Misión 03 - La estatua sagrada [Saga]

Años habían pasado desde la última vez que había tocado territorio humano, aun así, no sentía nostalgia en lo absoluto pues aquel momento no era de sentimientos, sino de otras cosas. El rey del inframundo, Hades, me había encomendado a una misión que podría considerar complicada, debía probar mi lealtad a cambio de un nuevo cuerpo y una nueva vida, para ello se me ordenó robar una sola cosa en específico ubicada en uno de los almacenes del santuario, el museo de la ciudad Kaus.

No necesitaba disfraz alguno, el señor Hades me había elaborado una armadura especial, idéntica a mi antiguo manto dorado de géminis, la diferencia es que este era negro con tonalidades de color morado, emanaba oscuridad y muerte. Eran cosas a las que debía acostumbrar si o si, para poder volver a tener una vida y mis poderes en su totalidad. Por consiguiente, no podía moverme a simple vista, sabía que siempre había guardias resguardando las reliquias por lo que decidí moverme a través de las sombras, los tejados de alto edificios, todo para poder conseguir una búsqueda exitosa y sigilosa al museo y su interior.

Por un momento, la duda invadió mis pensamientos, al parecer no estaba del todo decidido si realmente seguir a Hades o no, sin embargo, no le di mucha importancia a pesar de los recuerdos de cuando aún era un caballero dorado que servía a la justicia y a la paz. El hecho de que todo en mi cabeza este desajustado era normal, apenas había tomado la decisión hace unas horas para una misión que heriría el poco honor que me quedaba como persona y como santo de géminis.

Número aleatorio (1,4) : 3

Luego del tan largo y cuidadoso proceso de infiltración, pude entrar con éxito. Ahora solo me quedaban una cosa, encontrar la dichosa estatua, objeto que justamente fui yo quien robo hace años, reconocía su forma y su ubicación, solo me quedaba esperar que no la hayan movido de sitio desde entonces. Ande los pasadizos secretos, pasillos inhabitados, por suerte mi velocidad superaba a la de muchos santos que resguardaban de forma, así que no me era problema adentrarme y buscar allí sin problemas. Ahora solo me quedaba encontrar la estatua.

La seguridad había mejorado bastante desde la última vez que había venido a la gran bóveda del santuario conocida como museo en la miserable ciudad de Kaus. Los pasillos tenían sellos que solo podían romperse con mucha complejidad, las cosas hasta ahora no pintaban bien, sin embargo no podía dejarme vencer por trucos baratos, debía seguir enfocado en mi objetivo de llegar a la estatua sin activar el sello que desataría la alarma de que un intruso trataba de robar algo, aun así, sabia burlar las que estaban puestas, pero en caso de haber una nueva simplemente me vería forzado a matar a mis antiguos compatriotas y finalmente acabar con cualquier lazo que me quedara con la palabra o el sentimiento llamado por todos como honor.

Finalmente, llegue hacia un oscuro pasillo, una parte del museo a la que ni siquiera los espectadores podían entrar, el lugar más recóndito, el sitio donde se encontraba mi objetivo. Me prepare por si algo se cruzaba en mi camino o por si era una miserable trampa y corrí hacia allí a toda marcha.

Número aleatorio (1,4) : 3

-Quien anda allí? Deténganse por favor. - fueron las palabras que detuvieron mi recorrido en el mismo instante en el que iba a acelerar. Su voz sonaba algo decrepita, débil, sea quien sea no parecía presentar ningún tipo de peligro, de hecho, de haber sido un santo de alto rango lo más probable es que reconociera quien soy con tan solo voltearme, sin embargo, al hacerlo no tenía ni idea de a quien le estaba dirigiendo su palabra por lo que pensé engañarlo pues sabía que iba a ser muy fácil haciéndome pasar por alguien que no soy.

-Disculpe, soy parte de la seguridad secreta del museo, soy el caballero de bronce que porta la armadura de…- Una pausa de duda fue lo que hice en aquel instante para hacerme pasar por un novato. -Diantres, he olvidado mi armadura, creo que es la de Hydra, soy nuevo en esto disculpe. ¿Podría decirme quien es usted? -  Aquella actuación no pudo salirme mejor, sin duda este hombre caería en la trampa, la pinta que traía lo delataba. -Ugh, estos novatos, nunca saben dónde tienen la cabeza. Soy uno de los guías del museo, sin embargo no recuerdo haberte leído en la lista, bueno a fin de cuentas, aquí todo es un desastre con eso de la seguridad secreta, vamos a darte un recorrido por el museo, al menos que quieras seguir tu camino al baño.- aquellas palabras no me dejaron ninguna otra opción más que aceptar el recorrido, por lo que le insistí que me llevara hacia el área de las estatuas secretas con el fin de evitarme todo el rollo de dar vueltas por todas partes, pues, aparentemente las cosas en este siglo habían cambiado bastante desde los tiempos en el que servía al santuario con toda mi dedicación, vida y poder.

Número aleatorio (1,4) : 2

Las cosas salieron justo como las planee, el guía del museo se encargó de llevarme por cada uno de los cuartos interesantes primero, ahorrándome mucho tiempo. Fue justo cuando entramos a la sala de la estatua que me vi obligado a desnucar al hombre para que no regara mi presencia en el museo. Fue tarde, pues cuando pude voltear a ver la estatua que pertenecía a Hades, vi un santo de plata que anteriormente fue mi compañero de armas en su momento, Arion de Cefeo.

-No creas que te he olvidado, antiguo patriarca. Solo una pregunta. ¿cómo has caído tan bajo? Tú, el hombre que debería ser el leal de todos los santos, ahora te rindes ante Hades tu enemigo hasta el final de los tiempos, ¿solo por ganar un cuerpo prestado? Me das vergüenza, siempre supe que eras una rata. – Aquellas palabras fueron dirigidas hacia mí con mucho odio, pena, rabia y tristeza en su tono, podía sentirlo y eso era algo que realmente me preocupaba y me hizo detenerme a pensar las cosas antes de actuar y decidir qué hacer con este ex-compañero.

-Lo lamento, Arion.- Aquellas palabras salieron de mi boca con un tono y un rostro aún más tristes que el del santo de plata. Seguido de esto eleve mi cosmos lo suficiente como para envolver todo el lugar con planetas y constelaciones hechas a base de mi cosmos. -¡Galaxian explosión! - exclame con determinación alzando mis brazos hacia el oponente, haciendo estallar aquellos planetas y asegurar mi victoria.

Número aleatorio (1,4) : 3

Tal y como lo predije, el santo de plata no se daría por vencido a pesar de enfrentarse a mi poder, nunca fue así, ni siquiera cuando fui su superior, el santo de Cefeo siempre ha sabido mantenerse y luchar hasta que su corazón o alma den el ultimo latido. El hombre de plata, Arion, utilizo sus cadenas para sellar todas las entradas y salidas del lugar, dejando visto varias cosas, entre ellas, que temía mi poder de algún modo, y la otra, asegurarse que, así como ningún refuerzo podrá entrar así ninguno de los dos iba a poder salir del gran cuarto que resguardaba la estatua de mi nuevo dios quien era su enemigo a muerte tal y como yo en aquel entonces.

-Por lo visto no has cambiado en nada, sigues siendo tan patético como siempre Arion, ¿en serio crees que eres capaz de hacerle frente a mis poderes con una simple cadena de plata que podría destruir en un abrir y cerrar de ojos? Estas muy equivocado Arion, y lamento verme forzado a tener que demostrarlo por la fuerza ex-compañero. – Mis palabras aparte de acidas tenían un tono de pena pues nuevamente empezaba a cargar el ataque que había frenado al inicio al ver como movía sus cadenas, no sabía qué hacer, si lo atacaba posiblemente terminaría destruyendo todo o activando las alarmas que provocaría que todo un ejército se alzara contra mí en aquel museo. No perdí más tiempo, no espere respuesta ni nada, cargue mi cosmos en lo que pensé que sería prudente y ataque al santo de plata con una explosión de galaxias, con el poder suficiente para acabarle, o al menos eso tenía pensado.

Número aleatorio (1,4) : 4

Las cosas salieron de maravilla, el santo de plata se vio afectado por mi mejor técnica, la explosión de galaxias, sin embargo, no murió, pero su armadura se vio destruida y se vio obligado a retroceder unos metros, ahora me encontraba en total ventaja y podría chantajearle o convencerle por las buenas o las malas de entregarme la estatua sagrada que le pertenecía al Señor Hades y que debía llevar cuanto antes al Catillo Heinstein.

-Das pena Arion, sigues igual de débil como siempre. - mis palabras esta vez tenían maldad entre ellas, mi personalidad cambio de forma repentina, ya no sentía ese lazo que me amarraba hacia él, no sentía ningún lazo hacia Athena, solo sentía un fuerte lazo con mi poder y las ganas de demostrarlo se me hacían incontrolables en aquel momento. Solo se me ocurrió una cosa, atacar y torturar, me lance hacia el caballero con el fin de privar sus sentidos con mis golpes, primero la vista, luego el oído, luego el gusto, seguido por el olfato, pero el tacto, ese lo dejaría para que pudiera sentir los golpes y patadas que le eran lanzados por mi culpa.

-Ni siquiera después de muerto puedes contra mi Arion, eres una vergüenza para todos, sobre todo para el santuario y ni se diga para Athena, ¡deberías morir! Jajaja. – mis palabras en aquel momento reflejaban mis emociones, solo quería pisar aquel insecto y luego completar la misión que se me había otorgado como muestra de gratitud por volver a la vida.

Número aleatorio (1,4) : 2

Las cosas se voltearon en tan solo unos instantes. A pesar de todos los golpes que había recibido y de haber perdido cuatro de sus cinco sentidos y estar tirado en el suelo todo apaleado sin fuerzas, el ahora admirable santo de plata protector de la constelación de Cefeo y de Athena pudo ponerse en pie. Con muchísima dificultad y jadeando del cansancio y la paliza, pudo elevar su cosmos hacia un gran punto y agitar sus cadenas para enrollarme entre ellas y tratar de lastimarme. A pesar de que dicho acto era muy heroico, al hombre le quedaba poco poder por lo que su movimiento fue inútil ya que fácilmente igual se cosmos y le respondí con una explosión de galaxias que duplicada el poder actual de la tan inútil e inservible técnica que había usado en mi contra con los pequeños restos que quedaban de su armadura y peor aún, de su cosmos.

No perdí más tiempo, sentía la necesidad de terminar esto cuanto antes, las cosas ya me habían aburrido aunque me hayan logrado cautivar o impresionar en algunos instantes, pero el tiempo que había perdido era demasiado y se me había brindado un tiempo límite antes de volverme polvo y perder mi oportunidad de volver a la vida definitivamente y servirle al gran dios del inframundo, el señor Hades junto con su grande y poderoso ejército que ahora me tenía en sus filas como fiel seguidor y arma casi letal para cualquier enemigo.

Número aleatorio (1,4) : 1

Las cosas finalmente habían terminado, pude sentir como la vida y energía de Arion se marchaban del mundo, fue en ese entonces cuando entendí que todo había terminado, ya no era más un santo de Athena, ahora era oficialmente un espectro, una rata más de las que solía cazar cuando estaba vivo. No merecía la confianza de nadie, sin embargo, esta vez me había ganado la de Hades tras hacer esta atrocidad, saquear el museo de Kaus, un almacén que solía proteger.

Luego de la muerte de Arion, puse puesta en marcha a mis acciones, me termine de adentrar al cuarto que el santo de plata trato de proteger, espere a ver si alguien más venia, pues esta sería la señal de que la alarma de había activado y proseguí con adentrarme finalmente al cuarto oscuro. Allí había un ídolo de aproximadamente treinta centímetros, era una estatua de Hades con un orbe en su mano que guardaba parte de su poder, debía llevarlo para que este se hiciera aún más fuerte, así que lo tome y me marche hacia el castillo Heinstein donde la señora Pandora examinaría el orbe y pasaría a entregárselo al futuro amo de todos.

Antes de marcharme les deje un regalo a todos. Calciné y destruí todo el cuarto, escapando con el orbe y dejando allí el cuerpo de Arion. Mi objetivo con esos actos era que la alarma se activara tras mi despedida, así encontraran al cuerpo de Cefeo pero que para cuando llegaran yo estaría muy lejos de aquel lugar.