Las semillas de Granada [Afueras de la Ciudad, ruinas del templo de Perséfone... Exclusivo Señores de los Pecados]

Recuerdo del primer mensaje :

Escombros de antiguas glorias se hacían presentes a las afueras de la ciudad, desde aquella oscuridad infinita que cubría por completo el sitio aquella noche solo las luces lejanas donde los humanos se encontraban eran visibles, mármol gastado y columnas de estilo jónico se hacían presentes en aquel lugar desolado, sin embargo en el centro del mismo u árbol enorme de granadas permanecía de pie pese a los siglos. Aquel lugar era el antiguo templo de la reina del inframundo en la tierra y el fruto de aquel árbol era la señal de su condena eterna, según el mito en su huida del inframundo la diosa Perséfone habría sido engañada por Hades pues en su camino al mundo de los vivos y su travesía por el inframundo no debía consumir alimento alguno…

-Sin embargo por voluntad o por engaño la joven hija de Demeter consumió seis semillas de granada, y por lo tanto condenada quedo a volver con el señor del inframundo un mes por cada semilla consumida.- Habló de manera calma una profunda voz solitaria en aquel viejo lugar, sus ojos se alzaron entonces a aquel árbol y específicamente a un fruto creciendo en el mismo, - y si yo estoy aquí es porque ella lo estará también- anunció con desdén y sus ojos volvieron a observar a la ciudad, sabía que no estaba solo, que no era el único, siete eran los encargados de vigilar a la diosa, de asegurar que nada le pasara mientras estuviera en la tierra y que nada le perturbara mientras se encontraba de vuelta con el señor Hades, un amplió bostezo fue dado entonces por aquella figura y llenó el lugar con aquel cansado sonido.

-Todos llegan tarde y yo soy el perezoso- profirió con desenfado antes de que sus espaldas terminaran por acomodarse contra el tronco de aquel árbol, sentía el llamado de su diosa y sentía la presencia de los otros, ni siquiera sabía en qué momento había despertado pero tenía claro que ese era su lugar pese a aquella sensación de hartazgo que el mundo generaba lo único que realmente tenía en mente era eso, que su deber era aguardar a la diosa y esperar al resto de los suyos, nuevamente un bostezó fue dado por aquella figura que pese a la oscuridad y solo gracias a las estrellas y luna se alcanzaría a ver el claro color de su cabello en contraste con el oscuro color de la coraza que portaba, el señor de la pereza, la desidia, la tristeza y la postergación, uno de los siete males que condenan el alma humana y que por lo mismo era también uno de los siete guerreros encargados de proteger la joya de la corona del inframundo.

-Seis semillas de granada- anunció levantando una de aquellas frutas para romper la misma a la mitad, tomaría entonces una de aquellas dulces frutas en su boca sintiendo el sabor del mismo, -Y un més cada año por el resto de la eternidad fue condenada… No estoy muy seguro si fue gula, o lujuria lo que provocó tal estupidez, pero no solo se condenó ella, también nos condenó a nosotros,- gruño con desdén con la confianza de estar solo, no era desleal a su diosa simplemente el hartazgo de su destino hacía que el Lord de la pereza se expresara de aquella forma, -Es realmente molesto el tener que esperarlos, ni siquiera me interesa verlos, vamos ya aparezcan que si Perséfone aparece antes entonces estaremos en problemas de verdad- reclamó lanzando la fruta y un largo suspiro pues aquellos guerreros tan peculiares eran, carceleros, protectores y condenados al destino y servicio de su diosa.

-¿Y para eso nos necesitan a todos?- Preguntó de inmediato a manera de reclamo el señor de la pereza mientras sus ojos de tonos verdes se clavaban fijos en orgullo, le tenía el respeto necesario y sabía de antemano la respuesta sin embargo el nivel de apatía que representaba para él una búsqueda de reliquias solo crecía con cada pensamiento aleatorio sobre la misma y sobre las diversas complicaciones que sin duda traería esa misión a ellos, la siguiente mirada estaría a sus compañeros, el poder de su diosa era apenas suficiente para manifestarse en aquel lugar, si querían que ella despertara necesitaban estar juntos y conseguir devolverla a aquel mundo, si ¿por qué lo harían?, el despertar de Perséfone significaría que su obligación comenzaría nuevamente, pero de no ser la diosa quizá sería su consorte el que reclamaría su presencia.

-Son solo reliquias, si a envidia le importa tanto el tenerlas a mí me da igual, pero me parece una verdadera molestia el que todos debamos apresurarnos a eso- reclamó para hacerse a un lado dando algo de espacio a que el resto de sus compañeros continuarán, tenía aquel sentimiento de cansancio típico en él y por su mente pasaba aquella idea de liberarse por fin de aquella maldición, quizá incluso del yugo de Hades y de deber proteger a Perséfone y fue justo aquel pensamiento que provocó que negara en silencio cerrando los ojos, si había algo que tenía en claro era que no podía dejar que su señora se perdiera en el olvido, atado a ella más por responsabilidad que por deseo había aprendido a apreciar a aquella mujer , soltó entonces un suspiro para despejar su mente y con cierto enfado volteó de nueva cuenta a donde sus compañeros.

-Mejor terminar con eso de una vez, entre más pronto acabemos con este circo más pronto podre no hacer nada- aclaró con desdén nuevamente y tras ello caminó a donde orgullo deteniéndose a algunos centímetros de ella y analizando con calma su rostro, pese a la finura del mismo y aquella extraña aura de inocencia que aquel cuerpo tenía, no había duda de quién era, por ello es que el gesto del pecado de la pereza era solemne hasta cierto punto y con una extraña determinación en su rostro, es verdad que era el menos interesado de los presentes en todo, sin embargo no por ello era menos leal a su diosa o a la causa que ella representaba, - Será mejor que vayamos de una vez- dijo para aprestarse a la misión, y volteó a donde envidia dirigiéndole una risita burlona.

-Para no darle la satisfacción a otros de tenerlas antes- comentó finalmente para quedar en silencio esperando que fueran dados más detalles sobre aquella misión y manteniendo en su mente la imagen de aquel árbol señal de la diosa que servían, después de tanto tiempo estaban listos para que ella pudiera regresar al mundo de los humanos y posiblemente de esta manera y sin el yugo de Hades el eterno ciclo de protegerla terminaría.

Ojos violáceos que se clavan en cada escombro que pasaba, con un suspiro de aburrimiento mortal de acompañamiento. Siguiendo aquel laberinto que miles de veces había atravesado… No, eso era incorrecto, esta era la primera vez que “yo”, Joeri, pisaba este lugar, simplemente los otros “yo” que conformaban al demonio Avaricia me guiaban por el recinto. Del templo de Perséfone, tan bello en la era mitológica, solo quedaban ruinas y la única vida que aun se mantenía seria el árbol maldito que representaba la condena de la reina.

El viento soplaba y con ello la capa de rojo color en mis hombros se batía, mas eso no llamaba mi atención. Podía sentir la energía de varios otros seres agruparse en torno a la planta de Granada y la sola presencia de estos lo llamaban, haciendo vibrar lo profundo de su pecho. Los depredadores de corazones humanos se reunían, despertando del profundo sueño, estrenándose en el escenario después de un tiempo desaparecidos. Esperaba que en esta ocasión, fuera lo que fuera a ocurrir, fuera algo emocionante.

-Mmm, me pregunto, ¿cómo serán en esta ocasión?- El tiempo pasa, cambian los cuerpos y rostros, pero los pecados, mis compañeros, se mantenían iguales. Eran los mismos en su esencia desde su primera vida, y eso no podía hacer más que aburrirme y casi obligarme a bostezar. Cada uno tenía una forma de lidiar con la condena de nuestra primera vida. Para mí, el exceso de recuerdos, de vidas pasadas mezcladas con la actual, era algo que disfrutaba de sobremanera, eran míos para empezar, ¿Por qué habría de deshacerme de ellos o, peor, entregarlos a alguien más? El exceso de un ruinoso deseo, era sencillamente demasiado entretenido para evitarlo, sin importar cuánto esto afectara mi propio núcleo. Ciclo interminable para mi simplemente significaba recuerdos y entretenimiento infinitos.

Mientras llegaba al lugar podía notarlo, un espejismo se levantaba desde hacía ya rato que mantenía alejado a los demás y solo podía pensar en una persona que haría esto. Sin molestarme, lleve mis manos a los bolsillos del uniforme violeta que portaba y con pasos sigilosos me acerque, mas hubo algo que hizo vibras mis oídos nada mas presentarme “Reliquias sagradas…”.

-Disculpen, ¿no les importa si me uno a su conversación, verdad?- murmure en un tono respetuoso, haciendo una ligera reverencia, todo en un simple acto burlón y sarcástico, rompiendo el ambiente que se respiraba. Levante mi rostro, observando a los presentes mientras una sonrisa fría se mantenía en mi rostro.-Orgullo, Envidia, Pereza y Lujuria. Interesante, pensé que estarían los otros dos aquí… Me alegra ver que siguen siendo los mismos~.

Los orbes del dragón avaricioso centellaban, con la mirada clavada en los cuatro presentes. Como suponía, ninguno había cambiado, no era la opción mas divertida de ver. Había logrado escuchar lo que mencionara orgullo acerca de las reliquias y aun si me interesaban como cualquier otro tesoro, no haría mención alguna, las palabras sobraban en este momento.