Biblioteca de Oro

Tiempo de exploración. El mundo tenia una larga lista de maravillas y horrores. De sueños, eldricos, fantasiosos...cualquiera que pudiera desear, cualquiera que ansiara vislumbrar. Pues de las pesadillas nacía la gloria o de la gloria el terror. Así avanzaron, así se movieron en la historia. Y no había nada más aborrecible, temible y de pavor que un héroe.

Su viaje la llevó a Atenas, ciudad cercana al Santuario - mas sin embargo fuera de su jurisdicción directa. Era un sitio caluroso y soleado, lleno de la típica esperanza que muchos encerraban en sus corazones, todo eso que pretendían no los atraparía jamás. Podía decir que eran cálidos en cualquier sentido que se le antojara conjurar. Algo curioso e infausto, pero...carecían de importancia. Para ella, andando con altos tacones que sonaban con fuerza en la roca de las calles, solo existía un sujeto de interés.

Marco. decía ella entre dientes, silbando. Llevaba unos cuantos días ya en la búsqueda y el éxito se le iba como arena en las manos. Bien podía darle el parte a Pan para que encontrara a su sujeto, pero no quería molestarlo más de lo necesario. Al fin y al cabo, ella también necesitaba su tiempo para coqueterías. Marcooo volvió a pronunciar. Ese día usaba una gabardina fresca junto a un vestido blanco con franjas oscuras, conjunto que estilizaba su ya prodigiosa silueta. Con varios retazos sueltos que se abrochaban con botones plateados de relieve de boas y periquitos, asió el tomo que llevaba en su diestra. Para distraerse de fallar en la búsqueda de aquel hombre se metió varias veces en la biblioteca que para su fortuna, tenia una impresionante colección de literatura erótica. Aparte de otras cosas, pensó acomodando un mechón suelto con la mano enguantada libre. Marc...eeek. Ay.

Cayó al piso. Y no por gusto: frente a ella había un hombre bronceado de hebras doradas que la tropezó justo frente a los escalones de la enorme biblioteca. Lo más delirante eran sus ojos soñadores.

Aaay. Eso no me lo esperaba. reclamó, tanteando el suelo buscando su libro.

Era un día normal en la ciudad. Soleado, cálido, animado, ideal para pasar tiempo en la intemperie. Pero Atem no estaba fuera por gusto, no del todo. Tocaba hacer compras, parte de la rutina, y como era costumbre, se tomaba su tiempo para pasar por la biblioteca. Era uno de sus lugares favoritos en toda la ciudad. En sus ratos libres acostumbraba leer y allí había de todo lo que se pudiera imaginar. Desde que dejó atrás todo lo que tuviera que ver con el Santuario tenía una vida bastante pacífica, tenía todo lo que quería y necesitaba, quizás lo que dentro de sí siempre había deseado.

Vistiendo un atractivo y bien arreglado conjunto casual, se adentró al edificio. Su caminar era lento y despreocupado, iba mirando el camino pero su mente estaba en otra parte. Sumergido en pensamientos no se dio cuenta que alguien caminaba cerca de él hasta que la vio caer. Retrocedió alarmado al notar que la mujer de curiosa cabellera rojiza permanecía en el suelo, buscando algo. Entonces vio el libro.

—Lo siento, iba distraído y no veía por donde caminaba —respondió Atem con una disculpa. Quizás no había sido del todo su culpa, pero siendo alguien muy correcto y educado, fue inevitable el disculparse al ver que el choque había provocado que la mujer cayera. Agachándose tomó el libro que había caído a su lado y se lo ofreció, echándole una mirada a la portada en un impulso de curiosidad—. Esto debe ser tuyo. Permíteme ayudarte. —dijo después extendiendo una mano para ayudarle a ponerse en pie.

Polo... murmuró Jade arreglando un mechón salvaje. Frente a ella tenía al hombre que había buscado esos días, y si no fuera porque lo suyo eran las señoritas de cabello lacio y piel humectada con cremas, quizá hasta habría dicho que era guapo. Esos ojos, vaya. De verlos en una oficial Jenny ni lo habría pensado. Yo...sí, tienes razón. Es mío, je. respondió al fin, sacando de su cabeza los pensamientos sucios que se le vinieron a través de esos ojos, la oficial en la comisaría y el libro erótico que el bronceado le extendió. Ayudada por aquel se puso de pie, sacudiendo su vestido. Muchas gracias querido. Disculpa...soy Jade. Jade Stryga. ¿Con quién tengo el placer? preguntó. Como parte de su educación tomó las puntas de su falda y ofreció una sutil inclinación - el rostro de la clase y protocolo.

Entonces se dio cuenta que al tomar su libro, lo dejó con la portada expuesta. En ella una mujer en una pose sugerente usaba mallas y medias de encaje de red de pesca. Llevando una mano a su boca, la pelirroja se sonrojó. No es lo que parece. Es mil veces peor. Ciertamente, las aventuras de una mujer que salvaba el mundo mediante el amor y sesiones candentes de castigos divinos no era la literatura común. Mucho menos al leer el capítulo cinco. Incluso menos al nueve. Venía a devolver este libro a la biblioteca. ¿Vas allá tu también? preguntó, todavía cubriendo su boca. Otra parte de su formación: los hombres no debían ver sus dientes. Era de malas personas. Y frente a ese hombre particular, debía ser la mujer mas entera y educada del planeta. No me digas que vas a la misma sección que yo. Aaaaaah. apretujó su rostro entre ambas manos, agitando la cabeza en un gesto de vergüenza. Hasta zapateó un poco de solo pensarlo.

—Atem. Mi nombre es Atem. —se presentó inclinando un poco la cabeza en forma respetuosa. La dama frente a él parecía ser una persona educada, así que no dudó en responderle del mismo modo. Todo iba bien hasta que Jade lo atrapó viendo la portada del libro. No es que le impresionara lo que hubiera visto (no era ajeno a esa clase de textos), pero no quería quedar como un entrometido. Demasiado tarde, se dijo.

—Descuida. Sea lo que sea... está bien. —comentó intentando sonreir normalmente. Pero para sus adentros pensó que el mensaje de la imagen en la portada era demasiado evidente como para no ser lo que parecía. O bueno, al menos lo que Atem creía que parecía. La mujer se había mostrado avergonzada y podía entenderla. Sin embargo, él no era la clase de persona que juzgara a otros por sus gustos, por lo que tampoco le causó mayor impacto.

—Así es —asintió cuando le preguntó si se dirigía a la biblioteca también—. De hecho, suelo venir a la biblioteca con frecuencia —y no recordaba haberla visto a ella antes. Pero eso no era algo que le llamara la atención realmente— disfruto mucho de la lectura y en este lugar es posible encontrar una gran variedad de temas. ¿Has estado aquí otras veces? —preguntó por mera curiosidad.

Entonces llegó el siguiente comentario. Esta vez sí lo tomó por sorpresa y no pudo evitar evidenciarlo en su expresión. Se sintió avergonzado, porque creía saber de qué hablaba y la verdad era que la literatura erótica sí le llamaba la atención. Pero tampoco quería sonar tan interesado.

—Bueno, en realidad... —farfulló un poco apresurado—. He venido a averiguar si hay algo que pueda interesarme. Con respecto a la lectura tengo gustos variados, pero quizás conozcas de algún libro interesante que puedas recomendarme.

¿Atem? Lindo nombre. Me recuerda a la versión arábica de Adán. comentó Jade con un dedo en la boca, mirando al cielo. Vengo aquí con frecuencia, aunque no desde mucho. Verás, acabo de llegar a Atenas para un trabajo y la biblioteca es el único sitio de esparcimiento que pude encontrar. Todo lo demás son clubes y antros...una señorita no debe ir allá por si sola. ¿No te ha pasado que intentan tocarte o te acosan? Es desagradable. Esa gente...es como si no tuvieran modales, o padres. No respetan el espacio personal. Los libros...los libros son algo diferente. Stryga acercó su rostro al de Atem, manteniendo una distancia prudencial. ¿No piensas en los libros como tus amigos? Ellos no te traicionan, te dan todo, son fieles y debes cuidarlos. Te entretienen, dan alegría, pasión...romance, aaaaaaaah~ la pelirroja volvía a agitar la cabeza con las mejillas entre las manos. Amo los libros. Son los mejores acompañantes que puedes tener en un viaje largo. Por supuesto, también tengo un mejor amigo, Pan. ¿Tú tienes un mejor amigo?

Luego oyó lo último, haciéndola ladear la cabeza y sonrojarse. Cerrando los ojos unos instantes rumió en su cabeza y los registros que tenia de la biblioteca de Atenas, abriéndolos de par en par para tomar la mano de su interlocutor y salir corriendo hacia la entrada.

¡Tengo muchas sugerencias para ti! ¡También de las eróticas! añadió en un susurro exclamatorio, todo un oxímoron, mientras se tapaba la boca y miraba a Atem con ojos picarones. Al pasar las puertas dobles transparentes paró su corrida, estirando las piernas y girando los hombros. Perdón perdóooon~ pero no me pude contener. se disculpó, soltando una risita más. Ahora bien, querido y bronceadito Atem ¡empezaremos por ciencia ficción! ¿¡Estás listo!?

Escuchó interesado el relato de aquella peculiar dama que según mencionaba sólo estaba en Atenas por un trabajo y curiosamente podía decir que compartía gran parte de sus ideas expuestas. O al menos podía comprenderla.

—He conocido muchas personas deshonestas y mal intencionadas y sí, puedo afirmar que los libros a veces son absolutamente una mejor compañía. Todo lo que busques pueden ofrecerte —confirmó lo dicho por Jade—. Pero siempre es bueno tener alguien querido en quien puedas confiar y con quien compartir tu tiempo. —Porque los libros no pueden escuchar y comprender a uno. Pero sí un buen amigo, pensó cuando la mujer lo mencionó. O una pareja, añadió mentalmente. No todos en el mundo eran personas confiables, pero que las había, sí las había—. Tengo buenos amigos, pero hay alguien muy especial que siempre me acompaña en todo momento —manifestó con una sonrisa suave—. Aunque él es mucho más que un mejor amigo. —Era su novio, de hecho.

Inesperada fue la premura con que la mujer lo llevó —casi arrastrando— dentro de la biblioteca. Atem admiraba el inusual entusiasmo que ella mostraba por la lectura. Él amaba los libros, pero el comportamiento efusivo de la dama pelirroja no dejaba de sorprenderle.

—Está bien, no te preocupes —dijo finalmente tras la disculpa, aunque debía admitir que sí lo había tomado desprevenido—. Por lo visto sabes mucho de libros, es admirable. Será un placer acompañarte y escuchar tus sugerencias. —Fue entonces que Jade mencionó un género en particular—. Ciencia ficción... No es algo que acostumbre a leer con mucha frecuencia pero imagino que debe haber contenido interesante. Es un buen lugar por donde empezar, te sigo. —Sí, era bueno probar cosas nuevas de vez en cuando.

Jade rió, tanto por fuera como por dentro.

¿Era aquel el portador del Virus de Oro? Toda una elección inusual por parte de Discordia. Aunque, al final, cada era en que aparecía demostraba ser un ejemplo de pensar fuera de la caja. Quizá ese era el verdadero mérito de esa mujer tan horrenda.

¿Mucho más? ¿Es tu mejor amigo en todo el mundo? ¿Es tu hermano? ¿O tu novio? Ay ¡no me digas! ¿¡Es todo eso!? ¡Aaaaaaaah! dijo ella sonrojándose, apretando aún más las mejillas, balanceando su cuerpo en el vestíbulo de la biblioteca. Quien lo diría, quizá haber elegido a ese hombre como el Portador si había sido adecuado.

Luego se detuvo y se controló, sacudiendo su falda.

Bien ¡ya! Tengo que ponerme seria. Veamos. Ciencia ficción... Jade condujo a Atem por el primer pasillo, sacando varios tomos que colocó en una cesta recogida a un lado. Mal por el que la abandonó, pensó. Mira esto, es el primer libro que sacaron de Guerra de las Galaxias. Hay romance entre los dos hermanos...antes de que revelaran que eran hermanos dos películas después. Incesto no intencionado ¿espeluznante verdad? dijo ella lanzando el libro en dirección a Atem. Es uno bueno de todas maneras. Si sacas el incesto y los cristalitos que hablan. Ooooh. Éste. Éste SÍ es bueno. comentó sacando el libro de título largo que hablaba de gelatina asesina. Es de Australia. Un proyecto del gobierno que salió mal y del que una gelatina asesina empieza a comerse a toda la ciudad. Me recuerda a los rumores que hablan por aquí de una ciudad cercana... ¿Kaus era? No me acuerdo. Pero si dijeron que había oro que quemó y se comió a todos ¿suena loco verdad? Uno pensaría que en estos tiempos tan avanzados ya habrían dejado de lado tantas supercherías.

Atem no podía evitar reir ante las ocurrencias de Jade, cada frase que salía de su boca lo tomaba por sorpresa y lo dejaba pensativo sobre su respuesta. Eran pocas personas las que había conocido en su vida con una personalidad tan inusual, uno de ellos había sido su mejor amigo tiempo atrás. Recordarlo le hizo pensar en aquellos tiempos que se sentían tan lejanos.

—No, todo eso no —negó riendo al volver a la realidad—. Es mi pareja. —aunque sonaba simple significaba mucho más para él—. Pero es una persona muy importante para mi. Por eso, es más que un amigo. De todos modos... —estaba hablando demasiado. Dudaba que a Jade le interesaran mucho los detalles de su vida, y él de hecho, era bastante reservado al respecto cuando hablaba con extraños—, creo que tienes razón. Continuemos.

Siguió a la pelirroja por el pasillo. Observando los libros que se exhibían sobre el tema la escuchó hablar. Tomó el libro que ella le arrojó y lo miró un momento.

—No lo he leído, aunque sí conozco las películas. —incesto, vaya. No era muy fanático de eso. Él no tenía hermanos como para pensar en la situación pero sonaba bastante inquietante de sólo pensarlo. De igual manera, si ella decía que era un libro interesante, lo tendría en cuenta—. Sí suena inquietante pero... creo que puedo darle una oportunidad.

Continuó despreocupado, observando con calma las opciones de lectura que tenía, hasta que Jade mencionó los sucesos de ciudad Kaus y los recuerdos volvieron a él. Lejanos sí, pero estaban ahí aun latentes. El silencio se apoderó de la sala un momento, tardó en responderle.

—No son sólo rumores —dijo finalmente sin mirar a su acompañante. El tono de su voz había cambiado, sonaba más serio. Hasta incluso ignoró la sugerencia del libro—. Suena impresionante, pero en verdad sucedió de esa forma. Fue incluso más horrible de como suena, no podría explicarse fácilmente en palabras —mucho menos desde su perspectiva. Él había estado ahí en ese preciso momento... y sobrevivió. No era sencillo explicar el sentimiento de aquel entonces—. Muchos murieron ese día —otra vez se quedó en silencio. Suspirando después de un momento, retomó la palabra—. Disculpa. Me incomoda un poco hablar de ese tema —volvió a mirar a Jade. Intentando sonreir lo mejor que pudo quiso cambiar el tema—. Mejor sigamos con lo que estábamos. ¿Por dónde ibamos?

Pudo sentir el pulso del Virus de Oro. La mención de la tragedia en Kaus fue suficiente para obligar al poder dentro de Atem a palpitar; venas y sangre áuricas corriendo dentro de aquel hombre, un cúmulo de poder indómito que llamaba al desastre. A la discordia. Ocultó una sonrisa, su rostro expresando desconcierto y empatia a las palabras que explicaron el viejo suceso.

Oh, no sabía. Creí que solo fue una fuga de gas malinterpretada. se tapó la boca, sus cejas dobladas justo al ángulo perfecto. Pero está bien, comprendo. A ver a ver ¿en qué íbamos? Ah sí. Dime, esa persona especial, ¿qué sabes de ella? ¿Qué comparten? ¿Por qué te hace sentir especial? Quiero decir, por como hablas de él...debe hacerte sentir como un rey. Regalos ¿acaso? ¿Te dio una pijama? ¿Un cuarto? ¿O una caaaaaaasa?~ inquirió, abrazando sus mejillas con las manos de manicura perfecta, sonrojándose. ¿Acaso tiene familia? ¿Hermanos? ¿Cómo se conocieron? ¿Cómo te enamoraste? ¿Fue como una novela romántica? ¿Acaso tuvieron una cena en algún restaurante y comieron juntos porque no había más puestos libres? ¿Por qué lo amas? Uuuuuuh, me causas curiosidad. Alguien como tú seguro tiene a otra persona linda al lado. ¿Es amable? ¿Tiene muchos amigos? Respondeeeeeeee~ volvía a girar sobre su misma, su falda ondeando con estilo. Al parar, quedó frente a un anaquel, estrellitas girando sobre su cabeza. Oh, mira esto. Este libro es bueno: es una cazadora de hadas que soluciona todo con...bueno, je, metiendo a todos en la cama. Suena raro ¿no? Solucionar todo con sexo. Aaaaaaaaaaieeeeeh. Eso no es algo que deba decir una señorita ¡seguro que no!

Corrió alrededor de Atem, sonrojada. Tomando varios libros de las estanterías aledañas fue metiendo libros de distintos géneros en una cesta que agarró de primero, dejándola frente al chico de oro. Y si pretendía algo, era hacer que contestara todas y cada una de las preguntas formuladas. Así tuviera que insistir sobremanera.