infierno desprendió su traicionera estocada, dejando vislumbrar el agujero que su traicionero golpe había dado, permitiendo así que el cuerpo cayera boca abajo con una expresión iracunda plasmada en su último gesto y sos ojos que aún seguían abiertos. No le importaba extraer información de él, tampoco quien lo enviaba, pues Radamanthys no necesitaba ser él quien lo interrogase, pues es en la primera prisión donde el espectro de Balrog funciona como aquel que detecta las mentiras y sabe todo sobre quienes entran a la misma para ser juzgados. No se preocupó en dejar el cuerpo ahí, de hecho tampoco le preocupó dar santa sepultura al de sus anteriores súbditos. El unicejo se había salido con la suya, y era lo que importaba.

Eso sí, Radamanthys se arrodilló hacia donde estaba el cuerpo, acomodando su mano derecha a modo de "golpe de filo" en el que mantenía sus dedos extendidos. Con su fuerza precipitó su mano hacia el cuello ajeno, decapitándolo en seguida, pues planeaba llevar la cabeza del informante a Pandora como muestra de que había sido eliminado.
Lo agarró por los cabellos y partió caminando hasta la salida del estadio; podía usar su teletransportación para irse al Hades o Heinstein más rápido, sin embargo el Juez debía asegurarse que nadie hubiera visto lo que había ocurrido en el lugar. Y si un inocente transeunte se encontraba ahí haciendo cualquier cosa, debía ser eliminado.
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