Lecture in the Black (Second)

-Desde la época del mito--- "y eso quiere decir...?" preguntó Rintaro en su cabeza, siguiendo la caminata detrás de Mugen quien al parecer se había ensimismado al pensar con detenimiento que era lo que iba a decirle, perdiendo al chico se quince quien en realidad no podía hacerse una idea de que significaba 'época del mito'; tal concepto le era muy abstracto y en cuanto a eso... Era malo para procesar por decir lo menos. ---este mundo se ha visto envuelto en conflictos constantes. Propiciados por entes antiguos que buscan dominar el planeta siempre han sido detenidos por una persona - Athena, diosa de la sabiduría y la guerra.- 'Guerra', esa era una palabra cómica para Rintaro quien constantemente confundía los caracteres de guerra con los de baile, así que lo primero que se le venia a la cabeza era en una mujer ofuscando a un montón de tipos al no querer bailar con ellos. -Aunque diluvie, hayan pestes continentales, aunque el sol calcine la tierra hasta volverla un infierno o se oculte hasta que haya una nueva era polar ahí ha estado la diosa para proteger a los humanos.- Para ilustrar el punto alrededor de sus cuerpos y manifestándose por el cosmos de Mugen las estrellas de la galaxia en su mano se dispararon, creando las imágenes descritas: una mujer de cabello violáceo andaba con un báculo y escudo en mano, avanzando por un horizonte cambiante - el Deukalion destruyendo templos antiguos, nubes purpúreas derritiendo cuerpos de hombres, mujeres y niños, el sol creando desiertos en bosques y luego apagándose, haciendo de esos mismos desiertos una tundra donde ventiscas interminables golpeaban a todos los que se atrevieran a levantar la cabeza. Y en todas esas imágenes la mujer seguía andando, sin detenerse, sin importarle el paso del tiempo, las estaciones o la sangre que danzaba a su alrededor.

El gusto de Mugen pensó Rintaro, era bien morboso.

-Para apoyarla siempre ha tenido a su ejército, los protectores terrenales del planeta: los Santos.- Alrededor de la figura de la mujer aparecieron otros humanos, con menor porte y tamaño, envestidos en armaduras de distintas formas y cortes; algunas eran doradas, otras de plata y las más numerosas eran de un bronce lustrado. -Para esto es para lo que te entreno chico: estás volviéndote fuerte para ascender y volverte un Santo de Athena que habrá de proteger al mundo. En ti siento el potencial para llegar alto, aunque admito que no estoy tan seguro cuales son esas alturas... Puede que sea...- Su voz se cortó. Hasta entonces su alumno había aprendido a encender el cosmos y en contadas ocasiones le había dado una o más sorpresas. Pero de estimar exactamente a que podía aspirar... Simplemente no lo sabía.

-Tengo una pregunta.- Interrumpió Rintaro picándose la nariz, lanzando el moco a la oscuridad. A su alrededor las imágenes se difuminaron, devolviendo al mundo a la negrura de una noche sin luna. Rememorando lo apenas dicho por Mugen, algo peculiar se le había ocurrido y no podía esperar para expresarlo en voz alta. Oh, vaya que no.