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Mensaje por Invitado Miér Sep 07, 2016 5:40 pm

Siempre inflexible en las relaciones, después de todo el mundo solo se usaba en una situación conveniente si así lo veía el destino. Observando el panorama en la lejanía el día se pintaba en un teñido grisáceo, opaco. Voces cuchicheaban en su entorno, Naunet pudo percatarse del miedo que sembraba entre los aspirantes marines; en una media sonrisa rodeó su figura curvilínea sintiéndose repentinamente nostálgica.

Aguardaría un rato más en la custodia de su pilar sumergiéndose en sus recuerdos. Solo el fortalecimiento de su poder a través de varios contratos ejercidos entre sus congéneres llevándolos al engaño dejó en ella un incontrolable apetito haciendo rugir su estómago, ciertamente había pasado un tiempo en que la carne humana fue privada de su dieta. Sus orbes permanecían ocultos tras ese cúmulo de pestañas que adornaban su depredadora mirada, necesitaba separarse de la cotidianidad a pesar de su revelación como una de los siete generales marinos, una generación que aspiraba al terror. Alejándose de su posición decidió explorar la Atlántida, la belleza naciente de su reino siempre le fascinaba, montañas colosales imperaban majestuosos al estar engalanados ellos mismos de precioso coral. – No hay nada más hermoso que… – Levantando la cabeza una silueta amorfa se distorsionaba cuando los rayos solares iluminaban el reino sumergible, la fémina de pelirroja cabellera mordisqueó su labio inferior emocionada.

A la costa del cabo Sunion, se paseó en la playa descalza, probaba su forma humanoide, los pies se hundían en la suave y fría arena. No obstante, percibía que no estaba sola, prediciendo la dirección solo se tomó la molestia de elevar la voz. – Al parecer no soy la única que esta aburrida, ¿verdad? – Mencionaba en una afable sonrisa al desconocido que también merodeaba cerca de ella.
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Mensaje por Invitado Miér Sep 07, 2016 9:58 pm

Se dice que Poseidón dio el caballo al hombre sin embargo pese a aquel regalo los humanos de mala manera prefirieron el olivo que entregó Atenea, desde ese momento aquella planta se convirtió en señal de victoria, la diosa se habría convertido en la patrona de la ciudad griega del conocimiento y el emperador de los mares habría de dejar que aquello ocurriera, Cabo Sunion era un lugar peculiar pues anteriormente era un santuario dedicado al dios de los mares que la infame diosa de la sabiduría habría tomado como suyo tiempo después, lo habría convertido en una prisión y una sentencia de muerte para los que en ella cayeran degradando así al océano a su verdugo, convirtió un lugar de vida en un lugar de muerte, prohibido y maldito para vanagloriarse con su victoria, y esa era la mujer que era llamada diosa de la guerra justa… Aquella clara idea rondaba la mente del orgulloso custodió del Pacífico norte cuya figura permanecía serena cerca de las ruinas de aquel templo.

Durante años habría abandonado por completo la superficie dedicándose únicamente a su deber como soldado leal del dios de los mares, sin embargo había un ligero punto interesante, aquel lugar pese a estar en la tierra era uno de los pocos santuarios que aún se consideraban parte del dominio del emperador por lo tanto era también uno de aquellos sitios a los cuales el joven de rubios cabellos acudía a reflexionar de manera recurrente. Inmutable y orgulloso permanecía recargado en una de las viejas columna que pese al tiempo, milenios ya, aún permanecían de pie, su mirada se perdía en el basto mar delante de él, el hipnótico movimiento de las calmas olas y ese toque de bravura que despedían al romper contra el acantilado.

–Algún día este lugar volverá a su vieja gloría, el emperador tomara la tierra y entonces este sitió recibirá el respeto que merece-. Su voz determinada era también un poco cortante, el orgullo del guerrero del mar era tan grande como su poder y su lealtad más inquebrantable que los pilares que sostuvieron el mar sobre el templo de Poseidón, sin embargó como todo aquellos que ahora servían al dios del mar antes de estar en dicha posición su hogar era la tierra entre los seres humanos y aquello era algo que aún que no se podría despegar, con enfado volteó entonces la mirada a las ciudades cercanas y a los barcos que se alejaban por los mares y un sentimiento de repulsión provocaría una presión en el pecho que lo llevó a bajar de las ruinas del templo principal para comenzar a avanzar lentamente por las playas, el aroma salino y la brisa provocaban que su mente se apaciguara y en aquel instante requería de ello.

Detuvo entonces su andar en aquella solitaria playa cerrando sus ojos e inhalando con cuidado el cálido viento sobre la playa, sin embargó fue en ese momento que notó que no estaba solo, la corriente cercana de viento alertó de alguien más, “¿un intruso?”, se cuestionó a si mismo avanzando con cautela en dirección a este, no era cobarde y tampoco el guerrero con más tacto, no solo entre las filas marinas, si no en general por lo que si se trataba de algún intruso, y quizá en el fondo de su ser eso deseaba, el mismo se encargaría de expulsarlo por el atrevimiento a pisar tierra sagrada.


El acelerado latido de su corazón se calmó en el instante que su mirada se clavó en aquella figura, le conocía, al menos tenía una idea de quién era pero no por ello sentía paz alguna, por ahora desprovisto de la escama de hipocampo detuvo su andar sintiendo el viento agitarse a su alrededor… -El aburrimiento no me trajo aquí, si estas aburrida seguro es porque no tienes responsabilidades suficientes, sirena- expresó con desenfado y cierta frialdad pese a la amable actitud de la mujer, la realidad detrás de aquellas palabras tan cortantes y formales era que era realmente malo recordando nombres y por ello el llamarle por su escama facilitaba el no errar.
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Mensaje por Invitado Miér Sep 07, 2016 10:45 pm

Su figura se clavaba efigie sobre la superficie arenosa, el extraño desconocida hacía acto de presencia revelándose con suma altanería para su agrado. Ignoraría el acto despectivo al anunciarse sin bienvenida alguna, no esperaba de todos modos ser bien recibida o en alguna clase de alabanzas. – Jamás habrá responsabilidad suficiente sin un Dios al cual servir. – Despediría astuta picando el orgullo del guerrero, dispuesta a encarar el horizonte las olas estaban agitándose más de la cuenta, un fenómeno natural muy inusual, podía sentirlo y es por ello que tras siglos había decidido salir de las profundidades para comprobarlo, seguramente aquel también lo percibía de la misma forma. – Me disculpo de antemano si irrumpí algún asunto de gran relevancia. – Jugando con la sorna de sus palabras se dispuso a descubrir su cabeza de la capucha, el viento agitó su cabellera de inmediato, en verdad su aspecto en tales prendas dejaba mucho que desear ya que vestía en simples harapos para el gusto de pocos.

Le concedía la razón en este asalto al hombre de rubios cabellos, a diferencia suya ella había salido a la superficie tonteando con la intención de hallar algo más interesante que hacer. Sin embargo, el resto se empeñaba a buscar indicios de la llegada de Poseidón, ¿estaría faltando en algún acto impropio si no se colocaba en la tarea de preparar todo para su regreso?, se sentía ajena a todo y a todos, adaptarse podría no ser su fuerte. Aguardando en silencio recuperó la compostura llevando ambas manos hacia atrás, apenas si giró el rostro por encima del hombro derecho en una sonrisa más sincera. – Es la primera vez que me vez en esta forma, así que me disculpo de antemano si te alerté innecesariamente Gallahad. – En un acontecimiento impredecible la hechicera daba conocimiento detallado sobre el nombre del General, podría ser imposible ya que eran la primera vez que se veían e inclusive intercambiaban palabras.

Bajando su guardia soltaba una risita cantarina, era la misma expresión de indiferencia, de verdad le agradaba su compañero, eran esas atracciones fugaces que pocas veces se daba la oportunidad de experimentar, otros lo describían como un flechazo, pero sin el toque de romanticismo. Incapaz de reconocer la sensación a pesar de su casi inmortal experiencia decidió reducir la distancia entre ellos, sus pasos se arrastraron dejando huellas en la arena. – ¿Me permitirías hacerte compañía?, en lo que sea que estés haciendo. – Cordialmente se ofrecía a él, quizá necesitaba ayuda para algo en específico, por otra parte existía una enorme posibilidad de ser rechazada, si era así respetaría su decisión más no perdía nada por intentarlo.

Repentinamente un escalofrío recorría su columna, no, era más que un escalofrío. Desagradándole lo que intuía miro hasta la plataforma dedicada a Poseidón, frunció el ceño en una postura casi amenazante, quizá sería su imaginación la que le engañaba por lo que apartando la tensión de su silueta apenas si acomodó su cabello revuelto detrás de su oreja. – Sentí algo, no sabría explicar el qué… entonces ¿qué haces aquí deambulando solo?
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Mensaje por Invitado Jue Sep 08, 2016 2:02 pm

Escucho con atención las respuestas de aquella mujer, para el rubio era complicado el no sentir cierta molestia por las palabras que ella expresaba sin embargo eran ciertas, la ausencia del emperador de los mares los convertía en un ejército sin cabeza, una Columna sin dirección especifica más que esperar o buscar a su líder, un gesto de descontento sin embargo era claro en el rostro del rubio que contendría el enfado para soltar un largo suspiro, era necio y algo terco pero no caía en lo ilógico, eran las cosas que lo diferenciaban de su antecesor, entendía de razones y aun y si era confiado en su poder trataba de no dar por sentada la victoria en batalla solo por tener mayor poder, después de todo el templo marino habría sido derribado por caballeros de bronce.

-Entiendo que la falta del emperador parezca que debemos estar relajados, sin embargo debemos estar listos para su regreso y prepararnos para no cometer los mismos errores que nuestros antecesores.- finalmente respondió de forma tajante, no había forma de suavizar su voluntad aunque solo fueran palabras y solo fuera hacer guardias y esperar o buscar el despertar del emperador de los mares él no estaba dispuesto a dejar que el tiempo pasara únicamente, pero entendía perfectamente que esa era su persona, el resto de los generales encontrarían y tendrían sus motivos para actuar como lo hacían.

-Solo me aseguro de que no existan intrusos en este lugar, anteriormente los guerreros de Athena usaban el sitio como prisión, es denigrante para un lugar como este, además si encontrara a alguna de sus ratas en este sitio sería algo muy entretenido- confesó con una leve risita en su rostro que delataba que estaba buscando pelea o al menos parte de él lo hacía. –Da igual, es verdad que no te había visto así, tampoco estaba muy interesado en hacerlo, para mí el resto de los generales son solo mis compañeros de armas, como se hagan ver o lo que hagan mientras esté dentro del reino del mar no me interesa- exclamó con desgano cerrando sus ojos.

Su cuerpo giró para caminar en sentido contrario a ello avanzando por la arena y sintiendo como esta se hundía bajo su calzado, estaba de guardia pero también buscaba algo de paz, era uno de los encargados de dirigir el ejercito del emperador, no solo era un custodio de una vieja estructura si no también un dirigente de la milicia del mar, -¿Y tú que haces en este lugar?- preguntó finalmente, asumía que la mujer estaba perdiendo el tiempo, y si bien no esperaba ni deseaba que ella justificara su presencia si tendría curiosidad por lo que la llevaría ahí, se detuvo tras dar algunos pasos y levantando la mirada sobre su hombro para observar a ella.

-Después de todo en mi caso es más normal que este en la superficie pues es el lugar del que provengo, aunque creo que no es igual en tu caso Sirena- y ahí estaba otra vez esa costumbre de llamarla por su armadura, simplemente porque el poco apego p6or las personas del rubio hacía que no recordara sus nombres, guardó silencio intentando recordarlo, ella sabía el suyo y el no recordaba el de sus compañero… Levantó los hombros y decidió continuar con aquella costumbre, al menos hasta que su nombre volviera a su mente, si es que lo hacía.
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Mensaje por Invitado Mar Sep 13, 2016 1:52 pm

Firme en una arraigada convicción rebatía las palabras de la sirena que anteriormente y en una acción intencionada mofarse de la lealtad del General. Sin embargo, la criatura con un aspecto ya humano bajó la guardia, pasar un rato de compañía a lado de alguien era mucho mejor que quedarse a solas sin hacer nada de provecho. – ¿Supones que no estoy preparada? – Jugando con el comentario que insinuaba casi una ofensa hacia ella simplemente se limitaría a sonreír, reclinaría su silueta pueril para examinarle más de cerca a ver si era capaz de repetir lo mismo por segunda ocasión.

Pasaron unos minutos, el rubio cambiaba de tema convenientemente relatando una historia ya conocida por parte de la pelirroja. Negada a interrumpirle contempló la estructura dedicada en antaño a Poseidón, reluciente de su antigua gloria aun cuando fue profanado por hazañas tortuosas con sentido bélico. – Comprendo. – En realidad no lo hacía, no podía entender la gravedad de disponer de un sitio sagrado, siempre solitaria arraigada al oleaje que la guiaba en distintos caminos, ninguno que pudiera llamar hogar y aunque su inserción en el reino Atlante era una sorpresa para el resto, todavía se consideraba ajena de tales nimiedades divinas. Volteando a otra parte cubrió su ignorancia, inclusive ignoró la risita que se escapaba de los labios de su acompañante por buscar un buen motivo de hacerse de una lucha sin sentido. Un gruñido en su estómago encogía sus entrañas clamando por comida, empalideciendo se cubrió tratando de mitigar el antojo de querer devorar lo primero que viera dirigirse hacia la pareja además debía de repetirse en una incansable letanía el no intentar comer a su acompañante. – No lo habría dicho mejor. – Disimulando su dolor carraspeó su garganta, pero prefería por un motivo de vanidad que le halagara en un mínimo grado, posiblemente también le interesaba ser aceptada por el resto.

¿Mis motivos? – Ensombreciendo su perfil echaba la cabeza hacia atrás riendo, aquel hombre la odiaría, estaba segura de ello. – Pensaba que podía cazar algo… llevo meses de inanición y no es un sentimiento agradable ser privado de tu dieta. – Sincerándose al primero que le comunicaba la cruda realidad de su naturaleza quizá no sería una noticia nueva si se conocía en verdad su leyenda. Esta vez entornó su andar hasta la posición del portador de la escama de Hipocampo. – Puede sonar egoísta.. pero… ¿me harías compañía un poco más? – No era propio de ella, sostuvo su brazo dubitativa, seguro que se negaría o inquisitivo le replicaría de que se ocupara de sus propios asuntos. – Solo hasta que me sienta mejor.
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Mensaje por Invitado Miér Sep 14, 2016 12:09 am

Levantaría la ceja escuchando atento las palabras de la mujer, sin embargo trataría de no caer en las provocaciones que quizá él había iniciado, no había motivo siendo ambos guerreros del emperador para discutir y mucho menos para iniciar una pelea innecesaria, emitió un tenue suspiro relajando el orgulloso porte que mantendría siempre, era un guerrero de ello no había duda pero era también un ser humano, a diferencia de aquella mujer de la que solo habría escuchado historias y rumores de los soldados a su cargo así como el miedo que ella despertaba para ellos, se mantuvo sereno, de alguna manera no le sentía como alguien peligroso aunque después de todo se decía de las sirenas justamente parecían inofensivas y atrayentes para así conseguir su presa.

Levantó un poco la ceja derecha notando aquel extraño cambio en el comportamiento de la mujer, era raro pero de pronto parecía un poco más sutil, solo asintió por un momento para tras ello escuchar sus palabras, un leve gesto de agitación se notó en su rostro al escuchar los motivos por los cuales aquella mujer habría llegado a ese sitio, nuevamente había escuchado historias sobre lo que ella era, y también estaba seguro que sus soldados tenían un miedo profundo y casi irracional por aquella “criatura” como la llamaban, inhalo y tras ello negó con cierta desaprobación que no tardaría en expresar, -Presas humanas, supongo- dijo confiado, no había duda que eso era lo que decían de ella y estaba dispuesto a confrontarla por aquellas palabras sin embargo recapacitó por unos segundos… -No encontrarás nada aquí, salvo a mí y no estoy muy convencido de que desees comerme o de que puedas.- comentó con seguridad, no era un reto, era una afirmación pues no se sentía amenazado en su presencia.

-Sin embargo en realidad creo que las probabilidades de que tu encuentres alimento aquí son tantas como las de que yo encuentre a algún oponente- diría con más calma, - simplemente no pasara pues este terreno está prohibido y sus alrededores convenientemente protegidos por el santuario, de forma que necesitarías que un intruso de ellos se colara aquí para encontrar alimento.- comentó con tranquilidad, no apoyaba la idea de que aquella mujer se alimentara de seres humanos, sin embargo era elegida por el emperador Poseidón al igual que él y su había un juicio en el que él podría confiar completamente era el de su dios.

-No apoyo la idea de que busques alimentos, sin embargo sería poco conveniente que murieras de hambre-, no tenía tanto tacto como para decir más, y ante la idea de la sirena sobre el mantenerse juntos en realidad no le causaba gran problema además así podría verificar o no aquellas historias que contaban sobre la protectora del Atlántico Sur, -Bien, en realidad creo que es mejor que estemos juntos, a final de cuentas esta es la superficie y el santuario está cercano, no me extrañaría que alguno de esos santos se diera cuenta de nuestra presencia, en cualquier caso la mejor idea es mantenerse juntos, quien sabe, quizá consigas algo de comer.-
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