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Letters From The Edge

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Mensaje por Invitado Miér Nov 23, 2016 8:26 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Las órdenes del Sumo Sacerdote eran ocuparse de la entrega de dos cartas. La primera ocupaba el armisticio para con los Marinos e iba destinada a su emisario en Isla Talasa, asunto que había concluido. La segunda carta iba para un Santo Dorado, un tal Yusei (nombre japonés japonés japonés, se sabia los kanjis exactos que se usaban para deletrearlo en nipón) que estaba estacionado como el guarda de ciudad... ¿Kaus? Algo así. Vaya que odiaba esos nombres que terminaban en consonantes, los detestaba sobremanera. Pero trabajo era trabajo. Una vez salió de Talasa y se bajó en el puerto sacó la carta que le había dado el Papa y la giró entre sus dedos, olisqueando con cuidado el sobre sobre el que estaban clavados tres pétalos de rosas.

Dos rastros. Su percepción distinguió dos rastros distintivos - uno era del Papa e iba en dirección oeste, directo al Santuario y la otra era de alguien que desconocía, una esencia que manaba de los pétalos rojos. Mentalmente siguió el hilo de la segunda esencia vía norte, perdiendo la dirección varias veces a causa de la sutileza del rastro. Pero luego, tras unos minutos, localizó la fuente mas perdurable, el sitio donde sentía con mayor fuerza tan rara aura. Lo tenía, se dijo en su cabeza mientras doblaba sus coyunturas, preparándose para la maratón que tenia por delante. Poco después se puso en marcha, andando a buen paso.

Lo que vio a su alrededor fue una extensión de campiña bastante curiosa. Los pueblos de la costa y cercanos a esta eran de su estilo: austeros, coloridos y de edificios bajos. Conforme avanzaba la urbanización era mucho más severa, consistente en carreteras asfaltadas, planas y de divisiones como las venas en un organismo. Esa modernización no le gustaba para nada, lo que le atribuía a ser un tipo que había vivido en el campo toda su vida; por eso cada vez que comía (y el dinero que le había aportado el Papa ya se le estaba acabando) en uno de los restaurantes de carretera, su semblante se veía malhumorado, más al ver a los autos y motocicletas corriendo como locos, rugiendo y atosigándole los oídos. Daba igual, se dijo, su trabajo no era criticar a los dementes de ciudad. Por eso continuó caminando, su alta figura avanzando por las cunetas cubiertas con maleza y de cuando en cuando levantando la cabeza para olisquear, asegurándose de no haber errado el camino.

Tardó un mes en llegar a las afueras de ciudad Kaus (horrible horrible nombre) tras andar por la autopista interestatal. Tardó solo diez minutos en detallar el rastro más de lo que había hecho y luego, tardó un día en distinguir cual de todos los puntos era el más frecuentado por el sujeto.

-Uh. ¿Aquí?- Murmuró en las afueras de un taller. La santamaría estaba abajo y la puerta del departamento estaba cerrada - de ambas provenía el aura mas fuerte del dueño de aquellos pétalos (aún vivos, curioso), incluso más que sobre otros edificios de todo el barrio. Afilando sus ojos frunció suavemente las cejas, encogiéndose de hombros al minuto. Moviendo los dedos de los pies dio unos dos saltitos y estiró los brazos, decidiendo que hacer.

Esa decisión fue más que obvia: esperaría.

Colocando la mano como mirilla vio alrededor, buscando un bote de basura. Tras localizarlo lo movió frente a la puerta de entrada de la motocicleta y lo tiró de lado, causando un bramido reverberante al que no prestó atención. Luego se acostó y usó el bote metálico como almohada, cosa que no lo convenció. Entonces se quitó la camisa de rayas blancas y negras horizontales para doblarla, colocándola entre el metal y su cabeza. Mejor, pensó, antes de bostezar profusamente. Mostrando los colmillos dobló las piernas, poniendo la derecha sobre la izquierda, balanceándola con ritmo interno al tiempo que cerraba los ojos y se disponía a dormir. Si iba a esperar bien que podía darse un descanso.
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Mensaje por Invitado Mar Dic 13, 2016 9:49 pm

Arrugando la nariz olisqueó varias veces, sintiendo el mareo apoderarse por completo de él. No era la primera vez que pasaba, aunque sí con tal gravedad. Supuso que solo era cuestión de que escalaba en intensidad tras cada repetición. Ya que, se dijo, tendría que lidiar con eso. Allí Yusei lo tomó por los hombros, sus palabras llegando con lentitud y eco a sus oídos. Que bueno que tenía un excelente sentido auditivo.

-Solo dale unos minutos.- Contestó el mayor de los dos recostando la cabeza en la pared, doblando el cuello para que la nariz quedara alto y no se filtrara más sangre. "Lo siento" fue lo que dijo, provocándole una risita estúpida a Escorpio. No solo era egoísta, también tenía su ego un poco descontrolado. -No fuiste tú. Esto es solo otra de las cosas de mi maestro - desde que me hizo explotar el ojo--- Señaló el izquierdo, el falso. ---he tenido estos sangramientos espontáneos. Cosa de su técnica y prueba final. Salí mejor parado: lo corté en dos de hombro a verga.- Explicó con una naturalidad pasmosa, como la de alguien que responde como estaba el clima de la tarde. 'Está soleado, un poco de calorcito hermano. Busca echarte un airecito' a eso había sonado. -Es como un chiste: te entrenan y te buscan para que los mates. Solo vi que uno pudiera resolver la situación sin despedazar al otro.- Dijo recordando la batalla final de Atem. Logrando hallar la solución para no matar a Arsen, el actual guardián de la Balanza Celestial se había lucido de manera espléndida, logrando que su fama de ídolo solo se incrementara hasta el punto en que no solo lo perseguían, sino también le dedicaban reverencias y cosas similares. -No me digas. Tu también mataste a tu maestro y todo eso.- Le dijo a Piscis. Parpadeo varias veces con el ojo sano, enfocando el rostro del hombre; levantando el índice derecho lo pasó frente a su cuello, gesto que compaginó la pregunta recién formulada. -Oh sí, lo veo en tu cara. Lo dice todo. Anda anda, dilo, cuéntame. Algo tiene que entretener mientras se reacomoda el basurero sangrante dentro de mi.- Concluyó. Palmeando el sitio a un lado del propio lo incitó a dar su parte de la historia. A final de cuentas, era solo otro relato más en la interminable lista de maestros perversos que gustaban de que sus alumnos los asesinaran.
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Mensaje por Yusei Jue Dic 15, 2016 7:54 pm

Yusei se tranquilizó al escuchar al Santo de Escorpio decir que no era el causante del sangrado. Sintió que un gran peso se quitaba de sus hombros, pasando su mano sobre su rostro en ademán de fatiga y hartazgo. No estaba molesto con Rintaro, estaba molesto consigo mismo por dejar que el estrés le jugará una mala pasada. Su mente racional le decía que lo que había visto no era más que una alucinación producto de su miedo ante la muerte de un compañero.

-No fue exactamente así cómo sucedió- dijo mientras se ponía de pie en busca del botiquín, tomando un pequeño trozo de gasa que usó para hacer un tapón para Rintaro.-Toma, para tu nariz- se lo ofreció y se dispuso a colocar el estuche en su lugar en la repisa, dando la espalda al mayor. Apretó su puño contra el pecho, pensándose si debía compartir su historia con alguien que acababa de conocer.-Mi maestro era un hombre que me acogió bajo su ala creyendo que yo tenía un don que ayudaría a cambiar el mundo. Un mentiroso de lo peor- Yusei golpeó la superficie del escritorio de forma violenta. –Él nunca me dijo que iba a morir al terminar el ritual. No debía ser así: Akos seguiría con vida si hubiera enfrentado el veneno de mi sangre, no mi maldición. Lo peor es que yo creía tener la maldición bajo control, pero cuando él murió dudé de mis propias capacidades. Él era el mejor caballero de Piscis, es quien debería estar vivo ahora- Yusei se sentó sobre la mesa y desde ahí observó a Rintaro.-La única razón por la que no deserté del ejército de Athena tras su muerte fue porque eso no es lo que Akos hubiera querido. Deseaba que se sintiera orgulloso de mí, que me viera como un hombre y no como un niño que necesitaba de sus cuidados. Ya nada importa, es demasiado tarde para elegir otro camino. Parte de mí deseaba que no sucediera otra guerra, poder mantener esta fachada de mecánico y seguir buscando a una persona que me aceptara sin importar mi maldición.- deslizó sus manos sobre los muslos y miró al caballero de Escorpio como si estuviera esperando que éste dijera algo. Ya conocía el sermón que venía, Akos y el Patriarca lo habían aplicado muchas veces: eres un caballero, no puedes darte el lujo de tener una vida alejada de las peleas. Salvar el mundo, destino, vas a sufrir y no hay nada qué hacer para cambiarlo, amén.

-No puedo ser como tú Rintaro, no puedo dejar de pensar en las personas que quiero. Amar a otros te hace dudar, pero es inevitable- el chico se puso de pie y caminó hacia la ventana abierta, recargando los codos en el marco de madera.-Recuerdo que Akos hizo esta pregunta una vez: “Si tuvieras que elegir entre salvar al mundo y la vida de tu hermano, ¿qué escogerías?”. Respondí “mi hermano, sin duda”, y fui castigado, porque un caballero de Athena no puede tener ese tipo de pensamiento- recordó esa ocasión, nunca se le iba a olvidar lo decepcionado que estaba Akos cuando no dijo la respuesta que él esperaba.
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Mensaje por Invitado Jue Dic 15, 2016 9:26 pm

Tomó el tapón para la nariz que le había ofrecido Piscis, metiéndoselo en una de las fosas sin pensarlo demasiado. Luego oyó su historia y se perdió, se perdió porque habían detalles que no se conocía. Al parecer Piscis asumió que seria capaz de entender sin el contexto adecuado, pero...

-Mugen era mejor que yo, igual lo maté.- Comentó sin tacto alguno. Luego intentó asimilar y procesar lo dicho por el motociclista, arrugando la nariz varias veces. Entonces lo supo. -Eres la persona más egoísta y engreída que he conocido jamás. Viajé de Japón a Grecia caminando y en serio que eres el tipo que más habla de sí mismo, sus problemas y de como todos están contra él. Lo que quieres, lo que buscas, lo que te hace molestar. Uh, hasta la muerte de ella--- Toqueteó uno de los pedazos de Santa que todavía estaban desperdigados por el suelo. ---fue todo "¡yo! ¡mio!" y bla bla bla. ¡Ja! ¡No pensé conocer al tipo más egoísta del mundo y al tipo más desinteresado entre los Santos! ¡Wuahahahahah! Uh. Me pregunto... Uh. Seguro Atem aceptaría a alguien tan engreído como tú sin importarle el detallito.- Se encogió de hombros. -Aunque no le gustan los tipos. Menos los malos Santos.- Añadió en voz baja mientras desviaba la mirada. No estaba viendo la cocina ni la comida que estaban en su campo de visión, sino rememorando como Atem besaba manos de chicas en Rodorio cuando las llevaba a su casa; todo un caballero sin duda, nada como él que era un perro o como Piscis, que era un agujero negro de ego y vanidad. -Vas a tener que comentarle eso a tu amigo pescado.- Levantó la pierna izquierda cuyo tobillo estaba rodeado por un grillete dorado con un clavo estilo aguijón manteniéndolo unido - el ropaje del Escorpión Celestial en forma pasiva. En ese momento se había olvidado de Piscis para hablar con la armadura, quien de seguro había escuchado todo como el espía subrepticio que tanto había probado ser. -Sí. Quizá.- Dijo mirando al grillete y luego a Yusei, así varias veces con rapidez nada disimulada.

-Wueheheh.- Rio ante el comentario de la cloth, irguiéndose por fin. -La respuesta correcta era "salvarlos a todos". Salvar al mundo ya es difícil, meter esfuerzo para alguien más es lo más obvio.- Comentó saliendo de allí en dirección al taller para buscar su ropa. Extrañamente le había dado frío en las pelotas, cosa rara.

Cinco minutos después salió vestido, sacudiéndose los pies. -Yo me voy.- Le dijo a Yusei. Caminando a la ventana abierta puso una mano sobre el marco, mirando afuera. Ya había entregado la carta y aunque había aceptado la oferta de comer, la verdad pura y dura era que no le caía bien Yusei de Piscis. Nombre japonés o no, se le antojaba insufrible. Llevando la diestra a la nariz sacó el tapón y lo tiró a la calle, estirando las extremidades para cerciorarse de que todo estuviera mejor. Por lo menos, consideró, ya no estaba mareado y sin manchas negras jodiéndole los ojos. -Gracias por la bañera, pero ya te di la carta y no puedo seguir molestando. Creo que no te caigo bien. Y tu no a mi, así que mejor...- Se volvió a encoger de hombros. Entonces la razón de su frío en las pelotas se reveló: un copo de nieve cayó sobre la mano en la ventana. Mirando como se derretía en su piel levantó la vista directo al cielo. -¿Nieva en esta estación?- Preguntó. Miles de copos ahora danzaban frente a él, cubriendo la ciudad con una espesa (y espontánea) cortina de blanco helado. Inesperado pero no desagradable. Le gustaba la nieve desde niño y ver algo así era por demás, una sorpresa divertida.
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Mensaje por Yusei Vie Dic 16, 2016 5:22 pm

-Tú eras el que deseaba saber- aseveró, observando al caballero de escorpio con indiferencia. No esperaba que comprendiera por lo que estaba pasando: nadie lo había hecho en el pasado, no esperaba que él comprendiera la situación. Ya no quería hablar más del tema, lo únio quería era que éste se marchara por donde vino, temiendo que las cosas empeoraran.-Me recordaste que tengo que recolectar lo que quedó de su armadura- se arrodilló para recoger los pequeños pedazos que quedaban de la armadura de su compañera. De nuevo tendría que enterrar algo simbólico a falta de un cuerpo, ya era costumbre.

Agachó la mirada, dejando sus ojos ocultos detrás de su fleco-Bien por ti, ya sabes dónde está la salida- no parecía estar herido por las palabras de Rintaro, pero lo cierto era que le dolían y mucho. En su vida había sido llamado monstruo, asesino, chico maldito, egoísta,  sin embargo eso no hacía que fuera más fácil de tolerar cada vez que lo escuchaba.  Estaba iracundo y triste, quería desquitarse con el santo de escorpio, pero explotar contra él no solucionaba nada. Reñir no traía a la vida a esa chica y tampoco reparaba el daño que sus palabras carentes de tacto le habían ocasionado. Ya ni siquiera quedaban lágrimas para seguir llorando, sólo deseaba descansar y recuperarse del mal rato que estaba pasando. No era sencillo perder a una amiga, enterarse de que el mal estaba propagándose en Asgard y que uno de sus pares dorados se apareciera en su puerta sólo para desestimar sus problemas.

Se acercó a una mesita de madera que había sobrevivido a la explosión de la chimenea, tomando una fotografía en la que aparecían él, Akos y su hermano mayor.-Quisiera que alguno de los dos estuviera aquí y me dijera que todo va a estar bien- abrazó el marco de la fotografía contra su pecho, intentando calmar el dolor. En ese momento Rintaro había dejado de existir al igual que lo que se encontraba a su alrededor. Sentía que flotaba en el espacio, aferrándose a los recuerdos de días mejores. Era todo lo que le quedaba.

Su rostro y sus manos se sentían fríos, al igual que su pecho. El departamento de Yusei fue cubierto gradualmente con nieve y finas capas de hielo, como si el invierno hubiera llegado exclusivamente a su residencia. Un cosmos helado había comenzado a envolver todo lo que se encontraba cerca del caballero de Piscis, quien parecía estar congelado en el tiempo, sosteniendo el marco de la fotografía, de pie, con nieve sobre los hombros.
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