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Mensaje por Invitado Mar Sep 06, 2016 4:37 pm

Las olas calmas que golpeaban de rutinaria manera las rocas de aquel solitario acantilado del pacifico norte se agitarían al tiempo que la suave briza marina cambiaba comenzando a soplar con bravía, el rugir de las mismas ahogó entonces la monotonía en las costas americanas y una ola de gran tamaño rompió con furia en la parte alta del acantilado de forma que pocas veces se lograría ver de manera natural, y fue ahí que en lo alto del mismo una orgullosa figura tomó lugar caminando de vuelta en la tierra tras mucho tiempo de pertenecer al mar.

El atardecer se notaba claro y los tintes rojizos del sol permitían distinguir los reflejos de aquel metal propiedad del emperador de los mares, oricalco el metal de la Atlántida que vestía y protegía a los elegidos del dios del Mar, de colores cobrizos y dorados cubría con elaborados y grecos grabados la figura de aquel extraño que avanzaba con el orgullo propio de un militar, su rostro era ligeramente ensombrecido por el yelmo que cubría su cabeza donde resaltaba una aleta dorsal a manera de orgullosa cresta decorando la figura del hipocampo, Poseidón el dios de los mares dio a los seres humanos caballos sin embargo con el dejo a los mejores ejemplares como parte de su avanzada tirando con fuerza la carroza del emperador, es por ello que el imprudente y orgulloso guerrero de hipocampo representaba eso la avanzada del reino del mar, el avance del guerrero se detuvo entonces y el viento ondearía la capa de colores celestes que completaban su orgulloso atuendo.

-Huele a podredumbre- Exclamó el campeón del Pacífico norte al tiempo que levanto orgulloso su rostro adquiriendo el porte mitológico, debajo del yelmo de hipocampo algunos risos dorados se lograban ver enmarcando el rostro masculino del guerrero de ojos claros y piel blanca, puños apretados y postura engreída que acompañaban perfecto al enviado del mar que no se encontraba ahí como alguna especie de paseo por los dominios del emperador, un paso más fue dado y el resonar metálico del calzado de la armadura no se hizo esperar, las corrientes de aire alrededor del marino se agitaron tenuemente volviendo a ser la suave y cálida brisa marina pero aquello era un truco pues el guerrero que doblegaba el viento a voluntad podía usar aquellas para detectar al intruso…

-Sé que estas aquí, incluso en el fondo del mar se puede sentir tu presencia corrupta, aparece ya, no tiene caso que escondas tu figura, si lo haces quizá considere el perdonar la vida a una ofensa tan grande para la existencia como tu persona.-
continuó de manera desafiante el guerrero y es que a diferencia de los demás le gustaba golpear primero y actuar antes que el resto, el esperar a que el oponente hiciera el primer movimiento era darla la oportunidad de rematarte del primer embate, y el tomar el primer golpe por otro lado era asegurarse de erradicar cualquier amenaza.

-No sé qué eres, pero entiendo tu naturaleza, que no eres algo de este mundo, revélate y revela tu identidad, te lo ordeno en el nombre de Poseidón el emperador del mar- reclamo soberbio el general y el viento a su alrededor comenzó a agitarse así como la azulada estela de su cosmos se acrecentaba a cada segundo, la paciencia no era una virtud que poseyera pues su lealtad y espíritu combativo estaban sobre la misma.
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