El templo de las rosas - Tercera parte [Osak]

-Sigo siendo igual de encantador que cuando estaba vivo Yusei, no creo que eso haya cambiado... Al menos no mucho -bromeo con falsa modestia como lo hacía el imbécil con el que tenía (y que aún tiene) la desdicha de compartir rostro. Lo vio marcharse y aunque no se proyectó cuando el muchacho viajaba por la carretera en su motocicleta. Apreciaba sus facciones veladas por el  casco y los mechones rebeldes que salían del casco y ondeaban con el viento, el paisaje ni desolado ni cargado  le asentaba bien a su imágen. -Seguramente Akos era un imbécil por no prestarle la atención  a este chico.

Cuando llegaron, el pelinegro le salió con un cuestionamiento que él mismo le había hecho a su maestro cuando era un aprendiz , así para no encontrarse con el resto de aprendices y con algunos santos.

Se preguntaba cómo se acordaba de eso.

Total su maestro le dijo que si había una red de túneles que pasaban por las doce casas, pero no haría el trayecto a la casa de Piscis más corto. De hecho, esos pasadizos estaban elaborados de manera compleja que si los enemigos que lo atravesaban se perderían, si mal no recordaba, fue uno de los primeros planos del mismísimo Dédalo antes de que fuese a parar en Creta. -Solo sube Yusei, quizá mientras estudiamos pueda llevarte a que conozcas los pasadizos, nos tomaría un tiempo que te aprendas la ruta que lleva hasta Piscis sin perderte por días. -Dijo.

El también encontró extraño que los guardianes de los templos que conducen a la cámara del Patriarca y a los aposentos de Athena estuviesen desantendidos el día de hoy. O los santos han manejado a tal nivel sus cosmoenergías para diferenciar entre aliados o enemigos a grandes distancias, o simplemente como en el caso de Yusei, decidir estar fuera del Santuario de la diosa de la sabiduría ese día.

Osak se decantaba por la segunda opción.

-No siempre Apolo mantiene tenso el arco, tus compañeros de armas necesitan respirar otros aires, aunque deberían recibir todos una amonestación por dejar el Santuario desprotegido -comentó mientras subian -excepto por Acuario, al menos él sí tomó precauciones. -El polvo brillante del hielo hecho trizas le daba un efecto curioso a sus palabras .

Pero cuando llegaron a Piscis, la perturbación en el cosmos de Yusei -que de haber sido otro caballero o quizá sea la forma de su efímera existencia- le hizo darse cuenta que el chico podría ponerse deprimido o en el peor de los casos, caer en llanto. - Empezaremos revisando los libros del estante de seis hileras, donde están los volúmenes de "los dominios del cosmos" según Jetzabeth de Piscis, pues son copilaciónes de varias formas del manejo del cosmos que han sido desarrollados por los caballeros de Piscis a lo largo de unos  quinientos años -mencionó más para sí que para el chico, pero como ambos estaban en la misma habitación, seguramente el pelinegro lo hubiese escuchado con claridad.

El mismo, por un instante había olvidado su falta de corporeidad y estiró su brazo dominante para alcanzar uno de los volúmenes para solo atraversarlo, trayéndole de regreso a su realidad. Su rostro se mostraba sorprendido por semejante descuido de su parte.

-No tenía necesidad de hacerlo, de hecho aquí hay tantos libros como en la cámara privada del patriarca, lo que es ya bastante de por sí. Agradece que lo que necesitamos de información la encontraremos en nuestra casa y no en el palacio principal. O peor aun, nos tocaría buscar en las otras casas. - Mencionó el pelirrojo, aun no saliendo de su asombro por ser tan descuidado al intentar tomar un libro en su condición. Tenía que espabilarse pronto y reprocharse luego. -Esto no será cosa de unas cuantas horas o días Yusei. Puede que tardemos semanas e incluso meses, mi memoria esta perfecta a momentos pero en otros falla con una facilidad apabullante, creí habértelo mencionado antes. -Su tono se volvió algo severo al decir lo último. Si Yusei se lo creía -lo que encontraba a ratos un poco difícil, porque enamorado o no de un muerto, seguía siendo un guerrero dorado-, justificaría a ratos los datos que no pudiese conseguir del pasado de Akos con el muchacho.

Se giró para volver a ver al pelinegro, compuso su cara  a modo como si estuviese intentando enseñarle a un niño algo sobre la paciencia -aunque  la situación actual no distara mucho de eso - Yusei, puede que te haya enseñado a ser un guerrero y combatir, pero después del ritual  del maestro y aprendiz de la casa de Piscis, el que prevalece debe seguir su formación en viejas técnicas o idear nuevas para añadirlas al patrimonio de la casa, como las Agujas Carmesí de Albafica o la Barrera de Zarzas de Afrodita. Sé que alguien fue capaz de utilizar una variante o adaptó la técnica a su conveniencia justamente para lo que necesitamos...-Se quedó callado un momento, como si reflexionara, tal como lo hacia Akos, quizá no delante de Yusei, pero sí delante de los compañeros de armas en quienes confiaba - ...Lamento mucho meterte en esto y entenderé si no deseas ayudarme Yusei. No quiero que tengas problemas con tu hermano mayor - Solo soltó un suspiro, esperando despertar la compasión del chico.

-¿Negro cargado o con crema? -Dijo como si nada, y sin responder la pregunta de Yusei, el pelirrojo estaba revisando el otro estante. Osak a lo largo del tiempo estaba menos corpóreo, pues para avanzar con la tarea había invocado unas lianas que le ayudaran como brazos provisionales a pasar las hojas y escoger los libros, estaba demasiado absorto en su lectura -que no le explicaba mucho, pues el dominio de proyección de cosmos  era literalmente lo que estaba haciendo en ese momento gracias a las rosas -Solo si pudiese hacerlo más tangible, quizá incluso...

Regresó su mirada al pelinegro, exigiendo una respuesta, aunque lo que probablemente respondería -según el poco tiempo que lleva interactuando con el chico-  es que ya debería saberlo. Debía seguir con su actuación  de Akos -cosa que le hacía retorcer las entrañas - así como las acciones que tenía planeadas para los siguientes momentos . Se acercó de frente al muchacho, se fijó en una pequeña mancha de polvo que se formó en la frente del actual santo de los peces.  Un poco más,en una posición que se podía malinterpretar de muchas maneras, y con el aroma de rocío de rosas que se podía mezclar en el ambiente.

-Tienes una mancha de polvo -

Usando un botón de rosa  que hizo crecer de la liana para acariciarle el rostro indirectamente. Sonrió como Akos solía hacerlo para retirarse de la estancia, rememorando por unos momentos la poética expresión en el aprendiz del anterior santo de Piscis. -Por supuesto que no te dejaré solo Yusei, no lo haré... Quiero ver tu rostro en otras circunstancias más vergonzosas todavía.

-Agua caliente - soltó de repente mientras preparaba la cantina con agua gracias a las lianas de rosa. Por lo que pudo inspeccionar en la cocina del lado habitable del templo, ni Akos ni Yusei se habían tomado la molestia de comprar una cafetera eléctrica desde que él se hubiese ido, ya más de diez años. -Aun toca hacer café como antes -Moler los granos, usar el viejo filtro y la vieja vajilla para servirlos; sumamente irónico que Akos conservara justo el juego de tazas que le pertenecían a él. No podía negarlo, tenían cierto encanto, el beber café para él de esa forma seguía siendo más elaborado y elegante.  Sentir el sabor amargo del café pasado era una de las cosas que realmente extrañaba.

-Akos iré a darme un baño para quitarme el polvo de tus libros viejos, recuerda llevar el café- La voz del pelinegro resonó entre las paredes. -¿Qué necesidad tiene de asearse en estos momentos si se volverá a ensuciar? - Lo pesó para sí. El pitido de la cantina indicaba que el agua esta lista.  Como se estaba volviendo costumbre, las lianas de rosas ayudaban a llevar todo, pues siendo casi que literalmente incorpóreo no podía hacer más que replicar su voz y apariencia. Entró a la biblioteca de Piscis, llevando por separado la crema y los cubos de azúcar, tenía esa  costumbre, quizá para ver que contenido adicional podrían agregar a la bebida o solo estudiar la acción de las personas con algo tan sencillo.  

-Yusei, va a enfriarse tu café -Dijo, algo irritado al no recibir respuesta. Su paciencia tenía un límite también, pero era mejor averiguar que pasaba con el aprendiz de esa persona tan odiada para él. -¿Yusei? -volvió a repetir antes de entrar al baño. Vio las ropas del santo de los peces colgar en una de las estatuas y al pelinegro, relajado murmurando algo. El vapor del agua caliente, las mechas de cabello húmedas, con esas gotas que recorren hacia bajo por el rostro y cuerpo de piel tostada... Quizá por esa imagen casi perfecta le perdonaría por no responder.

Pero no le perdonaría el irse de la búsqueda de tener libre su cuerpo solo por quitarse las motas de polvo.

Se aproximó sigiloso hasta que su rostro quedó cerca del del pelinegro, mientras la fiel liana -a la que pensaba ya ponerle un nombre, se lo merecía después de tenerla trabajando y ayudándolo todo este tiempo- era como una espectadora más estando cerca de Osak, como una cómplice más en una travesura. El pelirrojo se aproximó al oído del santo dorado para soplar y crear contraste entre el calor del ambiente y lo helado que debería sentirse el rocío que simulaba su aliento. -Odio que dejes la ropa en las estatuas, pierden su encanto - Le era difícil no mirar a ese hombre hermoso que podría tenerlo en el rato en que él decidiese jugar bien sus fichas. En sus palabras intentó sonar totalmente casual, pero no podía evitar que un tono ronco se le escapase.