Rin of the tomorrow

Recuerdo del primer mensaje :

Semana libre, semana en Nueva York, luego semana en Palladion. Tras pasar por el aeropuerto y ver como sellaban su ya atiborrado pasaporte se tiró en el autobús, durmiéndose hasta la parada de trasbordo. Esperando en el techo bajo vio como las nubes invernales se acumulaban una sobre otra, sacándole un gesto de desagrado de las inexistentes cejas - esas nubes tan pesadas solo podían significar nieve. Suspiró mientras zapateaba, viendo llegar la nave de metal que lo llevaría a la ruta de Palladion.

Cuando llegó pasó por la garita, saludando al guardia con un buenas tardes ¿cómo estás?. Finalmente subió el camino hasta el portón de entrada, abierto de par en par. Allí, pululando, un grupo de alumnos se reunían alrededor de Rin, quien sorpresivamente seguía sin abandonar la instalación.
—¿Qué pasa?— le preguntó al alumno más cercano - uno de las clases como santos en lugar de los que estudiaban música. El chico, reconociéndolo se volteó con emoción, incluso dando saltitos.
—La maestra Rin ha sido ascendida a Santo de Oro. Todos nos acabamos de enterar y estamos emocionados.— respondió el chico.
—Ah ya.— comentó él, sin impresionarse. La última vez que estuvieron juntos en Palladion sí les habían ofrecido el ascenso - él claro, lo rechazó categóricamente. Rin...pues, pidió tiempo para pensarlo. Al parecer su definitiva fue en positivo.
—No parece impresionado señor.—
—¿Por qué lo estaría? Rin es Rin, que sea dorada no es de extrañar. ¿Quién mejor para el puesto?— respondió con una sonrisa ancha, justo cuando vio que Rin lo saludaba. Él saludó de vuelta, levantando un pulgar.

—¡Ya se! Podemos ver que puede hacer la maestra Rin. ¿Qué tal si...qué tal si ella y el maestro Naps tienen una batalla de práctica en el anfiteatro?—

—Espera ¿qué?— Cesar se detuvo, parpadeando varias veces tras levantar los lentes oscuros. ¿Querían qué...hiciera una práctica contra Rin? ¿Usando una camisa de polo, mocasines y pantalones planchados?
Miró a Rin, pidiendo auxilio.

Si Rin necesitaba un descanso lo que él requería era una dormida de doce horas. Y un (nah, muchos) trago(s). Y también unas buenas aspiradas de coca. Tanto esfuerzo le despertaba el gusanillo de querer joderse el tabique por completo.

Pero no se dijo, no tienes el dinero como para gastar en coca de la buena. Quizá si le pedía el préstamo a Pabs, pero...

—...recuérdame que tengo que presentarte a dos personas.— le dijo a Rin con una risita, levantándose de un salto. Manifestando su cosmos hizo que la armadura se devolviera al modo de tótem y luego, al de cuchillo pandillero que guardó en la manga de su chaqueta. —Pero sí, tienes razón. Serviría descansar.— se rió colocando ambas manos sobre la cintura. —Aunque...no creo que haya ganado. A mi me pareció un empate.— se pasó el dedo por la nariz, todavía con la picazón del ansia ahí. —Das miedo de dorada Rin. Brillante y peligrosa. Weh, sabes, quizá lo comenté antes, hace rato ¿quizá? Pero oficialmente eres el primero de los doce que conozco.— se rió alto, encarando al grupo de espectadores que le aplaudían a la dama de oro. —¿Vieron eso? Saldrá en su examen. Para el que le importe, al menos. Con este ejemplo no seré bueno al evaluar. Ella tampoco.— señaló a Rin con el pulgar, girándose a medias en su dirección. —No vas a ser buena ¿verdad?—

En respuesta los alumnos miraron a la aludida, algunos con gesto de moderada consternación. Y vaya que les tocaba - con una pelea de ese estilo, que no aprendieran nada siendo prospectos de Santos sería toda una gran, pomposa y exagerada tragedia.

—Como que están asustados de decepcionarte.— dijo apareciendo a un lado de Rin, dándole un abrazo con un solo brazo. —Eres una sensación.— añadió dándole palmaditas en el hombro.