Improvise ▬ Sean.

Se había despertado temprano, había hecho una lista con todas las cosas que podían llegar a necesitar y también se aseguró de tener dinero suficiente para conseguirlo. Sean estaba emocionado por poder pasar más tiempo cerca de Adam sin tener que darle explicaciones. Podía pelear contra cualquier guerrero con instintos asesinos, pero no era capaz de estar cerca del hombre que le gustaba, mucho menos podía dar señales para que Adam supiera lo que estaba sucediendo sin morir de pena.

Salió de una tienda con tres bolsas colgando de sus brazos, buscando a Adam por todas partes. Encontró al castaño reclinado sobre una pared. Suspiró con cierta agresividad en su gesto, como si quisiera golpear a Adam por no estar con él. Le dio a cargar dos de las bolsas mientras le tiraba de la oreja. –Despierta, todavía no hemos terminado- eso le había dicho, aunque lo cierto era que él ya había realizado las compras. Sean llevaba una bolsa grande de supermercado repleta de comida, y las bolsas que le había dado a Adam contenían algunos productos de higiene personal y bombillas para reemplazar las que no funcionaban. Sólo había conseguido lo más esencial para sobrevivir en esa cabaña vieja.

Caminó por un largo rato, observando lo que había a su alrededor, pensando en una forma de alargar la visita a la zona comercial.-Mira Adam, es una tienda de ropa- le dijo señalando una tienda con la mirada.-Quisiera ir… solamente tengo tres cambios de ropa, por eso siempre me ves en ropa interior- le dijo. Desde que llegó a ciudad Kaus apenas había podido conseguir ropa que pudiera usar entre las cosas perdidas del campamento.

-No, de ninguna manera vas a esperarme fuera- le dijo con una mirada amenazante. Sean había notado la presencia de las mujeres que no despegaban la vista de Adam. No iba a permitir que una desconocida arruinara su día especial con el Santo de Orión. Tomó al castaño de la muñeca y entró en la tienda, huyendo muy rápido como para que las mujeres vieran adónde se dirigían.

–Esas buitres… Estoy considerando colocarte una sortija de matrimonio falsa para que eso las aleje- comentó mientras tomaba algunas prendas al azar. La verdad era que tenían mucha variedad de ropa, y la mayoría estaba al alcance de su bolsillo.

Colocó las bolsas en el suelo y sentó a Adam en una silla que estaba frente a los probadores de hombres. El lugar estaba prácticamente vacío, con excepción de algunas vendedoras que, al igual que las mujeres de la calle, no quitaban la vista del Santo de Orión, o al menos eso le parecía a Sean. Estaba demasiado paranoico y todo el mundo se había convertido en un rival potencial intentando quitarle su propiedad. Deseaba colocarle un letrero con enormes letras rojas a Adam alrededor del cuello que dijera “él no está disponible”.

-¿Puedo ayudarles?- dijo una mujer diferente que no había visto al entrar. A diferencia de las otras vendedoras, la mujer que estaba frente a él no parecía estar interesada en Adam. –No… Gracias- Rechazó amablemente la ayuda y procedió a entrar en uno de los probadores. Comenzó a cambiarse de ropa. Sean no era demasiado exigente con lo que usaba: mientras estuviera limpio y no tuviera estampados ridículos estaba conforme.

Se probó una camisa roja con un cuello muy estrecho. Ni siquiera sabía cómo había logrado ponérsela en primer lugar.-Adam, necesito ayuda, no puedo quitarme esta tonta camiseta- estaba avergonzado por solicitar la ayuda de Adam por algo tan tonto, pero luego recordó que lo que quería era estar a solas con él. ¿Qué mejor que un probador cerrado? Abrió la puerta para que el castaño entrara, fingiendo que todavía tenía problemas para sacar la cabeza del interior de la camisa.

-¿Sabes? Estoy haciendo mi mejor esfuerzo por pasar un día a solas contigo, pero no me lo permites. Todo el tiempo estás alejado, metido en tus pensamientos- confesó el menor, dándole la espalda una vez que se liberó de la camisa. Se cruzó de brazos, observando a Adam en el reflejo del espejo de cuerpo completo que abarcaba la pared entera. –Quería alejarte del campamento para poder tener una… cita. Quería tener un día normal junto a ti, pero creo que eso no se puede- dijo, tomando su camisa del suelo.

-Este es el único momento del día en el que realmente hemos estado solos. Todo el tiempo las mujeres están acosándote, y cuando no se trata de ellas estás con tu compañera de entrenamiento, o estás evitándome- Sean hablaba con un volumen de voz más elevado de lo normal.

–Sólo préstame un poco de atención, demonios- parecía que iba a comenzar a llorar en cualquier momento. Se sentía estúpido, temperamental y avergonzado por lo que le había dicho Adam. Posiblemente había matado cualquier oportunidad con el caballero de Orión.

-¿Cómo se supone que puedo llegar a gustarte? Quisiera saberlo, porque estoy celoso todo el tiempo de que pases más tiempo con otras personas que conmigo. Pienso que no te agrado mucho. ¿Me desprecias porque soy un Santo de Bronce? ¿Soy poca cosa para ti?- Se recargó junto a la puerta, cerrándola bien para que una vendedora no los interrumpiera.

Cuanto le ayudo a quitarse la camisa, pensó que hasta hay seria todo, Sean se volvería a colocar otra camisa y él se iría, pero oh, su sorpresa fue grande. Escucho cada palabra proveniente de sus bocas y como era de esperarse - según Adam. - las palabras le dañaron aunque intento no mostrarlo. Mantuvo sus cejas alzadas con un claro rostro atónito, ¿pero que suponía que debía decir? — Espera ... — Recién de unos minutos capto lo que estaba sucediendo. — ¿Estas diciendo que estas enamorado de mi? ¿De un completo asocial, que no sabe como tratar a las personas y lidiar con sus sentimientos? — Se señalo a si mismo, ¿cuantas sorpresas le daría aquel día?

Frunció su nariz, negando con la cabeza. — Déjame aclararte un par de cosas. Y no acepto interrupciones. — Su voz fue amenazadora, mientras lo arrinconaba contra un rincón, para así evitar que hiciera alguna tontería. Bajo la mirada, para encontrarse con los ojos del otro. — Primero, no me interesan esas mujeres, ya te dije que hay alguien que me interesa. — Comenzó a enumerar con los dedos, mientras aparentaba tener una expresión calmada, pero por dentro su pecho quería explotar. — Segundo, es mi compañera de entrenamiento, ¡Y es una niña!, no soy un pedófilo. ... Y tercero. — Esta vez gruño, molesto.

Acerco su rostro hacia el de Sean, lamiendo los labios de este sin pensárselo dos veces, para atraparlos en un beso corto. — No se si te habrás dado cuenta, le tengo algo de miedo a los sentimientos, para eso existe mi segunda personalidad, para minimizar los daños. — Volvió a besarlo, solo que esta vez lo tomo de la cintura. Ese beso duro un poco mas que el anterior. — Así que ... Huía de ti, ya que tenia miedo del saber por que ... me agradaba tu presencia ... no es que te odie ... Urgh. — Sintiéndose patético, el mayor bajo la cabeza, apoyando su frente en la cintura del otro, sin saber muy bien como continuar.

Se asustó un poco cuando se sintió arrinconado como un gato por el Santo de Orión, pero cuando éste comenzó a explicarle las cosas se tranquilizó. Titubeo cuando el mayor besó sus labios, había deseado ese momento por mucho tiempo. Acarició la cabeza del castaño, abrázandolo mientras daba un beso en su mejilla.-Es todo lo que quería escuchar- se mantuvo abrazado a Adam hasta que alguien tocó a la puerta del probador.

-¿Está todo bien? Escuché un ruido- preguntó la vendedora. Sean respiró profundamente.-Estamos bien- le dijo con algo de prisa, ya que no quería que nadie los interrumpiera.-Discúlpame, no imaginaba que la razón de tu comportamiento hacia mí se debía a tu otra personalidad. Creí que era algo diferente- explicó, sintiéndose bastante estúpido.-Me gustaría no sacar conclusiones apresuradas siempre, es un mal hábito- sorbió por la nariz y miró a Adam a los ojos. -¿Te gusto?- Le preguntó, pasando saliva. Estaba muy nervioso por hacer esa simple pregunta que había demorado semanas en formular.

-Es muy duro…. Que alguien te guste, vivir con él y no poder decirle lo que sientes. No sé nada sobre estas cosas. Dedicar mi vida a Athena me ha hecho olvidar que soy un humano y que hay algo más que pelear. Mi hermana menor era mi corazón, y alguien me la arrebató. Desde que ella se fue no puedo relacionarme con otras personas de forma normal- hizo una pausa, retirando algunos cabellos del rostro de Adam. –y luego apareciste tú. Ayudaste a un desconocido sin pedir nada a cambio- Sean se apresuró a limpiar sus lágrimas.-Nadie había hecho algo así por mí en el pasado. Creí que yo era lo suficientemente fuerte como para enfrentar cualquier obstáculo, pero cuando llegué a esta ciudad, herido y sin amigos, me sentí indefenso por primera vez. Gracias por salvarme, Adam- los labios del menor temblaban, asustado por lo que le había dicho a Adam. Era la primera vez que era sincero con alguien más que no fuera su hermana menor.

-Necesitaba escucharlo, es todo. De todos los escenarios, no esperaba que me lo dijeras en un probador- le respondió con rapidez. La forma en la que Adam lo tomó le hizo pensar que se encontraba en peligro. Su corazón palpitaba fuerte y parecía que sus rodillas iban a ceder en cualquier momento. Por un instante su juicio se nubló, juntando sus labios con los de Adam sin darle importancia a lo que le había dicho sobre su hambre. Cuando escuchó el toc toc de la puerta recuperó el sentido común.

-Ya salimos- dijo, apartándose de Adam dándole un ligero golpe con la rodilla en el estómago.-Lo siento, no es el lugar y tampoco el momento para hacerlo…- quería retractarse, bajarse los pantalones y lanzarse a los brazos de Adam, pero no se vería bien si unas vendedoras asustadas llamaban a la policía por los sonidos extraños que provenían del probador de hombres.

Se terminó de vestir y tomó a Adam por la muñeca.-Si tienes hambre tendrás que esperar a que salgamos de aquí. Puedes comerme en un parque solitario-le sonrió, besándolo antes de abrir la puerta.

-Llevaré esto- le dijo a una vendedora, entregándole dos camisas y dos pantalones que le habían gustado bastante para que los metiera en una bolsa. Los colores eran oscuros, con excepción del pantalón rojo que había escogido.-¿No quieres probarte ropa? Tenemos algo de tiempo y no quiero regresar al bosque- la cabaña no era un buen lugar para estar con Adam, ya que la compañerita de juegos del Santo de Orión podía aparecerse ahí para buscarlo y no quería darle “la charla” a una niña sobre lo que hacían dos hombres cuando se querían mucho.