Casa de las Hojas

Todo lo que deseó se volvió suyo. Una forma humana, Mercurius, la Lanza de Marte y su ejército; ahora, en un extra inesperado, tenía la armada de gigantes ígneos. Con la muerte de Polibotes los demás idiotas la clamaron su reina, otorgándole el trono del volcán.

Con todos los marcianos, gigantes y sus dotes, comenzaría la sublimación del mundo.

Para comenzar, toda la armada se desplazó en los barcos de los marcianos. Cientos de naves atravesaron el Mediterráneo, capitaneadas con las fuerzas de los insectoides y los monstruos descomunales. Fuera de lo anacrónico de la escena, arribaron velozmente a las coordenadas: un islote que tenia encima un edificio similar a una casa, construcción a la que se llegaba tras ascender por un camino de escaleras labradas en la roca.

Era uno de los bolsillos de la realidad, un pedazo donde la Tierra se desdoblaba y dejaba libre el paso a criaturas que hacían ver a los gigantes como hormigas.

Jade sonrió levemente, viendo la tierra acercarse mientras se erguía en el bote de remos en el que se acercaban. Las naves quedarían ancladas en el agua profunda - después de todo, los marcianos eran insectos. Vivir en esas condiciones no los matarían.

Así, pisando con sus botas de tacón alto, Stryga llegó a la diminuta playa, viendo la ascensión de escalones que la llevaría a Oublie.

Inició la marcha, dejando que dos marcianos abrieran el pesado portón de recibimiento. Tras eso subió las escaleras dos a dos, anticipando la llegada a la morada de los monstruos.

La pelirroja se paró y vio las hojas labradas a relieve en las puertas por un ínfimo instante. Luego los dos marcianos escoltas abrieron esos también, concediéndole el deseado acceso.

Oublie era pequeña por fuera y monstruosamente enorme por dentro. El atrio la llevó a un patio interno, donde tapices antiquísimos mostraban mapas de cada fortaleza de los dioses. Eso lo ignoró, puesto que el Edén y Asgard no eran de su incumbencia.

Pasando de largo cruzó un claustro, arribando a otro patio que daba al cielo de una tarde gris. En la alfombra se veían las figuras en sombra del Santuario de Athena, Dignity Hill y el Santuario de la Corona.

Una risa ladina se apoderó de su rostro al detenerse. Sus tacones pisaron las hebras polvorientas, sus uñas rozando los tapices y estandartes que cubrían las columnas. Llegando a estar sobre el sitio del acueducto del Santuario en sus templos superiores, Stryga paró. Mirando atrás vio a los marcianos siguiéndola de cerca.

—Comencemos.—

Caminó por la alfombra del patio, leyendo los rótulos en antediluviano. Sus tacones pisaban la mullida tela, sin deformarla de alguna manera. En los extremos estaban colgados más tapices y algunos paneles ilustrados - todos de zonas de interés.

Carnero Blanco. Toro Dorado. Los Gemelos. El Gran Cangrejo. Stryga recorrió con sus pies la subida hacia el gran templo de Athena, los ojos siguiendo la ruta con una suavidad y elegancias sin par. En sus muñecas, las esposas encadenadas que usaba de accesorios tintineaeon. El León. La Virgen. La Balanza Celestial. El Escorpión Celeste. Se detuvo, frunciendo el entrecejo. Ugh. Que asco. Dijo, evadiendo el Portador de la Serpiente. Lo malo de ser un mapa de la era antediluviana era que no se actualizaba. O quizá hubiera uno más reciente y se pasó del claustro adecuado. En Oublie nada era seguro. El Centauro. La Cabra Montesa. El Copero. Los Peces Gemelos. Una vez allí miró al sur, entrelazando sus dedos. Athena se encuentra débil y casi sin poderes. De su condición ha llegado a pedir alianzas con Poseidón, encerrado bajo toneladas y kilómetros de mar, algunos resquicios y despojos resaltando en Julian Solo. Así mismo, ahora mismo lleva a cabo una competencia para amistar su ejército con el del mellizo perdido y recién revivido, Abel. Santos, Paladines...la Tierra y la Luna.

A su izquierda vio el tapete con la fortaleza elíptica en el lado oscuro de la luna, lado opuesto a la mansión de cacería de Artemisa en la cara lumínica. Por la derecha, un mapa de Rysel.

Abel, el dios momia, usa las estrellas y el enfoque de las líneas de poder de estas ciudades para regenerar su cosmos. Ciudades...de líneas de poder.

Jade movió un dedo, Mercurius acercando los mapas.

Kaus. Rysel. Wallachia. Gibraltar. Les Innocents. Jerusalén. Damasco.

Jade anduvo sobre los mapas, viajando de Grecia a Francia, de Rumania a España, pasando por el medio este y hasta México. Cada uno de los sitios era una llave al fin del mundo...más de uno innacesible.

Ha. Es lo que pasa cuando eres más poderoso que Zeus. Recargar todo eso tarda una eternidad. Y qué es la eternidad sino otro día para un dios...aieh. Que cosa que cosa. Tendremos que trabajar con lo que tenemos. ¿Ya lo trajeron? murmuró, girándose hacia un marciano que ofreció una reverencia. A sus espaldas, un dúo de otros soldados trajeron más tapices. Wee. Te ganaste uno. lo felicitó, lanzándole un caramelo. Parecía que eran fanáticos de los caramelos. Clásico de las hormigas.

Jade chasqueó sus dedos, rodeándose con tapices flotantes de mapas estelares.

Analicemos los riesgos. Mercurio...duerme. Venus inició la guerra. La Tierra es solo el tablero. dijo, pasando cada tapiz de los planetas. En letras antiguas, cada uno ponía las equivalencias y comparaciones teológicas con los panteones distintos. Por suerte para ella, Athena había aniquilado a casi todos y a los que no...ya estaba por acabarlos.

Marte fue conquistado. Vio de reojo a Gungnir, brillando en una esquina. Júpiter el Cisne, asesinado por su hija. Saturno girando en su propio ego. Eso deja a...

Urano el titán y Neptuno el misterioso.

Según sus fuentes ya Urano estaba en guerra con Athena, aliado con Venus. Neptuno...Neptuno solo estaba. De seguro haría su movida luego de que Athena acabaran con los anteriores. Y esa la quería ver.

Está bien. Creo que puedo sacar algo de todo esto. dijo con una risita, extendiendo el meñique de su derecha.

Estuvieron un rato trotando. Para su apariencia tan peculiar, resultó que Basty era capaz de hacer ejercicio a su ritmo sin mayor problema. Eso le agradó. Hasta diría que sirvió como prueba para lo que pasó después.

Al reaparecer a su lado Jade le pidió a Pango sacar nuevamente el Rubellus Sidos Gungnir, la Lanza Divina y Bastión del fuego de la guerra, foco entero de la masacre y faro de la conquista bélica. Apuntando a la ciudad desde la carretera opuesta en que conoció a Nightray pidió a su Guardia Real afirmar su puntería. Pan Wang Chang Jin Sima usó una de sus garras únicamente para subir unos cuantos grados, ajustando con precisión la línea de disparo. A su orden un haz de luz roja surgió de la punta galáctica, incendiando el hospital general al instante.

Okie dokie ¡eso acaba nuestra tarea aquí! Pan, hora del Warpad.

Jade levantó su pulgar de uña pulcra, observando en la lejanía la hoguera que los humanos no serían capaz de extinguir. La única manera era cuando el número de víctimas fuera el adecuado para el ritual: mal por ellos. Al fin y al cabo, vivían en una de las ciudades de líneas de poder.

Basty, pon una mano en la espalda de Pan. Lo más alto que puedas. No le gusta que le toquen las nalguitas.

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Haciendo lo propio Jade se apeo a un lado de Bastian, casi dando saltitos. Una vez ambos pusieron sus manos en la musculosa y descomunal espalda del panda, se dispararon de allí en un destello bermellón.

Warpad, el método de transporte de Pan. Entramos y salimos, entramos y salimos. Es un zigzag entre las líneas. Eso claro, Basty debía deducirlo por si mismo. Su idea al comunicárselo era otra. ¡Somos como los Tíndalos! Así que, Basty, no vomites. Espera a que lleguemos al destino si te dan ganas.

Con un fwoomp final el Warpad los llevó a la Casa de las Hojas, justo en el salón de visitas del señor Golb: amplio, cuadrado y lleno con muebles tapizados en rojo intenso.

Aquí estaaaaamos. Bienvenido a la Casa de las Hojas, habrás oído de ella. Monstruosamente grande por dentro, pequeña por fuera, un bolsillo en la nada y un mundo sobre todo. Jade dio un salto, subiéndose a los hombros de Pan. Aunque conoces los versos, solo se abre por poco tiempo. Ya la alineación está por perderse, así que, Basty, como Mantis tu primera tarea es esta: llevar a toda la armada a un castillo de tu elección. Grande, lindo. Si tienes buenas cortinas sería incluso mejor. la pelirroja besó sus dedos, acariciando la cabeza de Pan con una de sus manos. Agitando el bambú en sus labios, aquel acomodó su posición. Estaré unos tres días fuera. Iré a seguir con mis deberes junto a Pan. Tienes...cuarenta y ocho horas antes de que se cierre la Casa. le guiñó un ojo de cuya pestaña salió un corazón volando. Gracias Baaaaasty.

Dándole un besito a Pan en la mejilla desaparecieron en otro fwoomp. Su destino: la tundra rusa.

–Con que así da inicio todo– expresó al ver como el fuego consumía el centro de la ciudad, expandiéndose sin encontrar resistencia. Los habitantes trataron de extinguir las llamas, pero poco o nada pudieron hacer para evitarlo. Un hecho funesto y lamentable, pero no sería el primero. No mientras la armada de marte se mantuviera en movimiento.  Y así abandonaron aquella locación, el tiempo apremiaba y no podían desperdiciarlo. Llegando hasta la base provisional de los marcianos.


–¿Ehh? Un momento denme un respiro–  dijo casi jadeando. No tenía ganas de vomitar, pero aquel salto lo dejo sin aliento. Fue un gran salto, sabiendo que los kilómetros recorridos no fueron unos cuentos, pero el tiempo invertido fue absolutamente el mínimo. –Si conozco algo de ella, aunque no pensé que mis ojos fueran capaz de verla– respondió para después escuchar con atención las palabras e indicaciones de la dama.

Una orden simple pero que el proceso no lo era tanto, además tenía tiempo límite apenas cuarenta y ocho horas. Dicho eso la mujer abandonó el recinto en compañía del panda gigante, dejando solo a Bastian con los integrantes de la armada de marte.  –Vaya, vaya. Conseguir un buen castillo no es tan fácil en estos días– expresó como si la tarea fuera cualquier cosa.


Camino entre el recinto hasta llegar a su salida. Observo la playa y las naves ancladas en ella. Pensando en que en alguna obra de arte había visto un escenario parecido. Aunque puede que su memoria le estuviera jugando una mala pasada. – Y bien ¿Dónde demonios conseguiré un castillo?– se dijo a si mismo llevando la mano al mentón y reflexionando sobre el asunto.

–Primero necesitare un mapa, no tengo ni idea de donde estoy parado. Bueno es una isla pero en donde realmente está ubicada– hasta ese punto había ignorado a los demás soldados rasos que hacían de guardia improvisada, uno de ellos se acercó sin decir nada llevando un pergamino en sus manos. Se paró justo enfrente de Bastian y extendió sus manos para entregárselo. – ¡Oh! Gracias– dijo sorprendido del buen servicio de las tropas. Extendió el pergamino revelando una serie de rutas marinas, islas y la ubicación en la que se encontraba.


–Veamos entonces estamos… en el Mediterráneo– tal vez pensó que aquello era idiota o mejor dicho pensó que él era el idiota por no deducir eso de una forma veloz. Los barcos señalaban el tipo de mar en el que se encontraban. Remos, galeras de guerra del tipo que ocupaban los romanos en su conquista. –Ahora bien a encontrar un castillo  en estos mares que no esté demasiado lejos. Esos barcos no están diseñados para otro tipo de aguas y solo tenemos dos días para desalojar este lugar e irnos–


Entró de nuevo a la sala central y se sentó sobre uno de los muebles, para estudiar de nuevo el mapa.  Parecía sencillo decir vámonos a X o Y lugar, pero  tenía que estudiar si las marismas y corrientes  eran las adecuadas. Trazar la ruta y llegar a buen puerto. Además era un castillo lo que necesitaba. Tal vez en tierra firme existían buenos castillos, pero pensó que la logística para ello era demasiado compleja de llevar.


–Necesita ser amplio, buena visibilidad y ubicación. Que no este en ruinas. Lo suficiente amurallado para que imponga respeto  y un diseño adecuado– trató de recordar que castillos tenían tales características. –Además tener mazmorras y fosos. Digo un castillo que se respete los tiene y esto incluye su baluarte. Aunque…–  volteó a ver a un puñado de marcianos que lo obserbanan con atención, la primera impresión que tuvo al verlos es que estaban deseosos de recibir una orden por minima que fuera. No estaban diseñados para andar mucho tiempo sin alguien que los comandara. –Vemos ¿Qué puedo poner a hacerlos?– pensó alguna tarea rápida. –Ya se algo útil alisten los navíos, que estén en óptimas condiciones para partir cuanto antes– los soldados asintieron con la cabeza y se retiraron en orden. –Servicio rápido–  tras replantearse su situación fijo sus ojos en la franja de mar casi saliendo del Mediterráneo.


–El mar jónico… muy cliché irse a Grecia, también descarto el Mar Adrianito y el Egeo–  siguió revisando y fijo sus ojos en el conjunto de islas Italianas. –Si mal no recuerdo por aquí existía un islote que servía de fortaleza– aquello lo recordó en algunos viajes que tuvo hace algunos años.

–Aunque solo son unas ruinas desde hace muchos siglos– reflexionó sobre eso y siguió indagando. Fue ahí que otro marciano se acercó con un pergamino entre las manos y se lo entregó a Bastian. Quien le dio las gracias y lo tomó para desenrollarlo y observarlo detenidamente. –Si supieras los problemas que me has ahorrado– dijo sonriendo y haciendo una señal de satisfacción por el trabajo de su subordinado. En aquel viejo mapa existían anotadas diversas fortalezas y bastiones que en alguna ocasión sirvieron como fortificaciones para las tropas de Marte, quedadas en el olvido y enterradas en las arenas del tiempo.

El mapa era ampliamente detallado y rico en información sobre si era un reducto, un bastión o una plaza fuerte. Aunque una parte suya sintió pesar al seguir leyendo su contenido. Las distintas fortificaciones también iban acompañadas de marcas funestas. Según iba leyendo comprendió que casi en su totalidad estaban señaladas como destruidas para que no cayeran en manos del enemigo. –Esto es un fastidio, prácticamente todas están perdidas– musitó tras leer aquello. Tal vez fue una perdida de tiempo. Se hundió por completo en el asiento en el que estaba. El tiempo proseguía y se le estaba agotando. De seguir así la casa de las hojas desaparecería y no tendría todavía un punto al cual dirigirse.

–Algo tengo que hacer– y ahí descubrió algo en el mapa. Existía unas ligeras marcas, se puso de pie y alzó el mapa sobre su cabeza. Para verlo contra luz. En efecto existía una marca que trató de ser borrada. Con la frase “Plus & Ultra” apenas leídas a contra luz, la señal estaba en el extremo del mar Mediterráneo. –Las columnas de Hércules–  debajo de esa señal estaba el remanente de un circulo rojo, aquel que en el mapa indicaba la ubicación de los castillos de Marte. Tuvo la corazonada que era la última fortificación que quedo en pie, aunque era un riesgo alto. Si se equivocaba estaba acabaría quemando su tiempo disponible.

–En el peor de los casos tendré que comprar lo que sea que este cerca– expresó minimizando el asunto. Tomó los dos pergaminos y se dirigió a la playa. Como había indicado los marcianos tenían ya listo todo para zarpar y hacerse al mar. Bastian satisfecho de la efectividad de las tropas para seguir ordenes de ese tipo. Se paro sobre un montículo de rocas elevados y dio la orden para que todas las naves zarparan, en dirección a la que los mapas que llevaba consigo le indicaban.