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Sol que ilumina las estrellas

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Mensaje por Invitado Mar Ago 16, 2016 10:27 pm

Aclaración:

Hablo - Narro - Pienso
_____________________________________________________________________________________________________

Durante muchas eras en Grecia se habían levantado unas estructuras únicas y singulares. Estructuras tan magestuosas que eran dignas de ser usadas para alabar a los dioses. Pero ninguna de ellas se comparaba a la majestuosidad de las doce casas del zodiaco. Templos de gran poderío alineados según las constelaciones del zodiaco y cada una con un guardián que bestia una armadura dorada representante de su signo, estos hombre y mujeres recibían el nombre de caballeros dorados; guerreros y guerreras nobles de gran poder al servicio y protección de Athena, diosa que una vez se volteo a los suyos... a los dioses solamente por proteger a los mortales. Este acto de rebeldía de la diosa no habia tenido comparación y por ello siempre se han librado guerras, pero el visitante que estaban a punto de tener entre las doce casas las pisaría por primera vez luego de tantos siglos, pues solo las ha podido contemplar a lo lejos de las dimensiones.

- Este lugar a perdido su porte, su elegancia, su magestuosidad, y pensar que muchos dioses se peleaban esto... que patético
-


Se escucharon aquellas palabras en la entrada del templo de Aries; la primera de las doce casas de zodiaco, aquel lugar en su entrada tenia la escultura del carnero dorado. Aquel hombre de magestuosidad incomparable sonrió al verla y paso de largo y se poso en la entrada con una sonrisa en los labios mientras miraba su alrededor y sentía la cálida brisa que rosaba su rostro y movía la túnica blanca que traía puesta. Tomo su mano derecha y acomodo sus cabellos azulados y soltó un suspiro.´

- Veamos que me tiene preparado el santuario de mi hermana -

- Ante la entrada del gran carnero dorado se presenta el astro mismo centro del sistema solar. -

SE silencio todo el lugar una vez más, y aquel ser quedó a la espera de la aparición de alguien que le diera la bienvenida que él merecía.
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Mensaje por Yumoto Hakone Jue Ago 18, 2016 2:37 pm

Nuevamente estaba perdido en ese enorme santuario. Primero había tenido que realizar un entrenamiento de capacitación en Kaus y después había sido transferido a Grecia. Quería regresar a Japón para estar con su hermano mayor y comer bolas de arroz. Lo único que le gustaba de Grecia eran los baños del santuario, ya que le recordaban a las aguas termales de su hogar. La intención de Yumoto era encontrar las ruinas de entrenamiento, pero terminó de pie frente a un templo que decía “Aries”. Se rascó la cabeza, pensando que estaba muy lejos del lugar al que tenía que ir.

Estaba utilizando su ropa de civil, un uniforme de escuela gris oscuro con una camisa blanca y una corbata. Aunque ya no iba a la preparatoria debido a que ahora era un santo de Athena, estaba demasiado acostumbrado a usar ese uniforme. El joven subió las escaleras del primer templo, encontrándose con un joven que estaba vestido con una túnica.-Su ropa luce tan bien- dijo el caballero de Athena, acercándose al hombre desconocido. Sujetó su túnica parado de cuclillas, sintiendo lo suave que ésta era. –¡Es muy suave! ¿Por qué vistes de esta forma tan extraña?- dijo el menor con las mejillas sonrosadas.

Dejó de hacer eso cuando se sintió embelesado por la presencia de aquel joven. Podía sentir un cosmos poderoso venir de él, pero no le daba miedo, le causaba impresión porque sólo había sentido algo así estando cerca de la señorita Saori, aunque el suyo no le transmitía la sensación de calidez de esta última, sólo podía sentir su poder envolviendo todo lo que estaba a su alrededor.-¿Quién eres tú? ¿Eres un amigo de la señorita Saori?- preguntó Yumoto con una sonrisa inocente.
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Mensaje por Invitado Vie Sep 16, 2016 11:01 pm


Aclaración:

Hablo - Narro - Pienso

_______________________________________________________________________________________________________________________

Un pequeño santo de Athena realizó presencia ante el majestuoso dios del sol quien se mantenía serio e imponente con su túnica, su mirada y aquel cosmos que desprendía magnificencia, poderio y supremasia a todo ser que se encontrase en su presencia.

La concentración del dios mientras miraba a aquel joven que deforma curiosa se acercaba a el con aquella misma inocencia y curiosidad de lso primeros humanos, de aquellos que fueron creados y moldeados por las manos de los dioses por primera vez. Sonrió levemente y lo miró directo a los ojos elevando un poco el cosmos y envolviéndolo para que sintiese su grandeza.

- Soy Abel, Febo Abel, dios del sol y hermano de Athena, eres un joven caballero bastante curioso...-

Acto seguido, Abel tomo con una de sus manos el mentón del niño, su dedo pulgar roso lentamente el labio inferior del mismo, y al darse cuenta lo roso a propósito una par de veces más.

- La curiosidad mató al gato o algo así dicen ustedes los humanos, aunque creo que la curiosidad hizo que el gato se divirtiera mas ¿no lo crees así?. -

- Es increíble que un santo de Athena no conozca de mi, pero comprensible, luego de tantos siglos. -

El dios continuo tocando la barbilla del pequeño caballero mientras daba unos pasos hacia el frente y parecía como si lo fuese s arrastrar suavemente desde el mentón mientras se dibujaba levemente una sonrisa picara en los labios del dios y las galaxias se podían ver en sus ojos.

- Creo que le encontrare mucho placer al santuario, jajaja.-
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Mensaje por Yumoto Hakone Mar Sep 20, 2016 8:06 pm

-¿Abel? Nunca había escuchado ese nombre antes- dijo el muchacho, atento a los movimientos del dios del sol como un gato que perseguía una luz brillante en la pared. ¿Él era el hermano de Athena? No notaba el parecido familiar que podía haber entre ambos, aunque eso le era bastante normal ya que él tampoco se parecía mucho a su hermano mayor. Cuando sintió que el dios lo tomaba por el mentón se sonrojó como si aquello le incomodara, sin embargo no hizo nada para detener a Abel, seducido por su magnificencia.

-hhmm- el rubio tragó saliva, intentando articular palabras en vano, perdido en los impresionantes azules del dios del sol. El menor reaccionó, apartándose un poco de Abel, manteniendo la mirada fija en el suelo para no volver a caer bajo la influencia de ese extraño poder que envolvía al hermano de Athena.

-¿Por qué un dios extraño ha venido al Santuario? ¿Tus intenciones son buenas, Abel? - preguntó el menor para que acabar con el silencio incomodo en el que se había sumergido el ambiente. La presencia de Abel había silenciado todo a su alrededor: no podía escuchar a las aves, tampoco al viento, simplemente las palabras que salían de su boca y el acelerado golpeteo de su corazón.

-Esto puede sonar extraño, pero creo que lo he visto antes. Tu rostro, hay algo en él que me hace sentir confundido y acalorado- dijo mientras llevaba sus manos a sus mejillas, sintiendo la necesidad inexplicable de tocar a Abel nuevamente. Yumoto se acercó al dios, tomando sus manos para posteriormente rodear el torso del mayor con sus brazos, hundiendo su rostro en el pecho del dios del sol.
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Mensaje por Invitado Miér Sep 21, 2016 8:23 am


Aclaración: Hablo - Pienso - Narro

______________________________________________________________________________________________________________________

El dios del sol escuchaba atentamente todas y cada una de as palabras del joven luego que este se apartase un poco e inclinase la mirada. Aquellos comportamientos le parecían divertidos a la deidad del astro rey quien se mantenía serio y con su cosmos envolvente ante el joven santo de Athena.

- ¿Será el?...no lo creo, su alma debe estar en los elíseos. –

¿A quien se referiría la deidad?, solamente el lo sabia, siempre había sido así, Abel nunca ha sido de compartir sus pensamientos con ningún ser que sea él. Sin embargo las palabras y acciones del joven le hacia dibujar una vez mas una leve sonrisa.
De pronto… Abel quedo mirando la cabellera del joven santo cuando este le tocó su torso y lo rodeo…hacia eones que ningún mortal tenia el privilegio o el valor de tocar el magnifico cuerpo del dios del sol; sin embargo, al sentir y ver al joven sobre su ser lo único que hizo fue musitar unas palabras actos de realizar sus acciones.

- Mis intensiones no son malas… tampoco son buenas, simplemente son mis intenciones... ver a mi hermana, pasar por entre las doce casas, recuerda que lo que es normal para una araña es el caos para la mosca, todo es relativo mi joven caballero. –

El cosmos de Abel se elevo un poco y envolvió su ser y al pequeño santo cual alas angelicales mientras el dios lo abrazaba y posaba sus brazos alrededor del pequeño, lo pego más a su ser…quería que sintiese su cosmos, el latido de su corazón y cada fibra de su cuerpo marcado por los siglos y la majestuosidad de su genética, porque debajo de esa gran túnica se escondía un cuerpo perfectamente tonificado que el joven seria capaz de sentir en aquel abrazo.

- Con respecto a que sientes que me conoces, puede que sí, ustedes los humanos muchas veces reencarnan a través de los siglos y puede que en una vida anterior tuvieses el honor de estar a mi lado…como ahora. Además todas las armaduras de Athena tienen un poco de luz solar al momento de ser creadas, así que tienen un poco de mí. –

Sin decir más el dios del sol inclinó su cabeza, con su mano derecha soltó el cuerpo del joven y apoyó la barbilla del mismo en su mano para alzar la vista del joven en un ágil movimiento y le dio un beso, un beso lleno de calor, lujuria, poderío, con ganas de hacerlo suyo, con ganas de sumirlo a su majestuosidad. Mientras que con la otra mano rosaba su espalda suavemente
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Mensaje por Yumoto Hakone Jue Sep 29, 2016 3:29 pm

-Dios Abel… creo que esto no es correcto- dijo el joven una vez que se recuperó del beso del dios, sintiéndose avergonzado y al mismo tiempo excitado. Nunca había experimentado un de alguien que no fuera su hermano mayor, por lo que tener un contacto tan personal con un desconocido y conocer el tacto de un hombre por primera vez despertaba sensaciones extrañas.

-Abel- el chico miró al mayor con ojos llenos de curiosidad. Su cara estaba roja debido al calor que desprendía el cosmos envolvente del dios del sol.-Ambos somos hombres… ¿Está bien que quiera besarlo de nuevo?- le preguntó con un tono de voz que salía de su pecho como un lamento. Él no sabía si estaba bien o mal sentir ese tipo de atracción por otro varón.

El menor escondió la mirada en el pecho del dios, sintiéndose seguro bajo su resguardo, como si nada pudiera hacerle daño estando refugiado ahí. –Señor Abel, no suba a las casas por favor. Por lo poco que sé los caballeros atacan a todos los individuos sospechosos- dijo cuando recordó su breve encuentro con el caballero de Acuario, quien le dijo que los santos que vigilaban las doce casas no dejarían que nadie ingresara, llegando a matar aunque no se tratara de un enemigo potencial.

-Quisiera… que Abel se quedara junto a mí. Tenerlo para mí, porque Abel es mi primer beso- recitó esas palabras en voz baja mientras miraba al dios del sol como si estuviese hechizado por su apariencia. No podía pensar correctamente en ese momento.

Sus mano acariciaron la cintura de Abel, imaginando lo que había debajo de esa túnica. Fue en ese momento, cuando se dio cuenta de que estaba teniendo pensamientos impuros sobre el dios que se apartó como si éste lo quemara.-¡Lo siento Abel!- se disculpó inclinando la mitad de su cuerpo hacia el frente, haciendo una reverencia. –Estaba imaginando cómo lucía su cuerpo bajo esa túnica. Yo… yo no quería. Puede castigarme si es necesario.- los ojos de Yumoto se empaparon en lágrimas al no saber qué era lo que estaba ocurriendo con él. Nunca había tenido problemas así en el pasado por lo que el simple hecho de tenerlos ahora lo asustaba.
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Mensaje por Invitado Sáb Oct 01, 2016 4:49 pm

Aclaración: HabloPienso – Narro
_____________________________________________________________________________

El dios del astro rey sostuvo su cosmos envolvente mientras miraba el rostro apenado del joven caballero y escuchaba atento cada una de sus palabras que le dibujaban una sonrisa en el rostro… definitivamente había olvidado lo divertido que podían llegar a ser los seres humanos; de haberlo recordado había roto su sello décadas o siglos atrás cuando las oportunidades de había presentado, pero si algo sabia era que ya no se podía volver el tiempo a tras… o por lo menos era un trabajo tedioso que no pretendía hacer.

- Tu eres un hombre mi niño, yo soy un dios, una deidad que va más allá de sus simples y mundanas barreras de género, además recuerda que el bien y el mal son relativos… “lo que es normal para una araña es el caos para una mosca”.-

Se silenciaron las palabras de ambos y el dios dio dos pasos hacia el joven que se había apartado de él, con una mirada picara y llena de vida y cosmos lo vio fijamente, para acto seguido tomarlo por la cintura y atraerlo junto a él una vez más y darle un beso apasionado, su lengua recorrió la cavidad bucal del caballero, sus labios, luego su cuello y hombros. El dios se apasionó y le dio un mordisco en el hombro al joven marcando el símbolo del sol en su piel, no visible a simple vista.

- Recuerda que soy un dios, y si soy tu primer beso, dame todo de ti, dame tu ser, tu amor, tu lealtad, tu pasión, tu cuerpo, quiero poseer hasta el último de tus suspiros, que siempre estés a mi lado, darte…ese honor. –

El dios lo comenzó a besar una vez más lo recostó contra uno de los pilares y rosó su pierna, sus glúteos, su rostro, lo tenía sobre bordado en pasión, envueltos en llamas, en las llamas del cosmos supremo del dios del sol. Cosmos que se encendió cual faro en la noche más oscura y el cosmos se dispersó por todo el santuario.

Abel se separó lentamente del joven, lo tomo de la mano y dio unos pasos.

- Ahora todos saben que estoy aquí, todos deben saber que un dios está entre ellos y recibirme como me merezco, pobre del alma que se atreva a oponérseme sin yo hacer algo que justifique su pecado mortal de levantar la mano a un dios… después de todo, le deben sus armaduras, a mi sol, a mi hermana. Y quiero que me acompañes en este recorrido mi bello joven. –

- Esto será más interesante de lo que imaginé, ¿Quién lo diría? Jajaja-

Abel miro fijamente al caballero y sonrió, halando suavemente su mano, para que lo acompañase en su recorrido por los doce templos de los santos dorados.
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Mensaje por Yumoto Hakone Mar Oct 11, 2016 2:10 pm

Yumoto se encontraba dudoso respecto a las palabras del dios, como si su mente hubiese salido por un momento del estupor y el frenesí causados por la presencia de Abel. No sabía qué hacer, ya que una parte de él le rogaba ir con Abel, pero su lado racional le indicaba que lo mejor era apartarse. No sabía qué hacer, pero salió de la confusión abruptamente cuando sintió su espalda apoyada contra una de las columnas del templo de Aries. Abel lo estaba tomando por la cintura, acariciando su cuerpo sin ninguna restricción. El menor observaba al dios con deseo, como si ya no le importara lo que pudiera pasar.

Sintió su cuerpo completamente frío cuando el dios se apartó de él, como si le hubiesen robado el sol, ya no podía sentir el calor que emanaba el cuerpo divino del hermano de Athena. Estaba algo decepcionado y triste, pero cuando Abel lo tomó de la mano y le pidió acompañarlo para recorrer el camino de las doce casas, no pudo rechazarlo.

-Lo acompañaré, mi dios Abel- dijo haciendo una reverencia ante el señor del sol, sintiéndose honrado por poder acompañarlo. Había olvidado la fidelidad que le profesó a Saori en algún momento, también a las personas que lo ataban a la tierra, ya nada le importaba desde el momento en el que fue marcado por los labios del sol.

-Lamento no ser un caballero de alto nivel para poder protegerlo del modo adecuado- le dijo a Abel en voz baja.

Comenzó a caminar junto a Abel sin soltar su mano, subiendo los escalones sin temor alguno de los obstáculos que pudiesen atravesarse en el camino. Se sentía invencible al lado de Abel, como si nada malo pudiera suceder mientras éste le brindara la misma energía que había distribuido en los alrededores del santuario para anunciar su llegada.

- La última vez que vi a la señorita Athena fue en Japón. ¿Qué hará si su hermana no se encuentra en el último templo? - preguntó el santo de bronce, ya que él recordaba que la señorita Saori se encontraba en Japón, pero tal vez Abel sabía algo que él desconocía sobre el paradero de la diosa de la sabiduría. Saori fue quien le pidió a Yumoto ir al santuario, diciéndole que era parte de su formación como caballero, despidiéndose de él en Tokio, por eso creía que ella continuaba en la mansión Kido.
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