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Letters From The Edge

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Mensaje por Invitado Miér Nov 23, 2016 8:26 pm

Las órdenes del Sumo Sacerdote eran ocuparse de la entrega de dos cartas. La primera ocupaba el armisticio para con los Marinos e iba destinada a su emisario en Isla Talasa, asunto que había concluido. La segunda carta iba para un Santo Dorado, un tal Yusei (nombre japonés japonés japonés, se sabia los kanjis exactos que se usaban para deletrearlo en nipón) que estaba estacionado como el guarda de ciudad... ¿Kaus? Algo así. Vaya que odiaba esos nombres que terminaban en consonantes, los detestaba sobremanera. Pero trabajo era trabajo. Una vez salió de Talasa y se bajó en el puerto sacó la carta que le había dado el Papa y la giró entre sus dedos, olisqueando con cuidado el sobre sobre el que estaban clavados tres pétalos de rosas.

Dos rastros. Su percepción distinguió dos rastros distintivos - uno era del Papa e iba en dirección oeste, directo al Santuario y la otra era de alguien que desconocía, una esencia que manaba de los pétalos rojos. Mentalmente siguió el hilo de la segunda esencia vía norte, perdiendo la dirección varias veces a causa de la sutileza del rastro. Pero luego, tras unos minutos, localizó la fuente mas perdurable, el sitio donde sentía con mayor fuerza tan rara aura. Lo tenía, se dijo en su cabeza mientras doblaba sus coyunturas, preparándose para la maratón que tenia por delante. Poco después se puso en marcha, andando a buen paso.

Lo que vio a su alrededor fue una extensión de campiña bastante curiosa. Los pueblos de la costa y cercanos a esta eran de su estilo: austeros, coloridos y de edificios bajos. Conforme avanzaba la urbanización era mucho más severa, consistente en carreteras asfaltadas, planas y de divisiones como las venas en un organismo. Esa modernización no le gustaba para nada, lo que le atribuía a ser un tipo que había vivido en el campo toda su vida; por eso cada vez que comía (y el dinero que le había aportado el Papa ya se le estaba acabando) en uno de los restaurantes de carretera, su semblante se veía malhumorado, más al ver a los autos y motocicletas corriendo como locos, rugiendo y atosigándole los oídos. Daba igual, se dijo, su trabajo no era criticar a los dementes de ciudad. Por eso continuó caminando, su alta figura avanzando por las cunetas cubiertas con maleza y de cuando en cuando levantando la cabeza para olisquear, asegurándose de no haber errado el camino.

Tardó un mes en llegar a las afueras de ciudad Kaus (horrible horrible nombre) tras andar por la autopista interestatal. Tardó solo diez minutos en detallar el rastro más de lo que había hecho y luego, tardó un día en distinguir cual de todos los puntos era el más frecuentado por el sujeto.

-Uh. ¿Aquí?- Murmuró en las afueras de un taller. La santamaría estaba abajo y la puerta del departamento estaba cerrada - de ambas provenía el aura mas fuerte del dueño de aquellos pétalos (aún vivos, curioso), incluso más que sobre otros edificios de todo el barrio. Afilando sus ojos frunció suavemente las cejas, encogiéndose de hombros al minuto. Moviendo los dedos de los pies dio unos dos saltitos y estiró los brazos, decidiendo que hacer.

Esa decisión fue más que obvia: esperaría.

Colocando la mano como mirilla vio alrededor, buscando un bote de basura. Tras localizarlo lo movió frente a la puerta de entrada de la motocicleta y lo tiró de lado, causando un bramido reverberante al que no prestó atención. Luego se acostó y usó el bote metálico como almohada, cosa que no lo convenció. Entonces se quitó la camisa de rayas blancas y negras horizontales para doblarla, colocándola entre el metal y su cabeza. Mejor, pensó, antes de bostezar profusamente. Mostrando los colmillos dobló las piernas, poniendo la derecha sobre la izquierda, balanceándola con ritmo interno al tiempo que cerraba los ojos y se disponía a dormir. Si iba a esperar bien que podía darse un descanso.
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Mensaje por Yusei Sáb Nov 26, 2016 8:22 pm

No existe nada más precioso que el tiempo que pasamos juntos. Voy a sentirme muy triste cuando crezcas y ya no necesites de mí

Akos sonreía para él al decir esas palabras y lo tomaba por los hombros. Aunque en ese momento lo tenía tan cerca, nunca pudo entender la verdadera tristeza de Akos hasta que fue muy tarde para hacer algo al respecto.

--------

-Aún sigo teniendo sueños al respecto- se arrodilló frente a la tumba de Akos y colocó una rosa roja sobre ésta. Los restos de Akos no se encontraban ahí, pero de todos modos tenía un lugar de entierro símbolico para poder visitarlo de vez en cuando. –Me pregunto si las cosas hubiesen sido diferentes si en ese entonces hubiera aprendido a controlar mi don- se levantó y sacudió la tierra de sus pantalones. Se estaba haciendo tarde y aún tenía una pequeña diligencia por hacer antes de declararse hombre libre.

Salió del cementerio y subió a su motocicleta. Había hecho sus compras el día anterior, pero había olvidado comprar pan. Se detuvo en su panadería favorita y compró seis piezas de pan, aunque también vio unas rosquillas en el mostrador que le parecieron deliciosas. Eran algo costosas, pero podía darse el lujo de gastar un poco más y comprarlas. Recordó los tiempos en los que él y su hermano mayor tenían que vivir de la caridad de los extraños, cuando no podían desperdiciar ni un centavo en una golosina.

Salió del local con una sonrisa y acomodó las bolsas en el compartimiento oculto de su vehículo y se dispuso a partir. Ciudad Kaus se había recuperado bien después de la conmoción causada por los hechiceros malignos. Tras su derrota, las almas y cuerpos absorbidos habían regresado a las calles, y no hubo necesidad de pensar en una mentira porque nadie recordaba lo sucedido.

Llegó a la entrada de su taller, y lo que encontró hizo que se sorprendiera. Un vagabundo estaba recostado con la cabeza apoyada sobre su bote de basura.-Oye tú, no puedes dormir aquí, obstruyes mi entrada- le dijo al indigente mientras le arrebataba el contenedor  para volver a colocarlo en su lugar, metiendo los desperdicios que estaban desperdigados en el suelo.  

Sacó sus bolsas de la motocicleta y abrió la puerta sin prestarle atención al vagabundo. Suponía que si lo ignoraba éste se iría a buscar en la basura de los vecinos, aunque le daba remordimiento dejar a un vagabundo irse así como así, además de que tenía un aspecto muy decadente. Suspiró, haciéndose a un lado de la puerta.-¿Quieres entrar? Puedo darte algo de comida- sonrió amablemente para él, recordando que incluso los vagabundos eran habitantes de Kaus y que, por tanto también era su responsabilidad darles la mano cuando lo necesitaran. Se había vuelto un poco más sociable desde que aprendió a controlar el veneno de su cuerpo, así que ya no sentía la necesidad de apartarlos a todos a causa de su paranoia.  
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 26, 2016 9:13 pm

Se durmió. Incluso en aquella posición normalmente "incómoda" la consciencia se sumergió en el sueño, dejando que su cabeza sorteara la ruleta de pensamientos que iban y venían como un río desbocado. Para hacerlo ameno, en cierta forma de hablar, la memoria de uno de los entrenamientos con Mugen se reprodujo cual película antigua - algunos detalles estaban borrosos y, bueno, oscuros. Al fin y al cabo se habían desvivido en noches, con o sin luna.

'Eres fuerte chico, pero todo un animal. No sabes aprovechar lo que tienes' dijo Mugen flotando frente a él. 'Puede que eso le agrade a la señora de la luna. Como cazadora le gustan los animales - pero a Athena---'

Se interrumpió cuando la cabeza le chocó contra el suelo. Por encima una voz le decía en un idioma (que alcanzó a descifrar sin tanto problema como otros) de que no podía estar allí porque obstruía la entrada. Quedándose tirado mientras lo veía mover el bote y las bolsas olisqueó el aire - sintiendo la inequívoca fragancia de las rosas. De hecho, era la misma que manaba de los pétalos en el sobre entregado por el Papa. Afilando la vista de su único ojo funcional vio el aura del rastro de las rosas sobre aquel hombre, danzando como pétalos al viento. Había encontrado al tal Yusei.

Pegando un salto se levantó, oyendo como lo invitaba a pasar. Honestamente, tenia hambre (y su estómago rugió por si solo y luego una vez más cuando olió el pan) pero eso no era lo que quería contestar. Acercando su cara a la del hombre de la motocicleta (cuyo nombre, insistía, era japonés en letras e intención) hizo varias muecas mientras olisqueaba mas de cerca, invadiendo su espacio personal, cosa que destacaba más por la diferencia en altura entre ambos.

-Sniff sniff.- Murmuró los primeros cinco segundos, antes de tomar su mano con las dos propias, agitándola con gran energía. -¡Yaaaaarrr! ¡Mucho gusto en conocerte! Yusei ¿verdad? Eso es japonés. ¡Que bueno encontrar a otro japonés!- Exclamó con gran emoción, sonriendo de manera ancha, como si fuera a comerse el mundo. -Me presento, tal como me enseñó mi maestro Mugen: soy Rintaro, el... Uh ¿cómo era? Ah, el guardián de tenkatsukyu--- Dijo sin poder evitar el deslizarse a su lengua materna, queriendo decir 'templo del Escorpión Celestial'. ---y estoy aquí para buscarte por órdenes del kyōko. Aquí, a ver.- Añadió sacando la carta con los pétalos clavados. En el dorso estaba escrito el nombre de Piscis en griego dórico. -Y... La verdad, no importa la comida pero ¿sabes dónde hay una fuente grande como para poder bañarme?- Preguntó a un nivel más personal. Claro, una fuente grande era por su tamaño - si tenia una presión aceptable aún mejor, pero a esas alturas, tras veinticinco años de dormir en la calle, estaba más que acostumbrado al mínimo. De seguro si lo hacía rápido, llegaría en menos de un rato corto. -Tengo unos días sin bañarme como se debe.- Añadió, rascándose la nuca. Su gesto era ridículamente casual.
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Mensaje por Yusei Jue Dic 01, 2016 8:38 pm

Sonrió con cierta incomodidad mientras el desconocido movía su mano de arriba hacia abajo en un enérgico saludo que bien pudo sacarle un brazo. Permaneció callado y procesó toda la información que le había llegado de sopetón, tentado a decirle “más despacio” mientras hablaba. –Así que el Patriarca te ha enviado… Sí, yo soy Yusei de Piscis. ¿Viniste hasta aquí sólo para entregar una carta?- preguntó mientras inspeccionaba con la mirada al que se presentaba como el caballero de Escorpio, no muy convencido de que en realidad lo fuera. No conocía a muchos Santos de Oro, pero ese hombre no parecía uno de ellos. Supuso que él no era nadie para juzgar, dejando de dar vueltas a ese asunto y pasando a lo que era verdaderamente importante. Si el sacerdote había enviado a uno de sus compañeros de armas para entregar un mensaje personalmente entonces debía tratarse de algo serio y, por supuesto, información que debía manejarse con cuidado, ya que de lo contrario se habría puesto en contacto con él por medio de cartas entregadas por el servicio de correos.

La pregunta del caballero de Escorpio hizo que en el rostro de Yusei se dibujará una cara que no mostraba con mucha frecuencia: desconcierto, desconcierto por no saber si ese hombre de verdad era como se le estaba presentando o si era una tomadura de pelo. –No creo que puedas hacerlo sin que la policía te detenga por alterar el orden público- un hombre tan grande como ese aseándose en una fuente no iba a pasar desapercibido y estaba seguro de que sería la comidilla de las vecinas chismosas, las mismas que le preguntaban al caballero de Piscis por qué no tenía una novia e intentaban entrometerse en su vida personal.

Iba a ofrecerle su baño, pero notó un pequeño problemita con esa idea al ver las huellas de suciedad que el extraño había estampado en el piso de su casa –Pero tengo una piscina de plástico. Vuelvo enseguida- el chico dejó la bolsa sobre una mesa llena de piezas de refacción y buscó un pedazo de plástico arrugado color azul con motas rosadas y una bomba de aire que estaban arrumbados en un armario. –A los niños les encanta pedirme esto prestado en épocas de calor- la infló en su taller, el cual ya estaba sucio y desordenado como para no dolerle. Yusei era muy desorganizado y le daba pena llevar personas a su apartamento, y era una ironía de la vida que cuando se había decidido a aspirar, ordenar y limpiar los pisos de su casa un vagabundo llegará a su puerta para echar abajo sus esfuerzos.
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Mensaje por Invitado Jue Dic 01, 2016 9:40 pm

-Wahahahahah ¡gracias!- Exclamó con su potente voz, siguiendo al Santo de los Peces Gemelos hasta el taller donde lo vio inflando una piscina de plástico con una bomba a presión. Estaba bien y de hecho, era una novedad. De cuando era más pequeño había visto a los chicos de las casas con patio usar esas cosas y tener la oportunidad de finalmente probar una era un suelo hecho realidad. Un sueño idiota, claro, proveniente de alguien quien jamás había tenido demasiado en vida pero era un sueño. De esos no tenia muchos. -¡Me alegras bastante el día!- Añadió ensanchando la sonrisa.

Supuso entonces, el plan seria usar el taller para que se bañara. Piscis era un tipo conservador, por lo visto, quien como innumerables personas en su memoria querían mantenerlo de lejos; no todos eran Atem (tipo ejemplar) pero para lo que hacían otros, ya era mucho. Tras conectar la manguera con el surtidor de agua del taller la piscina empezó a llenarse y con ella, las expectativas del japonés. Quitándose la camisa (a rayas blancas y negras, no se cansaba de pensar) y el pantalón los dejó en una encimera cerca de la puerta de acceso para así meterse en aquel coso de plástico colorido. Sí, pensó, era algo tan divertido como las risas de los chicos lo hicieron ver hacia tantos años ya. Pero fuera de eso, tampoco es que se pudiera poner a jugar o a chapotear - su deber entonces era darse un baño y como tal, cumpliría. Tomando la manguera se colocó el extremo por encima de la cabeza, sintiendo el agua correr. A eso le siguió la sensación en los brazos, pecho, cintura y piernas, que estaban medio sumergidas en el agua; curiosamente, las pantorrillas estaban elevadas, pues sus extremidades inferiores eran tan largas como para dejar fuera los pies de dedos larguiruchos y flexibles. Fue cuando profirió una risita, irguiéndose por completo. Fue cuando Piscis entraba de nuevo, asomando medio cuerpo y dejando una botella con una pastilla de jabón color verde, además de una toalla. Fue cuando lo encontró con el dedo puesto en la boca de la manguera (para aumentar presión) y que el chorro le lavara entre las nalgas - instante en que el japonés levantó la mirada y fijó su único ojo funcional en el anfitrión, quien tenia una vista perfecta frontal de su cuerpo: gotas corriendo, chorros bajando por los costados y uniéndose en ríos más gruesos que en cierto punto colindaban en su pubis y más abajo, cayendo a la piscina desde su pene sin circuncidar.

Con un '¡pop!' el ojo falso se salió de su cuenca, cayendo y flotando en el agua.

-Weheh. Perdón por eso.- Se disculpó girándose a medias, mostrándole las nalgas a Yusei mientras buscaba el orbe. No era la primera vez que espontáneamente se le caía de la cabeza.

Entonces lo vio desaparecer de nuevo, un pequeño rastro de polvo tras él. Lo desestimó, pues tomó el champú y el jabón. 'No desperdicies' le había dicho Mugen hacía años, aunque con esas cosas no sabía cuanto usar. Haciendo una mueca abrió una palma y echó un chorro (un gran chorro) para enjuagarlo, creando una cantidad demencial de espuma. Carcajeándose (aquella vez con más energía) lo aplicó a la cabeza, así como el jabón. Básicamente, era un niño jugando en una piscina. Y eso le encantaba.

Del otro lado del apartamento, el rastro de polvo que el japonés ignoró viajó de manera suave, ignota, siguiendo de cerca a Yusei. Cuando este entró a la cocina una imagen se superpuso al polem, tomando la de la persona que más amaba en el mundo. Sus manos elevadas, ambas se colocaron frente a los ojos de Piscis, como si ese ser querido quisiera sorprenderlo por detrás. 'Yusei' dijo la voz como un eco del pasado, seductora, apasionante. Adictiva. Adicción, sí, eso era lo que quería lograr el ente tras las esporas. Volverlo un adicto. A qué... Pues, no era algo de lo que un Santo pudiera hacer gala.

'PLUUUM' fue lo siguiente que se escuchó, un tiempo indeterminable después. El sonido había sido de golpe y quiebre, cristales, metal y roca volando por todas partes. La chimenea había estallado y de ella, un cuerpo magullado fue escupido: era una mujer. De su muslo se asomaba una herida penetrante profunda que estaba purulenta, al igual de su torso y un hombro, cerca de la clavícula. Su mirada era suave, pero alarmada. Débil, sí, demasiado. Pero también...

-Yusei... Yusei... ¡Yusei!- Gritó, escupiendo sangre. La mujer era una Santa, no había duda; los restos de su armadura de plata aún estaban alojados en su cuerpo, aunque fragmentada. Su ropa rota y piel, la que no estaba lacerada, presentaba signos de congelamiento severo. Obviamente había regresado de algún sitio peligroso. -Yusei, necesito ayuda. Roma y Migreine están m-muertos...- Murmuró jadeando pesadamente.

-¿Uoh?- Preguntó Rintaro apareciendo desde el acceso del taller, con la toalla en la cabeza. Ya estaba casi totalmente seco, a excepción de las piernas. Caminando hacia el sitio de la conmoción se quedó a una distancia, viendo el cuerpo de la chica - sin siquiera molestarse en vestirse. No todos los días se bañaba en una piscina de niños y no todos los días en esa misma casa explotaba la chimenea, saliendo una tipa buenota, además. Simplemente, se quedó observando.
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Mensaje por Yusei Miér Dic 07, 2016 5:01 pm

Estaba viviendo uno de los momentos más incómodos de su vida: sin pudor alguno el vagabundo que decía ser el representante de la constelación de Escorpio se había despojado de sus ropas. Mantuvo la vista en el rostro del japonés, evitando mirar hacia abajo, aunque fue inevitable cuando su ojo postizo salió de su cuenca y se cayó al fondo de la piscina de plástico, viendo el trasero de escorpio sin querer.-Voy a dejarte solo, tengo algo que hacer en otra habitación- Dijo con los ojos cubiertos con una de sus manos enguantadas.

-Será mejor que me encierre en la cocina hasta que termine de bañarse y se vista. Sí, definitivamente haré eso- el joven se quitó los guantes cafés y se lavó las manos para comenzar a preparar la comida. Su invitado debía tener hambre y no quería verse como un mal anfitrión para alguien que vino desde el Santuario sólo para entregar un mensaje. Se preguntaba qué le gustaría comer a escorpio. No creía que él disfrutara de sus guisos de soltero.

Estaba secando sus manos cuando alguien cubrió sus ojos por detrás. Yusei, instintivamente, se apartó del fregadero de la cocina y observó al individuo que estaba frente a él, reconociendo su rostro de inmediato.-No puede ser… tú no puedes estar aquí- dijo el Santo de Piscis mientras ese ser al que tanto había amado en vida le decía palabras que había soñado con escuchar. Él beso los labios de Yusei, y se transformó en una nube de polen que se introdujo por su boca hasta ser consumida por completo. El Santo despertó del sueño cuando escuchó el sonido de una explosión que vino de la habitación contigua.

-¿Qué fue lo que pas-…?- No tuvo tiempo de terminar su pregunta debido a la escena que estaba presenciado. Un hombre desnudo con una toalla en la cabeza y una santa ya conocida que estaba herida y que entró a través de su chimenea.   Ese día se estaba tornando cada vez más absurdo, pero cuando la chica mencionó que dos santos estaban muertos el caballero de Piscis espabiló finalmente. La chimenea destruida ya no le importaba, sólo quería saber qué había sucedido.  Ayudó a la santa a ponerse de pie y la sentó en un sofá junto a la ventana.

-Explícame qué fue lo que pasó. Por favor, tienes que resistir, quédate conmigo- le pidió mientras tomaba su mano y acercaba una manta que descansaba en uno de los brazos del sofá para envolverla. El lado negativo de estar lejos del Santuario es que nadie podía ayudarlo cuando un caballero con heridas graves tocaba su puerta. Podía lidiar con un brazo roto o una herida de espada, pero no podía hacer nada por una persona en un estado tan delicado. –Rintaro, dame el botiquín de primeros auxilios, es la caja azul que está sobre la repisa a tu izquierda- dijo señalando una repisa en la que se encontraban libros de mecánica y una caja azul similar a una lonchera.


Última edición por Yusei el Vie Dic 09, 2016 10:07 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Miér Dic 07, 2016 7:48 pm

-Fuimos emboscados en una misión a Asgard... No pudimos hacer nada para contraatacar, así que nos capturaron.- Explicó la Santa desde el sofá. Su condición era mala, no había duda. De su boca se escapaba un hilo de sangre y sus heridas parecían sisear. -...estuvimos unos días en un...calabozo...luego nos llevaron a una ceremonia y...y...--- No tuvo que continuar para que quedara claro lo sucedido; sus ojos dijeron todo lo que su lengua no: sus compañeros habían sido ejecutados y ella... -Apenas pude escapar, pero me golpearon... Lo siento Yusei, no pude acatar tus sugerencias, je je. Creo que nunca podré devolverte el favor de aquel entrenamiento. ¿Podrás perdonarme?- Levantó la mano, colocándola sobre la mejilla de Piscis. Su mirada fue intensa, pero agonizante. -...soy una mala Santa ¿sabes? En lugar de reportar al Santuario vine contigo para verte una última vez. Ja...no pude evitar...los asuntos egoístas...-

Rintaro por su parte tomó la caja que le pedido Yusei, lanzándola directo al sofá, donde aterrizó a un lado de la chica. -Podrías ahorrarle la agonía y matarla de una vez.- Señaló el mayor con tono simple. Aquella mujer olía rancia, más muerta que viva. No, ni siquiera necesitaba un radar interno como el suyo para darse cuenta: las heridas abiertas estaban rodeadas por ampollas y pústulas, la inflamación haciendo que las zonas afectadas parecieran tumorosas, el color como el de un moho sanguinolento. Lo peor era la vibración de su cosmos - aparte del propio, alguna otra energía la estaba dominando, calcinándola de manera lenta y de seguro, dolorosa. -No va a vivir mucho más.- Concluyó, como si dijera lo obvio.

Y como para darle la razón, la chica gritó. El alarido fue visceral, como si la estuvieran partiendo por la mitad. No, más acertadamente, era como si se la estuvieran comiendo por dentro. Aunado a eso su cuerpo se convulsionó, tosiendo sangre, sangre que salpicó la cara de Yusei y parte del suelo. -Yusei...tienes que saber que...yo te...a-a--- La Santa se prendió en llamas. Las leguas de fuego no eran, en si, fuego como tal, sino pleno cosmos que calcinó su piel y expandió las ampollas por toda su piel. 'Plop plop plop', todas estallaron a la vez, el pus volando antes de evaporarse. La carne se volvió hojuelas negras calcinadas, disueltas con el poder rojo que la consumía. El grito que siguió a su declaración fue enmudecido y su expresión se distorsionó en dolor puro sin diluir, sus ojos vueltos cuencas vacías. Ese fue el punto final para Rintaro quien le apuntó con su índice derecho - desde donde se extendió una uña blanca que perforó su frente, bajando su temperatura a un punto crítico en que, simplemente, su cabeza estalló en fragmentos helados. Su cuerpo por otra parte se redujo a menos que cenizas. Lo único que dejaba prueba de su paso por la sala de Yusei fueron los fragmentos de armadura quemada y, claro, el reguero en la sala destrozada.

-Ahí, se acabó.- Espetó el vagabundo. Señalando el punto donde habia desaparecido el cuerpo marcó un arco con el dedo, apuntando hacia el norte. Su cabeza trabajaba sola - y su cosmos rastreó el de la chica. "Asgard" había dicho. Si ese sitio estaba en el norte, entonces... -El que sea que la haya herido la sacrificó y...sniff sniff...acaba de cosechar su poder. Todo se fue hacia allá.- Explicó, mas para si que con Piscis. -Es...¿cómo lo llamaba Mugen? Ah sí. Es una baza. ¿Señuelo? Algo así.-
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Mensaje por Yusei Sáb Dic 10, 2016 10:32 pm

Mantuvo la mirada sobre la santa sin importar que lo que Rintaro le decía era completamente desalentador. No era de esas personas que servían para consolar. Yusei sabía que no podía hacer nada por ella, pero era demasiado testarudo como para aceptarlo. Quería cargarla, subir en su motocicleta y llevarla al hospital. Tenía que haber algo que pudiera hacer por ella además de quedarse ahí mirando con cara de consternación. Si había una cosa que no soportaba esa era la impotencia, el sentir que sus manos estaban atadas y que debía quedarse ahí, incapaz, sentado esperando la inevitable muerte de un compañero.

Negó con la cabeza mientras las lágrimas comenzaban a fluir. Nunca fue sencillo para el Santo de Piscis llegar al momento de las despedidas, siempre era duro contemplar esas escenas.-Claro que no, está bien. La información que me has dado es muy valiosa- dijo, apretando los labios sin importarle la sangre que manchaba su rostro. La mujer se encontraba en las últimas, aferrándose a la vida para poder realizar una confesión que no pudo concluir. Su cuerpo se incendió, envuelto por un cosmos de lo más horripilante y mórbido. Yusei se quedó congelado tras presenciar algo tan atroz, pero fue forzado a volver a la realidad cuando Rintaro hizo estallar la cabeza de de la santa.

Sus ojos estaban completamente abiertos al igual que su boca, no podía creer que lo acababa de suceder. Su cerebro simplemente no lo procesaba. Tomó un fragmento de lo que quedaba de su casco y lo apretó con fuerza en su mano derecha, intentando contenerse. –Voy a…. a hacer pagar al que hizo esto …- acercó su puño cerrado a su pecho, haciendo su juramento en silencio. –Tras la muerte de esos malditos hechiceros pensé que no tendría que volver a jurar venganza en nombre de un amigo. ¿Por qué? ¡¿Por qué hacen esto?! – dijo sin mirar a Rintaro, aunque esas palabras se las estaba dedicando a él, esperando escuchar una respuesta que calmar la tormenta en su interior. -¿De qué sirve? ¿De qué sirve lo que hacemos? Eso no devolverá sus vidas… Esto es estúpido, pelear en esta guerra interminable es una pérdida de tiempo.  Ellos siempre volverán y me quitaran a los que amo- su mirada estaba en el suelo y sus lágrimas caían sobre el piso de madera.

Se levantó del suelo y respiró profundamente para que el aire llegara a su cerebro, limpiando su rostro con la manga de su chaqueta.- Discúlpenme, discúlpenme todos, fui débil. Debo estar ofendiendo sus sacrificios. Todos ustedes, mis amigos y compañeros, murieron defendiendo aquello en lo que creían y no les importó estar en riesgo con tal de preservar el planeta- se tranquilizó, recordando que sus colegas no querrían verlo derrumbarse como un hombre patético. Si quería honrarlos tenía que acabar con el mal, y por la información que Rintaro acababa de corroborar el nuevo rostro del mal estaba en Asgard.
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Mensaje por Invitado Dom Dic 11, 2016 10:13 pm

Si Piscis esperaba una respuesta de Rintaro, no la conseguiría. Parado en el otro borde de la sala, el mayor observó la escena y escuchó con cuidado cada una de las palabras que profería, manteniendo su expresión medio idiota - la que en general predominaba en su rostro. Primero que nada, habló de unos hechiceros, asunto del que no tenia ni la más mínima idea; luego preguntó las razones de la guerra, cosa que puso su cerebro en marcha.

Cierto. ¿Para qué peleaban?

'Por la paz' había sido la respuesta de Mugen, escuchada una década atrás. 'El mundo sigue un orden. En la Tierra lo mantiene Athena. En los cielos otros entes, entre ellos Artemis, la cazadora de la luna' recordó, cortando el discurso antes de la clásica tirada sobre lo grandiosa que era la diosa regente del cielo nocturno. Si tomaba en cuenta el significado neto, literal de todo aquello bien podía decir que...

-Uhhh. ¿No qué los Santos no deben ser egoístas?- Le preguntó el japonés a Yusei, rascándose el cuello. -Según lo que me explicó mi maestro, no preguntamos el porqué, solo protegemos lo que está ahí fuera.- O aligeramos el peso, pensó. El pragmatismo era lo suyo y en aquel caso, el aliviar el dolor de la chica lo era; con esas heridas y el dolor, dejarla sentir más habría sido de lo más cruel. ¿O era al revés? De repente no estaba seguro. Tal como le dijera Mugen mil veces, esas sutilezas eran demasiado para su cerebrito. -Si recuerdo bien, entonces que te quiten a los que amas es...uh...¿no es eso...eh...egoísta?- Inquirió.

Entonces, por un momento, lo sopesó. ¿Qué haría él si mataran a Atem?

Si mataran a Atem. Uh.

No lo sabía. Se le daba mal la planeación larga. Así fue que lo desestimó, tirando el pensamiento a algún rincón en donde se perdería y no lo volvería a ver jamás.

-Ya se murió. Déjalo y no te compliques la existencia.- Concluyó dando unas manotadas suaves con la diestra. Fue entonces que oyó el goteo.

'Drip drip drip'. Añadiéndose a la larga lista de cosas que manchaban el piso y dañaban el aire hogareño de la sala, ahora unas gotas de sangre se derramaban por la nariz del japonés. Mirando abajo vio los puntos rojos sobre el gris de las cenizas de la chimenea antes de llevarse los dedos a los labios, también manchados con sangre. -...uh.- Murmuró con un ligero mareo. Parpadeando varias veces intentó agarrarse del sofá antes de desplomarse de trasero en el suelo, de espaldas a la pared. -Tendré que pedir un pañuelo.- Masculló. Ahora no solo salía sangre de su nariz sino también de su cuenca vacía; levantando el antebrazo izquierdo miró la vena principal, notando que se había teñido de púrpura intenso. Luego vio abajo, en el pubis y como la vena resaltante bajo los últimos abdominales también se había colorado. Desde allí hasta el pene y ¿la parte interna de los muslos? Oh si. Mala afección. -Uh. Hasta veo puntos negros.- Acotó. De repente se sentía mareado, muy mareado.
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Mensaje por Yusei Mar Dic 13, 2016 8:07 pm

El caballero de Escorpio tenía razón. Su deber como santos era cuidar del planeta, pero Yusei nunca había sido capaz de aceptar eso totalmente. Él peleaba por sus seres amados, guiándose por sus sentimientos y pensando que podía salvar al mundo sin perder vidas, soñando con un futuro en el que no tuviera que volver a utilizar su habilidad. Pero ese futuro estaba demorando en llegar, y comenzaba a creer que nunca iba a ver un mundo sin mal.

-Aunque nos hayan sellado en esa dimensión, el mal seguirá apareciendo- al joven de se heló el corazón al recordar esa voz. Una neblina brillante apareció ante él, creciendo hasta tomar un aspecto humanoide. Aether estaba frente a él, pero eso era imposible, lo había derrotado hace meses y se había encargado junto a Athena de desterrarlo a los confines del tiempo. –No luces muy feliz de verme, tu cara me dice que aún tienes pesadillas conmigo. Halagador.- señaló el brujo, apuntando hacia el rostro de Yusei con uno de sus dedos alargados y pálidos.

-Pero yo te derroté, no deberías estar aquí- Aether se desvaneció y apareció en un parpadeó junto a Yusei.-Soy un espíritu, no importa el número de veces que me derrotes, siempre voy a regresar-  Se desplazó a otro lugar, apareciendo esta vez sentado sobre una mesa.-Da igual, con derrotarme no has ganado la batalla. El mal tiene muchas formas… incluso podrías ser tú- apareció junto a Rintaro, señalando las gotas de sangre que manchaban su cuerpo. Yusei se arrastró hasta una esquina, manteniéndose lejos de Rintaro al ver lo que había ocasionado-Muchacho inteligente, veo que ya entendiste. Yo no voy a matar a tus amigos, lo harás tu mismo- Yusei negó con la cabeza, colocando las manos a los costados de su cabeza, demasiado asustado como para hablar.

-Tus amigos continuarán muriendo, tu hermano se alejó de ti para vivir una vida feliz, y tu maestro probablemente se quitó la vida tras asimilar que no podía hacer nada por ti. Sufre- una sonrisa de dientes afilados apareció en el rostro demoniaco del hechicero. –No es verdad, yo nunca le haría daño a alguien. ¡Desaparece de mi vista!- desesperado, arrojó una rosa roja hacia el hechicero, la cual pasó a pocos centímetros del santo de Escorpio. Yusei se acercó rápidamente hacia él, tomándolo por los hombros.-Rintaro, ¿te encuentras bien? Yo… yo no quise-su preocupación lo había cegado por completo, ignorando que el hechicero se había ido de la habitación. O mejor dicho, nunca estuvo ahí en primer lugar.  
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