Bienvenidos al Laberinto del Horror

La noche del 31 de Octubre, un grupo de guerreros fue convocado por el Ángel del Destino. Todos se encontraban frente a la gran entrada al laberinto: muros gigantes cubiertos con enredaderas de espinas y musgo. Una figura envuelta en una capa blanca apareció en medio de la niebla que salía de la entrada del laberinto, un hombre hermoso de cabello blanco y ojos rojizos.


El hombre observó a sus invitados, complacido de verlos a todos. No es que ninguno de ellos tuviera opción, ya que el mismo Ángel del Destino había sido muy claro al mencionar que si se negaban a participar en su entretenimiento de Halloween los "borraría" de la existencia. -Bienvenidos al Laberinto del Horror. Yo mismo diseñé este lugar para esta ocasión especial. Verán cosas que sólo vieron en pesadillas; fantasmas a los que les otorgué un cuerpo durante esta noche- El Ángel del Destino hizo aparecer un pergamino en su manos.-Las reglas son sencillas. No pueden salir del Laberinto hasta que el sol salga, no está permitido hacer trampa: si lo hacen, lo sabré. Acobardarse no está dentro de sus opciones. Eso es todo lo que deben saber- el pergamino desapareció en una nube de humo. El Ángel del Destino entró en el laberinto, desvaneciéndose en medio de la niebla con una sonrisa.

Lo que en un principio parecía ser una misión terminó por ser en realidad una especie de juego enfermizo orquestado por un ser extraño denominado el Ángel del Destino. Jamás había escuchado de un dios como ese, pero su energía cósmica era realmente temible. Yumoto asistió al encuentro, notando que no era el único que recibió una invitación a la fiesta.

Ese laberinto gigante no le daba buena espina, sin embargo, entrar era necesario para participar en las actividades que preparó el estrafalario anfitrión. Yumoto estaba utilizando un disfraz: peluca blanca, orejas de conejo y una tanga afelpada con tirantes. Su otra opción era un disfraz de gato, pero el de conejo le brindaba mayor movilidad.

Al entrar en el laberinto, Yumoto fue envuelto por la niebla, sintiendo un poco de ansiedad al percibir que las altas paredes se estaban volviendo más estrechas conforme avanzaba. Corrió todo lo que pudo para llegar al final del pasillo, y cuando miró detrás de él se percató de que el camino era completamente diferente: se había movido en línea recta todo el tiempo, y el camino a sus espaldas eran sinuoso como una serpiente.

Lo que era más alarmante era que ya no podía ver el punto de salida.-Eso me pasa por apresurarme- comentó, caminando de forma despreocupada sobre los tacones de su disfraz. No entendía por qué las mujeres se quejaban tanto, era bastante fácil moverse en eso.

—¡Aquí estoy! —exclamó Gaël en un balbuceo apenas comprensible debido a los colmillos punzantes de su disfraz que le dificultaban el habla. Era un hombre lobo: con unas orejas salvajes y peludas junto a unas prendas verdes rasgadas. Llevaba un collar con pinchos y grilletes en los brazos, con el detalle de cadenas rotas. Y para mayor realismo también tenía un poco de maquillaje rojo cerca de sus labios que simulaba ser sangre.

Había quedado en reunirse con sus amigos Evan y Alysa en la entrada del laberinto. Ellos ya estaban allí junto a un grupo de personas que imaginaba debían de ser los otros invitados. Algunos de ellos ya estaban ingresando.

—Al fin. ¿Dónde te habías metido? Llevamos más de media hora esperándote. —comentó Evan, un muchacho pelirrojo de cabello revuelto y mirada seria.
—Creímos que te habías olvidado de nosotros. —añadió Alysa, la única mujer del grupo. Llevaba un atuendo de ángel negro; vestido corto azabache en conjunto de unos tacones y alas del mismo color.
—Lo siento —se disculpó Gaël sonriendo apenado—, colocarme este disfraz me ha tomado más tiempo del que pensaba.
—Y ya veo por qué —Evan admiraba lo complejo del atuendo del rubio. Él en cambio, vestía un simple traje de brujo: sombrero y capa negros con el detalle de un enorme y llamativo lazo rojo en forma de moño en el cuello—. Te has tomado muy enserio lo del disfraz.

Gaël alzó la vista contemplando con detenimiento la enorme estructura que se alzaba imponente frente a ellos. Lo que más le aterraba era la niebla siniestra que los esperaba al frente.

—Esto no me gusta nada. —dijo el rubio, con cara de preocupación.
—Yo creo que se trata sólo de algún truco para asustar a los niños, estamos en esa época. —Evan no lucía muy preocupado, de hecho no era muy fanático de esa clase de fiestas y no entendía por qué la gente se tomaba tanto tiempo en decorar y ese tipo de cosas.
—¡Oh, vamos chicos! ¡Es Halloween, anímense! Ese hombre extraño el Ángel del Destino debe haberse tomado mucho tiempo preparando todo esto, seguro que vale la pena —exclamó la muchacha de cabellos castaños rojizos. De los tres, era quien se veía más animada—. ¿Vamos a entrar o no?
—Está bien.
—Está bien.
—¡Así me gusta!

Sin más, Alysa se aventuró hacia el laberinto, perdiéndose entre la espesa niebla. Los otros dos intercambiaron miradas y se adentraron detrás de su compañera.

Le había llegado una curiosa invitación para un evento de Halloween que tendría lugar la noche del 31 de Octubre. No es que a Atem le extrañara; fiestas terroríficas de todo tipo solían celebrarse por aquellas épocas. De hecho, cualquiera hubiera pensado que se trataba de una broma bien elaborada pero, la amenaza en la carta de invitación y la persona que firmaba la misma, le generaban grandes dudas.

La curiosidad finalmente lo llevó a asistir al evento. Debía averiguar de qué se trataba todo el asunto, y si no era más que una broma, entonces no estaría de más divertirse un poco.

—No hay duda de que este debe ser el lugar. —comentó al detenerse frente al imponente laberinto de añejos muros cubiertos de verde. Aquello en conjunto con la espesa niebla que rodeaba el lugar daba toda la impresión de que, quien se adentrase allí, jamás volvería a salir. Y la aparición del hombre de la capa blanca reafirmaba la idea de que aquello no era una fiesta o evento común y corriente. Lucía todo tan real que le daba a pensar dos cosas: o era una perfecta actuación, o nada bueno iba a salir de todo eso.

Miró a su alrededor notando que había muchas otras personas reunidas allí portando trajes muy curiosos, algunos clásicos de Halloween, otros más originales. El disfraz que Atem llevaba representaba al dios egipcio Anubis; un inmaculado y ligero atuendo blanco sin mangas que dejaba al decubierto parte de sus piernas y torso, ataviado en joyería de oro y maquillaje egipcio. Tenía además unos zapatos blancos, grandes orejas negras de perro y una esponjosa cola que combinaba ambos colores. Creía estar listo para adentrarse en el terrorífico laberinto.

Pensaba pasar la noche de brujas junto con Saika, aprovechando la situación para hacer alguna actividad como jugar en un huerto de calabazas o quedarse en casa para darles dulces a los niños como hacían las parejas normales. Claro, de nuevo estaba adelantándose a los hechos; Saika aún no era nada suyo, sólo lo veía como un amigo. Temía decirle y ser rechazado por él.


Volviendo a su situación actual, se encontraba en ese extraño laberinto lleno de niebla y plantas superdesarrolladas. El tipo raro de cabello blanco había mencionado fantasmas, y el reporte de la misión mencionaba apariciones de guerreros del Santuario que habían sido declarado muertos hace años. ¿Hades estaba detrás de todo eso? No, él no era el tipo de Dios que planeaba actividades recreativas en noche de brujas.


Ryo iba vestido con un traje de pirata, uno muy llamativo, de colores oscuros. Lo más peculiar era el sombrero que integraba unas orejas peludas de gato. Ren aún no había llegado. Probablemente se le había hecho tarde de nuevo. Aburrido decidió aventurarse por su propia cuenta, tropezando con un muchacho de cabellos multicolor vestido de perro.

-Disculpa, no te vi por culpa de toda esta niebla- comentó el joven de cabello negro, dirigiéndose al chico de manera respetuosa y seca. Mintió por supuesto, ni toda la niebla del mundo podría ocultar esa mata de cabello pintada de tres colores -¿Viniste al evento o eres un fantasma que va a intentar matarme cuando le dé la espalda?- preguntó Ryo con una expresión completamente seria en el rostro.

Tras adentrarse en el oscuro y brumoso laberinto y haber caminado unos metros, perdido en medio de la niebla, Atem pensó que no había sido una buena idea aventurarse a lo desconocido en soledad y sin estar cien por ciento preparado. Llevar una linterna habría sido una buena idea, pensó. Ni siquiera recordaba cuánto tiempo llevaba dando vueltas en círculos por aquellos amplios pasillos llenos de obstáculos.

No pasó mucho tiempo hasta que el sonido de pasos acercándose logró alterar su calma —que no es que estuviera muy calmado tampoco—. Observando en todas direcciones apresuró el paso y, sin darse cuenta que el causante de aquel sonido estaba más cerca de lo que creía, acabó chocando con él. Se sintió aliviado al ver que no era más que un muchacho disfrazado de pirata, este se disculpó con seriedad, no parecía ser de los que hablaban mucho.

—Descuida, yo también te debo una disculpa. Tampoco veía por donde caminaba, estaba escapando de… ah, no importa —¿de qué escapaba? se preguntó, deteniéndose al notar que estaba hablando de más—. No te preocupes, no voy a matarte, soy un visitante. He recibido una invitación para asistir a este evento… Aunque, estoy algo perdido. Creo que quedarse solo en un sitio como este no es algo positivo. —explicaba el egipcio— ¿Tú vienes solo? ¿o estás buscando a alguien? No es difícil perderse en medio de esta niebla.

Ese lugar cubierto de niebla era sumamente raro. Había llegado tarde para la "introducción", y cuando apareció la entrada parecía una fiesta después de que todos se bebieron el alcohol y comieron toda la comida. En el suelo podía ver basura y calabazas hechas pedazos. Vandalismo adolescente es un evento como ese, era algo extraño. Atem no debía encontrarse lejos.

Yusei irrumpió tomándose la libertad de entrar con su motocicleta. Los pasillos del laberinto eran tan espaciosos que Yusei podía desplazarse en el interior de esa estructura sin mucho problema.

El disfraz de Yusei era algo incómodo: una armadura con cuernos. Incluía una larga peluca pelirroja que parecía el cabello de rapunzel, por lo que tuvo que cortarla un poco con ayuda de una rosa piraña para poder conducir sin temor a que el cabello se le atorara en las ruedas de la motocicleta.

Vio a Atem conversar con un chico extraño. Decidió asustar al joven de la piel bronceada, pasando a toda velocidad junto al pirata y al perro, tomando a su chico por el brazo y desapareciendo junto a él en medio de la niebla, dejando al chico con el disfraz de pirata solo y perplejo.

Yusei frenó, bajando de la motocicleta y ofreciéndole su mano a Atem.-Siento estropear tu cita con el pirata pero, creí que yo era tu pareja esta noche. Conseguí un buen disfraz este año. Adivina quién soy- dijo el antiguo Santo de Piscis, besando la mano de Anubis.

Atem gritó horrorizado cuando algo pasó a su lado y lo tomó por el brazo. Si lo que el motociclista pretendía era darle un buen susto, lo había conseguido con creces. Cuando reconoció el vehículo y supo que era la moto de Yusei se abrazó a él con todas sus fuerzas exclamando que iban a estrellarse por la alta velocidad en la que iban. Prefirió cerrar los ojos hasta que se detuvieron.

Cuando llegaron al destino tomó la mano del pelinegro que le ayudó a bajarse.

—No era una cita —se defendió de la acusación aunque sabía que quizás Yusei bromeaba—. Estaba perdido y me topé con ese chico en medio de la niebla. Aunque, si me lo preguntas, este es un sitio muy extraño para tener una cita —dijo mirando en todas direcciones—. No hay mucho más que niebla… Y… y fantasmas. No viste nada raro por el camino, ¿verdad? Ese hombre extraño de la capa dijo que había fantasmas vivientes, y que viviríamos algo parecido a una pesadilla. —relató parte de lo que recordaba de las palabras del anfitrión del evento—. Que bueno que llegaste. Me dió un poco de miedo entrar solo.

Había notado el disfraz de Yusei, y debía admitir que le quedaba muy bien. Esa armadura, junto a la peluca pelirroja y los cuernos de demonio, lo hacían verse muy atractivo y un tanto intimidante.

—Ese atuendo te sienta muy bien. Te ves muy atractivo. ¿Eres un demonio? —intentó adivinar, mirándolo detalladamente. Después se acercó y tocó los cuernos con curiosidad—. Me gustan. Se ven muy reales.

Por lo que notaba en el rostro sorprendido de Atem, su disfraz era todo un éxito. Si ese evento cósmico era un con concursos de disfraces, seguramente podía ganarse el primer lugar sin problemas. Claro, aún no había visto al resto de los participantes. -¿Fantasmas? Espero no encontrarme a nadie desagradable- comentó el demonio, tomando al chico de las orejas de perro. Sería mejor caminar a partir de ese punto.

Yusei comenzó a caminar a través de los pasillos del laberinto, soltando la mano de Atem eventualmente al ver una figura moviéndose cerca del muro que estaba frente a ellos. -¿Viste lo mismo que yo?- preguntó Yusei a su compañero, dando pasos cuidadosos en medio de la niebla. La figura que los observaba en medio de la niebla se acercó. Sus pasos eran acompañados por un sonido metálico, como el de una armadura.

El ex-Santo de Piscis reconoció la armadura del León Dorado. Eso no le sorprendió, lo que verdaderamente lo movió desde los pies hasta la cabeza fue ver a la persona que estaba utilizando la vestimenta dorada. Nunca lo conoció personalmente, pero sí había visto su fotografía en uno de los libros de historia que su maestro guardaba en la biblioteca de Piscis. El hombre que estaba frente a ellos eran.-¿Aioria de Leo? Pero tú moriste, hace mucho tiempo....- dijo Yusei, algo nervioso. Ahora comprendía las palabras de Atem y la advertencia del extraño anfitrión sobre fantasmas rondando los pasillos del laberinto.

El hombre ni siquiera parpadeó, sólo se acercó a la pareja con su mano envuelta con un aura eléctrica. El peligro podía respirarse en el aire-Corre Atem... ¡Corre!- dijo Yusei, huyendo del león agresivo que los estaba persiguiendo en medio de la niebla.