Lunacy in Osaka (Fourth)

Cuando se despertó seguía siendo de noche, aunque la luna se había movido de lugar. Habrían pasado unas cuantas horas, pensó el chico, quien al levantar la cabeza sintió punzadas recorriendole el cráneo; la mandíbula estaba algo suelta, los dientes y encías habían dejado de sangrar aunque todavía escocían y por sobre todo, la frente o mejor dicho, el lado izquierdo le dolía como mil diablos. Y no era que solo dolía, sino que aparte la carne se había inflamado al punto en que no podía ver nada de aquel lado - el mero acto de parpadear por instinto dolía como el mismo diablo.

En esas volteo la cabeza y miró lo que había a su alrededor: apostada a un lado había una fogata y ensartados en palos habían unos pedazos de carne, salidos de quien sabia donde. Un trip trip le llamó la atención. -Dormiste demasiado chico. Supongo que no habrás comido nada decente durante el día, así que ahí esta, come si tienes hambre.- Le dijo Mugen con rostro severo. Antes de que replicara o agregara algo el muchacho tomó el primer pedazo y le pegó siendo mordisco, que envió a todas sus terminaciones nerviosas de la boca en señal de alerta por el dolor - aunque tras la punzada inicial decidió que no le importaba para nada asi que siguió, derramando jugo de carne y grasa sobre su mentón, manchando aun mas su raído juego de ropa que era propio en alguien que no tenia sitio donde caerse muerto. -Hey chico.- Rintaro levantó la mirada con un pedazo de carne colgándole de un maltrecho colmillo. -¿Recuerdas la sensación durante la práctica?- Inquirió el mayor, ignorando los patéticos modales de mesa del alumno. En un gesto peculiar el muchacho respondió o al menos, intentó responder con un "¿el dolor?" que en su condición salió como un "euh dohloii-ih". Mugen pareció entender de todas maneras. -No eso, la sensación del universo dentro de ti.- Expresó el hombre mostrando la mano. Sobre la palma mil y un estrellas bailaron, su aura expandiéndose hasta formar una nebulosa, aunque ese concepto se escapaba al entendimiento del menor. Como respuesta aquel hizo un gesto ambiguo, agitando en arco su cabezota para así derramar incluso más jugo y grasa. -Es la clave de todo. Se supone que debes tomar lo que haces quemar dentro de ti para así usarlo a tu favor, para volverte realmente fuerte.- Espetó Mugen con su rostro impasible, manteniendo la expresión mientras sobre sus dedos se generaban incluso más estrellas, danzando en un vals que circundaba al cúmulo que para ese entonces se había vuelto una galaxia en miniatura. -Toma ese universo dentro de ti y expandelo, quémalo y luego--- Mugen cerró la mano, apagando la luz blanca. ---libera todo su poder.- Finalmente abrió la mano, desatando un torrente de energía que se disparó hacia el cielo, haciendo palidecer al destello de la fogata y por un fugaz instante, al de las mismas estrellas en el firmamento. Rintaro de todas formas continuaba mordisqueando, impresionado sí, pero hambriento igual.