Welcome to the first day of the rest of your life...

Habían pasado ya dos días desde aquel desafortunado evento y debía decir que se sentía muy satisfecha con la forma en que había resuelto la situación. Por un lado, no había sido necesario el que peleara o asesinara a la molesta mujer que había amargado las últimas semanas de su existencia. ¿Quién lo hubiera dicho? La violencia parecía no ser la respuesta a todos los problemas, el mundo de la gente común y corriente le había enseñado tanto.

Por el otro lado, a la mañana siguiente, mientras la antigua portadora de Grulla revisaba los clasificados en el periódico tratando de decidir si debía decantarse por un trabajo en el puerto o asistir a un casting de lucha libre su teléfono celular desgarro el silencio de su derruido apartamento. La conversación que tuvo lugar entre ella y la persona al otro lado de la línea fue corta, pero suficiente para regresar el buen humor a su persona.

Así pues, esta mañana se había levantado temprano para iniciar su arreglo antes de su rutina normal. Se lavó los dientes, se peinó exhaustivamente y limpio su chaleco de brillante color fosforescente que formaba parte de su uniforme. Tenía de vuelta su trabajo. Ciertamente le había resultado sorpresiva la llamada e incluso había algo extraño en la manera en que el capataz se dirigió a ella. Había considerado por un momento retornar al orgullo, pero se decantó por un curso de acción diferente.

Le gustaba aquel lugar lleno de hombres, imprecaciones y polvo, conocía a todos en el lugar y estaba cerca de su apartamento. Así pues, ignoro la desesperación del capataz y todas las luces de alerta que aquella llamada encendió. Tenía trabajo ¿Quién se ponía a verle los dientes al caballo regalado? No ella.

Llego primera aquel día al lugar de construcción, saludo a todos quienes le felicitaron y externaron lo bueno que era tenerle de vuelta. Incluso alguien le invito esa noche a ir al bar a ver un partido de fútbol. Todo marchaba como cualquier día. Se disponía a iniciar con sus labores cuando uno de sus compañeros se acercó para pedirle que se le llamaba en la oficina del capataz, sabiendo que quizás aquel hombre quería darle alguna recomendación se encamino a aquel lugar con paso seguro. Incluso dibujo una mueca suave en su rostro que era lo más cercano a una sonrisa bienintencionada. Se detuvo ante la puerta del tráiler que fungía la función de oficina y llamo a la puerta esperando a que le permitiesen entrar.

- Pasa, Pasa. Por favor toma asiento y dame un segundo para terminar esto. -

El hombre sentado del otro lado del escritorio paso un pañuelo por sobre su frente, secando el sudor que se había depositado entre su piel. Mantuvo sus ojos en unos papeles por unos cuantos segundos, para entonces levantar la mirada y poner su atención en la mujer a quien había llamado.

- Buenas Anne, Como te ha tratado la vida? Espero que bien. Bueno dejame ser el primero en darte la bienvenida de vuelta oficial por parte de la compañía. -

El hombre intentaba sonreír, pero más que seguro terminaba viéndose más bien un poco perturbador. Había extendido la mano hacia la mujer que estaba recontratando, en un gesto que parecía mucho más oficial que los papeles que había estado inspeccionando momentos atrás.

-Bueno Anne, que puedo decirte? Seré el primero en pedirte disculpas por lo del otro dia. Eres una muy buena trabajadora, pero eras la mas nueva y pues cuando algo así sucede los altos mandos suelen pedir la cabeza de alguien, y que puede hacer uno? Pero soy un hombre que sabe admitir cuando estuvo mal, y hago lo posible por enmendar mis errores. -

Terminando de decir aquello, tomó uno de los papeles en su escritorio y lo extendió hasta su recontratada trabajadora.

- Queremos que quede oficial, así que te estoy ofreciendo un puesto permanente en la compañía. Básicamente es que vas a seguir haciendo lo mismo, pero ahora te vamos a pagar en serio. Felicidades. Claro habrán unas cuantas responsabilidades más, te extenderemos un poco las horas de trabajo para que sea jornada completa, y estarás a cargo de tus áreas en vez de tener que responder a alguien más aparte de mi. Tambien -

La explicación fue cortada, cuando en la puerta se escucho un leve más sonoro golpeteo. El hombre volvió a secar el sudor de su frente, pero se veia mas seguro de sí mismo. Parecia como si ya hubiese hecho las paces con su creador.

- y esa debe ser tu siguiente responsabilidad. Pasa! Ayer contratamos a alguien mas para que nos ayudará con la construcción. Es novata pero muestra ya mucho potencial. Quiero que le enseñes lo que sabes, y le des las bases por ahora. -

Dia 26, 07 horas con 45 minutos, Europa

La puerta fue abierta, dando paso por fin a su figura, llevando aquel mismo chaleco que su maestra y portando un casco de seguridad sobre su cabeza. Una gran sonrisa cubría su rostro. No podia encontrarse mas feliz.

La mujer había tomado el papel de escucha a lo largo de aquella conversación unilateral. Consideraba que era innecesario su intervención y meramente se contentó con asentir cuando fue necesario, “sonreír” en los momentos que lo ameritaba y soltar algún monosílabo de cuando en cuando. En aquella especifica situación, era lo mejor que podía hacer por su causa y para darle espacio a aquel hombre que sudaba cual maratonista veraniego.

-No tiene idea de lo agradecida que me siento, de verdad aprovechare esta oportunidad que me dan al máximo y hare todo lo posible para alcanzar e incluso superar las expectativas que tienen de mi. –Exclamo la mujer al tiempo que el hombre se colocaba de pie en dirección de la puerta de la pequeña oficina. En aquel momento se giró en dirección al escritorio, dándole la espalda a quien quiera que fuese a entrar por la puerta.

Se sentía extática, las cosas habían resultado mucho mejor de lo que había esperado. Sabía que el trabajo en si no era muy glamuroso, pero era algo que disfrutaba y el aumento de sueldo le permitiría el darse algunos lujos extras como agua caliente en el departamento y una trampa para ratones. ¿Qué puede salir mal ahora? Se preguntó ingenuamente al tiempo que sentía un pequeño golpecito en su hombro.

Se giró con una amplia sonrisa extendiendo su mano al frente en un saludo cordial e incluso comenzó a exclamar. –Buenos días, es un gran placer… -Las palabras se le atoraron en la garganta al contemplar a la chica de cabellos oscuros que estaba de pie al lado del capataz, aquello no era posible. ¿Estaba durmiendo y se encontraba en medio de una pesadilla? ¿A qué deidad había insultado en su vida pasada que se burlaba de ella en esta tan cruelmente?

Perdió el color de manera repentina y su cuerpo comenzó a temblar levemente. El capataz al notar eso se sobresaltó y dando un paso largo se acercó hasta la mujer para ofrecerle un vaso de agua. –¿Te encuentras bien? ¿Debería llamar a los paramédicos? –Indago tratando de solucionar algo que  no tenia solución. Estaba maldita y Sofia era su castigo.

Dia 26, 8 horas con 1 minuto, Europa

Realmente apenas y podía contener la emoción. Todo había salido exactamente como había planeado. El hombre había escuchado a sus palabras, y había inclusive por su cuenta encontrado la forma de hacer que todo pasase. Si no hubiese sido porque fue él quien originalmente había despedido a su Maestra, lo tendría en alta estima. Al menos era alguien que podía escuchar a razones.

Solamente había tenido que escuchar unos cuantos momentos, mientras esperaba justo detrás de la puerta. También había tenido que esperar a que su Maestra atravesase la puerta, pero aquello no era algo que debía de ser mencionado. Era justo como cuando la estaba siguiendo hace unos días.

El hombre había comenzado su discurso, y era uno largo al parecer. Sentia algo de ansias pero no importaba, llegaría a donde debía de. Se había asegurado de ello, y si no lo hacía habría consecuencias. Consecuencias que para el hombre no valían realmente la pena el no hacer lo que se le había pedido.

Cuando el hombre comenzó a hablar de las responsabilidades, alegremente toco la puerta. Se sentía muy emocionada, volvería a trabajar con su maestra. Además aprendería cómo era que estaba utilizando ese trabajo para continuar con su entrenamiento.

- Hola, Estoy lista para aprender todo lo que usted tenga que enseñarte, Señora que desconozco por completo y a quien nunca había visto en mi vida. -

Mientras su maestra sentia una emocion tan grande que casi se desmayaba, ella solamente sonreía, expectativa a que su maestra tomase su mano. En verdad aquel día sería el principio del resto de su vida.

Era su culpa el que aquella repentina aparición le hubiese tomado tan desprevenida. El haber dejado el santuario le había hecho débil y confiada. El haber creído que la reprimenda dada a Sofía dos noches atrás hubiese sido suficiente no había sido más que una ingenuidad… la amazona de Mosca era una cabeza dura y hacerle desistir de sus planes requeriría mucho más que un golpecito en la mano. Su pesadilla estaba apenas por comenzar.

El hombresillo se había acercado hasta ella tomando de la mesa un legajo de papeles con los cuales le lanzaba aire tratando de hacerle reaccionar mientras miraba de manera incomoda a la morena que se mantenía a buena distancia, sonriente y muy satisfecha de sus acciones. Maldita desgraciada… todo era parte de tu plan pensó para si la antigua amazona haciendo un gesto suave con su mano tratando de tranquilizar al hombresillo que respiró más tranquilo ya que le vio reaccionar.

-Vaya, creo que la noticia te afecto mas de que esperaba. ¿En verdad te encuentras bien? ¿Quieres una botella de agua? Creo que hay uno en la bodega… -Aquella era una oportunidad que no debía dejar pasar, Calliope asintió manteniendo en su faz un gesto afectado. –Oh muchas gracias, creo que es lo que necesito. Es mas, si pudiera traerme una dona, creo que es una baja de azúcar. –Aquella explicación pareció convencer al hombre que meneo su cabeza animosamente lanzándose en dirección de la puerta. -Vuelvo enseguida, descansa Annie… Sin mas el hombre salio de aquel lugar dejando a ambas mujeres solas.

Apenas la puerta se cerro a su espalda, Calliope se puso de pie y se lanzo sobre aquella molesta mujer deribandole para colocar su rodilla en su pecho y su mano en su cuello. –Esto es tu culpa… ¿verdad? No es necesario que respondas, maldita sea… ¿Por qué no puedes largarte y dejarme en paz? –Indago sin poder ocultar la frustración que aquello le causaba.

Dia 26, 8 horas con 10 minutos, Europa

Su maestra realmente era una buena actriz. Esto lo sabía porque por un minuto se preguntó si en verdad había recibido tanto impacto emocional como para debilitarse. Aquello no lo creía posible, pues su maestra era una mujer extraordinariamente fuerte, pero no podía evitar preocuparse. Acaso había logrado hacerla sentir mucho más allá de sus límites?

La respuesta a esa pregunta fue un repentino y decisivo no. Tan pronto como el hombre había salido en busca de la dona pedida, sintió como era empujada con fuerza contra el suelo, aterrizando con un estruendo que de seguro había sido oído por varias personas en el área alrededor. Su maestra había puesto su rodilla contra su pecho, mientras su otra mano estaba intentando estrangularla.

La nostalgia era potente, y de pronto no era Sofia Amazona de Plata de Mosca Abeja. No, era Sofía la aprendiz a Amazona bajo el tutelaje de la maravillosa mujer que estaba justo encima de ella, clavándola contra el suelo, sus manos posadas sobre su cuerpo en un gesto dominante. Era tal y como lo recordaba: Su maestra, ella y el suelo.

-Arregle las cosas...maestra -

Su voz sonaba más pesada, probablemente por la rodilla que tenía justo encima de su pecho. La fuerza de la mano de su maestra alrededor de su cuello provocaban que los colores se fueran a su rostro, mientras ella no hacía nada para liberarse. Al final solamente era un vil insecto que estaba allí rogándole a su maestra en volverla una mujer poderosa, justo al igual que ella.

-¿Arreglar dices? ¿Que demonios esta mal contigo? Exclamo con un dejo de desesperación frustrada la mujer apretando aun con mas fuerza el agarre en aquella zona tan vital del cuerpo de su antigua aprendiz. En aquel momento de poder hacerlo, la chica de ojos azules le habría abierto la garganta con sus propios dedos... se hubiese bañado con su sangre regocijándose de terminar con tal suplicio. Lamentablemente, tal cosa era imposible.

Antes de que pudiese hacer algo para dar fin a su precaria situación, la puerta frente a ella se abrió. Rapida y ágil la mujer se lanzo a un lado alejándose solo lo suficiente de Sofia para no despertar sospecha alguna. -Oh mi dios, señorita Annie ¿Esta usted bien? ¿Que hacen ambas en el suelo? -Indago el hombre avanzando en dirección de la rubia, no sabiendo si ofrecerle su mano o la dona que había ido a buscar para ella.

-Lamento tanto preocuparle. Ha sido un accidente, trate de ponerme de pie y sin querer resbale. La señorita... aquí presente trato de ayudarme y termine derribándole también. -Se disculpo la rubia con una sonrisa apenada, poniéndose de pie tomando el brazo del hombre como apoyo continuo. -Temo que me siento indispuesta,¿sera posible que me tome medio dia... solo necesito descansar un poco y después... podre ayudar a la señorita. La idea le pareció perfecta al hombre quien dio un aplauso olvidando que aun tenia la dona entre sus manos, el confite quedo arruinado.

-Perfecto, no se diga mas. Podrá ir a la enfermería y descansar, tómese el tiempo que necesite. Calliope hizo una breve afirmación y se disponía a salir cuando la voz nuevamente del hombre le informo. -Sera una buena oportunidad para que le muestres a tu nueva recluta la zona. Buen día. Sin mas el hombre les despidió de su presencia dejando a una en garras de la otra.

Dia 26, 8 horas con 17 minutos, Europa


Las palabras de su maestra resonaron por su cabeza, mientras se preguntaba que podria estar mal. Había arreglado las cosas, su maestra tenía de nuevo la manera de continuar su entrenamiento y mantener una fuente de economía constante. No sabía porque su maestra necesitaría la otra, sobre todo con ella aun teniendo el suelo que recibia del santuario, pero suponía que su maestra prefería tener su propio dinero. Era parte de lo que la hacía una mujer ejemplar.

El peso encima de ella fue de pronto quitado cuando el hombre regresaba con la dona. Un cambio de palabras entre este y su maestra pronto se dio a cabo, y al final se había determinado que su maestra debía de ir a la enfermería. Tenía curiosidad sobre eso, pero suponía que su maestra quería descansar un poco más. No era raro lo hiciera. De vez en cuando durante el entrenamiento los dejaba cargando pesadas piedras mientras ella se iba por horas. Era normal en ella querer descansar un poco más.

Tranquila y calladamente salió detrás de su maestra, segura de mantenerse a unos cuantos pasos atrás. Se preguntaba si realmente irían a la enfermería, o si le llevaría a otro lugar con tal de mostrarle que podía hacer para volverse más fuerte. Sin embargo, tras unos cuantos minutos de silencio, decidió que era el momento adecuado para quebrar el hielo.

- Estoy lista para aprender lo que quiera mostrarme maestra -

Su voz era casi melodiosa, y mostraba lo alegre que se encontraba, pues en verdad se encontraba muy alegre. Estaba ansiosa de ver que cosas podía aprender de su maestra, y que podía hacer para fortalecerse y volverse tan poderosa como lo era ella.

Quizás si le ignoraba lo suficiente, la maldita peste se alejaría de su vida… era algo que no había intentado hasta el momento. Siendo su carácter tan explosivo, regularmente acudía a los gritos e improperios para mandarle lejos. No sabía si serviría, mas no estaba de más intentarlo.

Por los primeros minutos aquello funciono, dándole tiempo a Calliope de pensar en posibles soluciones para aquel predicamento en el que se encontraba. Hasta el momento en que Sofía volvió a hablar la antigua amazona de Grulla contaba ya con cinco planes, dos de los cuales requerían duct tape y uno donde debería comprar ácido y una tina de plástico. Inversiones que valían la pena.

-No quiero mostrarte nada… no soy tu maestra. ¿Cuándo vas a entender eso? –Exclamo exasperada la rubia sin detenerse, siguiendo su camino hasta un pequeño tráiler pintado de blanco con una enorme cruz roja en la puerta. –Debes volver al Santuario, este no es lugar para ti. –Trato de decirle con falsa calma, tomando un tono un tanto más “maternal”. Después de todo, Sofía era como un pequeño niño carente de amor.

-Cualquier idea loca y estúpida que alimentes en tu cabeza, debes desecharle. No deseo volver a mi vida del pasado, el tenerte ante mí solo me llena de amargura por lo que eso fue para mí. Hazte un favor y desaparece. –Declaro al tiempo que abría la puerta de la enfermería y se introducía en su interior, ce4rrando a su espalda la puerta.