Puente de Kaus [Nadia]

No te vas a perder, la ciudad es pequeña y todo siempre converge en la avenida principal, dijeron esos mamones antes de dejarme tirada en los dioses del Olimpo sabrán donde. La próxima vez que los vea les reventaré la cara contra sus estúpidos tomos de manga para reprimidos. Panda de imbéciles, ¿a quién se le ocurre dejar a alguien que saben desde siempre no ha tenido sentido de orientación en la vida?, tengo que subrayar en mi lista de experiencias lo siguiente: nunca, jamás, confíes en la voluntad de tus primos.

Aquí estoy, en una calle desconocida, en una ciudad desconocida y un país desconocido. En el transcurso estuve aprendiendo algunas frases básicas para comunicarme en el idioma local, lo bueno de haber nacido en un matrimonio con muchos idiomas es que los nuevos no se me dificultan, aparte de que me servía para ignorar la incomodidad que me provocan mis parientes cuando fijan la mirada en mí, y luego en la caja de oro. Sí, ya sé que a mucha gente le parece raro que haya sido exactamente yo quien la armadura aceptara, pero qué se le va a ser, yo soy mejor y más adorable que ellos (¿?)

Con mi trofeo al hombro envuelto en telas y mis ánimos revueltos, no se me ocurre nada mejor que caminar a cualquier lado, estar parada en un mismo lugar no me llevará a nada, aparte de que me resulta tremendamente frustrante. No sé cuánto tiempo llevaré andando, pero deben haber sido unas horas, ya es de tarde y mi estómago está reclamando comida. Estoy a la altura de un puente, quizás en los alrededores, si camino un poco más encuentre un lugar para comer, así después pueda pensar con claridad el cómo empezar a trabajar aquí. La información sobre lo que ocurre en Kaus es poco precisa para mi gusto, ¿cosas extrañas?, eso sucede en todos lados, joder.

Volteo a ver los faros de una moto, la cara del sujeto llama un poco mi atención. O no, no es su rostro, es como si estuviese reconociendo algo que debería saber. Argh, no lo sé. Soy nueva en esto y tengo hambre. Doy pasos para acercarme cuando noto que hay algo fuera de lugar, mi instinto me hace mirar al cielo, ¿qué es eso, luces, una estrella, un UFO?

Nada, mejor olvídalo y ve a enterarte un poco de las cosas Nad.

—Hey, tío, ¿sabes dónde queda algún sitio para comer y llamar?, estoy un poco perdida —reconozco tras mi tono casual que por suerte no suena forzado como otras veces cuando debo obligarme a interactuar con seres biológicos cuando tengo ganas de meterme en un bunker a comer y dormir.

Mis corazonadas no tardaron en cobrar sentido, el sujeto acaba de reconocerme como un santo de Athena y se ha presentado como tal. Aún me pregunto cómo vio a través de las telas de la caja, cómo se ha dado por enterado de que poseo la armadura de Aries. Hasta donde sé, solo muy pocos deberían saberlo, ya que apenas fui escogida por la armadura me enviaron aquí, sin darme oportunidad de presentarme en el Santuario… cosa que me habría gustado, no por hacer de mariposa social, sino porque desde que era niña he soñado con volver a ver esas hermosas ruinas.

Bueno, nada de eso importa ahora mismo. En automático estrecho la mano que me ofrece y asiento a su presentación, sin quitarle la mirada de encima. Es curioso, no mucha gente te mira tan fijamente el rostro, para la mayoría resulta algo maleducado o intimidante. A mí me la suda un poco, no soy alguien que tenga nada que esconder, o de lo que deba avergonzarme.

—No esperaba conseguir a un compañero de armas tan pronto —reconozco— Nadhezna de Aries, guardiana del primer templo.

Me contuve de añadir el clásico “un gusto conocerte” porque sinceramente no sé hasta qué punto eso sea cierto, él lo ha omitido olímpicamente, lo cual me hace pensar que no es muy dado a la cortesía a la cual se nos obliga a emplear con desconocidos por puro protocolo social. No sé si ese detalle me agrada o no, pero lo cierto es que resulta algo cómodo no tener una excusa para fingir más cordialidad de la necesaria.

Además, este Santo de Piscis tiene el tacto de una lima de uñas, pero al menos es espontáneo, oye, tiene eso a favor. Atrapo el casco sin dificultad, su comentario hacia mi edad me hace alzar uno de mis puntos, haciendo que la perforación en el lado de la ceja se note un poco. Ya es un poco raro que alguien joven lleve una responsabilidad como la de guardar una de las armaduras doradas, pero no es que él sea precisamente un hombre maduro, calculo que debemos ser contemporáneos de edad… aunque yo siempre he lucido más joven de lo que en realidad soy.

—Yo tampoco creí que el Santo de Piscis sería igual de joven y que tendría una moto. La vida está llena de sorpresas, dicen —comento sin esconder un ápice mi ánimo brutal— en Jamir no tenemos motos, pero todo tiene su primera vez ¿no?

Antes de subir me acerco al lado de la caja donde escuché al gato, sin preguntar la abro y, con mucho cuidado tomo al felino en mis brazos. No me gusta que los animales vayan encerrados, me pone ansiosa. Nada me cuesta que el pequeñito me tome la confianza de dejarlo meter en mi suéter, ajusto la cremallera para que vaya abrigado en mi pecho sin que se asfixie, y sin correr peligro de que se caiga o asuste demasiado con la velocidad. Sólo después me calzo el casco en la cabeza, ser Santos de Oro no nos hace invulnerables, si nos rompemos la cabeza sufrimos igual que cualquiera.

—Tú dirás a donde ir —le digo en cuanto me acomodo en el asiento, y muy a mi pesar sobre lo que respecta el contacto con extraños, me sujeto de él. Para colmo, mi estómago gruñe de forma ruidosa. —Pero donde sea que haya buena comida, da?*


*Da: sí en ruso.

—¿Hum?, ¿acaso esperabas por alguien más? —no me corté en preguntar antes de que arrancáramos.

Tiene sentido que le avisaran, por supuesto, lo que me mosquea un poco es que a mí no me dijeran prácticamente nada. En palabras llanas, me indicaron venir a Kaus a ayudar al santo que se encontraba patrullando el lugar porque estaban ocurriendo irregularidades. Ni detalles, ni nombres, ni rangos. Supongo que a los del Santuario les encanta dar sorpresas.

Me mantuve escuchando con atención en mi asiento, a pesar del ruido del motor, la fricción contra el aire y el sonido de las ruedas mordiendo el asfalto, la voz de Yusei llegaba clara a mis oídos. Nosotros los lemurianos tenemos buenos sentidos, quizás demasiado, captamos con facilidad incluso la información que no desearíamos poseer. En estos momentos me resulta tremendamente útil, desde mi asiento puedo notar la calma de los alrededores y lo que hay detrás de ella.

Debo decir que si hubiera estado menos concentrada en mis propias molestias habría reparado de verdad en lo raro de esta ciudad, en verdad, cuando estuve vagando por las calles apenas me crucé con algún transeúnte, y los pocos iban demasiado concentrados en ir a atender sus propios asuntos, como si quisieran esconderse pronto. Todo eso coincide con lo que el Santo de Piscis me comunica.

—Así que un ataque terrorista, así lo han llamado —murmuro pensativa, claramente las personas comunes no le encontrarían otra explicación. Si el Santuario nos envió aquí por eso, quiere decir que se tratan de enemigos con los cuales habremos de lidiar, lo que me intriga es que hayan sido no a uno, sino a dos santos de oro para esta misión. Quizás intuyen que algo verdaderamente peligroso se está cocinando aquí en Kaus.

Aun estando sumida en mis propias meditaciones no estoy completamente desconectada del rumbo que llevamos, soy consciente de que estamos en un suburbio, lejos del centro de la ciudad, en algún sector que deberé aprenderme para no acabar perdida y darle más problemas a mi compañero. Porque sí, tengo un don natural para perderme donde sea en tiempo record. He identificado unos cuantos puntos para fijarlos en mi memoria como futuras referencias, en caso en que deba orientarme sabré a donde teletransportarme.

Por fin llegamos, me muero de hambre. Bajé con ayuda de Yusei, detalle que agradezco un poco ya que soy algo corta de piernas. El chico puede ser corto de palabra, un poco brusco y, por lo que puedo apreciar, más tímido de lo que yo misma soy, pero no es mala persona, y no lo digo por sus cortesías. Como decirlo. Es como acaba de decir la camarera que nos atiende: es un niño.

Mi expresión no lo demuestra, que observar esos detalles en mi compañero de armas hace que me sienta más relajada, algo en confianza. Ya les he dicho que los muvianos tenemos sentidos más aguzados, pues eso también se aplica en cuanto a entender a los demás. Piscis no muestra quién es en realidad, pone un muro entre los demás y él mismo, en ese sentido somos un poco parecidos, solo que yo no lo hago para esconder quien soy o mis propias debilidades: lo hago porque, simplemente, la mayoría de la gente tiende a desagradarme.

Y es por eso que mi primera mirada a esos mamones que acuchillan a mi compañero es de completo desdén, del tipo "¿Qué estás mirando, mamón?, ¿te gustamos o te debemos algo?", y el efecto es instantáneo, voltean a otro lado y nos dejan en paz. Soy una persona corta de estatura y no aparento la gran cosa, pero si algo he aprendido en mi escaso tiempo de vida es a transmitir perfectamente mi temperamento con una sola mirada. Satisfecha con mi trabajo volteo a hacerme parte de lo que dice la camarera de Yusei, tengo que calmarme, no, no puedo echarme a reír, eso sería bastante desconsiderado.

—Creo que está solo porque así se siente cómodo, y eso no está mal —señalo, mirándole de reojo, a mis labios asoma una sonrisa medio traviesa que no es nada normal en mí, ¿qué puedo decir?, acabo de descubrir que mi compañero lima de uñas tiene un lado muy divertido—y cuando una persona que es llamativa quiere estar sola es normal que todos quieran venir a pegársele como pulgas.

Tomo el menú en mis manos, dejando espacio para que el gato respire, está muy cómodo dentro del suéter, su ronroneo me reconforta de un modo especial. Elijo la pizza familiar vegetariana, los tallarines, el ramen, los rollos de sushi, las empanadas vegetarianas. Sí, soy vegetariana, pero eso solo depende del día, a veces me da por atragantarme yo sola una barbacoa… generalmente cuando mis ánimos son más especiales. Todo eso lo acompaño con una botella de dos litros de coca-cola.

Ya cuando la camarera va a por los pedidos de ambos, vuelvo a encarar a mi compañero con un gesto más sereno, y un poco preocupado. Sí, estoy algo intrigada con esta misión y el nulo conocimiento que tenemos de los hechos, además de que según Yusei ha pasado un mes y no ha encontrado señales… eso es demasiado tiempo.

—No te preocupes, no voy a pensar diferente de ti por cómo te traten otros, pero en mi opinión, es agradable ver que no me tocó un compañero odioso o con ínfulas superiores, habría acabado muy mal. En cambio tú eres bastante sencillo, y aunque eres de aires solitarios la gente es capaz de tomarte aprecio, quiere decir que eres buena persona y con eso a mí me es suficiente —vaya brote de sinceridad el que me ha dado, ahora sí, pasemos a la parte seria. —Sobre lo que me comentabas antes. Creo que después de esto deberíamos revisar el lugar de los hechos, tal vez podamos determinar algo si somos dos pares de ojos. Dime, aparte del atentado, ¿has notado algo extraño aquí?, ¿algo fuera de lugar por más insignificante que parezca?

¿Luces extrañas?, ¿serán acaso las mismas que vi cuando vi a Yusei? No les presté demasiada atención al comienzo, principalmente porque no me produjeron ningún tipo de sentimiento o intención hostil. ¿Se tratará del aviso de algo que está por venir?

A saber, no puedo basarme solo en suposiciones para formular teorías, requiero de hechos y de esos contamos con muy poco. Mantengo la mirada fija en Yusei, dándole toda mi atención a sus palabras, me aseguro de retenerlas toda en mi memoria para después repasarlas si lo ocupo. Necesito todos los datos que pueda recabar para poder situarme, como es la primera vez que trabajo de este modo, como Santo de Oro y además, en compañía, quiero ser cuidadosa para no cometer estupideces a las que me admito propensa al ser nueva y también… por ser como soy.

—No pasa nada, ahora trataremos de concentrarnos en lo que tenemos —le digo con cierta despreocupación, no puedo culparle por no investigar este hecho inusual desde que comenzó a notarlo, es un descuido pero tampoco es tan grave, quizás él también es tan novato como yo. —hombres en capas paseando por la noche, reclutando personas, actividades sectarias… todo esto después del atentado. Hm. No sé si sea suficiente para relacionar ambas cosas, pero creo que deberíamos comenzar por el inicio, ¿no?

Casi después de decir esto llega Anna con la comanda, primero coloca la de Yusei en su lado correspondiente y después la mía, haciendo comentarios sobre mi gran apetito en relación con mi menuda figura. Sonrío un poco forzado, desde que tengo memoria no me gusta que hagan mención de mi tamaño, digamos que los lemurianos al igual que las personas también tienen el hábito de cebarse con los que no son iguales al rebaño, y yo siempre fui muy pequeña en mi grupo de entrenamiento, y la aldea en general.

—Que aproveche —le digo a Yusei al momento de atajar el primer triángulo de pizza con vegetales, el aroma del queso despierta a mi amigo el gatito, haciendo que asome su cabecita para pescar algo del queso que se escurre cuando doy el primer mordisco—decía, podemos comenzar desde el inicio, y eso es en el lugar del atentado. Me gustaría echarle un vistazo y, también, que me digas si estuviste cuando ocurrió todo.

Mis primeros bocados fueron apresurados, menos de diez segundos duró esa primera porción de pizza, a la que le acompañó otra, y otra, y otra a velocidad muy similar. Tuve que parar varias veces porque creí que iba a ahogarme, pasé los bocados difíciles con la coca-cola y enseguida retomé mi faena devoradora. No me había dado cuenta del hambre que tenía hasta ahora, desde que obtuve la armadura de Aries apenas había comido algo y durante el viaje todo fue comer chatarra para engañar el hambre, hasta que me quitaron la bolsa de doritos.

En menos de cinco minutos me he terminado la pizza, paso inmediatamente al sushi con una velocidad más domada, habiendo calmado la ansiedad me doy tiempo a degustar. Uno de los rollitos se lo dejo al minino, se lo voy dando de a trozos la parte del salmón crudo. Mis movimientos puede que estén pendientes de la comida, pero mis oídos lo están de las palabras de Yusei referentes al atentado.

—Quizás ni siquiera las autoridades encontraron una razón justificable, o puede que encontraran algo que no supieran cómo explicar, ambas son válidas —comento dando un sorbo al refresco, me inclino un poco hacia la pantalla que Yusei me enseña con las fotos del incidente. Las observo detenidamente, intento ver el primer plano a detalle y luego el segundo, este último siempre revela cosas que no se ven a la primera. Tardo unos segundos en encontrar eso que me resultaba extraño de las imágenes, hay una silueta superpuesta en todas, parecería un error de la cámara o un efecto de luz pero, ¿en todas? —Yusei, esa silueta que parece una mancha en el alrededor, está en todas… no me gusta —mi entrecejo se frunce juntando mis puntos— no sé si solamente habrán querido llamar nuestra atención… y si este es uno de sus propósitos, ¿por qué lo harían?, ¿qué quieren…? —doy otro sorbo al refresco y me termino el último rollo de sushi— pasemos por allí, si tienes razón y el agresor quería llamar nuestra atención habrá dejado un mensaje, uno que solo nosotros podríamos reconocer.

Dicho eso le pido a Anna que ponga el resto de la comida para llevar, no es buena idea ir al trabajo empachada. Si esta noche no se nos hace muy movida tendré tiempo para pensar dónde quedarme, que no sea bajo el puente de Kaus.