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Mensaje por Invitado Mar Nov 15, 2016 6:16 pm

Habían pasado meses ya. Tras acabar con el entrenamiento y de paso con la vida de su maestro, algunas cosas habían cambiado - entre esas el sitio donde se encontraba. Tras salir de Osaka tomó trenes, barcos y caminó kilómetros, millas y creía, más de un ri para llegar al destino final que le había indicado Mugen en sus lecciones: un punto perdido en Grecia que pocas personas eran capaces de encontrar de manera tan vaga, el Santuario de Athena. O al menos había llegado a sus inmediaciones, ya que eso le decía su instinto.

Al preguntar, usando lo poco de griego que podía mascullar con la guía lingüística que había comprado antes de salir de su país, lo confirmó. El sitio donde se paraba era llamado Ro...Ru...Ludorio, o algo por el estilo. Todavía no captaba el truco para diferenciar Rs de Ls, así que no podía dar un veredicto final al respecto. Fuera como fuera, el Santuario era la montaña divisable desde allí; alta, lejana y con la copa envuelta en nubes tenues, lo que le quedaba por hacer era subir la ladera y atravesar los caminos de piedra, tras lo que llegaría al área de entrenamiento. O al baño, no había entendido del todo lo dicho por el lugareño.

-Uh. Uh. ¿Ahora?- Se preguntó para sus adentros, girando la pluma de metal que le había dado Mugen hacia dos años. "Con esto te reconocerán apenas llegues al Santuario" le dijo, aunque hasta ahora no había tenido éxito alguno. Afilando la mirada mantuvo su postura de piernas cruzadas, mirando alrededor mientras una línea gruesa de sudor le caía por un costado del rostro. Aquel sitio, aunque un pueblo occidental clásico como había visto por su viaje a través de Europa, era particular y único: la arquitectura pública era exquisita. Las columnas altas de los linderos donde se había quedado hacían un octágono en la plaza, alrededor de la cual corrían canales de agua decorados con vegetación mediterránea; frondosa, brillante y despampanante las hojas se mecían con suavidad en la brisa veraniega que sin embargo, se le antojaba infernal. El clima de ese sitio era severo, cien veces peor que el verano de Japón. Eso lo ponía de mal humor y en un sitio como ese, su mal humor retrasaba aún más sus procesos mentales.

Primero suspiró, luego torció los ojos y finalmente, pegó un alarido. ¿Tanto era pedir a alguien que supiera japonés?
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Mensaje por Atem Vie Nov 18, 2016 7:44 pm

Atem siempre había tenido un particular interés por la cultura griega y el tener la oportunidad de visitar el país fue una experiencia placentera. Familiarizarse con el lenguaje no fue un gran problema puesto que su maestro lo guiaba, y el clima árido de aquellas tierras mucho menos. Si de temperaturas extremas en el verano debía hablar podía decir que estaba acostumbrado; pero no por eso dejaba de ser molesto. Lo que sí le costó y tuvo que hacer un enorme esfuerzo por acostumbrarse fue todo aquello que involucraba su deber en el país. El duro entrenamiento y el estilo de vida que llevaban los Santos y aprendices, austero y sin lujos, no era nada parecido a lo que estaba acostumbrado, algo para lo cual creyó en un principio, no estaba listo.

Sin embargo, llevaba una buena temporada residiendo en Grecia y ya se había acostumbrado a ese estilo de vida y además se desenvolvía con la naturalidad de alguien procedente de aquellas tierras. Por lo menos, en lo que al conocimiento de las costumbres y el territorio se refería, porque a simple vista podía adivinarse que era un extranjero, no sólo por las características de su apariencia, sino también por su acento egipcio, aún cuando hablaba un griego bastante fluido. Sin embargo no era el único: desde que llegó al Santuario para comenzar el entrenamiento había conocido más de una persona proveniente de diferentes partes del mundo.

Cada vez que estaba libre del entrenamiento y podía salir a despejarse un poco visitaba la aldea de Rodorio, un pacífico pueblo a los pies del Santuario donde solía comprar provisiones y buscar actividades para distraerse de la rutina. Aquel era un buen día, caluroso, pero agradable al fin. El cielo estaba totalmente despejado y corría una suave brisa cálida. Saliendo de uno de los locales que se situaban próximos a la plaza, Atem estaba dispuesto a seguir su camino cuando una voz que se elevó sobre el sonido de las calles le llamó la atención. Casi por instinto detuvo su paso y miró hacia atrás buscando el origen de aquella voz, entonces se topó con la figura de un hombre que lucía frustrado y perdido; tampoco parecía ser oriundo de aquellas tierra, al menos no por sus vestimentas y aspecto. Se quedó viéndolo un momento con curiosidad hasta que finalmente decidió expresar lo que pasaba por su mente.

—Disculpa —dijo finalmente en tono sereno, pensando que quizás aquel hombre le hablaba a él—... ¿Sucede algo?
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Mensaje por Invitado Vie Nov 18, 2016 8:04 pm

Lo que oyó al girar la cabeza fue un griego perfecto, lo que vio fue la figura de un hombre bronceado de ojos impactantes y lo que pensó fue un "¿de dónde salió?". Sin embargo, una chispa de idea se le encendió en la cabeza - ya que, según consideró, aquel tenia que ser un extranjero como él: su ropa lo delataba, nadie más allí vestía en oro y una capa de púrpura real. Tragando un montón de saliva vuelta espuma sintió otro gotarrón de sudor recorriéndole la frente hasta el cuello, momento en que levantó la pluma de metal para presentársela al recién llegado.

-¿Llegar al Santuario?- Preguntó en un griego golpeado y muy cuestionable, pasando la pluma frente a los ojos de aquel chico café. -¿Sabes japones?- Añadió en su lengua madre, probando suerte. Quien sabía, capaz le daba al blanco en su tiro a la oscuridad y el chico sabría hablar su idioma. Por su apariencia real y noble, se le antojaba como esos niños que hacían cosplay. Por el oro que ostentaba... Pues era como aquellos ricachones que se paseaban en sus limosinas por la ciudad.

Quien sabia, capaz lo cogían como prostituto para alguna vieja o viejo. No seria la primera vez; más de un ofrecimiento de esa clase le había llegado. Era el karma de ser un vagabundo eterno - ser un pedazo de carne que degustar.

-Maldito calor...- Volvió a quejarse limpiándose el sudor, estirando los dedos de los pies. Quizá usar pantalón y camisa a rayas blancas y negras con mangas de tres cuartos no ayudaba, pero era lo único que tenía. Más karma, sin duda.
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Mensaje por Atem Sáb Nov 19, 2016 9:53 am

Le costó procesar lo dicho por el sujeto puesto que su griego no era muy bueno, pero al menos sí lo suficientemente comprensible para darse una idea de lo que quería decirle. Su vista se fijó con curiosidad en aquella pluma de metal que el extraño le enseñaba y bastó con escuchar la palabra “Santuario” para terminar de comprender la situación. Una situación curiosa. Aunque teóricamente no debía ser para nada extraño toparse con un aspirante a Santo en el pueblo más cercano al Santuario, era la primera vez que le sucedía.

Estuvo a punto de responder cuando llegó una segunda pregunta, esta vez en una lengua diferente; palabras mucho más comprensibles y claras. Japonés, pensó. Atem conocía más de un idioma y a varios de ellos podía comprenderlos al oírlos y hasta hablarlos con fluidez. Aquello debía agradecerlo a los pesados estudios que su padre con tanta insistencia le había impuesto desde muy temprana edad. Al final de algo iban a servirle.

—Sé como llegar al Santuario —le contestó con simplicidad y sin rodeos en japonés, confirmándole además su segunda pregunta sin necesidad de responderla directamente—. Conozco el camino. De hecho, yo entreno allá —indicó desviando un momento la vista unos segundos hacia la enorme colina que se alzaba más allá en las lejanías. No sólo entrenaba en el área destinada para los Santos y sus aprendices sino que además llevaba un tiempo viviendo en las cercanías del Santuario y podía confirmar que sin duda era un sitio de difícil acceso. Cuando él apenas llegó también le había costado orientarse y de hecho, de no haber sido por la guía de su maestro, probablemente se habría perdido—. No es fácil encontrar el camino correcto y mucho menos si es la primera vez que vienes, pero puedo ayudarte a llegar si me acompañas.
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 19, 2016 10:32 am

El tipo sabía japonés. El tipo sabía japonés. ¡El tipo sabía japonés!

-¡Yaaaaaaaaarrrh!- Exclamó Rintaro con emoción, saltando de una sola vez para mirar frente a frente los ojos del chico que lo había sorprendido de manera grata como nadie en mucho mucho tiempo. -¡Sabes japonés! No es Osaka-ben pero ¡sabes japonés! ¡Primera persona en tres países que encuentro que sabe japonés!- Añadió cabeceando un poco, tomando la mano del chico con las dos suyas para así agitarlas - gesto de agradecimiento que pensó jamás se vería forzado a usar en algún momento de su existencia. -Muchas muchas ¡muchas gracias! Pensé que nunca llegaría a ese lugar después de que me enviaran aquí hace un año. Fue el tipo que me dio esta cosa--- Empezó a explicar sacando de nuevo la pluma de metal, girándola varias veces entre sus dedos. ---se suponía que no tardaría mucho, pero... Quien sabe. Solo terminó de entrenarme, me sacó un ojo y se dejó morir.- Terminó señalando directamente su ojo falso, que no se movía ni de cerca tanto como el derecho.

-Ahhhhh. Perdón, me perdí en la emoción de por fin hablar con alguien que sabe japonés. ¡Sabes japonés!--- Volvió a exclamar levantando los brazos en celebración una vez más antes de componerse, doblando el cuello a un lado. -A ver a ver ¿cómo era? Uh. Me llamo Rintaro y vengo de Osaka, Japón, tras completar mi entrenamiento.- Se presentó con una sonrisa ofreciendo de nuevo la mano, esta vez esperando la respuesta del chico. -¿Con quién tengo el enorme enorme ENORME gusto?-
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Mensaje por Atem Dom Nov 20, 2016 7:53 pm

Con los ojos grandes y una expresión de asombro Atem se quedó congelado ante el gesto del hombre cuando este le tomaba la mano con las suyas propias y las agitaba al parecer a modo de agradecimiento... un agradecimiento muy ensusiasta. Debía admitir que no se lo había esperado ni imaginado siquiera. Pero podía entender la emoción: tenía que ser un gran alivio encontrar a una persona que hablara el mismo idioma de uno después de mucho buscar tan lejos de casa.

Alzó la vista para observar todavía impactado el rostro del otro cuando éste le señalaba su ojo falso. Según escuchaba su propio maestro le había sacado un ojo. No imaginaba de qué manera se habría dejado morir ni el motivo, pero se daba una leve idea. —Oh, ya veo... —murmuró para sí mismo con un deje de vacilación. Debía admitir que le sorprendía que aquel mencionara el suceso y la muerte de su maestro tan despreocupadamente, pero él no era quién para juzgarlo. De cualquier modo, el sujeto le agradaba; le resultaba un poco raro, pero tenía buenos modales y no parecía una mala persona. Si quería llegar al Santuario lo ayudaría, después de todo él conocía el camino.

—Mi nombre es Atem —Respondió en tono cortés finalmente a la última pregunta del japonés de quien ahora sabía se llamaba Rintaro, extendiendo la diestra para estrechársela con gusto—. Vengo de Egipto pero me he establecido aquí hace algún tiempo para terminar mi entrenamiento, así que podría decirse que estoy bastante familiarizado con el asunto —explicó con naturalidad. Ahora que sabía que aquel hombre estaba en Grecia por el mismo motivo que él, asumía que tenía más o menos el mismo conocimiento que él acerca del Santuario y todo lo que le envolvía—. Será un gusto poder ayudarte a llegar al Santuario.  
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Mensaje por Invitado Dom Nov 20, 2016 8:54 pm

Atem, su nombre era Atem. Curioso, seguía sin acostumbrarse a los nombres que terminaban en consonantes - y le parecía rara la manera sin una U extra al final de la pronunciación de su interlocutor. Rara sí, pero fascinante. Con una sonrisita en el rostro el japones escuchó todo lo dicho por aquel, quien se conducía con un porte noble; supuso entonces que era alguien con buena educación. Que cosas pensó, él, un vagabundo desde que recordaba, tenia una suerte extraña para encontrar personas educadas y de buen semblante: primero Mugen y ahora Atem. De cierto modo eso lo hacía... ¿Feliz? Quizá. De todas maneras, ensanchó la sonrisa. -Muchas gracias Atemu-dono.-

Entonces se pusieron en marcha. Avanzando por Rodorio Atem lo condujo por calles ascendentes que atravesaban arcos y conjunciones en los edificios, la distribución de los edificios más esparcida unos con otros. Una vez salieron de los límites del pueblo el sol fue oculto por unas cuantas nubes, aliviando un tanto a Rintaro. Mas adelante la senda iba por sobre una colina en cuyos límites se elevaban columnas dóricas, algunas derruidas y otras en perfecto estado - reemplazos y originales, una mezcla de distintos periodos de cuidado y mantenimiento en los caminos del Santuario. Fue pasando la primera curva que el japonés metió la mano en el bolsillo derecho de su pantalón a rayas horizontales, sacando una cajetilla de cigarrillos.

-Espero que no te moleste. Y, uh ¿quieres?- Ofreció mostrándole los pitillos de papel al chico de cabello particular cuyas hebras amarillas relucían con los escasos haces del sol que se colaban entre las rendijas de las nubes. -Y, a ver. Eres de Egipto ¿no? Eso queda en... Europa ¿era? No se, Mugen (mi maestro, ya sabes, me hizo explotar el ojo y todo) a veces me hablaba de sitios pero nunca mencionó Egipto mas que en algunas cosas que han hecho los Santos. Creo que era que sellaron a una serpiente gigante o algo de eso. Pero sobre todo hablaba de la diosa de la luna. Vaya que hablaba de ella, creo que es porque fue uno de sus soldados además de haber sido un Santo.- Comentó tras hacer la primera chupada al cigarro, exhalando por la nariz. Sus manos no solo sostenían el papel con tabaco sino que también gesticulaban y gesticulaban bastante. De cuando en cuando también usaba los pies para ilustrar lo que decía. -¿Cuánto tiempo llevas entrenando? Porque a mi Mugen me estuvo golpeando desde que tenía catorce años y nooo paró ni hasta el ultimo día. Era bastante brutal, aunque a decir verdad, para alguien que ha vivido siempre en la calle tampoco era tanto. Por lo menos con el entrenamiento pude hacer que los matones dejaran de intentar apalizar y robarme caaaaada día. Ju. Mmm ¿cómo es tu maestro? ¿Todos son unas bestias como el mío? No se, Mugen nunca me habló de otros que entrenaran para ser Santos. Me causa curiosidad.- Dijo rascándose la nuca. Allí volvió a exhalar, esa vez por la boca.
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Mensaje por Atem Mar Nov 22, 2016 4:00 am

—No, para nada —respondió con un sutil movimiento de su cabeza a modo de negación ante el primero comentario de Rintaro antes de que le ofreciera uno de sus cigarrillos—. Te lo agradezco realmente pero tendré que negarme, no es lo mío —Atem no acostumbraba a rechazar invitaciones desinteresadas, de hecho se sintió fatal por eso, pero prefería abstenerse de ese tipo de vicios.

Atem no era una persona muy sociable, de hecho, desde que llegó a Grecia habían sido pocas las personas con las que hubo cruzado alguna palabra además de su maestro. No hablaba más de lo justo y necesario, era todo lo contrario al hombre japonés que acababa de conocer, quien hablaba con una singular naturalidad que extrañamente lo animaba a seguir la conversación mientras caminaban rumbo al Santuario.

Asintió cuando el japonés pregunó nuevamente acerca de su procedencia para confirmarlo, sin poder evitar que una sonrisilla se dibujara en sus labios ante las siguientes palabras.

—África en realidad. Al norte de África, ahí es de donde vengo —le corrigió con una singular gracia, pero, asumiento que aquello no tenía mucha importancia en realidad, lo dejó continuar. Le resultaba interesante escuchar las historias de otros aspirantes a Santos que, así como él, habían dejado sus países natales para dedicarse a servir en el ejército de la diosa de la Sabiduría. De ese modo no se sentía tan solo pues podía ver que había otros que comprendían su situación—. ¿La diosa de la luna? Interesante —murmuró con un deje de asombro. Recordaba haber leído alguna vez acerca de la diosa de la luna, pero no de sus guerreros. Aunque, a decir verdad, tampoco conocía de la existencia de los Santos de Athena hasta que su maestro se lo mencionó—, nunca antes escuché sobre alguien que hubiera servido a dos dioses diferentes. Aunque, bueno, no es como si supiera mucho de eso tampoco. Sólo lo que Arsen, mi maestro, me ha comentado. Él también fue un Santo alguna vez. Uno de alto rango, según me dijo.

El relato de Rintaro acerca de su maestro y su método de entrenamiento le hizo rememorar a Atem sus primeros años de entrenamiento junto a Arsen. Habían sido años realmente duros en los que estuvo a punto de rendirse más de una vez, y lo habría hecho de no haber sido por su fuerte determinación. Él siempre lo había tenido todo y nunca tuvo que pelear por su supervivencia, su mayor reto habían sido los estudios, y tener que enfrentarse de pronto a situaciones extremas en donde se viera obligado a poner en juego su propia vida, había sido un cambio violento y para nada sencillo.

—Llevo un largo tiempo entrenando... hmm... —alzando la vista al cielo pero sin mirar a ningún punto en específico se detuvo a pensar un momento, hasta que lo recordó—, algo así como seis años. Y tristemente puedo comprenderte. Mi maestro también ha sido muy severo con mi entrenamiento, a veces ni siquiera me permitía un descanso... y me ha costado adaptarme, demasiado. Especialmente porque nunca antes había tenido que esforzarme tanto... —nuevamente se hizo una pausa, pensando como poner en palabras aquello—. Me refiero a que..., bueno, nunca había tenido un reto tan significativo, nunca tuve que poner en riesgo mi vida hasta entonces. Jamás había intentado escalar montañas o romper enormes rocas sólo con mis puños. Nunca antes había tenido una pelea de verdad hasta que me enfrenté a mi maestro... Fue desastroso —recordó avergonzado como casí había terminado en el hospital seriamente herido más de una vez después de intentar superar a su maestro, sin éxito, obviamente. Y también como más de una vez había acabado perdiendo el conocimiento a causa del cansancio—. Aunque bueno, en ese entonces apenas sabía lo que era el cosmos. Pero he progresado mucho en estos años, ¿sabes? al menos eso me ha dicho Arsen. Y tú ya completaste tu entrenamiento, ¿verdad? Eso significa que superaste a tu maestro, imagino. Has de ser un guerrero muy fuerte.
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Mensaje por Invitado Mar Nov 22, 2016 3:16 pm

Arsen. El maestro del chico de cabello en colorines se llamaba Arsen y eso, tanto como 'Atem' le complicaba la comunicación - desde su perspectiva ¿qué tanto les costaba usar nombres que acabaran en una vocal? No mucho, suponía, pero ya daba lo mismo. Al fin y al cabo, le tocaba acostumbrarse; que Atem fuera tan agradable mejoraba la situación, eso sí.

-Wuahahahah.- Se rio el mayor con una nube de humo volviendo a ser expedida, difuminando momentáneamente sus gestos. -Sí sí, hay que esforzarse porque estos ancianos son unos brutos que aman apalizar a sus alumnos, empezando por los nombres. Mugen, Arse~en--- Pronunció con severa dificultad, dándole otra chupada a su cigarro que estaba ya a menos de la mitad - señal de que pronto habría de reemplazarlo. ---pero si, wueheheh. Más que superar, lo piqué en dos: del hombro hasta la cintura y plaf, cayó. Fue en... Uh, diagonal. Sí, eso. Si no recuerdo mal mencionó que esa era la prueba final: una pelea a muerte, así que puede que te apliquen la misma.- Explicó con una naturalidad pasmosa, libre de malicia. Al fin y al cabo, para sus experiencias, se le antojaba de lo más natural; más aún contando que desde que tenia la mitad de la altura de Atem había visto gente morir. Muertos por aquí, muertos por allá, en el callejón y en un lodazal. -Espera. ¿Eso significa que te gustaría probar que tanto has avanzado? Wueheheh.- Inquirió levantando ambas cejas, su ojo falso curiosamente fijo en los orbes inusuales del egipcio. -¡Bien por mi!-

En ese momento se abrió ante ellos el camino pedregoso que servía de antesala a las escaleras del Santuario. Con dos enormes muros que custodiaban los lados, coronados con más columnas que habían visto huracanes y vaguadas, las escaleras cuarteadas pero firmes terminaban tras unas docenas de peldaños, iniciando el camino a una explanada ridículamente enorme - arboles circundantes, más monumentos de piedra y una división de espacios de entrenamiento. Más lejos, si miraba, se veían accesos a áreas indeterminables. Y ahora, la montaña que se le antojaba alta ahora parecía un titán a punto de pisarlos a ambos; la presión en cuanto al aura era enorme, más que enorme. -¿Es eso una casa de piedra?- Preguntó de pronto usando la mano como mirilla, detallando lo más posible con su único ojo. No tenia ni idea de que tan lejos quedaba, mas de un año había pasado aclimatándose a la pérdida de la profundidad, pero le parecía que sí. Y del culo de esa estructura parecía salir un tracto de escalones que se perdían entre muros de roca, muros de roca que custodiaban otras casitas más, casitas que a su vez estaban más arriba por la ladera de la montaña. A mitad de esta, pues, nubes y de allí se perdía la visión. Probablemente hubieran más. -Uhoooh. ¡Pues bien! ¿Práctica Atemu-dono?- Volvió a preguntar dando un aplauso, frotándose las manos una con otra. Estaba entusiasmado.
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Mensaje por Atem Jue Nov 24, 2016 3:48 am

—Vaya... —Murmuró con un deje de sorpresa cuando Rintaro le contó acerca de su maestro. No le sorprendía tanto que lo hubiese matado él mismo, sino la naturalidad con que lo relataba. Aunque quizás se debía a la imagen que tenía él mismo, Atem, acerca de su propio maestro, a quien admiraba y respetaba mucho, y realmente le hubiera apenado si este llegaba a morir. Pero por otro lado, no sabía qué clase de relación habría tenido el japonés con su mentor, por lo cual, no podía opinar nada al respecto.

Cuando Rintaro le mencionó que se había tratado de la prueba final de su entrenamiento, una batalla a muerte, Atem desvió la vista un tanto pensativo. A él le había tocado superar pruebas muy duras a lo largo de su entrenamiento, así que no le hubiera sorprendido que tuviese que pasar por lo mismo a la hora de demostrar que estaba listo para convertirse en un Santo.

—A decir verdad, no me sorprendería. —admitió finalmente.

Volvió a mirar a Rintaro cuando este habló una vez más después de una prolongada pausa en el camino. ¿Probar qué tanto había avanzado? Se preguntó. ¿Estaba proponiendo que se enfrentaran ahí mismo para medir sus habilidades? Eso interpretaba Atem, y de hecho, lo había considerado antes. Se había preguntado qué clase de guerrero era el hombre japonés y qué tan fuerte debía ser para haber superado a su maestro. La intriga le hacía querer medirse con él en un combate.

—No estaría mal. Y qué mejor forma de hacerlo que midiéndose con alguien más, ¿no? Me entusiasma la idea.

Para entonces ya casi habían llegado a la zona que antecedía a la parte principal del Santuario, la enorme montaña donde se situaban las doce casas custodiadas por los Santos de oro se alzaba imponente al frente y más allá, en la distancia, podía verse el inicio del camino. A su alrededor un vasto terreno que servía como zona de entrenamiento para los santos y los aprendices. Volvió a considerar la idea de medir sus habilidades con su acompañante, era un buen momento.

—Allá se encuentra la parte principal del Santuario, no cualquiera tiene permitido ingresar por lo cual está muy bien protegida —explicó observando hacia la enorme montaña—. Y ese... —dijo señalando la casa de piedra acerca de la cual preguntaba el japonés— es uno de los doce templos custodiados por los Santos de mayor rango en el ejército de Athena —no sabía mucho más que eso, era sólo un aspirante por lo cual nunca había tenido la oportunidad de pasar más allá. Pero no dejaba de preguntarse a dónde exactamente había sido enviado el hombre japonés—. En fin —añadió, cambiando el tema de pronto. Con una sonrisa apenas visible recorrió con la vista el inmenso territorio mientras guiaba a Rintaro hacia una de las zonas de entrenamiento—. Creo que este es un buen lugar para llevar a cabo una pequeña batalla de entrenamiento —y volvió a mirar a su acompañante, quien se frotaba las manos con entusiasmo—. Bien, un poco de práctica, me parece perfecto.

Debpía admitir que a él también le emocionaba la idea de poder probar sus habilidades contra otro de los aspirantes, y más aún, uno que había derrotado a su propio maestro. Desde el punto de vista de Atem, eso significaba que el hombre tenía mucho talento y aunque desconocía sus habilidades, deseaba saber hasta dónde podía llegar él mismo contra alguien así. Dio algunos pasos dejando un poco más de espacio entre ambos y volteo a ver a Rintaro.

—Adelante, cuando gustes podemos iniciar. —dijo finalmente.
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