¡Es Navidad! [Evento 2018]

Muy bien chicos, no nos podíamos quedar sin nuestro ya usual especial navideño. La temática de este año es una aventura navideña en el reino de las fiestas eternas de Dionisio. Los guerreros han abierto la puerta del mundo navideño, apareciendo en una ciudad invernal repleta de rascacielos decorados con luces, caramelos gigantes, regalos decorando las calles, y extraños renos que conducen todos los autos-trineos en las calles.

Dionisio ha visto las buenas acciones que los guerreros de los dioses realizaron a lo largo del año y quiso recompensarlos dándoles la mejor navidad de sus vidas en un lugar que está prohibido para los mortales.

Pueden postear en este tema con sus personajes, indicando que han llegado a este mundo por invitación de Dionisio.

—¡Diablos, llego tarde! —exclamaba preocupado un joven rubio de orejas puntiagudas quien avanzaba a toda prisa por las calles blancas de aquella curiosa y mágica ciudad navideña. Vestía varias capas de ropa y una gruesa bufanda que llevaba alrededor del cuello.

Se detuvo de pronto mirando en todas direcciones. Había varias personas transitando la carretera nevada, pero no veía a la persona que estaba buscando. Habían quedado en reunirse con su mejor amigo en algún punto de la entrada de aquella desconocida ciudad, pero él, como de costumbre, se había quedado dormido. Consternado, pensó que Evan se había aburrido y se había marchado de regreso. Pero eso no era lo que más le preocupaba. Podía imaginarse al pelirrojo furioso y de mal humor porque lo había dejado plantado, y Evan enojado sí que daba miedo.

«Quizás solo decidió recorrer la ciudad» intentaba darse ánimos a sí mismo mientras avanzaba a paso lento entre los altos edificios adornados e iluminados de muchos colores. Pero lo que más le llamaba la atención eran los trineros que se paseaban de aquí para allá. —Wow, esto es sorprendente. —se decía en voz alta. Jamás había visto nada igual, parecía que aquel sitio había sido preparado especialmente para las fiestas de fin de año.

Taichi había sido invitado a pasar las fiestas navideñas con la familia de su novia, aunque había declinado la invitación al saber que después de la cena no tendrían el departamento para los dos solos. Aparentemente la familia de la joven no pensaba dejar que su hija pasara la noche con su actual novio sin supervisión adulta, aunque ambos ya contaban con la mayoría de edad. Recibió una invitación de parte de Dionisio, algo que era poco usual. Dionisio no solía invitar a mortales a sus épicas fiestas, aunque la invitación aclaraba que esa era una ocasión especial que tal vez no volvería a repetirse en varios siglos.

No fue necesario hacer un viaje al Olimpo: la misma invitación abrió un portal mágico que llevó al castaño a las tierras reinadas por el señor de la eterna navidad. Según tenía entendido, los guerreros de Dionisio representaban los días festivos y a personajes de fábula como el hada de los dientes, el conejo de pascuas y santa claus. Se preguntaba qué clase de guerreros serían. Imaginaba que el tipo que usaba la armadura de Papá Noel sería el que los esperaría del otro lado del portal.

Al llegar, el ajetreo de la ciudad lo tomó desprevenido. Había pequeños duendes, renos y personas caminando por la ciudad cubierta de nieve y obsequios. Lo que más llamaba la atención del chico era ver los caramelos gigantes que parecían brindar soporte a los impresionantes rascacielos adornados con mil luces. Supuso que cuando se era un dios griego en lo último que te preocupabas era en la cuenta de luz.

Caminó en busca de un rostro conocido sin tener éxito. Se detuvo al estrellarse con un elfo rubio.-Oye amigo, no es una fiesta con temática del señor de los anillos, ya puedes quitarte la peluca y las orejas falsas- dijo, burlándose un poco del chico de rasgos elficos.

El rubio estaba en su habitación, preparándose para la gran fiesta del dios de del vino. Abrió su armario, buscando el atuendo perfecto para esa noche especial. Su hermano mayor entró a la habitación, quedándose horrorizado al ver a su hermanito posar frente al espejo vestido únicamente con un gorro rojo navideño, botas negras y ropa interior roja.―¡No vas a salir a ningún lado vestido así! ―exclamó, buscando en el interior del armario un traje que su hermano pudiera utilizar para la fiesta. Sabía que ese chico Toki estaría en esa fiesta, y no iba a permitir que su pequeño hermano se expusiera frente a ese rebelde que quería llevárselo de su lado.

Le entregó a Yumoto un traje color blanco y una chaqueta roja con capucha. ―Así está mucho mejor. Recuerda que debes llegar a la hora que me prometiste, si no lo haces cortaré a ese delincuente con mi hacha. ―El hermano mayor abandonó la habitación, dejando a Yumoto para que se cambiara de ropa en privado. El rubio no comprendía por qué su hermano lo sobreprotegía de esa manera con todos los hombres que se acercaban a él.

Después de vestirse y arreglar su cabello, Yumoto abrió el sobre que contenía la invitación y fue transportado a la dimensión de la Navidad. El lugar de la fiesta era un salón enorme, repleto de invitados vestidos con ropas elegantes. El salón contaba con techos altos adornados con arañas de cristal que brillaban como estrellas, paredes de color marfil y mesas con comida ilimitada. Dionisio sabía consentir a los invitados. Caminó durante un rato, buscando a Toki en medio de todas esas personas. No tuvo suerte, pidiéndole ayuda a un duendecillo para que lo guiara con su cita. El duende sólo tuve que concentrarse para señalar el lugar en el que se encontraba Toki. El joven se reunió con Toki, corriendo hacia él y empujando a varios de los invitados en el proceso. Llegó despeinado, aunque sin importar que su cabello se viera desordenado Yumoto continuaba luciendo muy bello. ―Siento la demora, no sabía qué ponerme.

Observando los curiosos adornos que estaban esparcidos por doquier y todo lo que aquella fantástica ciudad tenía para ofrecer a sus visitantes, Gaël se había perdido de tal modo que por un momento olvidó qué era lo que estaba haciendo ahí. Fascinado por uno de esos regalos gigantes que adornaban la calle no vio que alguien se acercaba hasta que este chocó con él y lo hizo volver a la realidad.

Gaël hizo una mueca de molestia frente al comentario desconsiderado del desconocido chico de cabello castaño que ni siquiera se había disculpado por el accidente. Aunque tampoco había sido para tanto.

—No es un disfraz, son completamente reales —comentó con gesto ofendido, un leve rubor en su pálido rostro y cubriéndose las puntiagudas orejas con las manos—. Pero no eres la primera persona que piensa eso, así que lo dejaré pasar esta vez. Estás perdonado.

Entonces recordó que era lo que estaba haciendo en ese sitio y pensó que, si ese chico también estaba allí, debía ser otro de los guerreros que habían sido invitados a la fiesta de Navidad de Dionisio.

—Oye ¿por casualidad no viste a un chico pelirrojo, más o menos de mi estatura y con cara de amargado? Es mi amigo. Habíamos quedado en encontrarnos aquí para ir a la fiesta de Navidad pero no lo veo por ninguna parte. Y tampoco tengo idea de dónde quede el lugar de la fiesta —sonrió apenado—. Llegué tarde y estoy un poco perdido. Quizás tu conozcas el lugar mejor que yo.

En realidad, Taichi no tenía interés en ayudar al chico elfo a buscar a su amigo. Tenía mejores cosas que hacer, como buscar hombres alcoholizados y vulnerables para divertirse. El castaño no se definía a sí mismo como gay, solamente era un heterocurioso al que le gustaba divertirse con hombres, ¿había algo de malo en eso? No. Notó que el chico rubio lucía un poco extraño con esas orejas, pero su cara era como la de un dios. Sí, parecía uno de esos elfos imponentes y guapos de las películas de fantasía. Sólo le hacía falta el arco y un peinado con una pequeña trenza.

―Claro, me encantaría ayudarte a buscarlo. ― Taichi se acercó demasiado al rubio, invadiendo su espacio personal. Acarició su barbilla, mirando hacia arriba. Sobre ellos colgaba un muérdago atado a uno de los caramelos gigantes que abundaban en las calles de ciudad Navidad. ―Es una rama de muérdago. Yo no quisiera hacerlo, pero la tradición dice que debes besar a la persona que está a tu lado ―dijo, hablando como si no tuviera ganas de besarlo, aunque la expresión contenta de su cara decía todo lo contrario.

La fiesta se acabó cuando un sujeto muy extraño hizo aparición. El olor a alcohol se hizo presente, mareando un poco al castaño. El hombre de cabello rojo vino empujó a Yamato hacia ellos. Taichi pudo evitarlo, pero el chico elfo no corrió con la misma suerte. Cuando el tipo raro se fue, Taichi los miró desde arriba con una sonrisa, sintiendo la tentación de arrojarse sobre ellos, pero no lo hizo. Tenía que comportarse como un caballero en Navidad. Podía llevarlos a una habitación después, estaba seguro de que había muchos hoteles del amor en esa ciudad.

―Se ven muy cómodos allí abajo ¿Quieren que me les una? ―preguntó el castaño con su voz seductora―Nunca creí que fueras de los que se emborracha en Nochebuena Yamato. Siempre me pareciste un nerd aburrido con trasero bonito. ―Taichi ayudó a ambos rubios a levantarse, tomándolos a los dos por el brazo a la vez.

Alcohol, dos chicos rubios, atractivos y fácilmente manipulables, y además había una fiesta. Era como el mejor regalo de Navidad, y no había sido precisamente un niño bueno ese año. No podía olvidar la mejor parte: se encontraba en otro mundo. Era como las Vegas; lo que sucede en ciudad Navidad se queda en ciudad Navidad.

Ese tipo era tan atrevido que daba miedo. Fue la primera cosa que se pasó por la mente de Gaël cuando lo vio. Primero había querido besarlo bajo un muérdago, a lo que el rubio de orejas puntiagudas reaccionó alarmándose ante la peligrosa proximidad del de cabello castaño cuyo nombre desconocía. No negaba que el joven tenía su encanto —pese a su osada actitud—, pero Gaël no acostumbraba a besar chicos que apenas conocía.

—Espera espera. Eres guapo y todo, pero no creo que debas…

Afortunadamente fue salvado por un borracho que interrumpió la escena, pero para la mala suerte de Gaël, lo único que hizo fue hacer más incómoda la situación cuando empujó a alguien sobre él. Alguien que el rubio conocía de antes. —¿Yamato? —preguntó impresionado cuando pudo verlo bien. Curiosamente sus encuentros con Yamato siempre terminaban en un accidente de ese estilo como el de ahora con el Conquer de Afrodita cayendo encima de su persona.

—Q-Qué… agradable coincidencia encontrarte aquí. —dijo nervioso por la cercanía del rubio. Y no pudo evitar sonrojarse con el comentario del castaño, porque debía admitir que, desde el día en que conoció a Yamato, le había resultado muy atractivo. Y era agradable tenerlo tan cerca. Pero lo que más le sorprendió fue que el chico que acababa de conocer llamara al Conquer por su nombre y en un tono familiar. Eso sólo podía significar que se conocían muy bien.

—Eh… ¿Son amigos? Parece que se conocen muy bien. —preguntó curioso observando a Yamato y luego al chico de alborotados cabellos castaños mientras se ponía en pie con su ayuda.