06 - La estatua sagrada [Pandora]

― … un tesoro del Inframundo ― musito la fémina mientras recargaba su cuerpo en el espaldar de la cómoda silla. Pandora se localizaba en el estudio del Castillo de Heinstein, realizaba las tareas que su jerarquía requería por lo que el escritorio estaba abarrotado de papeles, y a pesar de la cantidad se hallaban en perfecto orden, pilas muy simétricas ― … los humanos blasfemando desde siempre ― se quejó sin mostrarlo en la armonía de su voz. Para ella representaba una ofensa que patéticos seres inferiores colocaran sus sucias manos sobre algún objeto del Reino de los Muertos, y màs aùn si se trataba una estatuilla de su Señor Hades.

La vista de la sacerdotisa se enfocó en el objeto perdido, objeto que recientemente había sido avistado por uno de los recién despertados espectros, enseguida el siervo de Plutón se lo informo ― … se ve, simpático ― murmuro viendo la fotografía a todo color del lugar dentro del Museo de Kauz dònde habían dispuesto tal estatua inframundana. Los museos resultaban… educativos, educaban sobre la naturaleza humana, las aptitudes y actitudes que mantenían a través de los milenios, y sobre todo realzaban las petulancias de algunos al llamarse artistas esgrimiendo obras irrisorias que mentes ingenuas aplaudían como focas.

Dejando la fotografía sobre la mesa, se levantando y dirigió a la gran ventana. La vista de los alrededores del Castillo mostraba la parsimonia que vivía el Reino Sapuri en esos tiempos pre-guerra. Los esqueletos custodiaban las entradas, haciendo rondas cada cuarto de hora. La seguridad de aquella estructura era absoluta y prioritaria, porque en las paredes se resguardaba la entrada al Inframundo… en siglos pasados los opositores a la atacaron flanqueando las fuerzas y logrando penetrar a los dominios de Hades. Tales acciones no volverían a suceder, no mientras ella continuara con vida.

― … no debo dormirme, no debo dejar de prepararme. Los enemigos están allá afuera, esperando para imponerse sobre los ideales de mi Señor Hades… debo estar alerta, agudizar mis sentidos, afilar mis estrategias… ― se recordaba cruzando los brazos a la altura del pecho, la màscara verdosa ni se movía ― … tomarè esta misión, por hoy he concluido mi papeleo ― se giró posando la mirada sobre las pilas de documentos revisados, posiblemente cuando volviera tendría muchas màs para revisar.

Con un suspiro lastimero, y la convicción de entrenarse un rato, Pandora abrió un portal a la Ciudad de Kauz. Iría en busca de la estatua de su dios…

El portal apareció frente a la dama; el centro oscuro como la noche, el borde de color purpura que desprendía cosmos en espirales. Un hermoso y peligroso orificio que podía enviar a cualquiera a un lugar en específico, a la inmensidad de las dimensiones. Acomodando la ropa, la larga gabardina, la horrible mascara y los guantes, procedió a internarse en el destino que preparo, al dichoso museo humano que se atrevía a poseer y exponer a ojos inferiores un objeto que pertenecía a la divinidad gobernante del inframundo; tal herejía solo merecía la sangre y vida de los hacedores… si tenían suerte esa noche sus almas serían juzgadas por Balrog en la primera prisión.

Internándose en el portal llego en un paso a las afueras del Museo. Una enorme estructura que ocupaba muchos metros cuadrados, hectáreas al parecer. Recordó muchos lugares emblemáticos de esa índole, se podían pasar horas y horas viendo las salas y aun asì no se podría realizar el recorrido completo en solo un dìa o dos ― ¿De verdad visitan los humanos estos lugares? ― se cuestionó haciendo aparecer una media sonrisa en los labios ― Son tan enclenques que prefieren conocer lo “simple y superficial” de tontos programas de televisión de gente sin aptitudes màs que haber nacido en cuna de oro. No se cultivan intelectualmente, no leen, no analizan… son una perdida en la escala evolutiva, en la benevolencia de ciertos Dioses hipócritas… ―  cavilo desapareciendo y apareciendo en el interior del museo.

Una vez adentro no tenìa màs opción que buscar una a una entre las reliquias para descubrir el objeto que buscaba. Lo primero que pensó fue dirigirse a la zona dedicada a la cultura griega, ese serìa el lugar ideal para exhibir una estatua de un Dios Griego… sin embargo, no sabía con exactitud hacia dònde ir ― Necesito un mapa, o en su defecto algo que me indique el camino que seguir a la exhibición griega. Debo dirigirme a la recepción o a algún punto de control ― ideo empezando a caminar sin rumbo fijo con la meta de hacerse con un mapa, tríptico o información de las diversas salas…

La dama de horrible máscara verde daba vueltas por el gran museo de Kauz. Buscaba un lugar dónde informarse de las diversas alas y temáticas para poder dividir la buscada de la estatua en posibles zonas de mayor probabilidad de éxito.  Entre el mundo natural y las imitaciones de la Isla de Pascua localizo al fin lo que parecía ser una recepción; no había nadie, ni guardias ni humanos que obstaculizaran la misión que se había auto asignado para mantener los sentidos agudos, las habilidades afiladas ― Veamos qué tan organizados son ― pensó, recordando como ella era el claro ejemplo del orden maniático en el área de trabajo.

La amplia recepción, pulcra u pulida, la hizo esbozar una leve sonrisa; por lo menos quien se encargaba del aseo mantenía todo libre de polvo; el lugar se veía decente, hasta aceptable pero eso no le restaba la importancia al asunto principal, que seguían siendo impuros que no tenían derecho de tener entre sus objetos banales e irrisibles una estatua del majestuoso rey del Inframundo; nadie más que sus leales siervos poseían los beneficios de crear, obtener y heredar medios para la adoración de su deidad, ningún hereje sin lealtad a Plutón debería posar sus orbes sobre su figura tallada en una roca especial.

Entrando al escritorio de madera, busco entre los papeles el folleto que contenían el croquis del lugar ― Definitivamente es inmenso ― comento viendo todas las exhibiciones que ofrecían, los humanos se habían esmerado construyendo ese lugar… aunque para Pandora solo significaban tonterías, ya que pocos entendían la realidad de la cultura que los rodeaba, bueno, la cultura real y no la de los idiotas llamada “pop” ― … el mundo natural no debe faltar. Educar sobre la ecología disecando animalitos en su mejor momento de la vida. ¿Dónde está la ironía en eso? ― musito entre unas risas burlonas.

Sin más tiempo que perder se dirigió al ala dedicada a la cultura griega, subió escaleras y cruzo en varias zonas hasta que llego al destino. Viendo con mirada evaluativa cada obra de supuesto arte desecho todo lo que su visión percibía, nada de lo que captaba era el objeto buscado ― Athena los humanos prefieren el amor a la sabiduría, y en tal caso la guerra sangrienta de Ares que la que tu predicas. ¿Cómo se siente ser menospreciada por aquellos a los que proteges con tanto ahínco? ― pensó al darse cuenta de la poca fama de la frígida divinidad entre los homosapiens.

Antes de poder continuar un cosmos muy bajo atrajo su atención, aquella energía apestaba a Caballero ― ¿Què sucede aquì? ― se preguntó sobreponiéndose de la sorpresa inicial. Si había un niño malcriado de la Sabiduría ahí solo significaba una cosa… un sacrificio para su Señor Hades, aunque por supuesto, primero debería averiguar que pasaba en ese lugar para que se hallara  un Santo. Siguiendo el rastro del cosmos llego hasta el observatorio, ahí estaba èl…

― Se quién eres… ― comento apenas verla…

― No digas Shrek… ― comento ante las palabras con las cuales fue recibida en la habitación. No había terminado de entrar cuando el Santo la señalo exclamando conocer su verdadera identidad; nadie conocía su auténtico yo, solo los fallecidos sirvientes del Castillo de Heinstein la conocieron alguna vez sin aquella grotesca mascara verdosa peor había sido hacia tanto tiempo que a veces ni ella misma cuando se veía al espejo reconocía a la mujer del reflejo. Muchos no entendía el por què de ocultaba su cuerpo, la mayoría lo aceptaba sin recinchar, otros se morían de la curiosidad, lo cierto era que debía suceder algo extraordinario para que su protección cayera.

― Vienes de la oscuridad, tu alma corrompida esta, te han visto en las estrellas, tus manos manchadas de rojo se encuentran; eres un demonio con rostros de uno, un ser de horripilante con un corazón caucásico ― replicaba aquel masculino de brillante armadura de plata, las palabras brotaban de su boca como una cascada de verborrea sin fin, nada rimaba ni tenia sentido… por lo menos para la intelectual cabeza de su oyente. ¿Què clase de niños y niñas educaban en El Santuario? Al parecer solo los instruían en el arte de la guerra pero ni por error le daban un poco de sabiduría, lo cual resultaba obvio porque los seres opresores como Athena buscaba becerros no personas que usaran la lógica para deducir lo que estaba bien o estaba mal.

Mientras los vocablos del hombre invadían el lugar, Pandora se desconectó de tan aburrida elocución y se fijó en la amplia habitación que representaba el Observatorio, un lugar inmenso con un magnifico techo estrellado representado todos y cada uno de los cuerpos celestes, en hermoso en definitiva pero artificial al final del dìa; hasta en eso se perdían los humanos, se enfocaban en lo que tenían frente y no miraban màs allá, por ejemplo a través de una ventana a media noche para ver al natural el verdadero y maravilloso manto nocturno con las luces parpadeantes de las estrellas en èl.

― … en la luz del dìa y la felicidad de la humanidad, Athena nos protege y no les permitirá salirse con la suya. Los seres de la oscuridad deben regresar a su mundo de miseria y humedad, a las alcantarillas del reino de los muertos. Yo, Arion de Cefeo, peleare por la paz y el amor de mi diosa virginal ― era media noche y ese humano con su discurso sin fin la estaba aburriendo y durmiendo… ¿Arion de Cefeo? Hasta nombre inútil tenía el susodicho ― ¡Cadenas de la Justicias senténcienla! ― exclamo con suficiente vigor como para despertar a la ciudad de Kauz y a media Europa.

De la nada cadenas aparecieron alrededor de Pandora, sujetándola con fuerza en un agarre que poco a poco se volvía asfixiante… no debió subestimarlo.

― Un ataque sorpresa… ― pensó la dama de purpura sintiendo las cadenas cerrarse sobre su cuerpo. La verborrea aburrida del caballero de plata, asumió, formaba parte de la estrategia para desconectarla de la realidad y darle una emboscada por la espalda. ¡Què bajos eran los siervos de Athena! Viles porque recurrían a tácticas absurdas para hacerse con algo de tiempo y ventaja en una luchar que debería ser justa, ya que se suponía ellos representaban a la Diosa de la Guerra Justa… pero al parecer eran unos gusanos arrastrados sin honor, sin valores y sin una pizca de cerebro como para idear algo màs… certero.

― Una mala mujer como tu conocerá lo que significa el dolor de la justicia divina, conocerá el amor de Athena juzgando tu alma corrompida de oscuridad. Sé quién eres, se lo que eres… ¡Un Monstruo! Un ser sin corazón que vive para llevar el sufrimiento a la inocente y noble humanidad… ― parloteaba nuevamente sin detenerse a respirar, el Santo de plata se equivocó de profesión… debería ser locutor, narrador o algo parecido, su boca se le anotaba demasiado grande para alguien que debería ser eficiente, para alguien que debería ser mortal. Los ojos ocultos de Pandora se pusieron blancos antes el palabreo del masculino, le aburrían sus discursos, le aburría su presencia… el hombre un más insípido imposible, se notaba que seguía a una divinidad igual de desgraciada.

Las cadenas empezaban a resultar incomodas, aunque las prefería en vez de las palabras sin sentido del hombre ― Entrenar no solo el cuerpo, entrenar también el cerebro. Athena que perra egoísta eres… ― pensó con algo de molestia ante la inexistente Diosa, que se aprovechaba de los humanos vendiéndole una doctrina falsa para que lucharan por ella… dejando baches en sus vidas con la sola finalidad de aprovecharse de la manera más detestable de la ignorancia, credulidad y esperanza de los hijos de Zeus. Algún día esa falsa mujer pagaría por sus crimines, pagaría por utilizarlos para sus fines egoístas, para sus propios intereses de egocéntrica y malcriada.

Alzando levemente el cosmos, Pandora se rodeó con el mismo. La preciosa tonalidad purpura la daba un aura inframundana típica ― ¡Cállate! ― exclamo con la voz indiferente y llena de autoridad al tiempo que las cadenas empezaban a agrietarse ― Eres el títere de una pubertad. Tu poca inteligencia me produce lastima. Seré benevolente esta noche, te mostrare lo que es justicia y ser juzgado de verdad… ― sentencio aumentando el cosmos destrozando en el acto las cadenas del caballero de plata, que quedaron hechas trizas en el suelo; como reacción a su poderosa presencia el masculino salió expulsado metros hacia atrás…  

El poderoso cosmos de Pandora emanaba de su cuerpo invadiendo el lugar de una increíble presión. Las cadenas habían sido rotas sin esfuerzo, y el patético santo de plata yacía en el piso golpeado por la onda de energía de la dama. Un inepto y charlatán siervo de Athena jamás sería rival para la comandante del ejército de Hades, y menos para la actual forma en que Pandora había reencarnado; se trataba de un a conglomerado de virtudes que sus antecesoras tuvieron individualmente pero que en Gwen se habían mezclado trayendo una especie de Sacerdotisa dotada en todos los aspectos que se necesitaban para ser un peso que desbalancearia realmente el estatus qou impuesto por la frígida Diosa de los caballeros.

Ver al gusano de Cefeo en el suelo le hizo sonreír, porque así quedarían todos y cada uno de los opositores de su amada divinidad. Nadie en el plano mortal e inmortal sería rival para el magnífico Hades, y de ella correría la misión de aplastarlos tal cual los insignificantes insectos que eran en realidad. Paso a paso se acercó al masculino que intentaba volver a levantarse pero la presión del cosmos de Pandora lo mantenía en el suelo, la diferencia de poder era abismal… la batalla estaba decidida mucho antes de iniciar.

― Eres una oveja descarriada ― pronuncio al llegar al cuerpo de Arion, seguido coloco su pie sobre la cabeza del sujeto, ejerciendo fuerza hasta hacerlo chocar contra el suelo; literalmente lo aplastaba ― Haz sido engañado, por eso me das lastima. Athena, con su carita de niña buena, les ha mentido desde la Era del mito. Los usa para sus fines egoístas, no les importa su sufrimiento o felicidad ― le decía sin dejar de pisarlo, hablar de la puberta la llenaba de cierta ira debido a todas las veces que se atrevió a desafiar a su Señor Plutón, a enseñar a los humanos inferiores a levantar sus manos contra los seres superiores… contra el Dios màs benevolente de toda la creación, como lo era el Rey del Inframundo ― Redimir tus pecados, paga por tus crímenes ― proclamo terminando de aplastar la cabeza, la sangre lleno su bota negra y tiño el piso de escarlata ― ¿Dònde está tu Diosa ahora? ― musito al cadáver, mientras le daba una última patada, limpiándose del inerte cuerpo como si hubiese pisado excremento.

Al disminuir su cosmos se percató de la presencia de otras energías en el Museo, la alarma se había disparado, la alerta sobre un intruso obviamente se extendió. Se escuchaban pasos, voces, e invitados no deseados ― Quizás me sobrepase un poco ― pensó escogiéndose de hombros, había terminado su misión sin poder obtener el resultado deseado. Màs adelante enviaría a otro espectro, no tenía ganas de seguir purificando humanos herejes.

Sin nada màs que agregar, abrió un portal hacia el Castillo de Heinstein; era hora de volver al trabajo. Atrás dejo una escena de asesinato grotesca…