Si la vida te da limones, se los exprimes en la cara [Raziel]

Después de un par de días inestables y llenos de trabajo estoy en la propiedad de decir que puedo tomarme este con algo más de calma. Encontrar un techo no resultó tan complicado como lo creí en un inicio, en el mismo suburbio donde Yusei me llevó a comer hace tres días hay una residencia con apartamentos estudiantiles libres que entraban dentro de mi limitado presupuesto. A ver, no sé cómo le hace el Santuario para financiarse, pero son unos tacaños de lo peor en cuanto a fondos para las misiones. Por esa razón conseguí empleo de medio tiempo por esa área… no pregunten… NO PREGUNTEN.

Como sea, hoy es un día de no tomarse nada a la tremenda, es cierto que debo permanecer alerta siempre pero, también tengo espacio para lo cotidiano. Hoy salí algo temprano para hacer las compras, es más barato comprar ingredientes que comer en la calle. Hace buen clima, es un fin de semana como cualquier otro, con gente caminando de aquí allá, grupos de jóvenes saliendo, parejitas, blablablá. Nada fuera de lo usual.

Las dos bolsas en mis brazos no pesan tanto como deberían para alguien de mi complexión, es normal que por eso la gente se me quede mirando un poco, ¿una enana cargando tan fácil todo ese mercado?, eso dicen sus caras, y yo se las devuelvo con una mirada inquisitiva que les hace voltear. De verdad que soy buena en esto de la intimidación, toda una vida de práctica.

—Mejor llevo esto al departamento y sigo, todavía quiero ver esa tienda de objetos raros —murmuro para mí mientras pienso que si quiero perder el tiempo lo haré a lo grande, además, ¿qué tal si descubro algo de esta ciudad inquietante?

Mis planes para la dominación mundial no iban como yo esperaba, de hecho ni sabía por donde empezar pues a parte de no disponer de los fondos necesarios para contratar los servicios de unos buenos esbirros la idea de "dominar el mundo" era muy compleja incluso para un ser de infinita sabiduría como yo. Mucho que planear y muy poco tiempo para organizarlo todo, por no hablar de que era un trabajo harto tedioso para una única persona pero aunque encontrara alguien que me ayudara, la idea de compartir con el las ganancias no me complacía; cielos si hasta habría que dividir el mundo a partes iguales y paso de que me toque la mitad aburrida del planeta. Es por esto y por mucho más que salí a despejarme ala ciudad de Kaus, no solía pasar por aquí muy amenudo salvo que necesitara comer algo rico del mercado o algún asunto urgente me convocara a sus calles, yo prefería quedarme en el Santuario o por descarte en la comodidad de una cueva bien decorada por mi exquisito gusto.

Pero razones no me faltaban para querer evitar el gentío...digamos que un ser de mis características físicas...pese a tener una infinita inteligencia y poderes ilimitados...no inspiraba mucha confianza por tener un aspecto de...arg...de niño. Muchas veces todos se metían conmigo por mi estatura, me menospreciaban o incluso preguntaban si me había perdido y dónde estaban mis padres y como no hoy no era una excepción. Estaba malhumorado por tres malditas personas que ya se me habían acercado pensando que era un niño perdido, por el resto de las personas, ellas me miraban, unas se reían, otras en cambio parecían preocupadas de que andara solo pero ninguno se percataba de lo más importante, que era el gran Raziel, el santo de oro de Virgo. Quizás mi apariencia no era la de un santo.

Por eso andaba distraído, yo que pensaba pasar un rato agradable en la heladería o en una tienda de dulces y tenía que soportar los comentarios de unos estúpidos...dios...cuando domine el mundo pienso exterminar a tipos como esos. Absorto en mis pensamientos, divagando y maldiciendo para mis adentros no me di cuenta de quien se me cruzaba delante y el choque de ambos fue inevitable. Fue la gota que colmó el vaso. -¡Tú! -exclamé señalándola con desdén y aires de superioridad- -¿Como osas chocarte con el santo de oro de Virgo? ¡Te exijo que te disculpes en éste instante o sufrirás la ira del todopoderoso Raziel! Acabé por cruzarme de brazos y murmurar en voz baja que estaba harto de todo esto, que nadie me respetaba por mi aspecto. -Si llego a saber que iba a ser un día tan horrible me habría quedado en casa estudiando un poco.

¿Quién iba a decirme que todos mis planes estaban a punto de dar un giro de 360° en un par de instantes?

Ya debería estar más que acostumbrada —por no decir, resignada— a que las cosas no siempre vayan como las tengo pensadas, porque en este trabajo, o mejor dicho, en este estilo de vida no hay control de nada, todo es un caos donde no resta más que adaptarnos, superarlo e imponernos a la fuerza. Nací con una naturaleza dominante dónde tengo esa necesidad de malear todos los eventos a mi alrededor para sentirme segura en lo que hago, un detalle que se agudizó gracias a mi TDAH, que me obliga a estar siempre atenta en mis actividades sin permitirme ninguna otra distracción que mande todo a la mierda.

Pues, ya se imaginarán lo monumental que fue mi cabreo —después de la impresión, claro está— cuando me topé con ese querubín salido del infierno.

Antes de eso, estaba cavilando y resolviendo ir a mi departamento a dejar las cosas, ya saben, para no andar con peso extra. Siendo un Santo de Oro, y, especialmente, de la raza de los muvianos, cosas tan triviales como ir y venir se pueden resolver en un santiamén sin depender de transporte. En un parpadeo ya me encontraba en mi pieza, dejé la comida repartida entre alacena y refrigerador, acomodé unos detalles, voalá, en otro parpadeo ya estaba en el mismo lugar donde estaba parada hace menos de un instante.

Con lo que no contaba era que aparecería justo en el camino de alguien más. Iba a disculparme, se los juro, no es la primera vez que me pasan cosas así, patosa es mi segundo nombre. No pasa un día sin que haga algún pequeño desastre por andar de distraída o cosas, es algo que incluso se me ha hecho hábito. Ni siquiera miré bien a la persona, ya iba en automático cuando me detuvieron sus… pataletas. Sí, pataletas, no hay palabra más acertada que esa para describir lo que mis oídos escuchaban.

Fue eso lo que me obligó a mirar a esa persona, un niño, ¡un niño, joder!, debe ser menor que yo. No tiene tamaño —y está mal que yo lo diga siendo que mido poco más de metro y medio— para la actitud que se gasta. Para describir mejor mis reacciones, primero vino la sorpresa, después el enojo, luego la sorpresa otra vez cuando mencionó ser el Santo de Virgo… ¡¿esa criatura es el Santo de Virgo?! ¡¿Es enserio…?! De nuevo, no soy quien para cuestionar los designios de las armaduras que tanto respeto… pero joder, ¿va enserio?

Al final termina ganando el enojo, mi gesto cambia a uno más severo, se nota mucho porque la gente se nos ha quedado mirando, los que pasaban cerca de mí han retrocedido casi al instante, el instinto debe decirles que sería arriesgar el pellejo estar en mi rango ahora mismo. Es imposible para mí saber cómo luzco cuando me molesto, pero siempre que veo las reacciones de otros me hago la idea de que debo lucir aterradora. Coloco una mano en mi cintura, después de fruncir los labios para contener la sarta de cosas que quiero decirle que saldrán sin control alguno, logro controlarlo, para que todo se entienda y transmita bien.

—Si supieras que pensaba disculparme, más si se trata de un colega, pero ¿sabes qué?, se me pasaron las ganas con esa rabieta monumental que te has gastado, chaval —me da igual que no esté bien el comenzar con tan mal pie con un amigo de armas, NO soporto que me impongan cosas y mucho menos que alguien se crea por encima de mí, lo siento, pero eso me saca de todas mis casillas. —El Santo de Aries se reserva su derecho de admisión, fingiré que esto no ha sucedido y te sugiero que hagas lo mismo. —Sentencio tajante, cruzándome de brazos.

Sé que debería pensar un poco, estamos en un lugar público, hay personas normales en toda el área que no tienen nada que ver con una disputa tan… estúpida. Tendré que esperar a calmarme para poder poner cosas en perspectiva, no puedo darme el lujo de actuar siempre como mande mi temperamento.

Quizás estuviera haciendo un mundo de esto, probablemente no debiera reaccionar así por una nimiedad como esta, no sería la primera vez que me dicen que siempre sacaba las cosas de quicio pero desde mi punto de vista me encontraba en un plano superior al de resto de seres, un santo de oro como yo, tan poderoso, sabio y hábil era natural que tuviera privilegios sobre los demás, por no hablar de que ya andaba de mal humor, eso fue sobre todo lo que detonó esa parte de mí que hacía que hablara con tantos aires de superioridad pero ¡Eh! La dominación mundial provoca estrés, era ser así que es como soy realmente o contenerme y arriesgar a destruir una o dos ciudades en un ataque de ira.

Observé a la persona con la que me había chocado hace nada y...¿Qué decir? A parte de que tenía buen gusto para vestir; ¡Oh, ya! Su cara, esa forma de mirar, el tipo de mirada que tanto me irritaba, era como una clara indirecta en la que me estuviera llamando niño pequeño, dos palabras que representaban la ofensa máxima hacia mi persona pero enseguida le cambió a una expresión más propia de alguien que se había molestado por algo, supuestamente no debió hacerle ninguna gracia que para lo que ella era "un niño" estuviera hablando como si se creyera mejor que los demás pero ¿Me intimidó? No, claro que no, en su lugar me causó cierto agrado por el hecho de cómo el resto de transeúntes nos observaban, ¿Tendrían miedo de ella? Si a mí me parecía muy graciosa más que atemorizante.

-¿Cómo dices? ¿Rabieta? -Me crucé de brazos y cerré los ojos dispuesto a aclarar el malentendido que había surgido- -Te equivocas, me quejo con razón, llevo un mal día y lo último que me faltaba era tropezarme con otra persona que me mira como si fuera un simple niño pequeño que se ha perdido. ¿Sabes lo irritante que es eso? Lo siguiente que supe de ella fue que no era una simple idiota que vagaba por aquí y que me estaba haciendo perder el tiempo, era como yo, un Santo de oro, la de Aries nada más y nada menos la cual nos calificaba a ambos en el mismo escalafón que mi persona al punto de llamarnos "colegas" no es que opinara como ella, mi relación con los santos digamos que era "inestable" apenas me relacionaba con ellos y difícilmente he llegado a toparme con ellos en personas, porque los evito. Pero ya que tenía el placer de conocer a una capaz de poner una cara tan divertida...probablemente sea conveniente ceder por ahora y...y...arg...disculparme. -Jum...vale, ya entendí, discúlpame por lo que dije... -Extendí mi mano, tendiéndosela para esperar estrechar la suya como muestra de entierre del hacha de guerra , algo ruborizado por la clara vergüenza que pasaba al tener que hacer algo tan impropio de mí como disculparme y así, procedí a presentarme como es debido. -Raziel, Santo de Oro de Virgo, mis pasatiempos son la destrucción masiva, la dominación mundial...y comer dulces.

Lo menos que podía hacer era escuchar lo que tuviera que decirme en respuesta, y eso fue lo que hice. Mi guardia comenzó a bajar sin que pudiera evitarlo, primero por ese comentario sobre el trato que recibía por su apariencia, debo admitir que eso me llevó al instante a empatizar un poco con él. Yo sé lo que es pasar una vida siendo vista como poca cosa, una niña, una enana cuyo única aspiración debería ser casarse con alguien de su aldea para dejar una mejor descendencia. También se lo que es luchar contra esa silenciosa imposición, aguantar las miradas reprobatorias, las que te juzgan y las que esperan verte caer para luego lanzarte el te lo dije, que no debiste intentarlo siquiera.

El aura amenazante va disminuyendo, porque la gente vuelve a seguir su curso con normalidad. Mi expresión debió de volver a su tranquilidad usual, con un gesto expectante, más suave por la disculpa recibida. El chico tiene que estar avergonzado de verdad, no debe de hacer eso muy a menudo. Bah, yo tampoco la verdad, es imposible no entenderlo cuando has estado de ese lado. Relajo mis brazos y los dejo colgando un rato, antes de extender mi mano para estrechar la del chico, con una sonrisa muy leve.

—Disculpas aceptadas, también sé lo irritante que es ser mirado como un ser indefenso por tu apariencia —asiento levemente—soy Nadhezna de Aries, mis pasatiempos son matar zombies en videojuegos —cuando existan los reales lo anotaré—, reparar armaduras y estudiar arquitectura y astronomía. No tengo ambiciones tan grandes como la dominación mundial pero suena a que debe ser interesante, no debes de aburrirte a menudo —no sé si habla enserio con eso de dominar el mundo, digo, la competencia es notoria, con Poseidón y Hades, uno de los nuestros con ese mismo plan es un poco devastador. Sin embargo, algo que he aprendido y que hoy he recordado, es que si una armadura te escoge es porque te considera digno de llevarla, y si eres escogido por algo que es una esencia pura significa que no puedes ser… ¿mala persona del todo?, mejor dicho, que normalmente no pondrías en peligro a tus compañeros y al ideal por el que eres escogido o… algo así. Ni siquiera yo lo entiendo muy bien, pero siempre he tenido en consideración los designios de los mantos.

Una vez que los aires se han calmado puedo recordar lo que pensaba hacer hace unos momentos, con eso también recuerdo el hecho obvio de que, oh cielos, me he encontrado a un camarada de mismo rango, lo que significa que probablemente el Santuario también le haya enviado… ¿por qué?, ¿acaso hay una nueva complicación de la que Yusei y yo no sepamos?, todo eso debe reflejarse en mi mirada ahora que estudio más detenidamente a Raziel.

—Vayamos a alguna pastelería, Raziel, te gustan los dulces ¿no?, a mí también aunque no en exceso, pero se me antoja pie de limón —le invito a caminar a mi lado para ponernos en marcha—¿viniste aquí por alguna razón en especial?

Solían suceder dos cosas cuando iba diciendo con tanto convencimiento y despreocupado que quería dominar el mundo: una de ellas era la que más sucedía, viéndome incapaz de lograr esa hazaña se echaban a reír descontroladamente, el último incluso aseguró que le dolía el estómago de tanto reír, ésto era lo más normal pero luego nos encontrábamos con el resto, que en vez de reírse decían que eso no era propio de un Santo de oro y que de todas formas tendría que lidiar con dos personajillos que también ansiaban lo mismo que yo...¿Cómo se llamaban? Bah, no soy bueno recordando nombres de personas que no me interesaban pero aquí lo que me importaba era que la Santa de oro de Aries reaccionó de buena manera, incluso comentó que era un objetivo interesante,a menos que para sus adentros estuviera riéndose, pero no tenía pinta de ser ese tipo de persona.

No todos los días tenía la suerte de encontrarme con una individuo de sus características, quizás pudiera hacer de ella una potencial aliada, carezco de el conocimiento necesario para dictaminar si ella compartiría mi meta y me ayudaría a lograrla, pero puede que en momentos puntuales pudiera llegar a prestarme su ayuda, igualmente sería hora ya de plantearme entablar amistad con alguien, en ocasiones, pese a que me niegue a reconocerlo, había momentos en los que me sentía un poco solo, aburrido, no tenía nadie con quien compartir mis intereses y que cuando me indignaban reaccionara queriendo destruirlo todo tampoco ayudaba a que hiciera amigos,en el caso de ella le permitiría entrar a la Casa de Virgo a jugar un poco.

-¿Pastelería? Una invitación claramente apetecible, no había venido expresamente a atiborrarme de dulces a Kaus pero ya que se ofrecía la oportunidad no iba a desperdiciarla, por ende y como es evidente no dudaría en aceptar la proposición de Nadhezna. La expresión de mi rostro, los ojos con un brillo de emoción y la sonrisa de oreja a oreja hablaba por si solo, cada vez me gustaba más la elegida por la armadura de Aries. -¡Vamos! No recuerdo porqué ni a qué es debido, pero siempre que caminaba cerca de alguien que me caía bien o que me empezaba a agradar, la tomaba de la mano, por ello tan pronto como nos pusimos en camino a la pastelería, a su lado yo andaba tomando su mano con una sonrisa llena de felicidad. -No hay una razón especial para venir a Kaus, solo quería distraerme...la Casa de Virgo es muy grande, se me cae encima si paso mucho tiempo solo allá, por eso y por otras razones vine a despejarme aquí. Di un tenue suspiro, aún me pesaba en el alma que nadie se atreviera a pisar mis dominios, cierto que a veces pregonaba que quien osara invadir mi territorio se enfadaría a mi ira pero a veces desearía un poco de compañía...a uno empieza a faltarle una buena partida de escondite o pelea a muerte para hacer ejercicio. -Tú supongo que habías venido para comprar ¿No?