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Mensaje por Invitado Miér Sep 07, 2016 10:12 pm

Habla // Piensa // Narraciòn


Hace un año...


El sonido de las campanillas actuaba como banda sonora a la actividad que se llevaba a cabo entre las paredes de aquella humilde estructura de cuatros pisos a las afueras de Londres. El olor a pino fresco, y la calidez de los murmullos y risas elevaba a otro nivel la sensación de normalidad, que una vez al año envolvía el corazón de Kraken, y sacaba algunas chispas de la personalidad alegre y simpática que mantenía bajo llave para evitar el acercamiento con otros, proximidad que debido a lo inestable de su energía cósmica podría desencadenar innumerables daños… interminable sufrimiento.

A la derecha, a la derecha ― una infantil voz masculina capto la atención de Marìa, quien se equilibraba sobre una silla con una interminable guirnalda intentando colocarla lo mejor posible en algo parecido a una onda; el adorno era un entretejido de hojas de pino con algunos pequeños ramilletes de colores rojizos ― Arriba, arriba ― volvió a ordenar el hombrecito, hombrecito que se tomaba muy enserio la tarea de ayudarla en lo que faltaba de la decoración para celebrar la Noche Buena ― Ahí, ahí. Ha quedado perfecto, Señorita Marìa ― dijo entre brincos el muchachito al encontrar la posición adecuada para que todo se viera punta en blanco.

Con cuidado la hermosa fémina, de piel nívea y mejillas sonrojadas, bajo de la silla para posicionarse al lado del capitán de esa particular misión navideña ― Hmmm ― musito llevando el índice enguantado a la barbilla, en modo pensativo, asustando un poco al niño con la expectativa de lo que diría ― Tienes toda la razón, Albert, ha quedado muy bien ― le sonrió con amabilidad, una sonrisa sincera que pocas veces se permitía mostrar, sin embargo, aquella ocasión ameritaba sacar a flote su agradable corazón, además que le socorría  drenar todas las emociones reprimidas por el miedo y la ansiedad.

El niño le devolvió la sonrisa, si la atlante no tuviera tanto temor a su descontrolado poder hubiese revuelto los cabellos rojizos de Albert. El resto de la tarde el dúo decorativo se encargó de poner todo en su lugar, de vez en cuando uno que otro niño y niña llegaban para echarles una mano, pero con tantas actividades por hacer volvían a quedar solos. La habitación, que poseía una curiosa chimenea artificial donada por algún caritativo millonario, quedo sumergida en el ambiente navideño, aunque solo faltaba una cosa… lo más importante, el protagonista de todo, el centro de atención: El Árbol de Navidad. El gran pino corría por manos de otro grupo de niños y voluntarios, que seguramente estarían prontos a llegar.

St. Vladimir House, nombre de aquel edificio, nombre de uno de los muchos orfanatos de Londres. Todos los años recibía a varios voluntarios que compartían la Noche Buena con los pequeños, algunos pasaban varias horas ayudando, otros se quedaban toda la velada. Marìa era una de las pocas que pasaba toda la noche con los niños, aunque siempre con algo de recelo por los poderes que la carcomían, sin embargo, y gracias al clima invernal, lograba justificar los gruesos guantes en las manos mitigando un poco la ansiedad abismal de su alma.

Desde hacía más de cinco años, acudía a esa velada. Los niños le trasmitían paz interior, la rescataban de la soledad de su Pilar, de la oscuridad de su existencia. Ahora tenía 20 años, había niños nuevos, otros habían volado del nido y voluntarios distintos, aunque algunos se mantenían, con algunos llevaba una especie de amistad navideña, sin ataduras aunque de lazos resistentes.

Afuera nevaba, el olor de la comida se filtraba desde la distante cocina. Albert y Marìa se habían sentado a descansar con una taza de chocolate caliente, y con los adornos para el Árbol listo para cuando arribara. Estaban emocionados para comenzar esa noche, listos para una Noche Buena.


Atuendo de Marìa:
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Noche Buena - Londres [Privado] Empty Re: Noche Buena - Londres [Privado]

Mensaje por Sting Sáb Sep 24, 2016 8:30 pm

Era una noche fría en aquella ciudad en Inglaterra donde todas las personas han estado dentro de sus casas pasando la noche buena para esperar con gran felicidad la navidad que vendría al día siguiente, por lo cual uno de los médicos del hospital de la zona se encuentra aún en turno esperando el momento oportuno para regresar a su casa en la cual solo él estaría pasando esa magnífica noche dado que sus padres ya no se encuentran con él, porque se han mudado a otro lado de la ciudad lo cual lo deja solo, mas sin embargo no parece importarle en absoluto.
 
Ya que en ese día tan especial, acudiría de visita a un orfanato para atender a unos cuantos niños que han estado enfermos desde hace semanas por lo que pasaría hasta el día siguiente con ellos en el lugar mientras aun dentro del hospital en el que trabaja por lo que al pasar treinta minutos finalmente su turno a terminando por lo que se despide de todos deseándoles una feliz navidad, para así tomar sus cosas y cambiarse a su ropa ordinaria para salir del centro de salud en camino al orfanato tardaría algunos minutos en llegar ya que a pesar que conocía el lugar esta algo retirado, además que la nieve podría dificultar caminar con normalidad aunque eso no dejara que lo retrase después de todo ahora su deber es ayudar a los demás.
 
Como su profesión es importante, es conocido por casi todo Londres como uno de los mejores médicos cirujanos que hay en la zona cuando se requería una atención de alta prioridad siempre los pacientes son mandados a hacia su persona para que pueda ayudarlos a recuperarse aunque muy en el fondo el muchacho de oscuros cabellos sabe que no es una persona común y corriente mas no podía explicar con exactitud eso que sentía dentro del quizás sería solo la sensación de nostalgia que le daba ese tipo de fiestas donde en su niñez la pasaba alegremente.
 
 
Finalmente después de correr las frías y solitarias calles llega aquel orfanato donde se acerca tranquilamente para después tocar la puerta y dejar salir de sus labios un par de palabras –Soy Johan, médico del centro de salud que ha venido ayudar a los enfermos de este orfanato - esperando que al menos lo escucharan ya que posiblemente los niños y el demás personal estén terminando de adornar todo para recibir la navidad en grande, mientras espera afuera una ráfaga gélida de viento se siente por ese lugar dando la sensación que será aún más fría la noche lo cual le preocupa en esos momentos al chico recién llegado.
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Mensaje por Invitado Lun Oct 24, 2016 8:16 pm

La nieve caía con constancia a sobre la Ciudad de Londres. Los pocos transeúntes se apresuraban a las casas, para resguardarse del frio, pero sobre todo para llegar con sus familias; aquella noche, era la noche más sentimental del año, la víspera de la navidad. En el Orfanato de St. Vladimir, Marìa, la General Marino de Kraken, esperaba con paciencia el arribo del hermoso y frondoso pino verde, el cual debía ser traído por otros voluntarios; ella actuaba como una especie de hermana mayor, de mano ayuda en ese nido para niños y jóvenes desamparados, que por pesares del destino terminaban sin un techo, sin familia y sin amor.

El chocolate caliente reposaba entre sus suaves manos, el pequeño Albert estaba a su lado concentrado en no quemarse con el denso líquido. La ingenuidad, dulzura y esperanza del muchacho le transmitía la determinación de pelear por la justicia en el mundo humano; ella provenía de las profundidades árticas, de la inerte parte del océano, conocía la doctrina de su Dios, había visto lo que la humanidad causo a gran parte del territorio marino… no merecían compasión, pero aun así, viendo al inocente niño supo que una parte de los hombres debían ser salvados, ellos serían el futuro brillante para retomar el camino sagrado que las deidades buscaban de los seres inferiores, de los hijos descarriados.

Esta muy rico… ¿verdad, Señorita Maria? ― dijo Albert volteando ver a la joven de albina cabellera.

Asì es, Sor Anabel hace el mejor chocolate del mundo ― le respondió con el amago de una sonrisa sincera. La noruega no solía sonreír, no frente a otros… las sonrisas le daban carta blanca a las personas para acercarse, relacionarse… y eso no podía permitirlo la hermosa fémina, quien toda su vida mantuvo la barrera de hielo para evitar dañar a otros con sus inestables habilidades gélidas.

Dándole un nuevo sorbo a su taza, la marina se perdió en los pensamientos sobre el pilar, sobre Golbert y sus subordinados; seguro estarían celebrando, ellos poseían una vena vikinga muy desordenada y fiestera pero eran guerreros disciplinados, lo cual a la hora de las misiones siempre daba excelentes resultados. De pronto la puerta sonó, atrayéndola a la realidad. El joven Albert se levantó con una sonrisa en sus labios, Marìa leía sus pensamientos claramente “El árbol llego”. El niño salió corriendo, ella lo siguió.

“Soy Johan, médico del centro de salud que ha venido ayudar a los enfermos de este orfanato”

La voz masculina se filtró por la puerta, Albert se detuvo con la mano en la manilla; parecía indeciso entre abrir y no abrir. Obviamente reconoció la voz, pero también sabía que solo los adultos tenían permiso de hacerlo. Marìa paso a su lado, retiro la mano del niño, ya que tenía los gruesos guantes de lana blanca no tuvo miedo de tocarlo, y abrió la puerta ― Buenas noches ― comento al hombre detrás de la puerta, un alto espécimen ataviado en abrigos, antes de poder decirle algo, llego una monjita, Sor Matilde de la nada…

Doctor Johan. ¡Ha venido! ― le dijo con emoción atrapándolo en un fuerte abrazo. Marìa retrocedió, viendo la escena como una espectadora más, Albert se escondió detrás de ella ― Feliz Navidad, Doctor. No creí que viniera en esta noche. Siempre es de ayuda una mano amigo extra. Por favor, pase, pase, no se quede ahí. Hace frio, el frio es cruel con nosotros ― le dijo haciéndolo entrar, prácticamente, y cerrando la puerta. Ante sus palabras la rubia desvió la mirada, el frio era malo… el frio mataba… ella era el frio ― Por suerte no tenemos a ningún niño enfermo, solo la gripe de Albert la semana pasada pero ha mejorado mucho, aunque por eso no pudo ir a comprar el Árbol navideño. Estamos preparando todo para la comida de Noche Buena, quédese con… ― en ese momento se detuvo dándose cuenta de la presencia de los dos oyentes de aquella conversación, la monja parecía encantada con el masculino ― ¡Albert! Ven acá, muéstrale al Doctor Johan lo bien que estas… ― como un remolino la monja rechonchita atrajo al niño hasta el hombre.

¡Estoy bien! ¡Perfecto! Por favor no más in-inyecciones ― susurro con tono lastimero como si en cualquier momento las lágrimas explotarían, invadiendo su inocente rostro.

Albert, pero qué cosas dices. Si hay que colocarte una nueva inyección, entonces nada de berrinches, la salud es primero. No es culpa del buen doctor, es su trabajo… por cierto, Ella es la Señorita Maria de los Angeles, es una amiga del orfanato ― la señalo, hasta ese momento se habia sentido invisible… justo como le gustaba estar ―… este es el Doctor Johan, es el medico voluntario de los niños, un alma pura y bondadosa… ― comento feliz, como si estuviera hechizada por el hombre…

Encantada de conocerlo, Doctor Johan ― respondió, dando un leve asentamiento con la cabeza mientras se giraba y regresaba a la habitación que estuvo adornando hasta ese momento. Albert la siguió, o más bien huyo del radio del médico el cual parecía haberlo traumado con las inyecciones…

Quédese con nosotros un rato Doctor ¿Por qué no ayuda a Maria y Albert con la decoración? ― se escuchó por el pasillo…
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