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Let It Go, road to Talasa

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Mensaje por Invitado Miér Nov 09, 2016 9:14 pm

La luz del día brillaba a medias, bajando la intensidad de manera constante. Tras pasar el mediodía las nubes grises se movieron con parsimonia, tapando el sol casi por completo; lo único que rompía la procesión plomiza eran unos perezosos haces de luz que creaban charcos brillantes en las baldosas del suelo de aquel pueblo en las costas del norte de Europa.

Aquel sitio, una comuna fundada como una colonia griega, era por demás particular. Ubicada en la cuesta de un enorme risco con costas pedregosas las calles eran descendentes y los edificios rectangulares, creando una zona laberíntica que discurría en docenas de ángulos distintos. De rocas y ladrillos tan grises como el mismo cielo de la estación a lo lejos se podía oír el rugido de las olas golpeando con la bahía, la mayoría de los limites caracterizados por acantilados con rocas surgiendo en formaciones similares a dientes de tiburón - su única vía de acceso un espacio entre dos hileras consiguientes por la que los barcos pesqueros iban y venían. Mas allá, construido en un armatoste de madera añejada pero fuerte, el puerto consistente en un puente dividido en hileras recibía a los navíos y a los residentes que desearan ir a una de las tantas islas con las que se comerciaban.

En uno de esos caminos de madera se encontraba Rintaro, con un cigarrillo en la boca y un gesto curioso en el rostro. Frente a él estaba el capitán del barco que tenia la única ruta a Talasa, la isla donde estaba el panteón de los Aquadrops, un templo único dedicado a Poseidón. Y lo que le decía era un problema para él.

-¿No va a salir?- Preguntó el japonés en un griego accidentado, lo mejor que había podido lograr hasta entonces.

-No podemos salir sin arriesgarnos a hundir el barco.- Respondió el hombre, de aspecto huraño. -¿Ves esas nubes? Si salimos nos atrapará la tormenta y eso, desde hace milenios y hasta ahora, es una sentencia de muerte.- Explicó. A sus espaldas una ola chocó contra las paredes rocosas del risco a la izquierda, la espuma bañando la mitad del puerto. Su mitad del puerto. Tomando su cigarrillo agradeció que no se lo hubiera apagado, por lo que le dio otra chupada y exhaló, los manaculos en sus muñecas tintineando con suavidad.

Definitivamente, tenía un problema.
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 12, 2016 12:15 pm

Habla / Piensa / Narraciòn


Flash Back

… primer encuentro, es un reconocimiento. ¿Tienes clara la misión, General de Kraken? ― pregunto la mujer morena de aspecto aburrido, pareciendo querer estar en cualquier otro lado que en esa recamara sirviendo al Dios de los Mares.

Si, mi Señora Raven ― le respondiendo haciéndole una reverencia con la cabeza, ya que se encontraba con una de las rodillas sobre el suelo de mármol ― Partiré de inmediato como es su deseo. Con su permiso ― sentencio con respeto levantándose para comenzar la misión que se le había encomendado.

Fin del Flash Back


El cielo mostraba nubes de tormenta, el viento soplaba con fuerza cerca de la costa de aquel puerto del norte de Europa. El lugar a dónde debía dirigirse la dama del Pilar Ártico estaba en medio del mar, una isla dedicada a la adoración del señor de los mares, ahí hacia muchas lunas alzaron un templo en su honor, justo en ese tabernáculo se llevaría a cabo la reunión con el enviado del Santuario de Athena. Las relaciones diplomáticas en la naciente Guerra Santa significaban movimientos estratégicos para afrontar a los distintos panteones que se alzaban para obtener beneficios de los caídos, la Atlántida no podía quedar aislada y debía probar distintas fichas que encajaran con sus motivaciones.

Desde la ventana de su habitación, Marìa observaba las condiciones del tiempo. Con semejantes presagios ningún marinero se atrevería a zarpar, lo que significaba que debìa pasar la noche en aquella taberna/hotel cercana a los puertos, llenos de hombres de mar, ruido y cerveza fluyendo sin detenerse. Había alquilado la recamara cuando arribo por la mañana, estuvo viajando toda la noche y necesitaba descansar antes de llegar a la Isla Talassa. Ahora se hallaba prisionera en ese pueblo detenido en el tiempo, con calles laberínticas y pueblerinos alegres. De cierta forma le gustaba la armonía del lugar pero no complementaban su personalidad, las limitaciones de su alma, los temores que la albergaban al interactuar con otros.

Tengo hambre… ― musito sin poder recordar cuando fue la última vez que había ingerido algo sólido. No tenìa mucho que hacer, solo esperar a que el Capitán le mandarà a llamar para abordar el barco y ser llevaba a su destino. Decidiendo que debía alimentarse, decidió bajar a la taberna. La algarabía de los hombres y mujeres ahí presentes podría haber sido contagioso si la noruega no fuese la fría muñeca de hielo. Con la inexpresión de su rostro, se abrió paso entre las personas, llegando a una lejana mesa en una de las esquinas, un lugar perfecto para pasar desapercibida, para evitar el contacto humano que tanto miedo le daba… no por ella, sino por lo inestable de sus poderes.

Iba vestida muy casual, lo único fuera de lugar eran sus guantes negros, que resguardaban sus habilidades, o más bien la ansiedad de las mismas. La ensalada, pan y jugo natural llegaron a su mesa. Ella no comía nada que hubiese estado vivo, muy distinto a todos a su alrededor que comían pescado con la misma proporción que tragaban cerveza.

Atuendo de Marìa:
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Mensaje por Invitado Dom Nov 13, 2016 9:51 am

Después del fiasco en el puerto no le quedó más que redirigirse. Volviendo tras sus pasos se encaminó hacia una de las tantas tabernas del sitio - desde donde se oían voces, gritos y risotadas, además del choque permanente del cristal contra la madera de las mesas. Apenas al entrar le llegó a la nariz el distinto olor del alcohol, aroma que le escoció las aletillas; aunado a eso también pudo percibir el olor a pescado que según determinó, bañaban en bastante aceite y especias. -Romero. Uh, comino. Paprika. Pimienta... Pimienta negra.- Murmuró para sus adentros en su nativo japonés, sintiendo el clamor de su estomago que pedía alimento. Arribando a la barra sacó de su bolsillo interior el libro de aprendizaje de griego, hojeando hasta llegar a las frases que quería y que había practicado durante un tiempo. Su orden era simple: quería dos cestas de pescado fileteado frito, de las grandes. Además pidió cerveza de raíz dulce, tres botellas. Y durante todo el proceso gente iba y venia, empujándole el trasero de cierta forma sin moverlo del todo - beneficios de ser un tipo ridículamente alto y fornido. Tras completar la transacción con una sonrisa insegura se giró y vio la taberna por segunda vez: si bien era grande, estaba más que atiborrada y no había manera de encontrar puesto. Pasando la mirada de una esquina a la otra sudó en frío, moviéndose precariamente entre el mar de personas que lo rodeaban.

-Perdón por meter.- Se disculpó usando su cuestionable griego, arribando a la única mesa con algo de espacio disponible. Tomando la silla al lado de la mujer de cabello blanco y sentándose del otro extremo del mueble, se remitió a su rincón. -No hay otro asiento libre.- Añadió haciendo gestos con las manos. Esperaba que de alguna manera la mujer lo entendiera.

Y... Momento incómodo.

-Uh...- Al sacar de nuevo su libro sobre lecciones básicas de griego hojeó hasta la formación de frases mas complejas, que incluía un diccionario de palabras con traducción. Enfocando los ojos leyó cada uno de los vocablos incluidos en las columnas y más de uno se le escapó. Sus ojos se entornaron aún más, sus cejas pegadas y sus facciones arrugadas, justo a tiempo para oír el tin tin tin del metal chocando frente a él. Era la meseta quien con una sonrisa colocó ambas canastas de pescado y las tres botellas de malta, usando más espacio del que debía. Tras verla marcharse Rintaro tomó todo y lo acercó a si mismo para no molestar a su vecina, quien parecía más una estatua que una persona.

De nuevo su estómago rugió y él, tomando con una sola mano el libro acercó a su nariz uno de los tantos filetes - comprobando que sí, tenia todas las especias que había ennumerado. También ajo, pimienta blanca y un chorro de limón. Relamiéndose le dio un gran mordisco, arrancando mas de la mitad; masticando en el mayor silencio posible le daba miradas ocasionales a la rubia platino, o blanca, o albina, cambiando la dirección de su único ojo funcional de las columnas de palabras al rostro frígido y luego a la comida. Unos cuatro filetes después y dos tragos de la primera botella torció más la expresión, finalmente decidiendo que no llegaría a ningún lado por si solo.

-Hey, disculpa. Hey. ¿Sabes cómo se lee esto?- Le preguntó a la chica acercándole el libro, señalando una palabra en particular. Esa palabra, aunque no lo sabía, se traducía como "cocodrilo".
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Mensaje por Invitado Jue Nov 17, 2016 6:26 pm

La camisa a cuadros negros y rojos realzaban la nívea piel de la joven atlante, sin contar el azul de sus ojos y el pálido tono amarillo de su cabellera. Los guantes cubrían sus manos, no por miedo a los gérmenes ni por alguna extraña moda sino más bien porque ayudaban a mantener la ansiedad que le provocaban sus habilidades, habilidades heladas con las cuales nació y en ocasiones no logro controlar causando daños a aquellas personas cercanas que tanto amaba, que nunca deseo herir.

Debo mantenerme calmada… ― pensaba en las implicaciones que llevaba actuar como intermediaria entre el Reino Marino y el Santuario. La primera impresión entre ambos ejércitos dependería de cómo ella se desenvolviera con el delegado de los Santos, si se equivocaba… si por error causaba algún inconveniente gélido con la o el enviada/o sería catastrófico para la posible paz entre los dioses olímpicos ― … respira, no has de abrir tu corazón ― recitaba como mantra sus doctrinas para mantener la serenidad en los casos que ameritaban apartar su mente de las implicaciones del manejo de cosmos natural con el que había nacido, ella no lo busco… simplemente las estrellas la bendijeron con la frialdad bajo cero.

Un bocado de ensalada, y otro más. Los minutos pasaban con lentitud a pesar del enorme ruido que se gestaba a su alrededor, la vida de las personas parecía tan sencilla de llevar… como le hubiese gustar ser normal, ser ignorante de lo que sucedía más allá de la comprensión humana, no obstante, para su particular destino desde muy pequeña entendió que había mucho más de lo que la gran mayoría creía saber; esos mortales ni se imaginaban lo que poco a poco se construía por diversos guerreros en distintas zonas del planeta teniendo como epicentro ese país, esa región geográfica.

“Perdón por meter. No hay otro asiento libre.”

La voz masculina se abrió paso por el ruido de la taberna, llamando la atención de Kraken. María alzo la mirada de su ensalada, saliendo del ensimismamiento en el cual se había recluido junto a sus temores. El terrible griego fue difícil de procesar pero suficiente para asociarlo con las acciones ejecutadas y llegar a la conclusión correcta: tenía que compartir la mesa. La expresión indiferente de la muchacha se mantuvo, mientras con una ágil evaluación del lugar se dio cuenta que en efecto no habían más asientos libres. El lado positivo de todo eso es que el hombre se sentó en el otro extremo y al no manejar bien el idioma la barrera del entendimiento se profundizaba, dejándola en su aislamiento mientras cenaba.

Un nuevo bocado de ensalada, seguido de uno de jugo. Todo marchaba normal, o eso deseaba creer la noruega quien tenía muy presente la presencia de su compañero de mesa. Los sonidos del masculino parecían sobreponerse al ruido externo, él se encontraba muy cerca para los estándares de Marìa y eso la colocaba un poco nerviosa y picaba su zozobra con insistencia. En màs de una ocasión lo sintió mirarla, por su parte ella lo ignoraba intentando terminar la comida para regresar a su habitación… si tenìa suerte entraría alguien de la tripulación para avisarle que iba a zarpar.

“Hey, disculpa. Hey. ¿Sabes cómo se lee esto?”

Marìa levanto la mirada azulada, fijándose en el libro frente a ella. Le costaba entender los vocablos del hombre, el griego no parecía ser su idioma dominante pero se notaba que lo intentaba, debía darle créditos por eso ― Cocodrilo ― dijo trasmitiendo la misma frialdad de su cuerpo sin embargo algo brillo en sus ojos, primero pena por el hombre… ya que parecía no saber que estar comiendo y luego diversión por lo que estaba comiendo. ¿Era un plato típico griego? Ella no lo sabía, a pesar de manejar el idioma no estaba muy empapada con las costumbres gastronómicas.

Antes de poder agregar nada más se escuchó un grito a lo lejos “Pelea” y lo siguiente que vio fue a un mastodonte cayendo sobre la apartada mesa y llevándose consigo el alimento de ambos…
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Mensaje por Invitado Jue Nov 17, 2016 7:19 pm

-Ah. Gratitud.- Dijo cuando obtuvo respuesta de la albina. Fría, pero era una respuesta - después de tanto tiempo viviendo en la calle eso era de lo mejor que podía esperar. Devolviéndose a la lectura de su libro se llevó unos cuantos filetes a la boca, empapándolos en saliva antes de empezar a masticar y engullir con lentitud. Así que así le decían a los lagartijos leones en aquel lugar. Curioso, se dijo el japonés para sus adentros, realmente curioso.

Entonces algo brilló en el rabillo de su ojo, momento en que lanzó todo el pescado a los aires antes de que una mole de carne reventara la mesa al caer, mandando al suelo la comida de la mujer así como sus dos botellas de malta. Atrapando los filetes de pescado restantes con la boca como de si un perro se tratara se apartó y guardó su fiel guía lingüística en la parte trasera de su pantalón de raya negras y blancas, frunciendo el entrecejo. -¡Ahora si te voy a coger maldito!- Gritó el gordo al levantarse, tomando una de las botellas de malta con sus dedos fofos para así romperla - el líquido salpicando a la camarera y a la albina, los cristales destrozados brillando al saltar - y amenazar a los demás pendencieros quienes poca atención le prestaron. Al verse ignorado se lanzó al ataque, clavando el vidrio en el cuello de un hombre que no pudo defenderse. Normalmente Rintaro no le habría dado mayor atención - vivir en la calle le había dado experiencia en peleas de bares y en todos los lugares había aprendido que era mejor dejarlos matarse entre ellos, pero la víctima era, lastimosamente, el único capitán que iba a Isla Talasa.

-Para tus caballos inflado.- Dijo Rintaro antes de que pudiera retirar el vidrio de su cuello y potencialmente desangrarlo hasta la muerte. Enojado el gordo fue a darle un golpe en el rostro, golpe que el japonés soportó sin mayor queja. -Pegar como niña.- Le contestó con simpleza y un gesto aburrido, dándole un puñetazo en el estómago que le sacó todo el aire y lo mandó de bruces al suelo.

-¿Se encuentra bien?- Le preguntó la camarera al capitán, quien se toqueteaba el cuello con expresión oscura, asustada. -¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿¡Qué hago!?- Exclamó ella entrando en pánico.

-No le saques eso.- Indicó Rintaro manteniendo fija la botella en el cuello del viejo, quien empezaba a ponerse más pálido aún. Fue entonces que tres sillas volaron: dos rompieron ventanas, dejando que los vientos gélidos del exterior se colaran y apagaran las lámparas que no tuvieran fuente eléctrica al instante. La tercera fue directo contra la figura de la mujer blanca.
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Mensaje por Invitado Dom Nov 20, 2016 4:51 pm

El enorme sujeto arraso con la comida en la mesa. La reacción de la joven albina fue echarse hacia atrás, evitando de esa forma quedar en el rango de acción de la bala humana. Sin inmutarse, y solo con dos parpadeos observo al masculino empapado con la comida, con las bebidas y entre las añejas tablas; seguido levanto la mirada al compañero de mesa, el castaño había salvado el alimento, o parte de este ― Es ágil… ― pensó deduciendo que las reflejos del hombre “cocodrilo” se encontraban sobre la media, ella conocía a pocas personas capaces de reaccionar de esa manera, y esas personas eran conocedores del cosmos.

"¡Ahora si te voy a coger maldito!”

La mole humana renació de entre las tablas de la vieja mesa, lanzándose a una nueva embestida. Lo siguiente pasó en cámara lenta, por lo menos ante los ojos de la dama protectora del caído Pilar del Ártico. Gritos, cerveza fluyendo como lluvia y desmayos novelescos mientras Marìa se quedaba sentada viendo transcurrir la horrible película que se desarrollaba ¿Podría ponerse peor ese viaje? Varada en aquel pueblo, con una tormenta en el horizonte y en medio de una contienda de cantina entre borrachos.

“No le saques eso.”

El silencio reino, todos se quedaron estáticos y la dama de los hielos por primera vez en toda la noche realizo una expresión facial: cerró los ojos y respiro profundo… habían herido en el cuello al capitán del Ahab, navío que la llevaría a la Isla Talassa cuando la tormenta pasara. En ese instante, la muchacha retiraba sus pensamientos… si se podía poner peor aquella amarga misión ― Morirá… ― se dijo para sus adentro, aun con los parpados clausurados; nada de lo sucedido en ese local era culpa suya, si el viejo marinero salió herido de muerte… nada podía hacer, más que dejar un par de monedas para que Caronte lo cruzara al otro lado. No le gustaba el sufrimiento ajeno pero tampoco era un paladín de la justicia… del amor…

Lo siento… ― concluyo abriendo los ojos al despelote dentro de la taberna. Al parecer habían llamado al 911, pronto estaría la policía y los paramédicos para impartir la justicia mortal a quienes causaron los daños. El rostro del capitán, un buen hombre que había dedicado su vida al mar, a respetar la indomabilidad de las aguas oceánicas… del Dios que las regia… iba a morir antes de que si quiera la ambulancia llegara. El sonido de sillas impactando contra objetos, las ventanas en específico, una tercera venía a ella en compañía de la brisa helada del exterior… la fémina solo se agacho evitándola por completo, causando que chocara contra la pared tras ella.

Sin decir nada camino hasta el viejo, lo miro a los ojos, la súplica en ellos, el miedo a Thanatos, la resignación del último suspiro. La iluminación en la taberna disminuyo, solo un par de lámparas eléctricas funcionaban ya que preferían las velas y candelabros al mejor estilo ancestral ― Shhh… no dolerá ―le musito cuando vio que había llevado la mano al filo del vidrio, con toda la intención de sacarlo. Con un rápido movimiento, evitando que alguien la detuviera, saco el pedazo de cristal con la zurda y coloco la diestra sobre la herida; el guante enseguida se llenó de sangre y el sujeto perdió aún más color de su cara.

Bajo la mano poco a poco el cosmos helado iba saturando el líquido carmesí evitando que el anciano se desangrada más de lo que ya había perdido. Un poco de energía azulada se percibía entre los dedos; Marìa no tocaba nunca a nadie, pero Golbert le había enseñado como la habilidad gélida con la cual había nacido podía funcionar de distintas formas, para el bien o para el mal. El viejo fue perdiendo la conciencia, mientras la albina se concentraba en no congelarlo vivo ― Ayúdame a recostarlo ― ordeno a la mujer al lado, ya que el cuerpo del individuo perdía solidez buscando la necesidad de descansar para recuperarse.

El sonido de las sirenas se escuchó al fondo mientras todos huían de la escena del crimen. Al estar completamente recostado, el hombre se durmió y el efecto de la habilidad escarchada de la dama de Kraken había surtido efecto, detenido la hemorragia lo suficiente para que los médicos humanos lo salvaran. Sin decir nada, quito la mano, enderezándose y procediendo a salir del lugar. Ella era una ermitaña, lo último que deseaba era tener que enfrentarse a preguntas de mortales, además debía ir al pueblo más cercano para encontrar un nuevo barco y llegar a Talassa.

Moviéndose con rapidez, subió las escaleras, dirigiéndose a su habitación; de donde tomo su morral, dejando las monedas como pago por su estadía y la poca comida; procedió a abrir las ventanas y saltar, para perderse entre las calles, para ir hacia el norte, dónde un camino aislado y solitario se abría hacia el pueblo más cercano, hacìa el bote que la sacara de tierra firme…
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Mensaje por Invitado Dom Nov 20, 2016 5:39 pm

Normalmente aquello lo consideraban magia. En las mentes de los patrones que se habían quedado para el espectáculo de hielo de la rubia platinada pasaron varias lineas de pensamiento - la principal de todas que aquella mujer era una bruja, una maga o una santa; el cuello helado y cerrado por un hielo fino era la prueba y su actitud antisocial la confirmación. Pero para un entendido, como lo era Rintaro, era obvio el uso del cosmos. Ya había visto algo así, años antes durante su entrenamiento con Mugen, aunque de atributo distinto. Manteniéndose al margen el japones vio toda la escena con su único ojo intacto, en cierto punto picándose la nariz para lanzar el moco al azar. Ya estaba resuelto, consideró, una vez la ambulancia apareció y la enferma mental de hielo se desvaneció en el aire. Según determinó con su percepción, había subido al alojamiento del hotel donde se encontraban.

-Gracias por ayudar.- Le dijo la mucama unos minutos después en el callejón trasero del hotel, Rintaro sentado de espaldas al murillo que hacia de soporte a un puente de piedra antiguo y en desuso. -De no ser por ustedes el señor Ahab habría muerto. Aquí, por favor, tenga esto--- Añadió ofreciéndole otra cesta de pescado fileteado y una reposición de la malta. -Cortesía de la casa.- Terminó con un gesto de cabeza al que el japonés respondió con un pulgar arriba y una sonrisa medio idiota, agregando un breve y apenas entendible "gratitud". Apartándose la chica volvió a la entrada de la cocina que estaba a unos metros, justo en el momento en que la figura de la mujer de camisa roja caía desde las alturas - su camisa de flanel ondeando en la potente brisa helada que asoló la calle.

-Cosmos ¿eh?- Le comentó Rintaro como quien no quería la cosa, recostándose de la pared. Masticando el pescado de manera ruidosa y dejando que la carne blanca fuera escupida a intervalos irregulares, abrió la primera lata de malta con los dientes, dando un trago largo y tendido. -Los griegos ser graciosos.- Dijo en su quebrado dialecto. -Mover. Hielo.- Advirtió señalando a un lado con su meñique derecho. Un segundo después un aluvión de granizo, cuyos cúmulos eran tan grandes como el puño de un levantador de pesas sobrealimentado, golpeó el pueblo en un instante. El nubarrón visto en las lejanías horas atrás antes de llegar al hotel se había movido lo suficiente para cubrir todo con su oscuridad, tiñendo de negro todo lo que ya de por si era plomizo; por su tamaño pensó él, duraría un buen rato más. Le daba igual. Al fin y al cabo tenia pescado y malta gratis.
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Mensaje por Invitado Vie Nov 25, 2016 6:06 pm

El cielo brillo, y la precipitación empezó. Se acercaba desde la costa, cayendo de forma paulatina sobre el muelle y el pueblo hasta ir acercándose a las colinas dónde Marìa se detuvo a pensar sus próximos pasos. La joven miro a la naturaleza actuar, no se trataba de líquido sino de solido… granizos. Con un suspiro procedió a colocarse bajo uno de los árboles, uno con un buen dosel que la protegiera, sin embargo no se consigo… ella mejor que nadie conocía la fuerza del elemento agua, por lo que usando su habilidad creo entre las ramas y hojas una especie de techo congelado justo a tiempo para soportar la llovizna.

¿Por què siempre se debe complicar todo? ― suspiro pegando la espalda al árbol y dejándose deslizar por el mismo hasta quedar sentada ― Solo debía tomar un barco, llegar a una isla y conocer las propuestas del enviado de El Santuario… estos retrasos solo me causan ansiedad ― musito las últimas palabras fijando la mirada en el guante con el cual sujeto la herida del capitán, esperaba que el hombre hubiese sobrevivido… sería una perdida lamentable su defunción ― Si has servido bien a tu Dios, él no te abandonara. Capitán ― dedico amables palabras al anciano. El guante estaba empapado de sangre, por lo que la fémina se lo retiro; por suerte eran resistentes a líquidos; luego se sacó el otro y procedió a empacarlos en su bolso... cuando llegara a casa se desharía del par.

Aprovechando la soledad de la tormenta, busco el mapa y los muelles dónde partían los barcos dándose cuenta que aunque fuese al pueblo más cercano no lograría llegaría a Talassa ― Hmmm… ― fue el único sonido que dejo su garganta mientras cerraba los ojos y descansaba la cabeza del tronco. Debía volver al pueblo, y encontrar otra manera de llegar a la Isla. ¿Quizás robando un barco o convenciendo a otro navío de partir a aquellos mares? Por ahora no había mucho que hacer, solo esperar a que la tormenta pasara y proceder a encontrar una salida al problema…

La tormenta duro horas, la mañana había llegando trayendo un nuevo día a aquel poblado griego. Marìa paso la noche resguarda en aquel árbol, ahora se encaminaba al puerto, a buscar información sobre otro barco y sobre la salud del capitán. Se había quitado la camisa a cuadros rojos, y ahora llevaba una sencilla camisa manga larga gris y guantes del mismo color. El bolso de medio lado cruzaba de su hombro derecho a su costado izquierdo. En el muelle las olas iban y venían, el olor la hizo recordar a su hogar.

Buenos Días, Marinero. ¿Conoce algún barco que parta hoy a la Isla Talassa? ― pregunto al primero muchacho que se encontró, este se hallaba desenredando una vieja red de pescar.

Siiiiii, señorita. El Capitán del Ahab ― respondió con tanta alegría que por dentro Marìa sonrió, aunque en su exterior se viese tan fría como un iceberg. Por supuesto, no paso por desapercibido para ella, que se trataba del anciano herido en la noche durante una riña en la taberna. ¡Fabuloso!

Gracias ― dijo siguiendo su camino por el puerto. No considero necesario seguir preguntándole al joven, mejor era buscar uno de los capitanes de los barcos anclados y tratar de convencerlos de que la llevaran al lugar…
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Mensaje por Invitado Vie Nov 25, 2016 7:51 pm

La mujer no le había hecho ni el más mínimo caso, ni una mirada, ni un deje de que reconociera su existencia. Estaba bien, a final de cuentas seria ella la que se partiera la cabeza. Terminándose su pescado al corresponder el gesto, el japonés se acostó en el suelo con la cabeza apoyada en una bolsa de basura que no presentaba algún filo o cristal sobresaliendo, pegándose lo más posible a la pared mientras que el granizo resonaba a su alrededor. 'Crac croc crac croc crac croc'. Todas esas onomatopeyas que delataban el hielo pulverizado que se deslizaba no tan suavemente por las baldosas del callejon, sonido que el hombre ignoró de manera olímpica, hasta admirable. Mas bien su atención se fue a otra parte - a una roca de color beige que sacó del pantalón a rayas blancas y negras.

'Los marinos necesitan este armisticio más que nosotros' explicó el Patriarca en su momento. A la cabeza de Rintaro llegaron los recuerdos, comenzando por la explicación (en perfecto japonés cabía destacar) de la misión que tenia por delante y que tenia como objeto la entrega de dos cartas. 'Hace más de dos décadas que la diosa Athena combatió con Poseidon el rey de los mares, destruyendo la fundación de su principal templo - Atlantis. Desde entonces los protectores del rey han quedado relegados a vagar por sobre la tierra, algunos devolviéndose a tierras perdidas que pertenecieron a sus rangos hace ya mucho tiempo. Tu misión ahora, como Santo de Oro de la constelación del Escorpión Celeste, es entregar esta carta que pacta un armisticio entre nuestros dos ejércitos' y entonces Rintaro inquirió, en voz algo curiosa, que si los Marinos necesitaban esa alianza más ¿para qué molestarse?. 'La diosa Athena recibió ayuda del rey Poseidon en una guerra posterior, generando un cese que raras veces se da en toda la historia. Si solidificamos este trato, estaremos un paso más cerca de lograr la paz en la tierra - ese es el deseo de nuestra diosa' Era lógico, pensó entonces el japonés, recibiendo la carta. 'Para asegurarte de Talasa, toma esto' añadió presentándole la roca. 'Es un fragmento del Soporte Principal que quedó atrapado en el escudo de Libra, proveído por Atem. Su poder está disperso, pero con tus habilidades podrás determinar correctamente la posición de Talasa'.

Vaya que sí, pensó el japones en esos instantes, cerrando los ojos. Con el fragmento en mano concentró su percepción de rastreo, siguiendo la ruta del ínfimo y caso imperceptible poder de la roca a través del mar; tras el granizo, tras la tormenta más allá y una masa enorme de niebla se hallaba Talasa, sobrecogedora en cuanto al poder del dios del mar que desbordaba, incluso desde ese punto. Estaba en buen camino, se dijo, bostezando antes de empezar a caer presa del sueño. Un momento antes de apagarse pensó que, curiosamente, el poder de la roca era como oler salitre fresco. Sí.

...

-Ahab es un viejo terco. Estará bien, solo dale unos días.- Le dijo la mesera un día después cuando lo descubrió todavía bajo el puente. Iniciando una conversación respecto a la salida a Talasa, le aseveró que en unos días, más tardar una semana, el anciano estaría de vuelta en acción. Y como no, añadió ella, los viejos lobos de mar eran más duros de lo que se creía.

A esa conversación le siguió otra, cuyo tema era el '¿por qué no rentaste un cuarto?'. La razón era sencilla y no necesitó ser un maestro del griego para explicarla: no tenía dinero. Esa era una verdad a medias. Mas al punto, tenía dinero - pero su presupuesto se dividía en dos. La primera parte era para la misión de la carta del armisticio y la segunda era para llegar a ciudad Kausu (o como fuera) después de ocuparse de tratar con el o la Marina enviada a la isla. Dado que empezaba a sentir que el dinero de la primera bolsa se le estaba acabando, decidió no rentar nada. Igual, estaba acostumbrado a dormir en las calles. Eso hizo reír a la muchacha quien además, se sonrojó cuando el japonés preguntó si sabia donde quedaba una fuente para bañarse.

Que cosas.

En eso, se le fueron los días. Practicando el griego con la mesera, esperando la recuperación de Ahab (quien para el día cuatro estaba caminando por las calles, ya con color en la cara y sendo parche en el cuello - '¿conocen las bolsas homeostáticas? Usaron una de esas vergas en mi ¡ha! Funcionan de maravilla') y en dos ocasiones, entrenando su cabeza de abajo con la misma mesera cuando salia de su turno de la noche.

Siete días después se encontró en el mismo puerto de al inicio, subiéndose al barco de Ahab quien seguía con parche en el cuello y la misma energía que le había provocado el boquete en primer lugar.

-Marchando chicos. Que tengo una dama alegre que visitar en Talasa y se extrañará si no llego para la luna llena.- Exclamó él, tocando la campana de la proa. El cielo del mar estaba despejado, con unos cuantos rayos de sol colándose entre el gris pesado de las nubes, detalle que Rintaro no dejó pasar. Sentándose frente a la cabina en la parte delantera del navío, se rascó el trasero, finalmente tirándose de costado. Luna llena pensó, si llegaba antes de la luna llena estaría en horario para con el enviado de... ¿Atlantis? No, según el Papa no había Atlantis así que...

-Kaikai.- Dijo en su nativo nipón, usando el término parlado por el sacerdote para 'mundo marino'. Sí, eso serviría.
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Mensaje por Invitado Miér Dic 28, 2016 11:33 pm

Ya había transcurrido un cierto tiempo desde que Kanon , conocido como el dragón marino había afectado de cierta forma a la sacerdotisa de Poseidón  con su peculiar técnica de control mental , el satán imperial. Todo lo anterior era parte de un elaborado plan en la que pretendía deshacerse de los posibles estorbos hacia su camino al poder. Es ahí cuando se enteró de una posible reunión  entre un emisario del santuario y otro perteneciente al devastado reino del dios de los mares. Para su sorpresa el mensajero se trataba del general marino de Kraken , quien a decir verdad no conocía en lo absoluto pero esta podría ser una pieza fundamental en el futuro y por ello en su lugar decidió prescindir de los servicios de la sacerdotisa.

Aquella mujer afectada por el Genrōmaōken, le dio información errónea y falsa a la general de kraken , quien vagaría  por diversos lugares aledaños a la isla Talasa , siendo así que nunca podría encontrar al otro emisario por más que lo intentase u ocurriese una coincidencia , pero eso estaba muy lejos de pasar u eso era lo que pensaba aquel que había nacido bajo la caótica constelación de géminis.-Una oportunidad como esta no se volverá a presentar de nuevo y ahora que Poseidon no está ,tengo el camino totalmente libre.-Pensaba a la vez mientras que su pequeña risa desembocaba en una carcajada perturbadora.

Es así como arribo a la isla Talasa , ubicándose en la parte más alta de la isla , lugar donde yacía un viejo templo en honor al dios de los mares. Kanon vestía con su scale completa, la misma que iba acompañada de una capa y ondeaba producto de los fuertes vientos en aquella zona. Por su parte su rostro permanecía oculto gracias a su casco  , así podría ocultar su identidad ya que no estaba interesado en revelar quién era en realidad. La razón de portar su armadura era que con ella pretendía llamar la atención del mensajero del santuario y así podría ser ubicado de forma más sencilla, como también ser reconocido como uno de los ya casi desaparecidos marina shogun.

-Ahora tan solo queda esperar y que el enviado del santuario haga acto de presencia, tengo cierta curiosidad que es lo que pretenden.-Puso un pie sobre la roca al filo del barranco en el que se hallaba , para así poder ver con lo que ocurría en la parte inferior de la isla.
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