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Afueras de Kraus, costa pedregosa, gritando al vacío (Drystan)
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Afueras de Kraus, costa pedregosa, gritando al vacío (Drystan)
Evan respiró profundamente el aire con sabor a sal que llegaba golpeando, con rachas húmedas y refrescantes, la escarpada ladera de la costa. Con fuerza y el sudor recorriendo su rostro ante el sol inclemente consiguió afianzar la mano en otro hueco de la roca, hizo acopio de todo su esfuerzo para avanzar otro tramo hacia un nuevo hueco que buscó con rapidez y agilidad. Justo entonces una de las rocas en las que apoyaba su pie derecho, abrazado a la pared de granito a más de cincuenta metros de altura del lecho rocoso sacudido por las olas, cedió a su peso dejando su punto de apoyo colgando en el vacío.
Rápidamente buscó otro punto de apoyo soportando todo su peso en la otra mano al tiempo que abría surcos carmesí en su piel morena. Un grito de dolor resonó en el eco del precipicio cuando consiguió fijar su pie en una nueva grieta en la piedra. Estaba vivo, el reto estimulaba su cosmos y aceleraba su circulación con el latir de un corazón lleno de coraje.
Cuando consiguió apoyar su brazo sobre las piedras recalentadas de la cima gritó triunfante. Un último esfuerzo, un último empujón para derrotar a los elementos. Arrastrándose, con la mano sangrando se puso de rodillas ante la carretera silenciosa. Exhausto tratando de recuperar la respiración.
Se giró y observó el horizonte, el camino que discurría a más de diez metros bajo sus pies, había triunfado.
- ¿Eso es todo lo que puedes ofrecer?- Chilló desafiante a la montaña.
Se giró y rió con la sangre caliente goteando sobre la arena.
- ¿No hay nadie más aquí que quiera desafiarme?
Se sentía poderoso, era un caballero de Atena, un guerrero forjado en el dolor y la batalla.
Rápidamente buscó otro punto de apoyo soportando todo su peso en la otra mano al tiempo que abría surcos carmesí en su piel morena. Un grito de dolor resonó en el eco del precipicio cuando consiguió fijar su pie en una nueva grieta en la piedra. Estaba vivo, el reto estimulaba su cosmos y aceleraba su circulación con el latir de un corazón lleno de coraje.
Cuando consiguió apoyar su brazo sobre las piedras recalentadas de la cima gritó triunfante. Un último esfuerzo, un último empujón para derrotar a los elementos. Arrastrándose, con la mano sangrando se puso de rodillas ante la carretera silenciosa. Exhausto tratando de recuperar la respiración.
Se giró y observó el horizonte, el camino que discurría a más de diez metros bajo sus pies, había triunfado.
- ¿Eso es todo lo que puedes ofrecer?- Chilló desafiante a la montaña.
Se giró y rió con la sangre caliente goteando sobre la arena.
- ¿No hay nadie más aquí que quiera desafiarme?
Se sentía poderoso, era un caballero de Atena, un guerrero forjado en el dolor y la batalla.
Invitado- Invitado
Re: Afueras de Kraus, costa pedregosa, gritando al vacío (Drystan)
Una fragancia ribereña, cual rememora a la lavanda, y una insignificancia de albaricoque impregnaban la atmósfera, produciéndole un travieso hormigueo en la nariz, reverenciaba las oportunidades en las que podía inspirar esas emanaciones rozagantes y entusiasmadas, no obstante, satisfactorias e hipnóticas, tan acostumbradas y al mismo tiempo desemejante a las que su organismo rememoraba. Enfrente se propagaba el gigantesco océano que acariciaba la tierra, las repercusiones de sus fricciones con la arena se prolongaban hasta el horizonte y fueron disminuyendo hasta transformarse en un lamento, sus aguas de tonalidades índigo e inconcebiblemente transparentes se apreciaban como un lienzo resplandeciente y agraciados mosaicos, reflejando las exhalaciones del astro gobernante como un extraordinario cristal. Su incandescencia y los elementos esclarecidos se enfrentaban por secuestrar el ininterrumpido balanceo del oleaje pausado y sosegado, era una sensación característica que describía un indefinido acontecimiento mitológico de peces, nereidas y deidades marinas traviesas, como una intervención deslúmbrate ejecutada en un acuario natural.
El caballero de sagitario únicamente deambulada ese emplazamiento procurando inspeccionar cada entidad con la que se encontraba, cerrando los ojos por un instante para regocijarse con el agradable ambiente, volviendo su rostro hacia el firmamento, en dirección al sol, percibiendo como algunos de sus rayos encontrabas huecos entre las nubes para filtrarse, deleitándose de la calidez que calentaba deliciosamente sus mejillas. El apacible céfiro proveniente del océano enmarañar su cabello mientras continuaba con su caminata, cada paso se marcaba en la albugínea arena, coloreado por el recorrido esplendoroso de las reverberaciones anaranjadas y azafranadas, moderadas tonalidades provenientes del astro. Sus sentidos estaban completamente encauzados en ese momento armonioso que tentaban a la relajación, siendo inexcusable el apaciguarse con el panorama de la playa procediendo a vislumbrar el sobrecogedor paisaje. La resonancia de las olas arremetiendo burbujeantemente contra la ribera arenácea, el revolotear de las palmípedas que se desvinculaban de tierra firma hacia un mejor lugar en el cual darle caza de su alimento, percibiendo los diferentes réquiem provenientes del océano, predisponiendo una antítesis eufórica.
No se desconcertó en el momento que la tranquilidad abandono el emplazamiento por la exteriorización del ímpetu del joven que ahora protagonizaba la escena, eran circunstancias difíciles las que estaban sucediendo y vislumbrar como los otros se acondicionaban para las posibles contingencias era interesante. No obstante, su método de entrenamiento era inapropiado y desprovisto de una genuina esencia, no hacía falta una incuestionable clarividencia para ver la manera en que incorrectamente desperdiciaba su fuerza. – No estimo que los peñascos puedan proporcionarle una respuesta para tu interrogante. – Inquirió, moviendo lentamente la cabeza de un lado hacia el otro en una sencilla negativa. Su voz emergió reposada, ahogada por el aire húmedo, entretanto dejaba su pandora box sobre la arena, empleándola como asiento para observar fijamente al joven. – Si ambicionas demostrar tu fuerza, seré tu oponente, sin embargo te solicitare que me permitas atender tus lesiones. – Contempló impasible las sangre que emanaba de sus heridas pigmentando la arena de un tono carmesí, extendiendo su mano como demostración de su indulgente ofrecimiento.
El caballero de sagitario únicamente deambulada ese emplazamiento procurando inspeccionar cada entidad con la que se encontraba, cerrando los ojos por un instante para regocijarse con el agradable ambiente, volviendo su rostro hacia el firmamento, en dirección al sol, percibiendo como algunos de sus rayos encontrabas huecos entre las nubes para filtrarse, deleitándose de la calidez que calentaba deliciosamente sus mejillas. El apacible céfiro proveniente del océano enmarañar su cabello mientras continuaba con su caminata, cada paso se marcaba en la albugínea arena, coloreado por el recorrido esplendoroso de las reverberaciones anaranjadas y azafranadas, moderadas tonalidades provenientes del astro. Sus sentidos estaban completamente encauzados en ese momento armonioso que tentaban a la relajación, siendo inexcusable el apaciguarse con el panorama de la playa procediendo a vislumbrar el sobrecogedor paisaje. La resonancia de las olas arremetiendo burbujeantemente contra la ribera arenácea, el revolotear de las palmípedas que se desvinculaban de tierra firma hacia un mejor lugar en el cual darle caza de su alimento, percibiendo los diferentes réquiem provenientes del océano, predisponiendo una antítesis eufórica.
No se desconcertó en el momento que la tranquilidad abandono el emplazamiento por la exteriorización del ímpetu del joven que ahora protagonizaba la escena, eran circunstancias difíciles las que estaban sucediendo y vislumbrar como los otros se acondicionaban para las posibles contingencias era interesante. No obstante, su método de entrenamiento era inapropiado y desprovisto de una genuina esencia, no hacía falta una incuestionable clarividencia para ver la manera en que incorrectamente desperdiciaba su fuerza. – No estimo que los peñascos puedan proporcionarle una respuesta para tu interrogante. – Inquirió, moviendo lentamente la cabeza de un lado hacia el otro en una sencilla negativa. Su voz emergió reposada, ahogada por el aire húmedo, entretanto dejaba su pandora box sobre la arena, empleándola como asiento para observar fijamente al joven. – Si ambicionas demostrar tu fuerza, seré tu oponente, sin embargo te solicitare que me permitas atender tus lesiones. – Contempló impasible las sangre que emanaba de sus heridas pigmentando la arena de un tono carmesí, extendiendo su mano como demostración de su indulgente ofrecimiento.
Drystan- Gold Saint
- Armadura : Santo Dorado de Sagitario
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Re: Afueras de Kraus, costa pedregosa, gritando al vacío (Drystan)
Evan se sorprendió ante su acompañante sorpresa. Mostró una amplia sonrisa y habló rascándose la nariz en actitud divertida.
- Eso queda entre la montaña y yo. Además es muy tímida. Lo importante es que he triunfado, con las manos desnudas he cabalgado sobre su lomo y coronado su cabeza.
Respiró profundamente y se acercó al caballero que se sentó ante él. Quien era aquel extraño, desprendía un aura extraña y poderosa que apenas era capaz de percibir. Pero su desafío no podía ser rechazado. Es más era una perfecta oportunidad para probarse de nuevo.
- ¿Me estáis retando a un duelo? Será un honor daros una paliza, intentaré no ser muy duro.
Entonces observó su mano y sacó un pequeño rollo de venda.
- No os preocupéis por esto, he sufrido heridas peores.
Dijo vendando el corte que se había hecho durante la escalada con las afiladas rocas de la ladera. Estirándolo y atando con la otra mano sujetando el extremo con los dientes.
- Veis ya esta, como nuevo.
Empezó a realizar estiramientos con la mano vendada al tiempo que invitaba a su acompañante a hacer lo mismo.
- Con que queréis desafiarme, una carrera, un combate, un desafío de coraje… Observó la costa que caía a plomo a más de veinte metros de distancia. ¿A ver quién es el último en saltar?
- Eso queda entre la montaña y yo. Además es muy tímida. Lo importante es que he triunfado, con las manos desnudas he cabalgado sobre su lomo y coronado su cabeza.
Respiró profundamente y se acercó al caballero que se sentó ante él. Quien era aquel extraño, desprendía un aura extraña y poderosa que apenas era capaz de percibir. Pero su desafío no podía ser rechazado. Es más era una perfecta oportunidad para probarse de nuevo.
- ¿Me estáis retando a un duelo? Será un honor daros una paliza, intentaré no ser muy duro.
Entonces observó su mano y sacó un pequeño rollo de venda.
- No os preocupéis por esto, he sufrido heridas peores.
Dijo vendando el corte que se había hecho durante la escalada con las afiladas rocas de la ladera. Estirándolo y atando con la otra mano sujetando el extremo con los dientes.
- Veis ya esta, como nuevo.
Empezó a realizar estiramientos con la mano vendada al tiempo que invitaba a su acompañante a hacer lo mismo.
- Con que queréis desafiarme, una carrera, un combate, un desafío de coraje… Observó la costa que caía a plomo a más de veinte metros de distancia. ¿A ver quién es el último en saltar?
Invitado- Invitado
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