Rewind me to those times

Recuerdo del primer mensaje :

Había llegado la noche anterior. Tras quedarse dormido en el sillón sin llegar a la cama, Cesar despertó con un respingo. Los lentes oscuros estaban en la mesa de al lado y fueron lo primero que observó, parpadeando con algo de confusión.

Estaba en su casa. Sí. Tardó unos segundos, pero determinó que definitivamente estaba en su casa.

Después de tanto viaje de aquí allá, de allá acá, estar en su hogar era muy muy refrescante.

Sonrió levantando los brazos, estirando los dedos y desperezando sus hombros con movimientos en círculo.

Ese era su día.

Primero que nada se paró y fue al baño a lavarse los dientes. Estando frente al espejo notó como el tinte verde chillón se le había ido del todo. Incluso, los pelos de la barba y el bigote empezaron a salir más vigorosamente — todas cosas que solucionaría aplicando más tinte y una rasurada. Pero pasó de eso. Tenía una semana para ser un rubio que vivía solo en un departamento pequeño de condomio en América.

De nuevo sonrió, tirando la camisa al cesto de ropa sucia.

Una hora después ya se había duchado y tomado un vaso de jugo de naranja antes del desayuno, que era ciertamente cuantioso: huevos, tostadas, avena, pan con mermelada, limonada y cereal con leche en espera. No, mas que un desayuno, eran tres en uno. Y eso lo hizo comer con más ganas.

Al final se puso las botas y se quedó con la camisa en el brazo, cerrando la puerta y pasando el cerrojo antes de bajar las escaleras del condominio. Sobre su cabeza brillaba un sol amarillo intenso y el soplo de la mañana anunciaba un buen día. Silbando una canción vistió su camisa de oficio, que ocultó por fin sus tetas masculinas, mientras que por otro lado, acomodaba su peinado ladino. Raro era ya usarlo así, pero después de meses de mantener el mohicano, era de lo más simple.

Cesar quiso darse una palmada en la frente.

"Cesar ¿de dónde sacaste a esta niña? Si es tan sosa como eso, no me imagino como lo será en otros asuntos." dijo Otis. No parecía impresionado y más bien, parecía algo decepcionado. Girándose volvió a su juego de cartas. "Hablame cuando traigas a una chica con más picante. ¡Ha! ¡Escalera!"

"Viejo tramposo" gruñó el otro, tirando las cartas sobre la mesa.

Y sin más, Cesar arrastró a Elaina consigo.

"No es que te diga como tratarlos ni nada, pero--- Cesar se detuvo, mirando a su compañera. ---no señales tanto los letreros de las reglas. La mayoría fueron dejados aquí por sus nietos y familiares, y no les gusta que les recalquen en la cara que tienen que seguir esas guías aburridas."

Cesar se encogió de hombros.

"No es que te dejes acosar, porque sabemos lo que les haces a los que se sobrepasan" levantó sus cejas invisibles, colocando ambas manos sobre su cintura. "...solo no seas tan estirada ¿si?" le pidió, con una sonrisa fugaz. "Y...sigamos. "

Tras pasar unas cuantas puertas, llegó hasta la última en un doblez de pasillo.

"¡Buenos días Clover!" saludó él, su voz un rayo de sol - de entonación y ánimo. "¿Cómo estás esta semana estrellita?"

"Oh Cesar. Ayudame a levantarme."

"Con gusto." dijo él, yendo a la cama. Tomando la mano de una anciana menuda, la ayudó a ponerse de pie y a vestir sus pantuflas.

"Llegaste a tiempo. Quiero que me toques algo." ella señaló al piano. "¿Quién es la señorita?"

Cesar miró a Elaina, esperando a que hablara.

Esa fue un poco mejor. Al parecer Elaina le había tomado la palabra - tratando con algo más de naturalidad a los locales. Suspiró para sus adentros mientras se sentaba frente al piano.

—¿Que qué pienso? Pues que exageran. Solo soy un rubio gordo poco inteligente.— contestó él parpadeando varias veces, ladeando la cabeza. —...y ahora me doy cuenta de que hablaban de lo otro. ¿Ven? Poco ingenioso.—

Cesar se rascó la barbilla, donde el vello empezaba ya a crecer, raspando.

—Sabes lo que pienso del destino Clover hermosa.— respondió finalmente, estirando los dedos sobre las teclas. Ya varias veces habían hablado de eso y sus puntos de vista eran totalmente distintos. Cosas de religión, supuso. —Se lo doy a la suerte. Y creo que reencontrarme con Elenita me chupó todo el cupo del mes.—

Sonrió, levantando las cejas inexistentes. Luego se giró y suspiró hondo, entonando con la garganta.

—Goodbye Yellow Brick Road ¿verdad?— soltó una risita con su voz gruesa, sonando como un monstruo de película. —Aquí voy.—

Y empezó a tocar.


Horas después salieron del ancianato. Y fuera del formalismo, Elaina se había lucido. Aunque uno que otro detalle...

—Espero que no te moleste que me haya tomado el atrevimiento de pedir por ti.— dijo Cesar, ambos sentados en un diner a unas cuantas calles de allí. —Pero recuerdo que comías casi tanta basura como yo hace unos años. Creo que te gustarán los sloppy joes de aquí. Son— Cesar hizo click con los colmillos, uniendo el índice derecho con el pulgar.

Un minuto después, se los sirvieron.

Enormes, con pan de hamburguesa y carne molida. Y un montón de porquería metida con esa última. Y...grande. Cesar no podía dejar de notar eso cuando se frotó las manos y se relamió.

—Buen provecho Elena.— dijo tras unir las manos y ofrecer una oración en silencio, usando su acento español casi ceceante.

Así comenzó a comer. Y si Elaina se veía dignificada solo sentada allí, al empezar, su compañero aparentó absolutamente lo contrario. Fue torpe, algo sucio y claro, animalesco.

—Gracias por la ayuda hoy Elena.— dijo parando un poco, hablando con comida en la boca mientras se chupaba los dedos. —Eres un corazoncito.— añadió con una sonrisita, guiñándole uno de sus ojazos verdes.

Oh sloppy joe, te amo, fue lo que pensó Cesar al masticar el sándwich. Tenia las manos sucias y la boca llena, chorreando salsa de la carne molida en la que consistía el relleno, mascando sonoramente.

—Después del servicio iba a mi casa a consentirme un poco.— contestó él con una mirada curiosa. —Uno o dos vasitos de whisky, el canal de música en la tv. Algo simple para un tipo simple.— explicó sonriendo. —Estaré aquí una semana. Después tengo que ir a Nueva York a hacer una cosa con la banda. Esa es otra semana tras la que voy a Europa a hacerle de profesor en la academia de la que me gradué - resulta que me contrataron para dar clases cada tanto. Un sitio llamado Palladion, en Francia.— dijo, como quien no quería la cosa.

Mientras tanto, siguió masticando. Estaba rico, muy rico. Tanto que ni siquiera se midió en hablar con la boca llena, tanto que ni pensó un "a la mierda la etiqueta".

—Ahora que me acuerdo Elenita ¿qué tal tu hermano?— El pequeño imbécil, pensó con una risita. La última vez que lo había visto casi le da en la cabeza con una pistola de aire comprimido. —Supongo que no te habrá causado mayor problema.— murmuró colocando la mejilla sobre una mano, manchándola sin darse cuenta.

Delante suyo, mucho no quedaba del sloppy joe. Si acaso un precario pedazo de pan con carne, huevo y salsa a punto de irse a pique.

—Ay, esa la conozco.— añadió de pronto, mientras en los altoparlantes se reproducía la canción de la chica corriendo en el desierto de Rin. Zapateó contento con los pies.

No dejó vivir el sloppy joe por mucho más. Masticando el último pedazo escuchó cada palabra de Elaina... Hasta que le tocó responder.

O, esa era la idea.

La verdad, no podía decir que esos vasitos no se volvían media o una botella entera. A veces, reconocía internamente, se dejaba llevar por la fiesta. En otra simplemente despertaba con la botella a los pies.

—Haha, estoy de acuerdo Elenita.— rio Cesar, ignorando el primer ítem de la conversación -en vano, sabía, no por nada el sobrenombre de Elaina era la Cazadora- haciendo un gesto con la mano llena de salsa. —No soy tan bueno, pero parece que lo hago lo suficientemente bien para enseñar una que otra cosa. Es cosa de mover los dedos.— De nuevo rio, trazando una escala musical con la mano libre.

De ahí continuó. —¿Qué está estudiando Jeremy? ¿Ilustración o algo de ese estilo?— preguntó con genuina curiosidad. —Siempre y cuando cuide las amistades. Por ahí consigue uno que le parta el cuello o alguien que le arranque la cara.—

Su mención, más que basada en el hermano de Elaina, se iba por su propia experiencia en compañeros de escuela. Ella también debía recordar a los tipos que frecuentaban los raves y las fiestas de garaje a las que habían ido juntos.

—Rin y yo estudiamos juntos en Palladion. Es una genio en musica pop. Hasta logró hacer una canción en la que muevo el culo.— de nuevo se rio, un poco para sus adentros.

Luego bajó el ritmo de la risa y se quedó momentáneamente pensativo. No podía retrasarlo más. En realidad, no podía retrasar el decir dos cosas más.

—Puede que a veces me tome uno o dos traguitos de más. ¿Media botella cuenta?— Era una verdad, una a medias. No le iba a decir tan de golpe que a veces se la tomaba entera. Aunque capaz ella ya se lo hubiera olido. —Pero no es gran cosa, no tienes de que preocuparte.— dijo, desestimando la preocupación de Elaina. Luego se arrimó un poco más adelante y la miró fijamente, clavando sus ojos verdes en ella. —Oye, me come la curiosidad. Pero, ¿crees que vaya a pasar algo? Más tarde digo, ya sabes, de...— Hizo un gesto con una de sus cejas inexistentes, pasando del inglés al español en un santiamén. —Coger, digo.— levantó ambas cejas, que de nuevo, no enmarcaban sus ojos. —No es presión, ni mucho menos. Como si pudiera hacerlo. Pero es porque no tengo condones en casa y si, pues, si pasa algo, tendría que ir al súper a pedir una caja.—

Si hacia la cuenta mental, era ya la segunda mención de eso en lo que iba de día. Quizá estaba un poco frustrado.

O algo por el estilo.

Tras el almuerzo salieron del diner y tal como dilucidara Elaina, se dirigieron a casa de Cesar. Eso sí, primero tomó la desviación al súper para comprar una caja de condones; "aunque no la use ahora, capaz para después" le dijo él mientras pagaba, arqueando cejas inexistentes, Elaina respondiendo al gesto con el propio.

Subiendo las escaleras abrió la puerta de su departamento, dejando pasar a Elaina. Una vez entró se quitó la camisa y exhaló ruidosamente, lanzando la prenda al cesto de la ropa sucia - atinando sin mayor problema. Luego se aflojó el cinturón y las botas, tirándose en el sillón frente a la televisión.

—Aaaaah...mejor mejor. Oh demonios. ¿No es lo mejor llegar a casa y ponerse cómodo?— preguntó posando la cabeza en el espaldar, esbozando una ligera sonrisa. —Disculparás el desastre. Por supuesto, estás en tu casa.— añadió rascándose una mejilla.

No es que el sitio estuviera desarreglado, pero comparado a Elaina él era un cerdo. Casi todos lo eran, en realidad.

Con un movimiento de mano tomó el control remoto y encendió la televisión, pasando el canal de música a los del plan de cable básico.

—Por lo menos el sueldo de Palladion me da para un servicio decente de cable.— dijo riendo, parando en una película que apenas estaba comenzando. —Ah. Ah. AH. Elaina. Oh, Elaina, tenemos que ver esta. Se que las de terror no son las tuyas, ¡pero tenemos que ver esta!—

Su emoción era palpable, incluso hablando de una película vieja. Y si empezaba a insistir con eso era porque

—Mi tío abuelo trabajó en esta. Mira, ahí está su nombre.— señaló, apuntando al nombre que estaba bajo el crédito de "efectos prácticos". —Quien diría que la pasarían hoy.— comentó, fijando su mirada completamente en la pantalla. Inclinándose adelante, pareció un niñote - y como no. Era parte de la historia familiar.