Bajo un cielo rojo [Priv. Pandora]

Un cielo rojizo adornaba aquel día, un cielo que recordaba, que traía a su memoria tantas batallas que apenas podía contarlas. Se encontraba paseando por el jardín, aquel jardín lleno de rosas, las únicas flores que realmente agradaban a Pandora, aunque uno nunca sabe lo que debe esperar de aquella mujer. Sus ojos violáceos se centraron en una sombra, un punto concreto, un objeto que volaba a baja altura. Garuda, pudo distinguir sin problemas aquella armadura, después de todo se trataba de uno de sus jueces que volvía a casa malherido al parecer. Pudo ver como aterrizo a duras penas contra uno de los rosales del jardín y como se planteaba si debía o no entrar en el castillo mostrando las heridas que su cuerpo poseía.

La mujer se acercó al juez, por la espalda, mientras Garuda se encontraba sentado en las escaleras del castillo. La voz de la mujer sonó en cierta manera burlesca cuando comenzó a hablarle al juez -¿Que dirían el resto de espectros si llegan a verte así juez de Garuda?- No es que Pandora fuera alguien amigable, al menos no se mostraba de esa manera, aunque en cierta forma se preocupaba por sus jueces, no por el resto de espectros. Aquellas sombras insignificantes le eran totalmente insignificantes, no las necesitaba. Pero mostraba cierta empatia y agrado por aquellos a quienes denominaba "sus jueces"

Se quedo de pie, tras el juez esperando una respuesta, esperando una acción por parte del mismo que le diera pie a continuar con la conversación o a llevarlo dentro del castillo para revisar aquellas heridas que presentaba pues se podían ver a traves de la ropa casual que portaba el juez sin su armadura -Levanta Aiacos, ven conmigo- La mujer no dijo nada mas, paso por el lado derecho del juez rozando su brazo con la tela sedosa de su vestido y comenzó a caminar hacia un lugar incierto del jardín, cerca de una de las torres del castillo. Si el juez no deseaba que el resto de espectros viera su lamentable estado, no lo harían.

La sonrisa burlona no abandonaba los labios de la mujer de violáceos ojos. Debía admitir que adoraba fastidiar al Juez, adoraba molestar a todos aquellos que tenía alrededor, pero en especial a sus "amados" jueces. Garuda era fácil de molestar, sabía que odiaba que lo comparasen con sus hermanos, sabía que odiaba que lo llamaran débil, que detestaba la idea de que juzgaran su fuerza y acabaran pensando que era el mas débil de los tres jueces de Hades. Y Pandora sabía usar esa información en contra del juez para reirse a su costa. Sus pasos eran precisos, ni lentos ni demasiado rápidos. Estaban cerca de la torre cuando escucho al juez preguntar la razón por la que se dirigían hacia aquel lugar. La mujer no respondió, guardo silencio hasta que se encontró contra el muro de piedra de la torre.

Un toque con el tridente en aquellas rocas fue suficiente para que una puerta se abriera, un pasadizo con una escalera que parecía endiabladamente interminable -No deseas que el resto de espectros vean tu lamentable estado ¿correcto?, entonces evitemos que sus curiosos ojos se posen en tu persona juez de Garuda- Tras mirarlo de reojo con esa sonrisa entre burlesca, picara y divertida comenzó a subir por las escaleras. Si el juez pensaba que este castillo solo tenía una entrada y una salida estaba muy equivocado. Después de todo Pandora tenía mas de un pasadizo para entrar y salir, para espiar, para mantener todo bajo vigilancia y bajo un control exhaustivo.

Continuo subiendo las escaleras hasta llegar a otra puerta, en esta ocasión era una puerta de apariencia normal, vieja y de madera. Al abrirla se pudo ver perfectamente la habitación donde Pandora se encargaba de tocar aquel instrumento que tanto disfrutaba. En el centro se podía ver el arpa -Sientate Aiacos, debemos curar esas heridas- Se acerco a un armario para sacar algunas bandejas con vendas y algunos objetos mas para curar aquellas heridas que ahora cubrían el cuerpo del juez.

Los pasos de Pandora la llevaron hacia el lugar donde se había sentado el juez, colocó aquella bandeja en una pequeña mesa situada frente al juez y tomó primero unas pinzas para comenzar a retirar cada una de las espinas que se incrustaban furiosas en la piel de Aiacos. Una vez retiradas las espinas tomo algodón y un desinfectante comenzando a tratar todas y cada una de las heridas y cortes que presentaba el cuerpo del juez, los ojos violáceos de la mujer dejaban entrever la preocupación que está sentía hacia el estado de Garuda. No era algo común verlo con semejantes heridas y magulladuras, seguramente aún no había aceptado su nueva condición como juez y los restos del humano que fue seguían fastidiando sus planes.

Un suspiro, largo y tenue salió de sus labios una vez finalizó con la desinfección de las heridas del juez. Pandora escucho unos pasos acercarse a la puerta del lugar donde se encontraban, la sala del arpa era frecuentada por aquellos espectros que deseaban escuchar su música, en ocasiones incluso para ser castigados por las propias notas musicales. Sin embargo recordó perfectamente que su juez no deseaba que vieran su estado por lo que alzo la mirada a la puerta y con una voz clara y firme declaro las siguientes palabras -!Que nadie se atreva a entrar en esta habitación a menos que yo misma de la orden! Aquellos pasos se detuvieron de inmediato, seguramente asustado por el tono usado por la mujer.

De nuevo los pasos resonaron, pero estaba claro que aquella persona había decidido que era mejor irse de allí a enfrentarse a la furia de la mujer que se encontraba en su interior -Y dime Garuda, ¿como has acabado en este estado?- Los preocupados ojos de la mujer escudriñaban con cuidado el rostro del juez para percatarse de cualquier mentira o indicio de desear ocultar la verdad, no había nada que odiara mas que una mentira. Pandora no soportaba que sus subordinados tuvieran la osadía de mentir en su cara, mas le valía al juez decirle la verdad y toda la verdad que ella deseaba saber.