Paz Nocturna ▬ Tsukiya

La mujer apoyo un mano en en el frío césped verde haciendo contraste fácilmente con su figura negra. Llevaba un tiempo en aquel río, apreciando el silencio que le regalaba y es que dudaba, que alguien andase por aquellas horas en aquel lugar, el cielo nocturno combinaba a la perfección con las luciérnagas, eran como puntos dorados que iluminaban aquella soledad nocturna, queriendo animar el paisaje, dedicando una sensación de calidez a la Aries.

Apoyo su cabeza contra el frió material de la caja dorada que se encontraba detrás suyo, su rostro, que lastimosamente no se encontraba en buena situación, entre sus mejillas y nariz yacían diferentes tipos de curitas, nuevamente había intentando llevar su entrenamiento, en alguna otra parte hasta el extremo, todavía le sorprendía como su cuerpo era capaz de aguantar eso sin desmayarse contra su voluntad.

Se suponía que no debía dudar de las guerras ya que ella participaría en algún momento, pero no podía evitar recordar como había llegado a aquel puesto, sin tener ninguna razón en especifico para entrenar, antes que se diese cuenta ya contaba con la armadura entre sus manos.  Algo extraño rondaba en el aire y se hacia notar cada vez que ponía un pie delante del otro, su elemento era oscuridad después de todo. Recuperando su respiración agitada y lanzo un gruñido al aire a pleno pulmón, pese a que este no fue considerado muy alto por el timbre bajo de su voz.

Volviendo a su labor, bajo la mirada hacia el libro que contenía en su otra mano, leyendo un par de letras, cerrándolo de golpe causando un estremecimiento entre sus manos por parte del libro. A causa de su pequeño tamaño lo metió en el bolsillo de su pantalón trasero para después tomar la caja dorada como si fuera un juguete, al llegar a destino que no quedaba muy lejos de donde anteriormente estaba. El agua se extendía delante de ella, dejando la caja en el suelo, se inclino hacia adelante para meter las manos dentro de esta y refrescar su rostro.

Mantuvo su boca cerrada unos momentos mientras procesaba la información. Pese que había dicho que era mayor, no pensaba que Tsukiya seria tan joven. — Creí que eras mayor. — Shiki se lo atribuyo por la altura, aunque no tenia que olvidarse que los adolescentes crecían con demasiada rapidez, un día eras las mas grande y al siguiente el "niño" ya creció superándote. ¿Que les daban? ¿Gasolina? Se rasco unos momentos en el mentón, realmente tenia un complejo de estatura o edad, prefería ser adulta antes que pequeña.

Ante las palabras del Pegaso, no pudo evitar toser un poco, manteniendo en control el sonrojo que amenazaba por salir de sus mejillas, ¿Que estaba contento de que ella hubiese venido con él? Aquello era nuevo. — Ehm, ¿G-gracias? — No pudo evitar darle la razón, realmente deberían considerar en darle una nueva mano de pintura. Tal vez si fuese de día, el paisaje podría cambiar un poco. — Aquí hacen falta un poco las luciérnagas. — Admitió.

No pudo evitar esbozar una tímida y pequeña sonrisa mientras lo veía feliz, parecía que hasta las cosas mas simples eran capaces de moverle los pies al extremo. Alzo una ceja al escuchar lo de la peluquería, ¿Acaso podía leer la mente? — Nh, una peluquería no estaría mal. — Enrollo un mechón largo de su flequillo en un dedo. Se sentó a un lado del Pegaso, pero algo apartado del sujeto en cuestión, pese que la relación viajaba a buenos amigos, no podía evitar la diferencia de rangos entre ambos, para Shiki parecía ser detalles bastantes insignificantes pero ... así era el mundo.

Ajena a los pensamientos del Santo del Bronce, se inclino un poco hacia adelante, estiro su mano posandola sobre la frente ajena. — ¿Estas enfermo? — Intento buscar algún rastro de fiebre, atribuyéndole la fiebre a la baja temperatura actual. La pelinegra de ojos grises realmente era demasiado inocente. Sin retirarle la mano de la frente, sus ojos grandes parpadearon unos momentos. — ¿Por que te sientes tan solo? —

Tsukiya se asustó al sentir Shiki se estaba acercando demasiado a él, apartándose al instante. Le incomodaba un poco que un santo dorado estuviera tan al pendiente de él. El joven se puso de pie rápidamente, sacudiéndose la tierra de los pantalones y caminando hacia uno de los pilares para recargarse sobre él. Después de cinco minutos sin decir nada, a Tsukiya se le ocurrió hacerle algunas preguntas a Shiki para cortar la tensión. Temía que si no decía algo interesante en los próximos cinco minutos iba a terminar por aburrir a Aries. Lo que menos deseaba era causarle una mala impresión a uno de sus superiores.

-Y… ¿fue difícil convertirse en un caballero de oro? Quiero decir, las pruebas que enfrentan los Santos de bronce son muy duras así que me cuesta imaginar cómo obtienen sus armaduras los caballeros de rangos superiores- confesó Tsukiya con ojos que derrochaban curiosidad y encanto. Quizá Shiki podría darle algunas pistas de lo que le esperaba más adelante.

Antes de poder escuchar la respuesta, Tsukiya escuchó un ruido que venía del exterior. Asomó su cabeza por la pared falsa de madera, observando que había un grupo de individuos extraños merodeando en la zona. Eran tres hombres con mascaras de hueso, vistiendo armaduras que no parecían tener ningún poder especial. Podían ser soldados de bajo rango de algún ejército enemigo debido a que no podía sentir ningún cosmos amenazante venir de ellos. –Me parece que tenemos compañía- Dijo Tsukiya mientras volvía a meter la cabeza en el árbol hueco.