07 - La estatua sagrada [Bakura]

Las instrucciones habían sido precisas. Su objetivo era claro: debía recuperar un elemento sagrado del Inframundo que había resultado perdido hacía años y que, al parecer, actualmente residía en un museo de ciudad Kaus que estaba altamente protegido, no sólo por la seguridad local sino además por una barrera de protección que lo hacía pasar casi totalmente desapercibido. Y no era para menos; aquel museo actuaba como un almacén que albergaba valiosos botines de guerra recolectados a través de los años y de las muchas batallas que el Santuario había enfrentado. Y no pudiendo permitir que un elemento de semejante valor como era la estatuilla de su dios Hades fuese exhibido en un museo como cualquier tonta pieza de arte, el espectro de Bennu estaba más que dispuesto a extraerla y devolverla a donde pertenecía.

La misión del guerrero del Inframundo era infiltrarse de incógnito en el establecimiento sin levantar ni la mínima sospecha sobre su verdadera identidad y así como entraba, salir con el tesoro en sus manos. Tales indicaciones no eran muy del agrado de Bakura que prefería hacer las cosas a la manera más ruda, causar alboroto, destruir tanto como le fuera posible y dejarse notar como el responsable. Sin embargo en esta ocasión aquello no era factible y debía adaptarse a cada una de las exigencias. El espectro de Bennu tenía muy claro que no había lugar a quejas, órdenes eran órdenes y debía cumplir. Sólo tenía que controlar sus impulsos. No podía ser tan difícil, ¿o sí?

Fue así que vistiendo como un ciudadano más Bakura se aventuró a recorrer la ciudad, siguiendo las instrucciones en busca de aquel museo, con la intención de pasar inadvertido entre la multitud. Y al parecer estaba funcionando. Pese a que de vez en cuando recibía una que otra curiosa mirada de algún transeúnte que seguramente se preguntaba el origen de aquella cicatriz en su rostro, nadie sospechaba de su verdadera identidad.

Después de haber estado caminando alrededor de la misma zona durante al menos media hora sin hallar rastro alguno del dichoso museo a donde le habían indicado debía llegar, se detuvo súbitamente en medio de la calle y miró en todas direcciones como buscando algo. «¿Dónde demonios estoy?» Se preguntó finalmente llegando a la conclusión de que estaba perdido en medio de la gran ciudad. Suspiró con fastidio. Se sentía frustrado y no podía creer que un guerrero del Inframundo como él no pudiese hallar un simple edificio. Era ridículo y hasta hilarante pensar que estuviese considerando rebajarse a pedir indicaciones para encontrar un simple museo. Él podía hacerlo por su cuenta.  

—No puede ser tan complicado encontrar un simple museo... —Insistió, porque no planeaba optar por un método desesperado hasta haber agotado todas las opciones. Caminando a paso lento paseaba la vista por los letreros buscando los nombres de las calles para orientarse mejor—. Veamos... —murmuró, intentando hacer memoria sobre las indicaciones que le habían dado acerca de la ubicación del museo y entonces consideró la idea de volverse unas cuantas calles. Quizás había caminado de más acabando muy lejos de su destino. Y era mejor que se apresurase pues de lo contrario no llegaría dentro del horario que se le había indicado, y si llegaba tarde la misión podía resultar en un fracaso, y no deseaba eso. Así fue que se dio media vuelta y apresuró el paso con la intención de recorrer una vez más las calles que antes había recorrido, apresurándose todo lo posible.    

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Al final resultó ser que sí: había caminado más de la cuenta y se pasó dos calles desde donde habría tenido que doblar la esquina. Sólo le bastaron unos cinco minutos para retomar el camino correcto y finalmente llegar a su destino. Frente a él, en la vereda paralela, al otro lado de la avenida, se alzaba un colosal edificio que destacaba entre los demás por su distinta arquitectura e imponente tamaño.

—Este debe ser el lugar.

Pese a que no había ningún letrero ni señal que le indicara que se trataba del museo que estaba buscando, Bakura creía estar en la ubicación correcta. Si no le fallaba la memoria, por supuesto, y no creía que fuese así. Enfocando su vista analizó de arriba abajo el frente del edificio. Las puertas de cristal estaban abiertas de par en par dándole acceso a todo el publico, pero había un guardia vigilando la entrada, analizando minuciosamente a cada uno de los visitantes que pasaban a explorar las galerías de arte.

El espectro de Bennu dejó pasar a una pareja de ancianos y un joven que iban delante de él para después avanzar a paso lento esperando su turno de ingresar. Había notado que el guardia no le quitaba la vista de encima, mirándolo como si sospechara de sus intenciones. Por supuesto, pensó Bakura, no lucía como el estereotipo de persona culta; seguramente por su apariencia o su forma de vestir el sujeto pensara que era un malhechor que planeaba entrar a robar. Aunque técnicamente si era de ese modo. Y en verdad el guardia hacía bien en sospechar de su persona.

Y, como lo supuso, al llegar su turno de ingresar el guardia le obligó a detenerse, bloqueándole el paso con toda su humanidad.

—Aguarde un momento —le exigió—. Si me disculpa debo hacerle una pregunta: ¿cuál es el motivo de su visita?

—¿No es obvio? —murmuró Bakura entre dientes, frunciendo el ceño.

El guardia le observó extrañado.

—¿Disculpe?

Bakura apretó los puños intentando contener de esa manera el impulso de hacer estallar en llamas a ese sujeto y adentrarse al museo sin más en busca del preciado objeto. No era esa la forma en que debía proceder. Así es que después de un suspiro habló:

—Soy un gran admirador del arte —explicó con lentitud. Demonios, pensó que iba a ser más fácil pero le estaba costando un gran esfuerzo actuar de manera civilizada cuando su entorno y las circunstancias no ayudaban en mucho—, y he oído que este museo alberga piezas muy interesantes las cuales tengo interés en conocer.

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Ingresar al museo fue más sencillo de lo que pensó en un principio, aunque los segundos de silencio que se habían presentado después de su respuesta habían sido realmente desesperantes para el espectro portador de la Surplice del Bennu, que en más de una oportunidad hubo considerado seriamente la idea de carbonizar al guardia y de hecho estuvo a escasos segundos de hacerlo, pero se contuvo ante el recordatorio mental de que debía mantener la calma. Arruinar la misión no era una opción posible.   

Grabada en su mente estaba la imagen del objeto sagrado que tenía el deber de recuperar y mientras avanzaba por las amplias galerías del museo comparaba cada muestra de arte con dicho elemento. Su objetivo era una estatuilla de treinta centímetros aproximadamente con la forma de su dios Hades. Supuso que esta peculiar pieza debía encontrarse en la sección de estatuas o algo por el estilo, pero la pregunta era, ¿en cuál de todos los rincones del museo se situaba el mencionado sector? El edificio era amplio y Bakura nunca antes hubo estado allí antes, por ende, desconocía totalmente la disposición de su contenido.

Pensó que habría tenido una leve idea si en su vida hubiera visitado un museo, pero desafortunadamente no era el caso. Nunca se había interesado en algo tan banal, inútil y carente de valor real como lo era el arte, e incluso en su anterior vida había tenido cosas más interesantes en qué pensar como lo era su propia supervivencia. Y entonces se preguntó si quizás existiera un mapa del edificio. Tenía que ser así, de lo contrario, ¿cómo se orientaban los visitantes entre tan amplios pasillos e innumerables escaleras? Aunque también estaba la posibilidad de que hubiera un guía que conociera de memoria cada sección del museo y cada muestra del mismo a detalle. Cualquiera de las dos opciones para él estaba bien, aunque hubiera preferido encontrar la estatua por su propia cuenta.

Pasaron cerca de treinta minutos y Bakura seguía perdido en el museo. El espectro seguramente podía sentir el peso del tiempo transcurrido, pero no tenía idea de cuántos habían sido los minutos. Había cruzado a través de varias salas de exposición ya, sin embargo, aunque cada una de ellas poseía información específica acerca de su contenido; letreros en las paredes e indicaciones junto a cada una de las muestras, donde ponía el nombre del elemento y una breve historia del mismo, ninguna era de su interés. Nada se parecía o se acercaba siquiera un poco a las características del objeto que estaba buscando. Aquello lo frustraba porque, para empezar, no sabía qué sección específica debía visitar para encontrar la dichosa estatuilla y, para empeorarlo, seguía caminando en círculos.

En más de una ocasión cruzó su camino con otros visitantes. Los murmullos de conversaciones sin importancia se elevaban por los pasillos del museo, y aunque la mayoría carecía de importancia para la estrella celeste de la violencia, hubo una voz que particularmente le llamó la atención; fuerte, autoritaria y por sobre todo, exclamando lo que había estado esperando oír.

—Síganme por favor, nuestro recorrido instructivo continuara por este lado. A la derecha tenemos...  

Bakura buscó el origen de la voz y se topó con un sujeto que guiaba a un conjunto de cinco o seis personas que le atendían fascinados mientras mostraba y explicaba de forma extendida y detallada acerca de las diferentes piezas en exhibición. Sin pensarlo mucho el representante de Bennu decidió unirse al grupo. Si bien no se enorgullecía de estar precisando ayuda, creía que con un guía al menos ya no estaría tan perdido y quizás hallara más rápido su objetivo.  

En un momento determinado, el grupo de visitantes guiados se dispersó cuando el guía se detuvo a exponer acerca de un conjunto de piezas que estaba situado en la misma sala. Unos se detenían a escucharlo mientras que otros se separaban para admirar las diferentes muestras. Bakura, por otro lado, permanecía en un rincón. Con la espalda reposando contra un muro y de brazos cruzados, sin expresión que reflejara su estado de ánimo, oía desinteresado las palabras del hombre, no prestando realmente atención a lo que decía.

Al cabo de unos minutos la charla cesó y el guía permitió a los visitantes un minuto para contemplar cada una de las piezas de las que había estado hablando. Cuando llegó el momento de marchar hacia otro sitio, Bakura siguió al grupo por el pasillo sin decir nada, hasta que pasaron por una intersección donde el espectro viró el rostro casi instintivamente hacia la derecha: un largo camino recto se extendía al frente, cubierto por una gran alfombra de color vino. La apariencia del terreno que se prolongaba en esa dirección era completamente diferente al resto del museo, tanto así que al guerrero del Inframundo le llamó la atención. Y sin pensarlo —como de costumbre—, se desvió del grupo de visitantes para encaminarse en esa dirección.  

Luego de cinco minutos de haber estado andando en el mismo sentido, le resultó sumamente extraño el hecho de que ese pasillo en particular pareciera estar completamente cerrado y apartado del resto del museo; no había puertas ni ventanas, y en lo que llevaba de camino recorrido no se topó con ninguna otra persona. Al mirar hacia el frente notó que el camino parecía extenderse hasta el infinito y por un momento pensó en volver, pero al mirar hacia atrás vio exactamente lo mismo que al frente. Estaba atrapado; fue aquello lo primero que paso por su mente, y comenzó a apresurar el paso con la intención de salir de ahí.
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La curiosidad le había llevado a perderse por un camino infinito que parecía cerrarse más por cada metro que avanzaba. Por delante sólo había una alfombra oscura y largos metros de paredes de acero en un trayecto eterno que no le llevaba a ningún lado, haciéndole sentir que corría en el lugar. Pensó varias veces en volver por donde había entrado, pero había recorrido tanto camino que le pareció inútil. Además, a sus espaldas había exactamente lo mismo que al frente.

Fueron largos minutos de correr sin destino fijo, hasta que a la distancia sus ojos lograron divisar algo que le llamó la atención: el camino seguía, pero a la derecha lo que parecía una puerta cerrada lograba distinguirse entre todo lo demás, el único detalle distinto entre la monotonía que inundaba el pasillo sin fin. Pensando que aquella podía ser una posible salida el guerrero inframundano se dirigió a ella. Para su fortuna, al abrir la puerta se encontró de nuevo con la sala principal, en donde, extrañamente, se encontraba el grupo de personas que seguían al guía del museo. Suspirando con alivio Bakura se juró que no volvería a pisar ese desesperante pasillo jamás, donde había desperdiciado una buena parte de del valioso tiempo que podría haber aprovechado para buscar la estatuilla sagrada, que seguía siendo su principal preocupación. Si no la encontraba a tiempo todo podría salir mal y su misión terminar en un completo fracaso. Debía enfocarse en su objetivo y hallarlo cuanto antes. Entonces se propuso seguir al grupo de visitantes por otro buen rato para evitar levantar cualquier sospecha, pues de lo contrario, se añadiría una nueva dificultad a su tarea.

Llevaba alrededor de una hora deambulando por el museo con la intención de pasar desapercibido mientras trataba de localizar la ubicación del preciado elemento perteneciente al Inframundo, del cual, por cierto, hasta el momento no había señales. Sin embargo, sabía que después de determinado tiempo, era probable que su comportamiento comenzara a llamar la atención de los guardias que, si eran lo suficientemente listos, no le quitarían el ojo de encima a un sujeto que se había estado paseando por los mismos pasillos una y otra vez durante los últimos sesenta y tantos minutos como si buscase algo. Naturalmente verían aquella actitud como sospechosa. Y Bakura, teniendo muy en cuenta esa posibilidad, permanecía atento a cada movimiento.

Disimuladamente el espectro miró hacia atrás por tercera vez ya. Venía sintiendo que uno de los hombres de seguridad del museo había estado siguiéndole los pasos muy de cerca, pero no estuvo seguro de que el objetivo de aquel sujeto fuese él hasta que al retirarse de una sala donde había un número considerable de personas, lo vio salir pocos segundos después. Este le observaba de la distancia, pero no se comunicaba con él y no se alejaba mucho tampoco. Dudaba que el guardia tuviera verdadera certeza de sus planes, pero sí era evidente que su actitud le resultaba sospechosa. De cualquier modo debía perderlo de vista si lo que quería era robar esa estatua sin que nadie lo descubriera. Así que se dispuso a llevar a cabo su plan.

Con el conocimiento de que estaba siendo vigilado por aquel hombre Bakura continuó caminando a través del museo de manera lo más natural posible. Tenía suerte que en aquel horario el museo estuviese muy concurrido, de ese modo sería más fácil perder a su perseguidor. Apresuró el paso hasta meterse en una de las salas donde había un grupo de personas platicando acerca de las obras de arte que allí se exhibían. Sin quitarle la vista de encima al guardia avanzó de a largas zancadas hasta llegar al otro extremo de la sala, donde el camino se dividía en tres; decidió tomar las escaleras, que rodeaban un pasillo ascendente perdiéndose en el segundo piso, entre columnas, estanterías y grandes esculturas. Asomándose al balcón la vista de Bakura se clavó en el hombre que aún lo buscaba. Estaba en el piso de abajo intentando rastrearlo entre la multitud, miraba en todas direcciones y preguntaba a los visitantes, describiéndole con gestos el porte y apariencia del espectro. Este decidió aprovechar el momento de distracción y retirarse lo más lejos posible.
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Entre tantos visitantes presentes paseándose por el museo, la presencia de Bakura pasaba casi inadvertida (a excepción de aquel último inconveniente), lo que le permitía enfocarse enteramente en su objetivo. Sin embargo, por mucho que buscaba, no lo encontraba. Rascándose la cabeza con persistencia los gestos del espectro representante de Bennu evidenciaban la impaciencia que comenzaba a apoderarse de su ser. Tuvo que respirar hondo y distraer su mente cuando el deseo de destruir todo a su paso para liberar la tensión y frustración se presentó como un pensamiento insistente.

—Disculpe, señor... ¿puedo ayudarle en algo?

Aquella voz masculina que resonó a su derecha le llamó la atención, encontrándose de nuevo con la amable mirada del guía del museo que antes hubo estado enseñándole las muestras de arte a un grupo de personas en la planta baja. No le respondió, por lo cual el hombre continuó:

—Si no sabe por dónde empezar puedo acompañarlo en un recorrido por el museo y mostrarle todas las interesantes piezas que se exhiben en este piso.

—Es una buena idea.

Fue lo único que Bakura dijo. Después de todo estaba perdido y un poco de ayuda no le vendría nada mal, pensó. Quizás podría preguntarle a ese sujeto, que conocía el museo mucho mejor que él, acerca de lo que estaba buscando.

—De hecho me interesa algo en especial y me preguntaba si podrías llevarme hasta allá.  

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