Escapar [Osak] - Segunda parte

Había conducido durante toda la noche, sin rumbo aparente. No sabía en qué lugar se encontraba, pero era una ciudad grande, muy diferente a Rodorio. No debía estar muy lejos del Santuario, ya que la mayor parte de la noche condujo en círculos. No importaba en realidad dónde se encontrara, solamente quería tomarse un tiempo a solas para reflexionar. En su cabeza había dudas, ya que no estaba cien por ciento convencido sobre la decisión que había tomado, pero iba a hacerlo. Tenía que revivir a Akos, no había vuelta atrás. El anterior Santo de Piscis deseaba regresar al mundo de los vivos y Yusei pensaba ayudarlo en todo lo posible.

Estaba cansado de conducir así que se detuvo en un motel de paso. No parecía ser un lugar concurrido, y las paredes parecían a punto de caerse. Le agradaban ese tipo de lugares: nunca había buenas personas en los alrededores, sólo los típicos don nadie. Sabía que como Santo de Athena debía proteger a cualquiera, sin importar si contribuía o no a la sociedad, pero en ese día no estaba en su papel de caballero, simplemente era un chico con una motocicleta, vagando por la carretera. Regresaría al Santuario en cuanto durmiera un poco.

Pagó por una habitación en el segundo piso, sin prestarle mucha atención a la mujer vieja que estaba en la recepción. Subió las escaleras, introdujo la llave en la puerta que tenía un oxidado número siete y se encerró. Dejó a medio cerrar las cortinas, debido a que iba a amanecer en cualquier momento.

Se desvistió y se metió entre las sabanas, las cuales parecían estar hechas de paja. Se quedó dormido apenas su cabeza tocó la almohada. Despertó cinco horas más tarde, siendo saludado por el brillo del sol calentándole la cara.

Había soñado con Akos.

El joven hizo materializar una rosa entre sus dedos.  Le costaba diferenciar la realidad de los sueños, ya que juraba haber sentido a Akos a su lado mientras estaba dormido, pero no había nadie cuando despertó.-¿Y si solamente estaba soñando despierto? Que Akos habló conmigo ayer- Se preguntó, recordando que Akos le había dicho que para hacerlo aparecer sólo necesitaba pedírselo a las rosas.

Por más que intentaba descifrar si la conversación con su maestro había sido algo autentico o una forma en la que su cerebro buscaba superar el dolor por medio del recuerdo de Akos, Yusei era incapaz de distinguir. El pelinegro observó la rosa, arrancando uno de sus pétalos. Recordaba que Akos le llamaba la atención cuando era niño cada vez que arrancaba rosas del jardín de Piscis y comenzaba a arrancarles los pétalos, y él protestaba diciendo algo como “puedes hacer aparecer más rosas después”.

El joven se escondió bajo las sabanas, cerrando los ojos con fuerza como si esperara despertar de un mal sueño. Quería creer de verdad que Akos había estado a su lado el día anterior, que no se trataba de un sueño. La única forma de comprobar si realmente Akos había hablado con él era utilizando una de sus rosas para llamarlo.

Observó fijamente la rosa que había creado en su mano minutos atrás, pensando en Akos con todas sus fuerzas. Cerró los ojos, esperando que al abrirlos el hombre de la larga cabellera apareciera entre el roció de las rosas.

-Entonces no fue una alucinación. Qué alivio- dijo con sarcasmo, presionando las sienes con sus dedos mientras intentaba articular palabras.-Cierra la boca Akos. No seguía tus órdenes cuando estabas vivo, menos lo haré cuando estás muerto.- mintió. Siempre hacía caso a Akos, sin embargo nunca reconocía, prefiriendo decir que hacía las cosas porque él quería, no porque otro se lo pidiera.

-De acuerdo, ¿vamos a hacerlo? Devolverte a la vida de una buena vez. Tengo muchas cosas que decirte, y para eso necesito que seas de carne y hueso- tomó su ropa y comenzó a vestirse sin importarle que el fantasma de Akos pudiera verlo. Por lo que sabía pudo haber estado a su lado espiándolo toda la noche.

-Me dijiste que era complicado, pero eso no es suficiente información- se acomodó el cuello de la chaqueta y salió de la habitación, esperando que Akos lo estuviera siguiendo.-Necesito que me lo digas todo- El pelinegro se apoyó contra su motocicleta con los brazos cruzados, mirando a Akos con sus ojos penetrantes y melancólicos, esos ojos a los que Akos nunca había podido negarles una petición.