Museo de Louvre [Francia] - Yusei y Raziel

Me volví al notar tras de mí una presencia conocida, era como no aquel chico que me había encontrado antes, el Santo de Piscis, el cual no parecía muy contento con mi forma de abrirme paso hacia el interior del museo, pero ¿De qué se quejaba? No encontraba ninguna entrada así que sólo abrí una por mi cuenta, ni que me hubiera cargado todo o algo así...encima de que me había contenido para no causar un estropicio me venía con esas como si hubiera hecho algo gravísimo, pero por lo menos fue útil, antes de marcharse vete tú a saber dónde me hizo saber cual era la reliquia que buscábamos; me limité a no decir nada, solo asentí ante lo que decía y le despedí con la mano con un gesto de desgana como indicándole que dejara de hacerme perder el tiempo y me permitiera trabajar. Lo siguiente que quedaba era ir a por esa maldita baratija para sacarla y poder marcharme cuanto antes, que ganas tenía de estar de regreso para atiborrarme a dulces para luego echarme una larga siesta.

Lentamente dirigí mis pasos hacia un pedestal de mármol, sobre la base tenía un mullido cojín de terciopelo que servía como apoyo para la preciada y cara reliquia que habíamos venido a buscar, una esfera perfectamente colocada siendo protegida por una vitrina de cristal. Estiré el brazo con la intención de depositar mi mano para romper la vitrina pero a mi espalda noté algo...instinto asesino, alguien acechándome, por un momento pensé que serían imaginaciones mías, después de todo ¿Quién podría estar en esta sala aparte de mí? Me encontraba solo, con la partida de el Santo de Piscis no había vestigios de más individuos a parte de mi persona...o eso creí hasta que el sonido de un arma de fuego irrumpió en la sala. Con mi increíble capacidad de reacción me aparté de su trayectoria, luego rápidamente fijé mi vista en mi agresor que buscaba asestarme un ataque letal con un arma de filo, para apartarme saqué mis alas y di un fuerte aleteo para impulsarme hacia atrás. Estando ya a una distancia prudencial le miré serio y le señalé con desdén. -Tú, estúpido e insensato insolente, ¿Cómo te atreves a atacarme? Soy el gran Raziel, te ordeno que te identifiques.

La batalla comienza; el Santo de Virgo es capaz de evadir las armas de Fleur el Silente, más a pesar de ver las alas del niño, el asesino sigue sin inmutarse.

No habla, y aunque quisiera, sus labios estaban sellados de por vida.   Sus ojos son fríos, y se quedan plasmados en una mirada atemorizante que dirige al Santo de Virgo. Fleur adopta una pocisión de ataque, sin dudar en jugar un poco con el cuchillo impulsándolo por los aires para proceder a darle giros estando arriba.

Sin embargo, en uno de esos juegos, Fleur agarra el cuchillo táctico por la punta y lo lanza al rostro de aquel niño, sin tener algún reparo o duda en hacerlo. Tras haber arrojado su hoja, Fleur lleva sus manos sagazmente a hacia sus pistoleras, desenfundando el par con una velocidad ciertamente precisa y sistemática. Pocos segundos despés, Fleur ya se encuentra disparando a acribillar a aquel sujeto para mantener a salvo la reliquia.

Las balas dejan un legado de cicatrices en las paredes del museo, más no podrían hacer mucho contra un Santo de Oro, aunque esta era un dato que el asesino desconocía.

Mi atacante no respondió a mi demanda, solo se quedó callado sin decir palabra mientras jugaba con el arma que sostenía en su mano, yo tenía que lidiar con la complicación de librarme de él sin hacerle daño lo cual me tenía bastante mosqueado porque contenerme a la hora de pelear no era algo que fuera conmigo y por supuesto todas mis habilidades eran de destrucción masiva o para causar daños severos al enemigo así que ¿Cómo llevar una situación en la que no puedo utilizar todo mi poder para someter al enemigo? Supongo que si llevo al mínimo la energía que empleo en mis ataques podría dejarlo medio muerto pero aún con esas me llevaría la bronca del siglo por utilizar mis poderes contra unos simples humanos normales.

Mi mirada se mantuvo fija en los movimientos del asaltante, entonces lanzó el cuchillo velozmente, un acto loable pero inútil...solo tuve que echar la cabeza hacia un lado para evadirlo, esto no resultaba nada divertido mi enemigo no era un reto, incluso la ráfaga de balas que vino después de eso fue decepcionante ¿No tenia nada más que ofrecerme? Si ni siquiera tuve que moverme del sitio esta vez, lo único que tuve que hacer fue mover rápidamente mis manos para atrapar las balas; con expresión seria abrí la mano lentamente dejando caer las bala al suelo. -Me estás irritando, lo cual no te conviene después del día que he tenido...mira que obligarme a robar una vulgar baratija...

Iba siendo hora de concluir este patético encuentro...lo único que conseguiría permitiéndole seguir intentando acabar con mi vida sería enfermarme más, al punto de acabar no solo con su vida, sino con el museo entero. Una herida...una simple herida que fuera suficiente para inmovilizar a mi enemigo bastaría para quitármelo de encima, solo espero no propasarme con esto.-Veamos como te las apañas con mi Lazy Laser. Señalé al peculiar individuo y de mi dedo salió disparado un haz de luz, éste empezó en línea recta, a mitad de camino desvió la dirección hacia la derecha, luego recto, siguió hacia la izquierda, fue hacia arriba, recto y finalmente bajó para buscar atravesar el hombro de mi enemigo.

Mi ataque, que tenía una trayectoria aleatoria, fue suficiente para rendir cuenta del insolente que había osado interponerse en mi camino, por supuesto por motivos ajenos a mis intereses, no acabé con su vida, pero sí lo herí lo suficiente como para evitar que volviera a levantarse para ir en busca de venganza. Sus piernas, sus hombros, fueron atravesados con mi Lazy Laser, el dolor que le eso le infligiría debería poder retenerlo ahí en el suelo, retorciendose de dolor, hasta que los guardias vinieran aquí y se lo llevaran, un buen cabeza de turco donde cabe, por mi lado solo fui a hacer lo que tenía que hacer, tomé la reliquia y cuando hube puesto mis manos en ella me marché de ahí, en este caso, habría sido más sencillo volar en pedazos el techo e irme volando pero como no...tenía que ir a reunirme con cierto Santo de Oro que aún estaba deambulando por estos lares para ir a buscar al Santo de Libra. Me tomó más tiempo de lo que creí, puesto que acabé perdiéndome y tuve que dar varias vueltas para evitar que los guardias dieran conmigo pero por fin, tras quince minutos, logré dar con el Santo de Oro de Piscis y presentándome ante él le mostré la reliquia para ver si así ya daba la señal para largarnos de aquí. ´-Bien, aquí está ¿Podemos irnos ya? Quiero llegar para darme un buen baño.