Razones para vivir [Yusei]

Apenas había nubes en el cielo y el sol de la tarde se mostraba imponente sobre el Santuario y sus alrededores. El resplandor iluminaba aquel lado de la colina que Atem había decidido visitar; la zona del cementerio, allí donde yacían las lápidas de los Santos que habían muerto luchando por la justicia y la paz desde tiempos inmemoriales, donde también estaban aquellos que habían perecido durante el ataque de los guerreros de Asgard al Santuario y la destrucción de ciudad Kaus a manos de la diosa de la discordia.

Unos pocos meses habían pasado desde aquel día y Atem no lo olvidaba. El recuerdo estaba grabado en su mente como si hubiera sido ayer cuando todo sucedió y volvía a él cada vez que se encontraba en soledad, como en aquella ocasión, acompañado de un silencio que era sólo interrumpido por el cantar de las aves. Pero más que el recuerdo, era el gran sentimiento de impotencia y culpabilidad lo que no le permitía estar en paz. Porque quiso cargar con un peso que no podía soportar, porque había dejado morir a cientos de personas inocentes y había perdido a muchos de sus compañeros y a un amigo sin poder hacer nada al respecto, aún cuando había prometido que los protegería a todos ellos.

El Santuario había conseguido derrotar al mal, trayendo una nueva época de paz al mundo. Pero eso no era suficiente consuelo para Atem.

Sólo entonces logro comprender a qué se refería su maestro cuando decía que le esperaban retos difíciles. Sólo después de haberlo vivido entendió lo doloroso que era perder y lo terriblemente cruel que podía ser una guerra.

Con la mirada perdida en un punto vacío, permanecía reflexivo. Hubo ocasiones en las que se le pasó por la mente huir y dejarlo todo, pero algo siempre lo detenía. Como un Santo de Oro tenía que ser fuerte, no deseaba perder a otro ser querido. Cerrando los ojos un momento suspiró, sintiendo la suave brisa que corría por el terreno, agitando ligeramente su cabello. Estaba haciéndose tarde, pronto tendría que marcharse de allí.

—No es egoísta, supongo... pensar en otra persona —comentó dedicándole al Santo de Piscis una suave sonrisa—. Nada me hace más feliz que tenerte a mi lado y saber que me quieres de la misma forma que lo hago yo. Haría lo que fuera por ti.

Las palabras de Yusei eran sinceras, Atem simplemente lo sabía porque lo sentía, podía verlo a través de sus ojos y le creía. Lo besó una vez más. Y fue entonces que retornó a la realidad y recordó que todavía estaban fuera. Tímidamente observó a su alrededor para después devolver la mirada a su compañero sugiriéndole regresar.

Poco después se encaminaron de vuelta a la casa. Atem se sorprendió cuando Yusei lo cargó en brazos, y no pudo evitar sonreir. Lo abrazó y lo besó en los labios. No recordaba la última vez que se había sentido tan especial. Una vez dentro sus pasos los llevaron hacia la habitación. El egipcio guiaba a su acompañante pero su atención estaba más enfocada en los apasionados besos de éste que en ver por dónde caminaban. Perdido en las sensaciones Atem se aferraba a Yusei como si su vida dependiera de ello, sus manos ansiosas se entrelazaban en sus cabellos negros queriendo mantenerlo cerca y acariciaban su espalda buscando más de él.

—Yusei —jadeando se separaba ligeramente para recuperar el aliento, su respiración alterada evidenciaba el grado de excitación que le impedía pensar con claridad. Era increíble que el sólo hecho de tocarlo despertara esa sensación que le quemaba el cuerpo. Lo había experimentado una vez antes y quería volver a sentirlo—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvimos juntos así. La noche que nos conocimos, ¿recuerdas? Justo aquí.

Mirándole a los ojos pensaba que nunca antes lo había deseado tanto... pero tenía sentido para él; hacía tiempo que lo esperaba, que soñaba con sus caricias y fantaseaba con su compañía. Estando finalmente juntos en el mismo sitio donde se amaron por primera vez era como un sueño hecho realidad. Eso encendía aun más la llama de la pasión en su interior.

—Espero no sonar demasiado atrevido pero —sonrió un tanto avergonzado, pero ahora que conocía un poco más a Yusei y confiaba completamente en él no tenía miedo de decirle lo que pensaba— quisiera que volviéramos a hacerlo. Quiero que me beses y me toques como esa noche —lentamente escabulló una mano bajo la camisa de Yusei para acariciar su cálida piel—. Estoy un poco más preparado ahora... Prometo hacerlo mejor —rió suavemente al recordar lo nervioso que se había sentido en aquella ocasión y pronto volvió a unir sus labios con los de Yusei.

-¿Lo dices en serio Atem?- preguntó con la cara un poco roja y los ojos abiertos más de lo normal, con una expresión de sorpresa en el rostro. La idea no le desagradaba, pero lo había tomado desprevenido la proposición del chico de piel bronceada. No lo dudó no por un segundo, accediendo a la petición de Atem, desvistiéndose frente a él hasta quedarse completamente desnudo. Yusei estaba tranquilo al mostrarse así frente a Atem. Él era la única persona a la que podía mostrarle su cuerpo por completo sin temor. La luz de la luna a través de la ventana acariciaba la silueta de sus músculos, pareciendo que brillaba. Yusei se acercó a Atem, lo besó en los labios y después apoyó la barbilla sobre el hombro de Libra, abrazándolo para que él tocara su espalda.

-¿No te importan las cicatrices? Creo que ya no soy tan hermoso como antes. Mi cuerpo se ha curado, pero todavía tengo las heridas de las peleas anteriores. Tenía una gran inseguridad... quería verme como la primera vez que estuvimos juntos de esta manera- Yusei soltó a Atem y se dio la vuelta, regalándole una vista perfecta de su espala y trasero: tenía una cicatriz en forma de X en la espalda y pequeños rasguños en el nacimiento de su trasero.

-Sé que es algo tonto, pero no me acostumbro a este aspecto- a Yusei nunca le había importado su apariencia antes porque siempre fue considerado hermoso, y al verse afeado por las heridas comprendió por primera vez lo que era sentir inseguridad por algo que no fuera su maldición. Una lágrima solitaria rodó por una de las mejillas de Yusei antes de que éste se lanzara a los brazos de Atem.-¿Aún soy atractivo para ti?- le preguntó a Libra mientras besaba su cuello y frotaba su cuerpo con el del contrario.

Atem lo había hecho sentir como el hombre más hermoso la primera vez que compartieron esa cama. Él necesitaba volver a escucharlo decirle esas dulces palabras. Parecía un pansamiento muy superficial, pero le importaba demasiado ser bello para los ojos de Atem. Sólo él le importaba, no el resto del mundo. Quería ser el más atractivo para el Santo de Libra, que lo deseara en todos los aspectos.

Aliviado, Atem sonrió cuando Yusei accedió a su petición y empezó a desvestirse. Lo miraba como si estuviera viendo la más perfecta obra de arte jamás creada por los dioses, o como si llevara una eternidad anhelando ese momento. Su cuerpo desnudo, expuesto a la luz de la luna, se veía hermoso, pero al parecer él mismo se sentía inseguro al respecto y tras abrazar al Santo de Libra se lo comunicaba.

Riendo suave Atem negó con la cabeza, sus manos exploraban la espalda ajena lentamente, delineando con la punta de sus dedos cada uno de los detalles que después Yusei le dejaría ver al voltearse. Las marcas de las batallas pasadas eran visibles, pero aquello siendo un guerrero era inevitable, eran parte de él y Atem lo aceptaba con todo lo que poseía. Las cicatrices trazadas en el cuerpo de su amado le daban un aspecto quizá más tosco pero a la vez varonil y eso le gustaba.

—Lucen bien en ti. —admitió con una sonrisa cuando Yusei volvió a acercarse. Estaba tan perdidamente enamorado que era incapaz de ver algún defecto en él.

Cerrando los ojos se permitía disfrutar de la placentera caricia de los labios ajenos sobre su cuello, esos besos húmedos que tanto había extrañado. Aferrándose a su amante las manos del egipcio lo acariciaban sin mesura, mientras la zurda se enredaba en sus cabellos, la diestra se deslizaba hacia la espalda baja, apretándole sin demasiada fuerza para mantener sus cuerpos unidos. Entonces escuchó la nueva pregunta de Yusei y no tardó en responderle.

—Por supuesto que sí. Tanto como el día que te conocí —le susurró al oído con seguridad, como si fuese algo obvio. El tono de su voz era suave, sosegado, cargado de erotismo—. Eres... más que perfecto. Extrañaba verte así... —Separándose apenas un poco su mano descendía hasta la entrepierna de su compañero, acariciándolo con sutileza mientras volvía a besarlo, jugueteando con su lengua, saboreando su boca con deseo y en algún momento mordisqueando sus labios con suavidad—. ¿Y tú...? ¿Quieres verme sin ropa también? —le preguntó mirándole a los ojos, mostrándole una sonrisa traviesa.

La ropa empezaba a estorbar, quería deshacerse de ella para sentir la piel de Yusei contra la suya sin ningún impedimento. Fue así que se deshizo de la camisa y la arrojó a un lado, permitiendo que Yusei lo tocara. Después retrocedió unos pasos, y dejándose caer se sentó en la orilla de la cama para quitarse los zapatos.

Escabulléndose hacia la parte superior de la cama se desabrochó el pantalón, mirando directamente a los ojos de su chico. —¿Me ayudarías? —le sugirió a modo de invitación para que le acompañara. No necesitaba ayuda para desvestirse, pero quería sentir que Yusei lo deseaba del mismo modo que él lo hacía, y el hecho de que quisiera estar cerca de él, besarlo y sentirlo sin ropas de por medio que estorbaran, era una de las formas en que lo hacía sentirse deseado—. Ven, Yusei...

-Atem ¿cómo consigues hacer que pierda la cabeza por ti con sólo quitarte algunas prendas? Si no fueras un niño de buena familia diría que eres un striper profesional- Yusei no había apartado su mirada de Atem desde que comenzó a acariciar su entrepierna, deleitándose con la sensualidad con la que el Santo de Libra impregnaba cada movimiento, casi como si hubiera ensayado para ese encuentro. Atem poseía algo que lo hacía completamente arrebatador para el Santo de Piscis. Cuando el chico de piel morena le pidió que lo ayudará a desvestirse el Santo de Piscis sonrió, apoyando una de sus rodillas en la cama y manteniendo su otro pie en el suelo, sujetó el pantalón y lo deslizó, excitándose al ver que Atem no llevaba ropa interior bajo esa prenda, dejando al descubierto el miembro palpitante del egipcio.

-Tu piel está muy caliente Atem- comentó Yusei al abrazar el cuerpo desnudo de Atem. La temperatura de su cuerpo era algo diferente a la primera vez que estuvieron juntos, pero la sensación que experimentaba era la misma. Se sentó sobre Atem con las piernas abiertas, mirandolo a los ojos desde arriba. Bajó la cabeza y acercó su boca a la de él, devorándola a besos. El Santo de Piscis tomó su miembro y el de Atem con una de sus manos y los unió para frotar piel contra piel.

-Haz perdido la tímidez cuando yo me he perdido la confianza, tenemos muy mala suerte siempre- hadeó un poco, dejando caer todo su peso sobre Atem mientras lo besaba. Permaneció acostado sobre Atem por un rato sin dejar de recorrer la piel de su cuello y rostro con los labios. Ese rostro efébico que poseía Atem, el olor natural de su piel bronceada y el sudor de aroma masculino que empapaba las sábanas descontrolaban a Yusei, quien elevó la mitad de su cuerpo, moviendo su cadera adelante y atrás, rozando su entrada con el miembro del Santo de Libra.

Yusei se hizo a un lado y volteó el cuerpo de Atem para que éste quedara boca abajo. Beso los músculos de su espalda, bajando hasta los glúteos, besándolos con ternura. -Lo siento Atem, ya no eres un cachorrito y sabes que la primera vez que estuvimos juntos permití que te llevaras toda la diversión- a Yusei le agradaba tomar el control de vez en cuando, pero recordaba que la primera vez que estuvo con Atem él tomó el papel del pasivo para no espantar al Santo de Libra.

-No puedo resistirme, me gustaría entrar- Yusei introdujo uno de sus dedos en la cavidad de Atem, realizando suaves movimientos para que ésta se abriera un poco. Estaba muy impaciente, pero no por eso tenía pensado herir a Atem por no realizar la preparación correcta para el sexo.

—Te ves muy atractivo desde aquí. —le dijo al momento en que sus miradas se encontraron. A pesar de que se mostraba un poco más seguro, Atem no dejaba de sentirse indefenso bajo el cuerpo de su amado. Pero le gustaba esa sensación. Yusei lucía demasiado encantador cuando tomaba el control.

Sin poder evitarlo dejó escapar un débil gemido cuando Yusei sujetó ambos miembros para frotarlos entre sí. Su piel ardía como nunca antes por la pasión que despertaba el contacto de ambos cuerpos. No podía controlar el fuego que le abrasaba, quería más, deseaba todo lo que pudiera obtener de Yusei esa noche.

Su respiración errática chocaba contra la piel de su amante mientras éste lo besaba con total libertad. Atem correspondía sus besos con gusto mientras le acariciaba la espalda. Descendiendo lentamente se aferró a uno de sus glúteos, deleitándose con las perfectas formas del cuerpo del Santo de Piscis. Acariciándolo con sutileza deslizaba uno de sus dedos entre sus nalgas, deseando introducirse en su interior como la primera vez. El roce que realizaba Yusei contra su miembro sólo aumentaba las ansias. Atem jadeaba impaciente.

Sin embargo, no esperaba lo que sucedería a continuación. El improvisto cambio de posiciones le sorprendió, desatando en él un repentino frenesí de lujuria que lo descontroló por completo ante la expectación de conocer las intenciones de Yusei.

—Yusei, ¿qué piensas hacer? ¿Acaso quieres volverme loco? —le reclamó a modo de broma, suspirando al sentir los labios ajenos descendiendo por su espalda. No le molestaba en realidad, le agradaba sentir que su amado lo deseaba tanto. Además, extrañamente, la curiosidad de saber qué se sentiría tenerlo en su interior lo excitaba más.

—Está bien... —murmuró como respuesta, todavía un tanto temeroso. No podía negarse cuando Yusei se lo pedía de esa forma—. Sólo no olvides que es mi primera vez así. Así que, hazlo despacio.

Gimió al sentir aquel dedo invadir su interior, hundiendo el rostro en la almohada. Se sentía extraño, vulnerable, completamente expuesto... pero intentó relajarse. Sus piernas temblaban ante el continuo roce, pero poco a poco iba acostumbrándose. Aquello era nuevo para él, pero no por eso desagradable. Yusei sabía exactamente cómo tocarlo para hacerle perder la calma.

—Se siente... bien... —admitió en un murmullo apenas audible, mirando hacia atrás un momento para observar a Yusei.

Estaba impaciente, tanto que el temor que hubiera sentido al inicio desapareció. Su mente estaba enfocada en las placenteras sensaciones que le provocaba el tacto de su amante. Pero eso no era suficiente. Ya estaba deseando sentir más que sólo sus dedos.

—Yusei... olvida lo que dije antes. No puedo esperar más —volteándose para besarlo, se lanzó hacia él. Era Atem esta vez quien se posicionaba encima del cuerpo de su compañero—. Quiero saber qué se siente... tenerte dentro de mí. —susurró, mirándolo con deseo mientras movía su cadera en un lento vaivén rozando su trasero con el miembro de Yusei. No se trataba sólo de querer complacer los deseos del Santo de Piscis. Atem lo deseaba, realmente quería sentirlo en su interior.

Ansió por tanto tiempo ese encuentro que ya no podía contenerse más. Preparó a Atem lentamente hasta que sintió que el cuerpo de su amado estaba listo para lo siguiente. Tomó su miembro y embistió al Santo de Libra, abrazando a Atem por detrás y enterrando el rostro en medio de los músculos de la espalda del egipcio. No se podía resistir a la música de los labios de Atem, escucharlo era lo único que Yusei necesitaba para dejar de ser consciente de lo que ocurría a su alrededor.

Acarició el pecho de su novio, prestando especial atención a los pezones endurecidos. -¿Te agrada cuando hago esto, no es así? Siempre que los acaricio tiemblas y haces ese sonido que me encanta cuando intentas pronunciar mi nombre- musitó en su oído, apartando su mano curiosa del torso ajeno para concentrarse en su entrepierna, apretando con suavidad la virilidad de Atem, acariciando la punta con la yema de su dedo pulgar, sintiendo cómo éste estaba cada vez más duro y caliente por la acumulación de sangre en esa zona.

Se despegó de Libra, apoyando sus manos en la espalda baja de éste. Yusei clavó sus uñas sobre la piel del egipcio cuando sintió que estaba llegando a su límite. El placer invadió su cuerpo, cayendo sobre Atem al momento de terminar. Giró sobre la cama para dejar de aplastarlo con su peso, acariciando el rostro de Libra mientras intentaba controlar su respiración. Yusei estaba agitado y sonrojado. Sus cicatrices y músculos tenían un aspecto perlado por el sudor.

-No te voy a dejar ir esta noche. Puedes golpearme si quieres, ni con patadas retrocederé un solo paso- Abrazó a Atem sin cubrirse, recostando su cabeza sobre la almohada a pocos centímetros de la de su novio. Podía sentir la respiración de éste sobre sus labios. Yusei se quedó dormido al poco tiempo sin dejar de sujetar la mano de Atem. No quería despertar sin él a su lado.

Al despertar lo primero que hizo fue cubrir a Atem con una sábana. Aunque le gustaba mucho ver su cuerpo así, lo cierto era que si continuaba tentándolo de esa manera nunca iban a salir de esa habitación. No veía cuál era el problema con eso, pero tampoco quería asfixiar a Libra con su afecto.

Apretando los párpados Atem dejó escapar un sonoro gemido al sentirlo deslizarse en su interior, fue extraño al principio pero no tardó mucho en adaptarse a esa sensación húmeda y caliente que de pronto lo llenaba. Escuchaba a Yusei y aunque le costaba articular palabra alguna para contestarle, las reacciones de su cuerpo lo decían todo.

Diminutas lagrimillas pendían de sus pestañas, temblando bajo el peso de su amante no dejaba de jadear con voz ahogada ante cada nuevo embate. Las manos ajenas acariciaban con destreza los puntos más sensibles de su anatomía, impregnándose con el calor de su piel, con su humedad. Todo era demasiado para el joven e inexperto egipcio y a la vez no era suficiente.

—No pares —le pidió con voz agitada. Esa era su respuesta— Por favor...

Gimió con fuerza repitiendo el nombre de su amado cuando sintió que no podía contenerse más. Una oleada de placer lo embargó tan intensamente que ni siquiera sintió el dolor de las uñas de Yusei enterrándose en su piel, sólo el calor que invadía su interior. Cuando todo acabó Atem se dejó caer sin fuerzas en la cama, su piel empapada en sudor y la respiración agitada. Con los párpados entrecerrados y un tenue rubor en el rostro volteó para observar a Yusei cuando este se hizo a un lado para después abrazarlo tras susurrarle unas palabras.

—Entonces ¿te quedarás? —preguntó ilusionado, le alegraba oír la determinación con que Yusei le decía que iba a permanecer a su lado. Aferrándose al cuerpo de su amado se acurrucó contra él. Rato después se quedó dormido.

Las horas pasaron y llegó la mañana. Al despertar, Atem fue sorprendido por la luz que se filtraba a través de la ventana, obligándole a parpadear varias veces. —¿Ya amaneció? —preguntó con voz somnolienta. Su cuerpo desnudo se encontraba cubierto por una sábana y no estaba solo. Una expresión de felicidad pura se dibujó en su rostro cuando se encontró con la imagen de Yusei a su lado.

—Yusei... —dijo casi sin pensarlo, sonriéndole aún con un gesto adormilado—. Buenos días. Me alegra verte aquí.

Lo besó suavemente en los labios y lo abrazó. Permaneció algún tiempo en la cama y después de un rato se sentó, dejando que la sábana se deslizara hasta su regazo descubriendo parte de su cuerpo. Miró el reloj y notó que ya era algo tarde para estar en la cama. Aunque, si de él hubiera dependido, se habría quedado todo el día ahí junto a su amado. De hecho, le habría gustado repetir lo de anoche, pero pensó que quizás Yusei querría ya salir de la cama.

—¿Tienes hambre? Prepararé desayuno —le comentó con una sonrisa—. Si quieres puedes quedarte descansando un poco más mientras voy a darme un baño. Vuelvo enseguida.

Hizo las sábanas a un lado y se levantó de la cama, dirigiéndose al cuarto de baño. Sentir el agua tibia en su cuerpo le ayudó despejarse un poco y despertar por completo. Se sentía mucho mejor. No tardó en regresar a la habitación, con una toalla envuelta en su cintura. Buscó ropa interior y se vistió con las prendas que en la noche había dejado allí.

—¿Quieres darte una ducha? El baño está libre. Ya sabes, siéntete como en tu casa —se dirigió a Yusei, besándolo una vez más. No podía dejar de sonreir, era indescriptible la felicidad que sentía de tenerlo a su lado. No quería estar alejado de él ni un segundo más—. Estaré en la cocina. —le dijo, y así se dirigió a la salida de la habitación, pensando qué podría preparar para desayunar junto a Yusei. Estaba un poco nervioso, no había tenido un novio antes y no quería decepcionarlo.