El Despertar de la Ballena

-¡Ahhhhhhhhhhhhh!-, Diana se despertó con un gran bostezo. Sintió como varias partes de su cuerpo necesitaban un buen masaje, pero se tendría que conformar con estirarse hasta escuchar el delicioso pop. Su cabello se había vuelto un nido de gorriones, y había algo de baba seca en su mejilla. En fin una mañana común y corriente.

“Ambos ojos en su lugar, todos mis dedos en sus manos, y tengo la blusa de anoche. Parece que perdi mis bragas, lo cual significa que no dormí sola. Y el tipo sigue aquí, aish, que genial.”

-¡Oye! ¡Oye Despiertate! - Diana gritó mientras pateaba al pobre muchacho con el cual había compartido su cama. El guardia no fue capaz de reaccionar al abuso, y terminó aterrizando en el suelo.

- ¿¡Que!? ¿¡Que!? ¿Estamos bajo Ataque? ¿Nos habla la diosa? ¿El Patriarca? Que Paso!? -

- Ya es de mañana, osease que ya tienes que largarte, ¿captas? - sin darle tiempo a responder, Diana comenzó a lanzarle la ropa al muchacho, quien intentaba protestar pero no tuvo más opción más que comenzar a vestirse. Segundos después salía de la choza.

Diana suspiró aliviada, disfrutando de la nueva soledad y el espacio en la cama. Pronto tendría que vestirse e ir a entrenar. Pero pronto no era aun, y aun no era ahora, y ahora podía dormirse unos cinco minutitos más.

Un golpe en la puerta le despertó, al abrir los ojos pudo constatar por la oscuridad imperante que aun no había amanecido. Enfurufuñada maldijo su suerte y se puso de pie, a sus pies resbalo la sabana de áspera tela dejando al descubierto su cuerpo desnudo y lleno de cicatrices pálidas y moretones recientes. Se estiro y dejo que aquel que a la puerta esperaba, esperase un poco mas. No estaba para cumplir complacencias a aquella hora de la mañana. Se tomó su tiempo mientras el sonido de golpeas aumentaba en frecuencia y fuerza, seguro aquel inútil estaba radiando. Con toda la tranquilidad del mundo se preparó una taza de café e hizo sus 15 minutos de yoga obligatorio. Aquel sería un día desesperante debía estar lista para afrontar cualquier eventualidad.

Habían pasado ya 45 minutos desde que la puerta sonara por primera vez, aquella persona afuera se había cansado largo rato atrás y caminaba en círculos en derredor de la rudimentaria casa, asomándose por las ventanas en busca de llamar la atención de la amazona que terminaba su desayuno. Afuera el día comenzaba a aclarar. El despertador sonó con una chicharra penetrante y con pereza la mujer se levantó de la mesa para golpear el interruptor que trajo tranquilidad nuevamente a su hogar. El momento de afrontar la realidad iniciaba.

Con un suspiro y frunciendo el ceño se dirigió a la puerta, la cerro a su espalda y aseguro con candado mientras guardaba su llave en un pequeño bolsillo. Introdujo sus manos dentro de los pliegues de su ropa resguardándoles del frio matinal y comenzó a avanzar en dirección de donde sabia se le esperaba. No se detuvo al escuchar los pasos, ni se giró ante los gritos que buscaban llamar su atención. Más bien apretó el paso, quizás… solo quizás… si lo deseaba con suficiente fuerza aquel molesto guardia se iría y le dejaría en paz. Lamentablemente, no tenia tanta suerte.

-Grulla , con un demonio detente ya o tendré que repor… - Las palabras del hombre quedaron congeladas en su garganta cuando aquel par de gélidos cuchillos se clavaron en su rostro. Los ojos de la rubia fulguraban en la penumbra. –Por favor, sabes que no estoy haciendo esto por gusto. –Trato de arreglar el hombre sin poder esconder su furia, frustración y un poco de terror. –Tienes una misión… yo solo soy el mensajero… -Nuevamente pudo respirar cuando la mujer aparto su mirada de él y comenzó a andar -¿Por qué tiene que ser tan difícil? –Musito mientras miraba alejarse a la amazona que sabía bien su destino, el guardia se mantuvo alerta hasta que la figura de la mujer se fundió con la bruma. Hasta ese momento pudo respirar con un poco de tranquilidad, se persigno y avanzo de vuelta a su puesto deseando no tener que toparse nuevamente con aquella mujer.

Los cinco minutitos se volvieron pronto media hora, y esa media hora se volvió otra hora. Diana continuó durmiendo, hasta que su cuerpo se canso de descansar y el sol le dio de lleno en la cara, de tal forma que por más que Diana intentaba huir de él, simplemente no podía. Quejándose de ello, por fin lanzo lejos su sábana, y se levantó de un salto.

” Ya entendi, ya entendi, adios cama, te vere al rato. Creo. ”

-Ahhhhhhh! - Un nuevo bostezo salió de la boca de Diana, mientras que su mano comenzaba a rascar bajo su ombligo y descubrió que ya era hora de rasurarse. ”Quizás en la noche.”

Diana alzó los brazos lo más que pudo, estirando su cuerpo hasta quedar de puntillas y escuchar cómo sus huesos comenzaban a hacer pop pop pop. La vida de una Amazona de Atena no era facil. Tenias que levantarte, darle la vuelta al santuario para ver que no hubiese invasores y entrenar para mantener la forma. Había muy poco tiempo para asuntos personales.

Pero aquel dia Saori, es decir Atena, había salido, algo que tenía que ver con una clase de torneo con su hermano Abel. Era un concurso de quien aguantaba mas tortazos, algo muy típico griego. Sin Atena el santuario solo era un conjunto de edificios viejos, así que no había nada que proteger, por lo cual Diana sentia que tenia el derecho de tomarse las cosas más relajadas de lo normal.

Como quiera, tenía sus deberes.  Así que, tras reencontrar su ropa interior, arreglar el nido de golondrinas que era su mata, hacer y beber un exquisito café irlandés, y desayunar un par de eggos de tostador, Diana estaba lista para salir de su choza y enfrentar el dia.

Ensimismada andaba la mujer, renegando cada paso que su cansino cuerpo tenía que dar en dirección de su maldito compromiso. No sabía a ciencia cierta de que iba todo aquello, pero teniendo como referencia las misiones suicidas que todos los santos de la dichosa diosa de la “guerra y sabiduría” no podían esperar un buen resultado. Pateando piedras y maldiciendo de cuando en cuando eventualmente encontró frente a una insignificante choza, no muy diferente a la suya, de la cual emergía el rítmico sonido de los ronquidos de lo que creía seguramente era un hipopótamo o alguna bestia eldrica.

-Maldita perra perezosa… ojala se ahogue en su propia baba asquerosa… cuanto la odio… -Musito la pelirrubia apretando los puños y pensando en la manera más dolorosa en que podría deshacerse de aquel lastre en su vida. –Ufffffff… -Exhalo contando hasta diez mientras sacaba su celular, el cual como siempre no tenía conexión. Un motivo más para odiar aquel estúpido lugar. Sin más, comenzó a andar en derredor de la choza elevando el aparato, esperando obtener un par de barras para pasar el rato.

Su suerte no mejoraba, pues apenas comenzaba a cargar su twitter cuando el sonido nada armónico de la que sería su compañera comenzó a hacerse escuchar. –Tan delicada y grácil como un maldito elefante ciego… -murmuro entre dientes acercándose nuevamente a la puerta, elevo su puño y toco sin miramientos segura que le escucharían esta vez hasta lo más profundo del inframundo. Quizás… si era lo suficientemente insistente incluso Hades regresaría de la muerte para matarla… se podía soñar.

Diana se había puesto decente y estaba por comenzar su día como un miembro más de la carne de cañón del santuario, cuando de pronto escucho que alguien tocaba fuerte y groseramente la puerta.

Su molestia se hizo notar de inmediato, puesto que teniendo ya la mano en la manija, Diana le soltó. Sin siquiera intentar ocultar que se encontraba del otro lado de la puerta, Diana se dio la media vuelta y regresó a la cocina. Quizás por primera vez se haria algo mas elaborado que unos eggos. Quizás sacaria algo que tuviera que meterse en el microondas.

” ¿A quien demonios se le ocurre venía a joder tan temprano? Osea, ¿que no saben que una tiene cosas que hacer? Equis supongo. Ya lideare con eso. ”

Abriendo la nevera, Diana se puso a ver entre sus opciones cual le terminaria gustando mas. De paso se dio cuenta que pronto tendría que reabastecerse de víveres, lo cual era un fastidio pues ciertas cosas no llegaban hasta el muy diminuto pueblo de rodorio. Tendría que ir hasta Atenas y esperar que la moneda no se hubiese devaluado aún más. Mas mientras pensaba esto, Diana sintió una vibración contra su pierna.

” No me digas que se me olvido quitarme ”

♪♪ Let's have some fun, this beat is sick, I wanna take a ride on your disco stick ♪♪

-Ah, solo era mi celular - Diana cerró la nevera, y contesto el telefono, - ¿Alo? Ah eres tu. ¿Que quieres? ¿¡Ahorita!? ¡Claro que se que hora es! Espera, ¿tu enviaste para que me despertaran? Al diablo con tu deber viejo pedofilo, puedes metertelo en la parte más negra de tu culo! Aish, ¡Esta bien! ¡Ya voy! - colgando lo más fuerte posible sin romper la pantalla, Diana se sentía molesta de pronto. Las cosas habían cambiado y tenía que abrir la puerta.

Apurando el paso, tomó su caja de pandora y la puso sobre sus hombros pues de seguro tendría que verse “oficial”. Abriendo la puerta de par en par estaba lista para gritarle a quien estuviera detrás. En vez eso, se sintió algo anonada por la persona frente a ella.

Era como si alguien hubiese hecho un clon de ella. Bueno, era como si alguien hubiese hecho un clon de ella pero le hubiese quitado los senos, el culo y el deseo de vivir. No importaba llevaba prisa, - Tu eres Grulla verdad? Vente, que nos estan esperando. - Aviso y comenzó a correr sin esperar a la otra rubia.