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Mensaje por Invitado Dom Oct 30, 2016 6:26 pm

Trece meses antes:

Las dos técnicas sin pulir, fueron nombradas "Byakuran" y "Muretsu". Producto de la imaginación del chico, que estaba más que curioso en aprender las formas de múltiple lectura del japonés (para extrañeza de Mugen, quien le enseñaba en tiempo no dedicado a prácticas físicas o trabajo del día a día) ambas denominaciones quedaron. Primero Rintaro solía exclamar el nombre de manera ruidosa, gritando, hasta que el pragmatismo ciñió sus dientes sobre su raciocinio - obligándolo a callar cuando atacaba, sin darle la señal a Mugen de que iba a aplicar en el campo. Curiosamente eso completó el rondo en la mente del anciano, quien ya no veía mucho que poder transmitirle al ya crecido muchacho.

-Uh. Una... Raíz... Radical.- Murmuró Rintaro caminando en una de las calles secundarias de la ciudad, evitando intencionalmente las vías principales. A final de cuentas siempre lo evitaban y él los evitaba de vuelta. En esos momentos estaba leyendo un libro de lectura comprensiva para ampliar el vocabulario así que el ignorar solo se manifestaba con mayor ahínco, evadiendo el paso de los pocos transeúntes a través de su sensor interno. Calle abajo, calle arriba, vuelta a la derecha, tienda de pescado (que olía bien) y luego algunos puestos de comida callejera antes de que las residencias se volvieran más austeras; pórticos desarreglados, jardines crecidos con hiedra y pasto descolorido, muros cuarteados, todos le dieron la bienvenida como muchas veces antes a través de los años y como siempre Rintaro siguió adelante, deteniéndose en las vías del tren. Nada de un lado, nada del otro. No es como si fuera ser arrollado tan fácil, o le fuera a pasar algo si lo golpeaba la locomotora, pero... Estaba acostumbrado. Era parte de su rutina y según había dicho Mugen en alguna noche pérdida, esa era una de las cosas mas difíciles de sacarse de encima. Entonces continuó, entrando oficialmente a los baldíos que le habían servido como hogar por al menos doce años. O quizá menos o ¿más? No lo sabia, era malo con los números. -Ichi. Uh... Eh... Oh... Mit-su.- Siguió leyendo poco a poco, dejando que sus piernas continuaran por si solas, pasando a un lado de la entrada de la única granja que era funcional en la localidad sin prestarle mayor atención. A su izquierda había una depresión en el camino, desde donde se podía llegar a la explanada que un kilómetro más allá se unía con el sendero, extensión que eventualmente se transformaba en su mundo de todas las noches. -Uh. Lo entiendo.- Murmuró finalmente, pasando la página.

-Segunda... Lección...- Empezó cinco minutos después, tirándose en el suelo de espaldas a un muro derruido que usó como apoyo. Su murmullo era bajo y su nivel de lectura era como el de un niño de diez. Y en medio de un susurro que contaba otras raíces más, aparte de adjetivos y algunos conceptos más que no entendía del todo apareció Mugen frente a él.

-¿Qué haces?-

-Estudiando.- Respondió aquel sin levantar la mirada. Había un precedente del anciano apareciendo durante el día, pero era poco usual.

-Tenemos que hablar. Sígueme.-

-...- Mirando a Mugen desde su libro lo pensó un instante, viendo como el anciano comenzaba a andar. Quedándose quieto lo vio separarse unos cuantos metros antes de chasquear los dientes y saltar, quedando sobre ambos pies. -Uh-huh. Lo que sea.- Se quejó.
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