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Mensaje por Invitado Vie Abr 15, 2016 3:12 pm

Off Rol:

El karma tiene una forma divertida de jugar con las personas.

Esta frase antes citada por su mentor podría aplicarse a ese caso en particular, un caso que si bien al inicio parece tener una conclusión sencilla, conforme se escarba descubres que hay algo más dentro, sugiriendo nuevas preguntas que acomplejan el enigma. ¿Realmente era un suicidio el del celador de los archivos de Ásgard?, es complicado pensar tal cosa de un hombre que ha vivido su vida como todos, cumpliendo con su deber, ocupándose de su familia y viviendo del modo más honesto, al menos de cara a la sociedad dar esa imagen.

Un hombre puede tener secretos, y estos pueden llevarte a tomar esa decisión. El celador era poco hablador, huraño pero a su modo cooperador y amable con los que supieran respetar el valor del conocimiento que por siglos se acumula en las frías paredes de la biblioteca, cargado de polvo entre las páginas presionadas por gruesos tomos en los cuales pocos ratones de biblioteca venían a enterrar sus cabezas allí. Curiosamente, fue uno de ellos los que descubrió el cuerpo cuando abandonaba el edificio para volver a su morada, el ruido seco de algo estrellándose contra la nieve que no tardó en tornarse roja fue el preludio de una incesante atención por el incidente, y también el de una investigación que llevaría al ratón de biblioteca hasta Kaus.

¿Cómo un suicidio conduce a una ciudad?, primero hay que definir claramente los hechos. El celador ya venía herido de muerte en un lado de la espalda, una perforación precisa con un alfiler de ritual que atravesó el pulmón, este fue el primer detalle que Nikolai tuvo cuando comenzó a inspeccionar el cuerpo, el segundo y más determinante eran los papeles que el hombre se había esmerado en ocultar en el interior de su calzado, trozos de pergamino con direcciones y códigos alfanuméricos que no comprendió en lo absoluto. Excepto el nombre de la ciudad de Kaus.

Así es como el suicidio se convierte en asesinato, en un misterio que compromete la seguridad de su preciosa Ásgard. Esto lo lleva justamente a Kaus, después de haber solicitado al representante encargarse de aclarar este suceso que se ha llevado la vida de un importante ciudadano, Nikolai partió sin muchas mediaciones, llevando consigo lo indispensable, su manto y las provisiones. En consideración dejó una nota a su mentor, y antes de subir a su ruta de transporte dejó una postal a su hermana en la agencia de correos.

Habían pasado muchos años desde que Nikolai estuvo en alguna ciudad de esa magnitud, el tamaño de los rascacielos no lo intimidaba, pero si le hacían sentirse un poco fuera de lugar, al igual que esas calles, las personas andando tan enfrascadas en sus asuntos, tan sectorizadas. Era casi como entrar a un mundo diferente. Ásgard podría ser gélida e implacable, pero las personas y el ambiente de su pueblo siempre reflejaban cierta calidez humana que lo hacía entrañable, allí en medio de tanto urbanismo se sentía algo enjaulado para su gusto. Lo único que aplacaba ese sentimiento eran algunos pequeños detalles de interés, Jaylen le había hablado de las librerías y bibliotecas de las ciudades, que tenían libros y autores que difícilmente llegaban a su tierra.

Era mediodía cuando el Lobo de Ásgard llegó al museo, un extraño edificio que estaba protegido por una barrera que despistaba a las mentes ordinarias, detalle del que fue consciente al instante que ponía un pie dentro y sentía un chispazo de advertencia en sus sienes amortiguado por su segunda piel de hielo. La puerta del museo se encontraba abierta, aparentemente nada le impedía internarse.

Es posible que estén esperando…

No había sonido que denotase la presencia de seres humanos… o siquiera vivientes, un silencio sepulcral adornaba el tenso ambiente entre esqueletos de seres que hace años no ve la humanidad, armaduras con formas antiguas, armas, reliquias con una antigüedad considerable. La curiosidad no solo es un mal de los felinos, atraído y quizás, hasta cierto punto maravillado con la riqueza histórica de toda esa ala, era suficiente para tenerle prendado unos segundos.

¿Qué clase de sitio era en realidad el museo de Kaus?, esperaba descubrirlo pronto.
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