Señales [Leah]

Una sombra encapuchada apareció en las calles de ciudad Kaus, utilizando un bastón de madera para apoyarse y cargando acuestas una caja metálica en su espalda. Había sido un viaje largo, lleno de soldados de otros ejércitos intentando desviarlo de su camino. Sin importar sus heridas, el viajero había conseguido deshacerse de los estorbos.

Sean se molestaba cada vez que una persona amable intentaba ayudarlo preguntándole qué le sucedía al notar su caminar errático. No necesitaba la ayuda de nadie para llegar al Río Styx, la base de los Santos de Athena que se encontraba en Kaus, aunque para llegar ahí primero tenía que atravesar el centro. La otra opción era rodear la ciudad, pero en su condición dudaba poder resistir mucho. Lo único que deseaba era buscar un lugar tranquilo en el bosque para poder tirarse en el suelo y descansar antes de pisar el Río Styx para tener una entrada digna. No quería que otros caballeros lo vieran en ese estado lamentable.

Mientras caminaba percibió un cosmos diferente al de los guerreros que lo habían atacado antes. No era agresivo, pero no podía asegurar que se trataba de un aliado. El chico pensó que la acción más acertada en ese momento sería esconderse para no hacerle las cosas fáciles al enemigo que estaba acechando en el anonimato que le brindaba una ciudad bulliciosa. Se encontraba muy debilitado como para saber de dónde venía ese cosmos.

Miraba a su alrededor, confundido y molesto como un animal. Sólo podía ver rostros de personas que no le revelaban nada en lo absoluto. Comenzó a ver borroso. Había peleado sin descanso las últimas veinticuatro horas.

Lo único que se le ocurrió fue correr, chocando con una personas tras otra mientras buscaba la salida de aquel laberinto humano que se había formado a su alrededor cuando las luces del semáforo cambiaron a rojo y los peatones en la otra acera cruzaron al lado en el que estaba el caballero de halcón.

Detuvo su marcha cuando estaba en medio del cruce. La sensación conocida que había experimentado antes se intensificaba, aunque no podía explicar exactamente de qué se trataba. No confiaba en sus ojos, ya que ver a través de ellos era como ver por una ventana empañada. Sus ojos rodaron sobre las caras ajenas, buscando un rostro conocido, a pesar de que sabía de antemano que ningún conocido podía estar ahí. El halcón se detuvo sobre un fantasma que deambulaba entre los vivos: sus ojos se abrieron completamente mientras sus labios se separaban suavemente, dejándolo con la boca sutilmente abierta. Era Leah la que estaba parada frente a él. Se acercó lentamente, pensando que se trataba de una visión causada por el cansancio. La figura de la albina parecía contorneada por un resplandor difuso.

Estaba inmensamente feliz, pero un aroma desagradable embromó sus pensamientos. Podía sentir una energía extraña manifestarse desde el interior de Leah. Conocía a su hermana menor, y también sabía que ella nunca emitiría una fuerza tan terrible. Un claxon lo devolvió abruptamente a la realidad. Como un gato asustado por las luces, Sean huyó, dando un salto hacia arriba para desaparecer.

Se escondió en un callejón sin salida cerca de unos contenedores de basura, intentando recuperarse de lo que había visto. Vio a Leah, o tal vez no. Estaba demasiado confundido como para saber si aquello era real o una ilusión causada por un enemigo cruel.-Pero hay algo diferente… esa chica se parece a Leah sí, es idéntica, pero sus ojos no me transmiten nada. Mi hermana es una persona candida. Ella sólo me infundió terror con esos ojos vacíos- Pensó mientras retiraba la capucha para respirar un poco de aire. Se dio una bofetada. Estaba sobreactuando. Todo aquello tenía una explicación perfectamente lógica: había pasado muchas noches pensando en Leah y entrenando sin descanso, causando que su mente le jugara una mala pasada.

Se sentó sobre la caja que contenía la armadura de Halcón. Debía dejar que un poco de oxigeno llegara a su cerebro antes de cometer otra estupidez. Estaba convencido de que se había esforzado demasiado, y que su reacción de desconcierto había sido lo suficientemente poderosa como para manipular su cuerpo cuando éste se encontraba totalmente debilitado.