Bulls, whales, cranes

Recuerdo del primer mensaje :

Lo admitía: estaba nervioso.

Tras encargarse de la aparición espontánea de los dríades gigantes en la construcción de Alfea, reportarlo y acabar con los últimos menesteres de la pre-apertura, Gar le dio la noticia: de los dos candidatos que tenía para sucederlo como Tauro, él fue el elegido. Por suerte, Chuck respondió con su característica sonrisota y una palmada brutal en la espalda como felicitaciones. Al fin y al cabo, él se alzaba como ocupante de Heracles, así que...

—Bien, con calma. Puedes hacerlo.— se dijo a si mismo. Frotándose las manos suspiró y se acomodó los tirantes de su overol.

En esos momentos estaba en Grecia. Ya con la caja de Tauro al lado, un último asunto pedido por su maestro le esperaba: coordinar los santos de plata que habían sido recién nombrados como herederos de armaduras. No eran muchos tras la masacre en Kaus; dos fueron mandados a las academias de Alfea y Fontaine Rouge, dejando unos pocos para encargarse de los asuntos con aspirantes del Santuario como tal. Esa tarde se reuniría con los que quedaban y hablaría para medir funciones y otras cosas más.

"Ahora eres un dorado, tienes algunos deberes importantes" o eso había dicho Gar.

Se ahogó un suspiro cuando oyó la puerta abrirse.

—Buenas tardes. ¿Es usted el señor Belt?— saludó. Frente a él había un hombre alto (muy muy alto) de piel oscura y pelo en afro. Su ropa era similar a la de un sacerdote, más pudo ver cierto atisbo de medias de encaje y red de pescador en los troncos de piernas que tenía. No juzgaba, pero lo encontraba...raro.

—Mercym Belt. Tu eres el alumno de Gar ¿cierto? Parece que lo hizo bien para tener un ascenso a dorado. Que bien, que bien. No es como la (perdóname la palabra) ramera perdida que entrené yo. Bien, la mandaré a llamar a ella. También a la Grulla.— dijo aquel con algo se gracia seca. Era...peculiar, por decir lo mínimo. —Mira ballena, es hora de la reunión. El señor Stanley está esperando ya.— comunicó, sacando un celular con forro de gato. Subiendo un pulgar, le hizo una seña apreciativa a Stan, quien sonrió con la cabeza algo ladeada.

Ahora era el turno de Grulla de comenzar a reír, una carcajada seca y cascada inundo la capilla mientras que el rostro duro de la pelirrubia apenas mutaba su gesto neutro de siempre. –Ustedes los burócratas sí que cuentan los mejores chistes. –Musito sacando ahora sin reparo alguno un cigarrillo arrugado, con parsimonia lo coloco entre sus labios y clavo sus ojos neutros en aquel hombrecillo de piel oscura.

-¿Jornadas de 8 horas? ¿Descansos de fines de semana? Wow… que considerada e inteligente sugerencia. Asumo que no te has paseado últimamente entre las barracas y áreas de entrenamiento. –Dictamino sin emoción rebuscando entre los pliegues de su ropa por un encendedor.

–Esperas que de entre todos los perdedores que rondan en este lugar obtengamos algo de valor, al menos lo suficiente como para darles las armaduras de bronce… sí que tienen expectativas altas los que te envían a nosotras.

Finalmente sus dedos encontraron lo buscado, sacándole encendió el pitillo e inhalo profundamente el amargo y mentolado humo, disfrutando de la leve sensación de ligereza que aquel primer toque de nicotina le daba. Suavemente dejo escapar el humo en dirección del denominado guerrero de Tauro.

-A nosotras… -repitió mirando a Ballena y después extendiendo ambas manos en un gesto conmiserativo. –Una puta que no puede mantener sus pantis puestas y una malnacida con ataques de ira. Vaya equipo estrella el que portentas a tu cargo. Esa los va a contagiar de gonorrea antes de que puedan ser masacrados por cualquier enemigo que nos aseche y yo… -sonrió afiladamente jugueteando con el cigarro entre sus dedos –bueno yo… yo no prometo que termine alguno con vida. –sentencio finalmente lanzando al suelo el cigarrillo a medio acabar aplastándole después con la punta de su pie derecho.

-En lo que a mí respecta se me hace ridículo, estúpido e infructuoso a mas no poder… -cruzando sus brazos sobre el pecho ladeo su cabeza aun ostentando en su rostro aquel gesto prepotente y distante. –…esto no va a funcionar. Necesitaríamos, meses… años para lograr lo que esperas aun cuando los matemos las 24 horas del día. Guerreros cansados, guerreros extenuados y mediocres… el entrenamiento de una vida en unos cuantos meses… ridículo. Y nosotras como maestras… aun no me la creo. –finalizo riendo por lo bajo.

- Jodete perra, yo estoy cien porciento limpia. - respondió de pronto a todo lo dicho por la grullita culo cerrado. - Se llama condon imbécil, ya se que tu vagina debe estar con tan poco uso que sus paredes se han fusionado para crear una sola tosca masa de carne, pero en algún momento de tu existencia debiste aprender de los globitos. -

Diana odiaba aquello. Odiaba cada una de las palabras que habían salido de la boca del moreno. Odiaba que la estaban ascendiendo y le estaban dejando la responsabilidad de pulir la mierda hasta que encontrase oro. Bueno, no, no le estaban pidiendo oro. Le estaban pidiendo bronce, pero eso no quitaba que sería un maldito dolor en el culo. Pero eso sería estar de acuerdo con grulla y en aquel momento no había nada más desagradable.

- ¿Que pasa grullita, tienes miedo de que los aspirantes quieran robar tus bragas? Yo no me preocuparia de eso. Estoy segura que la mayoria estaran cagandose de miedo como para no aprender a seguir tus órdenes al pie de la letra. Por mi cuenta, aunque realmente no le veo el caso, supongo que podríamos tomar unos cuantos alumnos, separados. Cada quien entrenandolos a su manera. En distintos extremos del santuario. - Lo más lejos posible la una de la otra. Diana sabía que se iba a joder, y si lo iba a hacer el espantapájaros en su imagen se joderia con ella.

- Pero, blergh, me mata el decirlo, pero SPM permanente aquí tiene un punto, ¿Estás seguro que quieres que nos encargamos de esto? Debe haber alguien más calificado que nosotras. Hasta el Pedopriest es más calificado que nosotras. ¿O es solo que te gusta la idea de tenernos abajo de ti? Porque la verdad soy mas de arriba. - Diana se cruzó de brazos. Si era convincente, podia zafarse de aquello. Pero lograr salirse de esta seria un milagro tan grande como el sacar algo bueno de aquellos aspirantes.

Stan solo las dejó a sus anchas, que se pelearan y se insultaran como quisieran. Al fin y al cabo, no tenia manera de impedirlo. Como extra, aprendía cada vez más de ellas - la manera en que reaccionaban decía todo lo que necesitaba.

—Me parece una observación válida.— le dijo a Grulla. Volteando, miró a Cetus. —Entonces, tendrás prohibido intimar con los alumnos que toquen en tu grupo. Así como Grulla tendrá prohibido herirlos de gravedad.— aguas peligrosas, sin duda, pero era parte del trabajo. —También la tuya.— añadió mirando a la que seguía sentada. —Hagan sus campamentos en lados opuestos. Cetus en el oeste, Grulla en el este.—

Luego, una inquietud que si bien expresada con ira y con falsa dulzura, era igual de válida que todas las demás cuestiones presentadas hasta ese momento.

—Voy a ser sincero con ustedes: los de la administración creen lo mismo. Después de tantas quejas, lo que querían era simplemente quitarles las armaduras y deshacerse de ustedes. Para eso está el señor Mercym al otro lado de la puerta - como ex-Santo de Escorpio, su función es de eliminar peligros internos.— explicó con un resoplido. Del otro lado de la puerta se oyó el clickity clac de los tacones de Belt. —Después de un invierno invocado por el dios de las mentiras, el Edén apoderándose del Santuario y de la masacre en la ciudad Kaus, están tratando de manejar como pueden la situación...y ya pasaron tres años en lo que no lo han logrado del todo. Según me dijeron cuando pregunté, ustedes son más una carga de la que deshacerse que activos. Tampoco las primeras en serlo. Pero, también están tratando de lidiar con la muerte del viejo Patriarca y otras cosas más. Eso es lo que se.—

Stan se sentó en la silla finalmente, sacando una pipa. Cargándola y encendiendo el contenido, aspiró antes de exhalar humo por la boca.

—Podrás decirme que soy un mono creído— señaló a Grulla —tú que me gustaría verlas amarradas en cuero— luego a Cetus —o como sea que les venga a la mente. Pero no creo que tengan esas cajas sólo porque sí. Capaz sueno como esos discursos de telemarqueteo, pero me gustaría creer que si las ganaron, es por mérito propio - no por mostrar las posaderas o conexiones, como sea.— como le habría gustado que la silla fuera de esas de oficina para girar. —Promiscua, enojona, lo que sean, pueden hacerlo. Según lo veo, ustedes son profesionales más que Santos, si es que eso tiene sentido. Quiero decir, mi maestro me contó que hubieron Santos que eran medio idiotas, literalmente, con la mente ida. Ustedes...ustedes parecen más despiertas que la mayoría. Enojada y promiscua, sí, pero más atentas.— expresó, sin encogerse de hombros. En su lugar, volvió a exhalar humo.

Afuera de la capilla, otra vez: clickity clac de tacones.

Tras las últimas palabras del aquel hombrecillo, el silencio se apodero brevemente de la capilla. Grulla, aun cruzada de brazos, cerró sus ojos un instante dejando que el exquisito aroma del tabaco le acariciase la piel. Proceso lo dicho y rápidamente contemplo las posibles implicaciones de mantener su negativa a aquel descabellado plan. Ciertamente el moreno tenía razón en algo: ambas eran un completo dolor en el culo. No había más, no se podía tapar el sol con un dedo.

-Que lastima que les falten huevos para eliminarnos… -musito casi para si misma la mujer lanzando un breve suspiro, estando segura que aquella alternativa estaba lejos de ser viable para sacarle de su miseria. Se encogió de hombros dejando caer sus brazos a sus costados y avanzando hasta la silla más cercana en la cual se lanzó pesadamente sin parsimonia. Elevando sus pies a la mesa se semi recostó jugando con un mechón suelto de su cabello.

-Has dado la orden, no hay mucho que hacer ya. Por mi parte ten por hecho lo que pides. Es estúpido e inútil, quizás no lleguemos a nada… pero como lo pintas es la única alternativa… ¿verdad? –Indago sin esperar una respuesta verdadera.

Las cosas habían sido así toda la vida, haciendo lo que no quería y lo que le mandaban. Asi había llegado a ser la mejor en su grupo, así la merecedora de aquel manto. Luchando cual máquina, sobreviviendo apenas cada día. Frunció levemente el ceño girando su cabeza a un costado donde un enorme ventanal tintado dejaba pasar la suave luz de la mañana. Por un momento se perdió en sus pensamientos para después, con la misma tonalidad desinteresada, comentar: -¿Es eso todo? ¿Algo más que desee, su majestad?

- Aish, a fuerzas le quieres quitar la diversión a esto ¿verdad? - Diana se dirigio al moreno, mientras decidió que si todos iban a estar fumando no habia razon por la cual ella no debia de hacerlo. Además el Pedopriest estaba afuera así que no podría quejarse de que le estaba apestando el lugar a tabaco. Si entraba y se quejaba, Diana simplemente apuntaria al negro de oro y diría que él comenzó.

Diana inhalo el humo del cigarro con fuerza, le mantuvo en su interior por casi un minuto y luego exhalo con fuerza. No le era para nada sorpresa que intentasen deshacerse de ella. Esta hubiese de hecho sido la quinta. La tercera fue del mismo AfroPedoBear, y aun mantenía la cicatriz de ese encuentro. Le terminaron faltando huevos al final para hacerlo, aunque dijese que simplemente falló en el último momento. “Si, claro. Y tampoco disfrutaba de las bebidas super frutales. ”

- Bueno Sr. Toro de Oro, viendo que vamos a hacer esto, queramos o no queramos tengo mis condiciones de trabajo. Quiero sábados y Domingos libres. A cambio los entrenare por 10 horas del dia, asi que termina siendo más de lo que era tu mínimo ¿no? Dos, ¿querias al menos dos entre las dos verdad? Viendo que no creo poder confiar que la nena arcoiris saque algo de entre toda la mierda, lo tomare como que me toca sacar dos caballeros de bronce. Asi que voy a necesitar materia prima. En abundancia. Unos veinte al menos. ¿Te parece bien? - Diana observó detenidamente al Moreno. Era momento de los negocios, y en los negocios todo tenía que quedar claro. Si no te jodian, y no te jodian bonito.

Cada vez que hablaron fue una ocasión para dirigirles la mirada. Al parecer comenzaron a analizar la situación, corroborando que de hecho, eran conscientes de lo que las rodeaba. Era todo lo contrario a lo dicho en los perfiles - así que imaginó que al fin y al cabo, no intentaron cada ángulo para comunicarse con ellas. O, quizá, solo contó con mucha suerte.

—Sábados y domingos libres, hecho. Sobre lo otro, no. La cuota de santos conseguidos es independiente la una de la otra. Aunque ¿eso es una forma de ayudar a Grulla?— lo implícito en sus palabras fue un claro "son más amigas de lo que parece ¿eh?". —Bien, eso lo zanja. Les daré las especificaciones al departamento de recursos humanos.— sonriendo separó los dedos, levantándose mientras exhalaba humo y se estiraba, los brazos extendidos lo más posible. —Así que estaremos en contacto ¿si? Esperen en estos días la lista de los veinte aspirantes por cada una.—

Sin perder el tiempo tomó la caja de la armadura de Tauro, acercándose a la salida aún con la pipa calada entre los dientes. —Que tengan un buen día, Grulla, Cetus.— se despidió, dedicándoles una última sonrisa. Haciendo un gesto con la mano salió de allí, cerrando las puertas dobles. Del otro lado, Mercym lo esperó con rostro severo.

—¿Y bien?—

—Todo bien. Empiezan la próxima semana.— respondió Stan. Ladeando un poco la cabeza al decir "bien" señaló la pipa. —Disculpe por el humo señor Belt.—

—No hay problema señor Bell. Con lo que logró, puede fumar todo lo que quiera. Veamos si esas niñas descarriadas pueden salir del socavón de perfidia en que se arrastran.—

Sin responder a la despedida del moreno, la pelirrubia espero hasta que el sonido de su voz al otro lado de la puerta se esfumase para variar su postura. Segura ya de que el caballero de oro se encontraba en camino de la salida, Grulla se puso de pie. Acomodo con un tirón los pliegues de su vestimenta y se encamino a la puerta sin dirigir su mirada a la que quedaba en aquel lugar.

Daba gracias a cualquier deidad que había hecho posible que aquel asunto terminase de manera tan rápida y sin contratiempos. Aun quedaba el caso de la encomienda recibida, pero la mujer estaba segura que podría salir adelante de aquel problema. Al fin de cuentas solo con pararse cada día con aquellos estúpidos y ponerlos a subir y bajar enormes rocas por una cuesta seria suficiente. Si alguien cuestionaba sus métodos bien podría poner una queja por acoso... o algo así. Las oportunidades de justificarse no le faltarían.

Así pues sin dudarlo abandono la capilla, topándose al otro lado de la puerta con el "sacerdote" le saco la vuelta ignorando el intento de este de hablar con ella. Sin prisa se dirigió al ascensor y toco el botón de llamado. En derredor de su persona el murmullo de aquella oficina se elevaba constante. El sonido del timbre que anunciaba la llegada del elevador le saco de sus pensamientos. Sin esperar mas, y asegurándose que nadie mas entraría con ella presiono el botón del lobby y se alejo de aquella situación.

Diana se mantuvo unos cuantos minutos mas en la capilla. Sabia que algun dia llegaria el dia en que la mandarian a trabajar, pero jamás pensó que alguien tuviera la maravillosa idea de ponerla a educar las mentes, corazones, y sobre todo músculos de las nuevas generaciones.

”Esto va a terminar en desastre” Diana estaba segura de ello. Bueno, al menos le habia hecho saber al Toro de Oro sobre ello. Sobre aviso no había engaño, por lo cual de una vez se lavaba las manos. Con suerte, la siguiente vez se les ocurriría algo mejor. Quizás enviarla a pelear contra alguna divinidad maligna, o mal entendida.

Claro tuvo que reírse un poco en lo que había dicho el Bolas de Oro. ¿Ayudar a Grulla? ¡Ja! Diana solamente no quería que la terminaran castigando solo porque la cabellos de paja espantapájaros viviente había terminando asesinando a todos sus aspirantes. De seguro seria por una razón muy estupida. Capaz uno de ellos estornudara mientras estaba hablando.


Diana se hizo hacia atrás para pensar. Fuera de que todo sería un desastre, no quitaba el hecho de que su culo estaba en la línea. Tenía que ver como demonios lograba sacar ese bronce de la mierda que le llevarían. Suponía que observaría quienes eran los mas estupidos y suicidas para presionarlos más. Quien sabe, capaz tener esclavos le vendría bien.

Bueno, Diana tenía hasta que le diesen el aviso oficial para tener que comenzar a preocuparse por eso, lo cual significaba que debía disfrutar al máximo los pocos días que le quedasen de libertad. Ademas, había recibido noticias horrendas. Necesitaba un trago, una pastilla, y una buena cogida. No necesariamente en ese orden.

Estirandose de nuevo y lanzando el cigarro al lugar donde bautizaban a los bebés, Diana se levantó por fin de su asiento. No iba lograr hacer nada estando en ese lugar, y además no estaba tan molesta como para “profanar” aquel lugar “santo” al joderse a unas cuantas personas. La ultima vez le hizo saber que no valia la pena.