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Mensaje por Yusei Miér Mayo 04, 2016 8:11 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Las 2 de la tarde y no había una sola alma en el museo de ciudad Kaus. No parecía algo tan descabellado ya que los museos nunca habían sido lugares concurridos debido a que las personas no apreciaban la historia que estaba guardada en cada uno de los objetos. Había escuchado rumores sobre el museo de Kaus: que era un lugar mágico, que estaba maldito y a veces que cosas muy extrañas sucedían en su interior. Yusei sólo había intercambiado palabras con un vigilante que estaba de pie junto a la puerta con una mirada vacía y una posición inquebrantable, como alguien detenido en el tiempo.

Había ido a ese museo porque se decía que era un punto de reunión entre caballeros. Posiblemente encontraría a alguno de sus compañeros de armas en el edificio.

El joven santo de Piscis comenzó a curiosear las exhibiciones disponibles: Las batallas del ejército de Athena a lo largo de los siglos era una de ellas, llamando la atención de Yusei de inmediato. No creía que existiera un museo que tuviera información sobre Athena y sus caballeros. Como un niño fascinado con un nuevo descubrimiento Yusei comenzó a leer en silencio las descripciones que había bajo todos los objetos. Había replicas de armaduras doradas y también copias de las armas de Athena: había una copia del bastón Niké y un escudo similar a la Égida.

Yusei se quedó varios minutos observando una estatua que utilizaba la armadura de Piscis. El rostro del guerrero era hermoso, muy parecido al de su maestro.-Vaya, parece que todos los Santos de Piscis han sido hombres de aspecto hermoso- comentó para sí mismo, ignorando que podía haber otra persona cerca que pudiese escucharlo.

Miró a su derecha, observando una sala que tenía un enorme letrero sobre la puerta que decía “Observatorio”. Al leer eso Yusei pensó en un telescopio o algo similar. Al entrar en la habitación se topo con una oscuridad inmensa y se sintió desorientado ya que no podía ver el suelo. Al dar un par de pasos más en el interior las paredes se cubrieron con una proyección del espacio: podía ver galaxias, estrellas y planetas moviéndose a su alrededor.-No lo puedo creer, es impresionante- Se quedó parado en ese lugar durante un buen rato ya que le parecía un buen sitio para meditar. Pensaba en las discusiones que tenía con su maestro antes de que éste muriera. Akos siempre le había pedido que hiciera amigos y que se relacionara con la gente, sin embargo eso era muy difícil para Yusei. Estaba acostumbrado a estar solo y ya había aceptado que no había muchas personas con pudieran entender lo que le sucedía.
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Mensaje por Yusei Mar Mayo 10, 2016 9:02 pm

Salir de la habitación de las estrellas fue lo más complicado para Yusei. Aquel observatorio donde se podían contemplar todas las constelaciones enumeradas por el hombre e infinidad de estrellas desconocidas había sido el lugar en el que sus sentimientos más puros y los de su compañero, Drystan pudieron emerger sin ataduras. Era como abandonar un mundo en el que los pecados que cargaba a sus espaldas no tenían peso. Parecía que sólo habían pasado unos minutos en ese sitio, pero Yusei sentía como si conociera a Drystan desde hacía mucho tiempo atrás. La pasión que ambos demostraban no podía ser una simple casualidad, había algo más, lo sentía en cada fibra de su ser.

Lo primero que el santo de Piscis notó tras abandonar su zona segura fueron las miradas indiscretas de los visitantes del museo. Algunos parecían estar hablando de ellos como si lucieran como seres extraños. Sí, estaba consciente de que él podía resultar algo llamativo por el tatuaje que tenía en su mejilla y su peinado, pero eso no era motivo suficiente para que hablaran de esa forma tan descarada frente a sus narices.

-Escúchame Drystan, siento que deberíamos irnos de aquí. Nos están observando- se lo dijo de forma discreta para que los individuos que no les quitaban la mirada de encima no se percataran de que ellos sabían que estaban siendo observados. El plan era marcharse lo más pronto posible, pero Yusei se detuvo frente al esqueleto de una criatura que parecía ser un dragón. El joven piscis estaba seguro de que en vida jamás habría querido enfrentarse a una bestia como esa.-Vaya, me pregunto si este dragón es real. Creí que eran seres de ficción- a pesar de que había una cinta roja y un letrero que decía “no tocar”, Yusei se sintió atraído por el fósil de dragón, ignorando todas las normas que tenía el museo sobre los objetos que ahí se exponían. Acarició una de sus uñas, que a diferencia del esqueleto no presentaban el mismo color blanco sucio sino una cubierta cristalina color azul verdoso. Todo estaba bien hasta que un vigilante se acercó a ellos y retiró la mano de Yusei del fósil.

El santo de Piscis salió de su trance temporal.-Lo siento mucho, no volverá a suceder- le dijo al vigilante antes de salir corriendo con Drystan para sacarlo de apuros. Sabía que no era adecuado disculparse para salir corriendo después pero no quería estropear ese día hablando con las personas de vigilancia para que no los sancionaran y los vetaran del museo para siempre. Hizo a un lado la puerta de un manotazo, llegando al estacionamiento que estaba enfrente del museo. Yusei soltó la mano de Drystan, lo que fue más complicado que abandonar el observatorio, ya que lo dudó durante varios minutos, y se dirigió a su motocicleta: una hermosa máquina de color rojo con un diseño propio de Yusei. -¿Te gusta? Es mi motocicleta, la construí yo mismo con partes que obtuve de la basura- el pelinegro se sentía muy orgullo de su creación, quizá era lo mejor que había hecho. Era un aficionado a la mecánica y le gustaba construir apartaos y reparar electrodomésticos y equipos de computación  averiados para averiguar cómo funcionaban.
-Póntelo, no puedes subir sin un casco- le arrojó el segundo casco que ocultaba en el compartimiento de su vehículo y encendió la máquina una vez que se sentó.-Tendrás que abrazarme… ¿no te incomoda, o sí?- le preguntó a sagitario, sonriendo con un ligero sonrojo en sus mejillas. Su cuerpo deseaba estar cerca de Drystan, como si éste le pidiera que se lanzara sobre él y no volviera a levantarse nunca. –Sé que un estacionamiento no es el mejor lugar para decirlo pero, me gustas Drystan. Y creo que tú sientes lo mismo por mí: sólo un hombre que me ame de verdad podría haber hecho lo que tú hiciste.- lo admitió, observando al caballero de Sagitario a través del visor de su casco rojo.
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Mensaje por Drystan Jue Ago 11, 2016 11:09 pm

No proporcionó resistencia determinada, y una imperceptible sonrisa se manifestó en sus facciones en una exteriorización de su consentimiento. Contemplando los iris de su acompañante con absoluta consideración, habían arrebatado completamente su inclinación, extraordinarios e incomprensibles, observándolo como si representara la realización más maravillosamente concebida. Aligerando el paso entretanto se desplazaban por los interminables pasadizos; mientras doblaban en una esquina para encaminarse a la salida, una impresionante silueta se materializó frente a ellos. Desviando su completa observación hacia la más renombrada presentación que obstaculizo su partida, el esqueleto del antediluviano espécimen que han sido protagonistas y antagonistas en más de un apólogo. Tenía la cabeza echada atrás en una especie de espectáculo majestuoso, sus colmillos y espolones eran más incuestionables que nunca y en sus cuencas actualmente desocupadas aun podía percibirse una incuestionable atmosfera depredadora, zarpas de tonalidad apagada como el azabache pulimentado competente para resquebrajar las aleaciones como si se tratara de papel, poderosas alas idóneas para circunvolar por el firmamento. Un organismo originario de la mitología, procedente de las tinieblas, desde luego, salido del mundo subterráneo y en camino, con destino a las imaginaciones para colaborar en las narraciones de los novelistas. Reviviendo en cada generación de parábolas concebidas, imperecederamente es así, las alucinaciones y desasosiegos regurgitando sus demonios, liberándolos transitoriamente. Se acondicionaban para anunciarle a compañero de armas que correspondía el marcharse en el momento que un movimiento circundante a ellos sugestiono su atención, en torno a alguien de pie solo unos escasos de su lugar.

La aspiración de su acompañante por tantear la exhibición desencadeno a manera de consecuencia que uno de los individuos destinados a la invulnerabilidad de los preceptos de la exposición se manifestara por su circunstancia muy razonable, una carencia de histerismo, ninguna amonestaciones, solo permaneció estático frente a ellos, desafiándolos a permanecer en su actuación y plantearse el obstaculizar su preponderancia. – Perdonar nuestro atrevimiento, no volverá a repetirse. – Se comprometió sagitario, dejándose encauzar por las habitaciones rebosantes de creaciones de toda naturaleza. Su planteamiento de retirarse de ese emplazamiento jamás hubiera sido planteado de esa manera aunque no pudo perturbar que su sonrisa se extendiera de oreja a oreja, resplandeciendo por la incandescencia que se introducía por los ventanales, asemejándose a un dúo de adolescentes que se escabullían de la indignación de sus progenitores al no llegar con calificaciones satisfactorias de su institución. Salieron al estacionamiento con simpleza, atravesando las puertas traseras de la edificación. El viento templado colisiono contra su rostro, barriendo las nubes que se encontraban dispersas, dejando los indicios de su paso sobre el impecable manto azulado. Observando como de manera armoniosa, procesiones de vehículos que se extendían por todo el lugar, manifestando lo conocido que resultaba el museo para los habitantes de la localidad. Drystan removió su cabeza negativamente en el momento que su mano perdió contacto con la del otro, estaba regocijándose de la confortable proximidad que habían tenido, suspirando por la perdida. Pese a que únicamente le llevo a su compañero uno o dos minutos reaparecer con lo que sería su medio de transporte, resplandeciente y perfectamente trabajada, pintada en una llamativa coloración escarlata.  

Una versión extraordinaria de las D-Wheel, sin incertidumbre alguna es una espléndida representación de ingeniería, estoy impresionado. – Las fascinación estaba esquematizada en sus facciones al percibir las palabras de su acompañante entretanto vislumbraba con incomparable satisfacción el modo en que el orgullo saturaba la mirada de piscis, percatándose en como la llamarada entusiasmada de la pasión incendiaba su observación, la manera en que los sentimientos emanaban de sus labios cuando exclamaba por su creación, reflexionaba que la estimación del éxito era el esfuerzo perseverante y la dedicación que le proporcionamos a lo que estamos haciendo, suministrando lo mejor de nosotros mismos en cada cometido que tengamos entre manos. Permaneció inamovible durante unos instantes, atrapando con simpleza el casco que se le fue arrojado, el planteamiento de trasladarse en esa motocicleta no sería deleitoso a su parecer, evidenciándose en el imperceptible agarrotamiento de sus músculos al acercarse, exclusivamente calmándose al escuchar el ofrecimiento del caballero de las rosas, consiguiendo la sensación de apacibilidad ambicionado a su satisfacción. – ¿Por qué debería incomodarme el ser capaz de acariciarte? – Le cuestiono de manera reposada, sus manos aferrándose a su compañero, una sosegado, parsimoniosa quizás, envolviendo con sus brazos la delgada cintura con mansedumbre. El caballero de sagitario realizo una melodiosa carcajada, una risa reposada, como si una musicalidad escrupulosamente proyectada se tratara, sucumbiendo en sus labios mientras dejaba que sus exhalaciones golpearan la cálida piel de piscis. – Los encuentros más trascendentales de nuestra existencia han sido planeados por nuestras almas precedentemente de que inclusive nuestros cuerpos se hayan contemplado, anhelo que seas parte de mis expresiones, el fundamento de mis sonrisas, la conclusión de mis silencios. No solo quiero contemplarte, tocarte y besarse, deseo hablarte, escucharte y pensarte, aspiro a que incites el sentido de mis verdades. Te quiero, lo afirmare perpetuamente, te lo demostrare en este momento, te amo. – Enuncio, tan serenamente como se lo posibilito su descontrolado corazón que palpitaba con vigor, sus pensamientos se atiborraban del estrepito más escandaloso, estruendo con el que estaba encarceladas sus esperanzas de parsimonia.
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