{Dragon Princess} | Kamui |

Técnicas

Nobility Arrows:

Flashover:

Habilidad especial| Dragon Heir

Personalidad y Apariencia

Apariencia: Kamui mide 1.70 cm de estatura, su cabello es de color blanco, ligeramente ondulado y de un largo considerable, llegando hasta la parte baja de su espalda. Sus ojos son de una tonalidad rojiza intensa, haciendo que su mirada pueda llegar a verse “intimidante” para algunos, esto mismo sería su característica física más resaltable, de no ser por la particularidad de sus orejas, siendo que estas mismas terminan en forma puntiaguda, cual criatura de fantasía.

Cuando no porta su armadura dorada  suele llevar puesta otra más simple, la cual es plateada con detalles en color negro, y por comodidad dentro de su casa correspondiente, no usa calzado alguno.

Personalidad: Suele dar la imagen de una persona tranquila y reservada, pero a pesar de su pasado es bastante amigable y conversadora. Su desconocimiento del mundo exterior la hace alguien muy curiosa, interesada en aprender de todo aquello que la rodea, incluso a veces llegando a caer en la ingenuidad. Contrario a lo que algunos piensan tras conocerla, es bastante inteligente pues sabe aprovechar los conocimientos que adquiere con la experiencia.

Historia

Originaria de Corea del Sur; hija de una misteriosa mujer, amante del Emperador. Vivió durante toda su niñez y parte de su juventud encerrada en el Palacio, desconociendo el motivo de esto, hasta una edad un tanto más avanzada, y limitándose a imaginar el mundo que se mostraba detrás de aquellos muros. Tuvo una infancia dura, sin ninguno de aquellos lujos que normalmente le corresponden a cualquier descendiente de la realeza, recibiendo el mismo trato que se aplicaba a los trabajadores, e incluso exigiéndosele a sobremanera a comparación del resto de los guerreros; todo esto en caso de que llegase a existir la necesidad de defender sus tierras.
Llegó el momento en el que aquella necesidad se hizo presente, poco después de su decimonoveno cumpleaños, cuando aquél Palacio se vio atacado por enemigos extranjeros. No dudo ni un segundo en ir en búsqueda de su padre para protegerle del ataque, independientemente del poco contacto que hubiese tenido con él a lo largo de los años, y aún si eso significaba poner en un riesgo total su existencia.

Planeaba ayudar a su padre a escapar de su hogar para llevarle a un lugar seguro en cuanto derrotara a los atacantes... Sin embargo, no contaba con que los superarían en gran cantidad y mucho menos que en aquella guerra se presentare en su persona un fuerte dolor de cabeza que causó que perdiera la consciencia durante unos simples segundos para ella, más para el resto de los participes de aquella guerra había parecido una eternidad.

Al volver en sí, el resultado de aquella feroz batalla era uno que, de cierta forma, era esperado para ella, más no imaginaba que sería la causante de aquel paisaje. Numerosos cuerpos se encontraban en el suelo, unos sin vida y otros tantos agonizantes. Sacudió su cabeza, esperando que aquello fuese producto de su anterior desvanecimiento y que ella solo se atribuía acontecimientos que no le correspondían. Giró su cuerpo en búsqueda de su padre, a fin de cuentas todo aquello había sido con el único fin de mantenerle a salvo y, en ese momento, él hombre que buscaba hizo acto de presencia, con una expresión de terror plasmada en el rosto, una que jamás sería capaz de olvidar. La único que aquel hombre que siempre negó su existencia logró articular, fueron unas palabras que quedaron marcadas en ella:

"Siempre supe que eras un monstruo".
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Un par de meses habían pasado desde que Kamui  había llegado al santuario. Desde aquel día en el que entre empujones la habían sacado del pueblo como si ella fuera la mala de la historia, Kamui había estado vagando por el mundo, explorando lo vasto que este mismo era, y aprendiendo todo aquello que la limitante de encontrarse encerrada durante toda su vida no le había permitido. Recibiendo una invitación por parte de un grupo de mujeres, quienes se habían presentado ante ella como Santos al servicio de la diosa Athena, tras haberles auxiliado en una misión cuya dificultad excedía sus capacidades.

Los ideales de la diosa griega coincidían con los suyos a la perfección, por lo que  no se arrepentía de haber aceptado la invitación hecha a su persona por el grupo de mujeres con las que por azares del destino se había encontrado y quien sin decírselo, vieron en ella un potencial aún más grande que el de los santos normales.