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Mensaje por Invitado Sáb Abr 11, 2015 12:55 pm

Ciudad Kaus... mi nuevo destino, al cual ya había llegado. El viaje había sido largo, pero fue uno de los primeros lugares al cual otro Santo me había indicado ir, aquella ciudad, tan fantástica, según él, tendría todas las respuestas que estaba buscando. Las palabras de el hombre aseguraban que el último lugar en el que había estado la Clothstone que portaba, Lira, era esta ciudad que antes para mí había sido completamente desconocida, como seguramente para muchos otros antes que yo. No entendía el por qué de ir a un lugar como aquél: Kaus no tenía nada en especial, era una ciudad común y corriente como cualquier otra, y me llamaba inclusive más la atención el polo, donde me había entrenado, e inclusive varios otros lugares inhóspitos antes que esta ciudad perdida en los libros de Historia. El viaje unclusive había sido demasiado largo, con escalas internacionales y locales, las horas que había pasado sobre los aires fueron agotadoras, sin ver más que nubes y agua, más que niebla en algunos casos que los pilotos, pueblerinos que hacían viajes muy accesibles hacia la ciudad (precios más que convenientes), se dignaban a atravesar y aterrizar en uno de los aeropuertos de la ciudad con no más que un solo pasajero, que no le había entretenido ni un poco, viendo por la ventana durante todo el viaje.

No había pasado mucho desde que había llegado al lugar, y cada vez iba más convencido de que la ciudad no tenía absolutamente nada de especial en los primeros pasos que iba dando por las calles del lugar. Me había detenido a desayunar en un café, pequeño, y bastante acogedor donde el olor de la infusión inundaba el ambiente, un exquisito y atrapador aroma te capturaba desde la calle, y eso fue lo que me hizo entrar a aquél lugar, eso fue lo que hizo mis tripas crujieran, porque mi vista dio a un par de bocados calientes que una empleada dejaba sobre el mostrador, de los cuales un vapor parecía, cual caricatura, invitarme con una danza hipnótica a entrar, y ordené esas dos cosas: café, y ese pancito recién salido del horno. Tan cómodo que estuve para salir nuevamente a la calle, y caminar con aquél bolso con un par de trapos, bastante ligero, sin rumbo fijo, realmente... ¡¿qué demonios hacía en Ciudad Kaus?!

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Mensaje por Invitado Dom Abr 19, 2015 11:24 am

Los redobles de tambores bélicos en el Inframundo sonaron de nuevo, resurgían como las trompetas angelicales del Apocalipsis divino, firmes y amenazantes, dando por entendido que el resurgimiento del Infierno era solo cuestión de días, días en los que, los espectros debían demostrar que eran dignos de volver a combatir, o quedarse en el olvido y ser reemplazados por otros prototipos del proyecto en el cual Dákria había nacido.

Su primera orden en Giudecca consistía en investigar la Ciudad Kaus, donde muchos Santos de Athena habían aparecido, y si algo interesante había visto el Santuario, sería un grave problema para el resurgimiento del Hades, puesto que ya no tenían el Castillo Heinstein en su poder desde la muerte del Dios Oscuro, quitándoles lo más valioso en la guerra: La posición estratégica y propiedad en la tierra, ambas únicas que el Infierno tenía en la Tierra, por lo que ya no podrían "observar de cerca" el refugio de Athena.

A pesar de ser una ciudad casi inexistente en el globo, Dákria sabía como ubicarla, pues sabía como interrogar a los muertos y hacer que estos les respondiese con palabras, no con rasguños, golpes, patadas y palabras antisonantes, como suele ser el caso de un inexperto.

El peliblanco partió en seguida, llegando a la ciudad usando su Sapuri, se había ajustado a su cuerpo, pero los detalles como las alas y las partes filosas de la misma detallaban una gran exageración barroca y gótica la cual el disminuido cuerpo de Dákria no le permitía ocultar.
Las miradas ajenas no le importaban en lo absoluto, el asombro de los niños, el miedo de los adultos y la fiereza de los ancianos parecían alimentarlo egocéntricamente, aunque no le daba importancia debido a su fría personalidad, ignorando su alrededor.
Tardó poco en llegar hasta, lo que parecía, un pequeño restaurante, donde las mismas emociones lo atrapaban en miradas furtivas, llevándolo a pensar que todos los humanos eran iguales.

Extendió su mano al restaurante, el color verde se hizo presente y cubrió toda la zona, incuyendo a Dákria, cuya palma extendida era el epicentro. El color se contrajo hasta convertirse en una transparente esfera del mismo que fue lanzada como una bala hacia el reducido establecimiento. Si su aparición galante no había atraído la atención de algún heroico Santo, el comenzar a matar gente los haría venir como moscas a un cadáver putrefacto.

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Mensaje por Invitado Miér Abr 22, 2015 4:58 pm

Casi inexpresivo caminé viendo el suelo, el diseño de cada baldosa atraía poderosamente mi atención, mientras intentaba de cierta forma pisar cierto patrón sin llamar la atención con una caminata ridícula. Apenas había salido, los auriculares habían entrado casi instantáneamente en mis orejas, donde la música me hizo aún más ajeno y distante al mundo que me rodeaba... imaginar que cada raya, en cada baldosa, era una cuerda de una una guitarra o un bajo que vibraba... sentía, de alguna forma, que cada pisada era la que producía aquellos sonidos que tanto me sumergían en mi mente. Tarareaba, haciendo memoria de los pocos recuerdos que tenía...  había toda una vida que alguna vez tuve y no conocía, y aquello era lo que menos me preocupaba... cada pulso hacía que me preguntara más y más acerca de mi pasado. La música, el ruido, siempre me había acompañado, siempre me había distraído, me había cuidado, animado... había sido uno de los pocos placeres que pude conocer, después de conocer a mi Maestro, la única persona que podía considerar familia, quien cultivó ese arte en mi vida... pero, ¿qué había detrás de él? Cada sonido me hacía recordar algo que había vivido en el polo... pero... ¿y lo que había antes? Cada uno de mis recuerdos se remontaban a un eco... al frío... antes de él, parecía no haber nada, absolutamente nada. Suspiré, y tambaleé.

Un sujeto me miró, con una expresión alarmada, con los ojos bien abiertos, gritándome. Él me había chocado por detrás, yo únicamente estaba caminando tranquilo. La música sonaba más fuerte que cualquier ruido que hubiera en el exterior, el movimiento de los pequeños parlantes embutidos en el plástico era más audible que lo que fuera que el tipo me gritara, y mirándome con furia, llevó rápidamente su mano a mi cabeza. No alcancé a más que alzar un poco los hombros, y cerrar los ojos esperando ser golpeado, pero el único golpe recibido fue auditivo.  Los auriculares cayeron, enganchándose en mi cuello, rodeándolo y aún sonando. Gritos desesperados  de todas direcciones. La música me impidió prestar atención a todo, inclusive no había visto lo que estaba pasando desde hacía cuánto tiempo. Todo era un caos, con personas corriendo por doquier hacia donde yo me dirigía, observé por encima de los hombros del sujeto aún sin prestarle atención, boquiabierto, hasta que nuestras miradas se cruzaron. Lo único que le escuché fue un insulto, mientras por fin me soltaba, mirando en la dirección de la que yo venía y marchándose con un paso lento y torpe, que seguí hasta que empezó a correr desapareciendo entre la multitud. Miré todos los colores reunidos, escuché todos los gritos... hasta el momento, mi rostro sereno no había cambiado ni una sola vez, hasta que vi con cierta alegría aquella negra armadura, alegría que se transformó en una sensación de total desagrado... ¿pero, era un Santo, no? Aquella armadura, alada, tan magníficamente y perfectamente diseñada, tan sublime, tan distinta a la que tenía... debía ser ni más ni menos que un rango superior... pero, hasta ahora, solo sabía que existían las armaduras de Bronce, Plata, y Oro... pero, ¿qué era esta? Tan negra... brillante... espléndida... no podía ser algo común. Observé la cabellera blanca de aquél Santo... si tenía una armadura, debía ser uno. Apenas podía verle el rostro... llevé la mano a mi pecho, donde estaba mi Clothstone, y dejé mi dedo índice sobre ésta, sin sacarla, aún por debajo de mis ropas, mientras aún veía hacia aquél sujeto tan calmado, casi inexpresivo, pero con una verdadera preocupación, con una gran duda acerca de aquél tipo, estático, esperando a que la estampida terminara.
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Mensaje por Invitado Jue Abr 30, 2015 9:40 pm

Los gritos y la constante estampida de terror de la gente terminaron en cuestión de segundos, pocas personas habían resultado lastimadas, pero a como pudieron escaparon del lugar a tiempo, justo poco antes de que el juez del infierno volteara su cabeza casi noventa grados a la dirección de un joven valiente que se había quedado. Inmediatamente lo reconoció como un Santo de Athena debido a la diferencia en el origen del cosmos de su joven opositor y la del mismo mandatario infernal. No dijo nada, quería acabar rápido con todos los santos que encontrase, bueno, no quería; debía hacerlo.
Entrecerró la mirada, como un depredador encontrando a su presa, y con dos pasos rotó su cuerpo en dirección al de aquel joven, al parecer su comos era fuerte, pero no tanto como el de un caballero dorado.

-... No tengo interés en saber quien seas, olvidate de tus modales de caballero de cuarta y lucha conmigo.-

Dijo un certero Dákria, que quería saltarse la parte de los saludos y presentaciones, debía acabar rápido su misión.
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