Acudiendo al llamado

Después de que terminara la gran batalla entre los caballeros dorados y los terribles hechiceros, se les había ordenado a los Santos de bronce supervivientes regresar al Santuario para recibir órdenes nuevas. Por lo que había descubierto por sí mismo, un número muy reducido de santos de bronce regresó con vida al Santuario después de las masacres que los sirvientes de los brujos habían causado. Se consideraba afortunado de no haber sido utilizado por éstos como un tributo para sus líderes.

Siguió el sendero marcado en la tierra que conducía a las doce casas. Cuando apoyó el pie en el primer escalón miró en dirección al cementerio al sentir una corriente de viento que llegó desde ahí. Tsukiya se pensó si debía ir a visitar las lápidas aprovechando que estaba de visita. El viejo no iba a morir por esperarlo treinta minutos más, saltando de las escaleras para dirigirse al cementerio de los santos donde seguramente se encontraban las lápidas de los caballeros de bronce que habían perecido en ciudad Kaus. Era cierto, nunca se llevó bien con ellos en vida y tampoco los consideraba amigos, pero jamás quiso verlos muertos. La imagen de las lápidas era mucho más fácil de procesar que el estado en el que muchos de ellos habían sido encontrados: mutilados, despellejados, quemados, sin ojos y desangrados hasta la última gota en los peores casos. Las imágenes vivirían por siempre en sus pesadillas.

-Crecí junto a muchos de ustedes y es cierto, los odiaba por el modo en el que me hacían sentir- hizo una pausa, arrodillándose sobre una de sus piernas para leer los nombres tallados en las lápidas-Pero, sin importar las circunstancias, nunca quise que las cosas terminaran de este modo para ustedes. Quería que lo supieran.- se puso de pie y miró las lápidas con aire nostalgico. Se colocó la mochila en el hombro y dio un último vistazo a las lápidas. –Descansen- la figura del santo se desvaneció en la niebla, aléjandose de las tumbas para dirigirse a su encuentro con el Patriarca.