Halloween Party! - Habitación de Lujuria

Se encontraba extasiado por la gran variedad de calabazas luminosas que veía adornar el camino hacia el castillo, distrayéndose por un segundo y perdiendo de vista a Yuzu.-¿Dónde se habrá metido Yuzu?- se preguntó mientras se rascaba la cabeza, sosteniendo su bolsa de caramelos. Habían salido a pedir dulces y, sin esperarlo, habían terminado perdidos a las afueras de la ciudad, guiados a un extraño castillo por el sendero de calabazas que apartaban la oscuridad de la noche.

Se armó de valor y decidió entrar al castillo, a pesar de que éste tenía un aspecto tétrico. No podía irse de ahí sin su amiga. Al entrar en el castillo fue recibido por un esqueleto vestido como mayordomo. Yuya pensó que se trataba de un excelente disfraz hasta que le dio la mano al mayordomo y se la arrancó accidentalmente. Yuya salió corriendo cuando se percató de que era un esqueleto de verdad, subiendo unas escaleras que lo llevaron a un corredor oscuro.

No podía ver nada hasta que vio una luz detrás de una puerta que se encontraba ligeramente abierta. Corrió hacia la luz, llegando a una habitación que parecía muy agradable. Se encontró con Yuzu y con un sujeto que iba vestido con un pijama.

-¡¡¡Yuzu!!!- Yuya salió corriendo hacia ella, tintineando con cada paso que daba. Estaba disfrazado de payaso, y los adornos de su sombrero hacían ruido con cada movimiento que hacía.

De pronto se encontraba tirado en el suelo junto a Yuzu. Todo estaba dando vueltas, como si estuviera enfermo. Se tocó la frente, sintiéndose afectado por la influencia que ejercía esa habitación sobre él. Abrazó a Yuzu, temblando un poco. Quería ponerse de pie pero sus piernas parecían haber perdido todas sus fuerzas. –Yuzu, no me siento muy bien- dijo el menor apoyando su frente contra la de su amiga.

Volteó la cabeza cuando escuchó la voz de un tercero en la habitación. El sujeto del pijama de panda les estaba pidiendo que se presentaran. Yuya sonrió y se puso de pie de un salto como si hubiese recuperado la energía, realizando una pirueta. –Mi nombre es Yuya, el paladín de Saturno- dijo, dando una segunda vuelta antes de desplomarse en el suelo. El subidón de energía le duró muy poco al chico de cabello de dos colores.

-No estamos relacionados con el Santuario, es normal que nunca nos hayas visto Panda-Kun- dijo desde abajo con una gran sonrisa, intentando ponerse de pie torpemente y ayudando a Yuzu a levantarse en el proceso.-Creo que está habitación tiene un efecto extraño en mí- Yuya caminó hacia la cama, dejándose caer de espalda.-Es muy suave- musitó con las mejillas sonrosadas y los ojos entrecerrados, extendiendo sus brazos a los lados.

Un esqueleto vestido de sirviente se acercó a él y le dio una poción, haciendo ademan de que tenía que bebérsela. Yuya siguió la indicación y se la bebió de un trago, recuperándose al instante.-Ya me siento mucho mejor- el joven levantó la mitad de su cuerpo completamente entusiasmado, mirando a todas partes, como si tuviera una sobredosis de azúcar corriendo por su cuerpo.

Habla / Piensa / Narraciòn

“Continuemos ya que no quiero preocupar a tu abuela”

La diversión flotaba en el aire, por lo menos así lo percibía la joven Kraken. Las palabras del masculino azabache le causaron mucha gracia, ese juego de vocablos ingeniosos mantenían avivada la curiosidad hacia él. Le había dicho su nombre “Roldan” pero nada más, por otro lado ella ni siquiera le dijo el suyo ¿Para qué? Le gustaba el anonimato de su disfraz, el ser solo la “Caperucita Roja” y no la frígida de Marìa, la gélida dama protectora del Pilar del Océano Ártico. Traer a colocación su nombre solo le haría recordar los motivos de las barreras que poco a poco cayeron en el Jardín, barreras que mantenía por alguna razón importante… razón que no recordaba ni quería recordar.

El caminar hasta la salida resulto muy fatigante, en varias ocasiones quiso dejarse caer y descansar hasta el próximo milenio, sin embargo, las ganas de vivir una noche loca y relajada ganaba por encima de ese hechizo de pereza que se cernía sobre ella, y que le había hecho olvidar las vicisitudes de su noble y mártir causa. El varón le había arrebatado la cesta, utilizándola para llevar la tan deliciosa bebida, ella simplemente le sonrió. Al franquear la puerta de entrada al castillo sintió como las energías regresaban, como si despertara de un sueño ― Hmmm… què raro ― se cuestionó internamente pero no le presto gran atención, solo comenzó a caminar por los pasillos, casi dando brinquitos como buena Caperucita, estaba feliz o màs bien borracha y desinhibida, esa noche era suya y la disfrutaría al máximo.

No volteo a mirar si el hombre la seguía, estaba inmersa en los colores, los disfraces y la música que parecía venir de todos los lugares. Cada cierto tiempo decía “Oh” “Ah” “Uh” sorprendiéndose como una niña pequeña por cualquier cosa, y màs aun cuando alguien le hablaba o sonreía, a lo cual ella respondía con sonrisas o frases muy sociables… acciones que la Marìa habitual nunca llevaría a cabo.  

Los pasos la llevaron a un ala algo desierta, ¿Acaso se habia perdido? Estaba a punto de girar sobre sus talones para preguntarle al “Hombre de Negro” pero una exuberante puerta capto su mirada azulada, esa puerta poseía cierto encanto magnético que tiro de ella hasta hacerla poner la mano en la perilla ― Parece un buen lugar… ― comento con picardía volteando a ver a quien suponía debía estar siguiéndola con el botín robado del Jardín de la Pereza.

Dándole la vuelta a la manilla, abrió la puerta y entro a la atrayente habitación. Colocar un pie adentro la lleno de… algo inexplicable y caluroso; muy curioso ya que ella no solía sentir calor. Camino hasta el centro viendo con asombro el solitario lugar. Lo más llamativo era la cama, muy enorme cama, con dosel. Algunas mesas con más comida y vino. Ahí no parecía haber fiesta, parecía más bien un lugar para descansar ― Hmm… ― musito al tiempo que bajaba la caperuza dejando al descubierto su cabeza y rubio cabello, necesitaba algo de aire, necesitaba ventilar su cuerpo, también se deshizo del antifaz dejandolo caer al suelo… de verdad hacía mucho calor ahí.

Su visión que hacia pocos minutos era borrosa empezaba a aclararse luego de salir de los jardines que quedaban a sus espaldas. Aunque ahora tenía mas control sobre su mente y sus acciones seguía dominado por el extraño licor que recorría su torrente sanguíneo lo que facilitaba su comportamiento con aquella chica de la que sólo conocía que estaba encantada con el lugar pues por cada rescoldo que recorrían sus exclamaciones eran tan notorias como lo demostraban sus saltos y el entusiasmo por la fiesta en la que al parecer todos estaban gozando.

Se encogió de hombros relegando esa parte estricta que mantenía usualmente y se dejó llevar por las festividades puesto que era relajante olvidarse por unos momentos cual era su función en el inframundo. Tomó una nueva botella que destapó y siguió bebiendo sin la menor preocupación hasta que sus pasos se detuvieron cuando la atención de la chica de cabellos argentados se quedó prendida en las afueras de una habitación. - ¿Un buen lugar...? - Respondió ante las primeras palabras de la dama que con determinación tomaba el pomo de la puerta haciendolo girar. - No lo sabremos hasta ver de que se trata.

La siguió con los sentidos en alerta a la espera de que algo o alguien intentara hacerles algún daño pero cuando entró la sensación de alerta fue disminuyendo hasta volverlo un creciente torrente de calidez en su alma. Solo la escuchó emitir un murmullo o eso le pareció pues aquella mascara le dificultaba un poco la audición. - Parece que te comieron la lengua los ratones mi estimada caperucita.- Sus pasos le llevaron hasta el borde de la cama y sin pensarlo se sentó en ella colocando la cesta con las bebidas. Para esos momentos ya no era necesario llevar esa mascara así que la retiró dejando al descubierto su identidad y con un ligero meneo de cabeza sus cabellos revueltos se agitaron dando de él un gran alivio por sentir la frescura de aquel cuarto. La miró y entonces vió su rostro completo al estar despojada de su antifaz . - ¿Qué, te sorprende que debajo de la mascara no se encontrara algo peor que tu lobo feroz. - Dijo con picardía ante el mutismo de la chica mientras echaba otro trago para que este pudiera aligerar un poco la sensación extraña que germinaba en su interior y lo consumía lentamente...

Marìa estaba de pie en medio de la habitación, a la misma distancia de la puerta y de la cama. El sonido del antifaz impactando contra el suelo, fue tenue e imperceptible, su rostro estaba libre y aun asì el calor continuaba invadiéndola como si necesitara desprenderse de toda la vestimenta para lograr refrescarse… ¿què le sucedía? ― Si hubiera una piscina… ― pensó tentada a la idea de nadar como Dios la trajo al mundo, desprenderse del disfraz y sumergirse en las heladas aguas de la noche… pero no sola, con compañía serìa màs… ¿placentero? ― ¿Con èl? ― se cuestionó recordando al hombre que la seguía, serìa divertido, resultarìa una experiencia única e interesante… ― ¿Qué estoy pensando? ― se regañó, esas pecaminosas acciones no iban con ella, no formaban parte de su personalidad… pero algo pujaba, algo la hacía continuar hilos… ¿lascivos? En su interior.

En el rostro de Caperucita se reflejó su debate interno, las mejillas se tornaron aun màs carmesí, màs que cuando ingirió por primera vez el licor de Pereza. Una leve risita se escapó de sus labios, entre apenada y… y algo màs que no supo identificar. El latir de su corazón se intensifico, el calor en la estancia aumentaba, la recorría como una caricia atormentante, como el fuego que anhela consumir la madera.

“Parece que te comieron la lengua los ratones mi estimada caperucita”

La voz de Roldan la trajo a la realidad, a despejar aquellas cavilaciones y sensaciones desconocidas. Lo observo dirigirse a la cama, sentarse. Parecía muy cómodo, muy desenvuelto en aquella situación, mientras ella estaba petrificada y ardiendo en medio del lugar.  Comenzó a deshacerse de la máscara, los orbes de Marìa siguieron cada movimiento, hipnotizada por la agilidad masculina, por el misterio revelándose ante ella. Cabellos albinos con destellos magentas quedaron al descubierto, se trataba de un cabello frondoso que la invitaba silenciosamente a insertar las manos entre las hebras… ¿con que finalidad? El simple gozo de hacerlo…

“¿Qué, te sorprende que debajo de la máscara no se encontrara algo peor que tu lobo feroz”

La sonrisa volvió a sus labios, la divirtió el comentario; ella no estaba sorprendía por el hombre bajo la màscara, estaba sorprendía por la reacción que su cuerpo tenia hacia èl. Poseía belleza física, y algo le decía que bajo del resto de la vestimenta había un buen cuerpo para disfrutar ― … demasiado peligroso ― pensó desviando la mirada a ningún lugar mientras mordía su labio inferior, la forma de hacerlo evidenciaba el nivel creciente de electricidad en el ambiente. No sabìa el por què pero deseaba acercarse, deseaba… deseaba tocarlo… ― Hmmm… ― musito, o màs bien gimió, algo la atraía a esa cama, algo la empujaba a romper las distancias, a desinhibirse mucho màs.

Dejando a un lado el pudor, camino hasta uno de los pilares que sostenía el dosel de la cama. La mirada siempre fija en los ojos del Guardián oscuro. Por su cabeza pasaban muchas cosas, muchas cosas que no resultaban normal en alguien con su frialdad, con su recato. Sujeto el poste, abrazándolo y dejando recaer su cabeza sobre un lado de este ― No, no se la ha comida nadie… aun ― contesto al fin, su voz sonaba algo… o màs empalagosa de lo habitual ― Solo pensaba… en si la abuela disfruto… el ser devorada... ― musito, su voz ahora sonaba algo ronca… su mirada descendió a los labios del masculino, mientras, inconscientemente, volvía a morder el suyo propio…