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Nieve de Espadas - Batalla

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Nieve de Espadas - Batalla Empty Nieve de Espadas - Batalla

Mensaje por Invitado Lun Ago 22, 2016 12:08 pm

El sol se ocultaba por el horizonte, las aves migraban en busca de la luz, las olas rompían con parsimonia en la costa griega. La calma del paisaje de ensueño llevaría a cualquier alma a un estado de relajamiento ideal para encontrarse consigo mismo en la meditación de la soledad.

Muchos guerreros preferían los entrenamientos y batallas rodeados de espectadores que aplaudieran y vitorearan cada golpe, cada victoria; otros preferían la tranquilidad del mutismo para conectarse con la mística energía llamada: Cosmos. Cada individuo lo manifestaba de diferentes maneras, algunos a través de elementos, otros por medio de fuerza sobrehumana, muy pocos por acciones menos convencionales.

Todos deseaban alcanzar el desarrollo de los distintos sentidos, todos anhelaban proteger con las más sagradas armaduras las convicciones de los Dioses a los que seguían por fe, amor u otra emoción. Desde los que solo lograban armaduras de rasos hasta los que llegaban a la cima de los ejércitos, en cada reino existían pocos mantos que reflejaban, resaltaban y exhibían la gloria de ser los mejores, más devotos y líderes sigilosos de las batallas más peligrosas, de las batallas decisivas… de las batallas de muerte.

En el Reino Marino, a los poseedores de las escamas de elevado rango se les conocía como Generales, cada uno custodiaba un pilar que sostenía a los mares de la deidad. El General Marino de Kraken, tenía bajo su custodia el pilar del Océano Ártico.

Ese día en particular, El General de Kraken se hallaba dando una ronda de rutina por las cercanías de unas de las entradas al Reino Marino: Cabo Sunion. Fue una coincidencia que las caminatas que realizaba para desprenderse de la soledad la llevara a ese lugar bajo la justificación de “Rondas”. A veces la joven necesitaba alejarse de los silencios que se impuso, de las paredes del pilar dónde vivía encerrada desde hacía más de 10 años. Pocas veces salía a la superficie, le daba miedo su habilidad, le aterraba hacer daño a los demás.

Con el lacio cabello rubio, casi platinado, recogido en un rígido arreglo miro el portal que llevaba a la superficie. Solitario y peligroso por donde cualquier enemigo podría franquear al lecho marino, a la ciudad perdida. Un lugar así debía ser resguardado por varios soldados, en esos momentos no se veía ninguno… ¿Dónde estarían?

Entonces… lo sintió… un cosmos más allá… un cosmos que no pertenecía a ningún seguidor de Poseidon ¿Qué debía hacer? ¿Salir e interceptarlo? ¿Esperar y preguntarle sus intenciones?
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Mensaje por Invitado Lun Ago 22, 2016 12:20 pm

Hacía días había iniciado mi viaje al territorio de los Mariners, seguidores de Poseidon. Puede que fuera un poco pretencioso de mi parte ir con los brazos abiertos para desafiarles, pero era mi naturaleza osada la que siempre se hacía valer. En esta ocasión, no llevaba conmigo mi armadura, siendo que la transportaba en su caja, la cual traía a cuestas en mi espalda. A menudo, consideraba llevar mi indumentaria como Caballero Dorado a cuestas como un recordatorio de lo pesada que era la carga de servir a los designios de una diosa. Inhalaba con fuerza, mientras que el aire un poco helado se filtraba en mis pulmones. No le comente a Alex de mis deseos de buscar una lucha, siendo que esta pequeña escapada era solo de mi conocimiento. A pesar de todo eso, dudaba que mi vida corriera peligro. "Ve al campo de batalla deseando vivir, y moriras. Ve al campo de batalla listo para morir y vivirás." Mi maestro solía repetirme eso, una y otra vez como si fuese una especie de mantra. Al final, dicho refrán quedo guardado en lo más profundo de mi mente. Exhale con fuerza, siendo que ahora mismo me encontraba en el lugar deseado.

Cabo Sunion. Un nombre extraño, si me lo preguntaban, pero no estaba en mi decidir el como se nombraban este tipo de lugares. Con una sonrisa en el rostro, procedí a caminar hasta la costa de la playa. Me preguntaba si alguien se había dado cuenta de mi presencia, una que ni si quiera me moleste en ocultar. Con una sonrisa en el rostro, procedí a concentrarme, mientras que poco a poco mi cosmos comenzaba a elevarse. Se tranformaba en una pira, en una especie de faro para cualquiera que estuviese cerca notará que había llegado. Si poseían cuanto menos un mínimo control de su propio cosmos, podrían sentir la diferencia entre los suyos y el mio. Era tenue, como intentar diferenciar un tono de azul de otro, pero para aquellos familiarizados con un tipo, eran como el día y la noche.

Mi camiseta no tenía mangas, además de que llevaba un pantalón casual como parte de mis prendas. Unas botas cómodas, siendo que esperaba que alguien apareciese. Me sentía afortunado, puesto que si incluso Poseidón mismo decidía visitarme, le plantearía frente. Sonreía ante lo loco de la idea, siendo que al fin note una presencia cercana. Solté la caja de mi Armadura, mientras me preparaba para lo que podría ser un encuentro arduo... Me incline, para tomar un poco de arena, siendo que la frote entre mis manos buscando reducir un poco el sudor de las mismas. Procedí a levantarme, sacudiendolas en un sonido similar a un aplauso.

Seguro que no esperaban verme en este lugar, mucho menos tan animado y tan dispuesto a una pelea. Que puedo decir, yo era una excepción entre los caballeros dorados. Mantenía la calma, respirando con un ritmo constante. La oxigenación era necesario para el buen ejercicio. Mientras esperaba, solo podía sonreir ante la idea de un nuevo desafió...
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Mensaje por Invitado Lun Ago 22, 2016 12:56 pm

El desconocido cosmos seguía ahí, brillando como una lejana estrella en el firmamento. Una antorcha en la oscuridad, una suave luz curiosamente dorada. ¿Qué significaba? ¿Qué clase de osado guerrero se plantaba delante de la entrada de un reino ajeno? Miles de interrogantes bombardearon la cabeza de la muchacha platinada ― ¿Dónde están? ― volvió a cuestionarse mientras miraba de un lado a otro, intentando ubicar a los guardianes de dicho portal.

Los marinos andaban dispersos por el mundo, otros aun no despertaban, hasta el regente se hallaba en un estado de letargo a la espera de despertar por completo en el contenedor humano conocido como Julian Solo. Una invasión por parte de cualquier ejército en esos momentos resultaría con graves consecuencias para la Atlántida, dejaría en ruinas y cifras rojas a un reino naciente. Que nadie resguardará con la seriedad que ameritaba la entrada al lecho submarino se traducía como una falta grave, una oportunidad de ser destruidos.

Guardianes, más les vale tener una buena excusa para semejante fallo ― pensó molesta al tiempo que apretaba las manos enguantadas formando puños de frustración y preocupación por la irregular situación, por el inevitable encuentro ― Mi Señor, acompáñame en mi camino… permíteme actuar con sabiduría… protégeme de herir a inocentes… ― musito para luego empezar a subir los escalones en ruinas que la llevaría como magia a la superficie, a la costa.

Marìa, nombre del General de Kraken, no se quedaría a esperar una transgresión al reino que juro defender. Decidió salir a enfrentar al individuo que emanaba tal aura cósmica. Podría tratarse de un guerrero perdido, aunque tal conclusión era más risorio que real ¿Perderse justamente en la entrada de la Atlántida? Nadie creería tal respuesta, nadie sería tan ingenuo. Entre los muchos pensamientos, el que más inquietaba a la dama surgía del latir de su corazón al pensar que quien estaba allá afuera era un soldado enviado a investigar, a encontrar grietas para un eventual ataque en masa. La guerra aun no había explotado… porque nadie había dado el primer paso… ¿Ese sería el inicio del enfrentamiento Santo? Esperaba que no, deseaba que se aplazara por semanas hasta que los camaradas retornaran, hasta que Poseidón despertara.

Una capa azul oscura con capucha ocultaba parcialmente su esbelto cuerpo, bajo el sobretodo llevaba un sencillo pantalón negro, zapatos bajos y una camisa blanca; lo más curioso eran los guantes blancos que cubría cada mano de la marina.

Fue una sensación extraña cuando apareció en las rocas de la Costa, el sol tímido del atardecer la cegó por un instante mientras la brisa salada golpeo como una caricia amorosa su pocoso rostro haciendo caer la capucha y revelando su angelical cara, su fría expresión. Al retornar la claridad a su mirada lo vio… un hombre moreno vestido muy sencillo, como si fuese a un entrenamiento. Con pasos lentos, serenos, indiferentes y elegantes acorto la distancia…

Las casualidades no existen, dime que buscas forastero ― rompió el silencio con la frialdad adornando cada palabra al tiempo que fijaba sus gélidos orbes azules en los celeste del oyente.
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Mensaje por Invitado Lun Ago 22, 2016 7:12 pm

La muchacha probablemente penso que se había acercado a mi sin que yo me diera cuenta, pero lo permití. Una sonrisa en mi rostro mostraba lo confiado y satisfecho de que me encontrara. Procedí a dar un salto para ubicarme a unos 10 metros de la mujer, aun cargando mi caja. Dentro se hallaba mi vestiudra, como guerrero sagrado de Atena. La armadura de mi posible oponente no me era fácil de reconocer, pero esperaba que se tratase de un oponente importante. Su presencia, aunque calmada, era intimidante. Siendo que por ahora me recordaba mucho a la de Alexey, solo que el segundo tenía una caracteristica sonrisa. Por otro lado, esta chica no tenía nada de amigable, pero eso supuse era lo correcto, dado mi inesperada invasión. - ¿Que otra cosa podría estar buscando? - Moví mi mano para desatar la cuerda de cuero de mi caja, la que cayó con pesadez en el suelo, elevando un poco de arena. Mi cosmos empezó a encenderse, mientras que lo concentraba. Era algo hecho a partir de la práctica, pero que disfrutaba bastante en cada oportunidad que lo realizaba. Escuchando mi llamado, aquel contenedor comenzo a brillar, para finalmente abrirse, mostrando la Armadura Dorada de Capricornio.

Un pequeño salto más, me apartó a unos 15 metros de mi oponente, mientras hacía esto, cada pequeño pedazo de la armadura se separaba para así colocarse sobre mi cuerpo ocupando cada parte su lugar pertinente. Al final, el casco quedo girando sobre el aire, siendo que al tocar el piso mi mano derecha lo atrapo para colocarmelo. Me paré de brazos cruzados, mostrando por completo mi indumentaria. Una sencilla de reconocer. Por ahora, no podía distinguir de quien se trataba, más allá de su genero. A pesar de que la capucha ocultaba parte de su cuerpo, podía distinguir la figura fémenina. Mi pulgar comenzó a hacer que cada uno de mis dedos produjera un crujido, mientras que relajaba mi mano.

¿Que opinará el Patriarca de mi pequeña expedición? No importaba demasiado, ya podría disculparme una vez volviera al santuario. Clasificaría esto como una pequeña "exploración" para intentar reconocer las fuerzas enemigas, después de todo, siempre convenía mantener vigilado a mis enemigos. Mi respiración se mantenía con calma, mientras esperaba algún tipo de reacción. Ahora no me molestaba en ocultar mi poder, siendo que mi Cosmos comenzaba a arder con fiereza, demostrando mi ansia de batalla.

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Mensaje por Invitado Lun Ago 22, 2016 7:47 pm

Los orbes azules de María trasmitían la frialdad que cualquier intruso se ganaría al penetrar en el Reino de Poseidón. Nadie que osara invadir las tierras sagradas del Dios al que juro lealtad obtendría menos ni más. El hombre reacciono preventivamente a la presencia de la joven, apartándose con indudable habilidad unos metros. La seguridad y confianza que emanaban la preocupaba internamente ¿Qué estaría planeando? ¿Por qué estaba ahí? Los cuestionamientos iniciales continuaban girando en la cabeza de la fémina.

“¿Que otra cosa podría estar buscando?”

La voz varonil la puso en alerta máxima, las intenciones se revelaron con tales palabras pero fueron confirmadas cuando hizo las maniobras vertiginosas de colocarse las piezas de una armadura de oro. Por un segundo imperceptible los ojos de Kraken se abrieron ante la sorpresa de lo que veía, pero tan rápido como sucedió volvió a la máscara indiferente de su rostro ― Un Caballero de Atenea ― pensó desconcertada, no era habitual que los autoproclamados “Buenos” en el tablero de la Guerra Santa dieran el primer paso para el enfrentamiento. Hasta ese momento el Reino Submarino no había hecho movimientos de ninguna índole entonces… ¿Por qué esa intromisión? O quizás solo se trataba de la osadía de un explorador, de un hombre sediento de beligerancia.

La mujer oriunda de Noruega nunca se había topado con un Santo de la Diosa de la Sabiduría, pero el cosmos y la armadura eran reconocibles hasta por los de más bajo nivel. Un Caballero de Oro, una de las armaduras más poderosas entre las 88 constelaciones que regían a Atenea ― Capricornio… ― pensó al verlo completamente revestido por el manto sagrado de la décima casa zodiacal.

La seriedad de la joven era palpable. No entendía que pretendía el Santo, pero el cosmos hablaba por él, la sed por luchar era más que evidente. María se quedó quieta, sin despejar los orbes del masculino evaluandolo mientras la brisa hacia volar la capucha y parte de la capa, por suerte su cabello estaba sujetado en un rígido moño. El “crac” de cada dedo de Capricornio se superpuso a cualquier otro sonido, una invitación abierta a un enfrentamiento no podía ser negada, no cuando seguro buscaba algún tipo de información sobre el Reino.

No podía dar media vuelta e irse, no podía huir de ese extraño encuentro… solo quedaba un camino, el de la batalla… o por lo menos, el de intentar sonsacar información del aparentemente enemigo. Cuando el último “crac” sonó el cosmos de la dama empezó a elevarse. Una ventisca a su alrededor de color azulada empezó a rodearla, ella no usaría su armadura… debía tener la certeza primero de que aquel iba muy enserio… y no solo asustarla con el acto de colocarse el manto dorado.

No hay nada que buscar en estos acantilados, vuelve a casa, Caballero ― la frialdad de las palabras emitidas se igualo con la que emanaba de su energía cósmica.

Sin moverse, dejando una película de hielo en un pequeño radio bajo sus pies, levanto la diestra con parsimonia enviando una ráfaga de viento congelado hacia el de morena cabellera, en la trayectoria de la brisa congelo el suelo dando origen a una especie de camino nevado desde ella hasta el Santo. La brisa, si daba en el blanco lo haría volar varios metros hacia atrás, además de enfriarle el cuerpo…

.....................

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Mensaje por Invitado Lun Ago 22, 2016 8:19 pm

Una sonrisa se dibujo en mi rostro ante su sorpresa, seguro que había pensado que era una persona común y cualquiera. Por ahora no me preocuparía más allá que reaccionar ante cualquier posible movimiento. Tome una postura de combate, colocando mi diestra delante, mientras que mi torso y el resto del cuerpo se posicionaban de manera horizontal. Observe como su cosmos se elevaba, enviando nuevamente una sensación que me recordaba mucho al Caballero de Acuario, con quien había combatido con anterioridad. "¿Cosmos helado?" Pense mientras trataba de discernir la naturaleza de su ofensiva. El sonido del suelo comenzando a reaccionar ante el cambio de temperatura y el obvio cambio en el aire, mientras que mi respiración provocaba pequeños destellos de vapor me indicaban que no estaba muy apartado de la realidad. Efectivamente parecía manipular el hielo. Esto solo lo convertía en una mejor oportunidad de entrenamiento. ¿Quien poseía una mayor capacidad para congelar? ¿Acuario o esta nueva desafiante? Sería un experimento interesante descubrirlo.

Mientras que aquella corriente helada comenzaba a formarse, me di cuenta de que ni si quiera se molesto en llamar su vestimenta. No podía evitar sentirme un poco ofendido por ello, siendo que no podía creer que pensara en vencerme sin él. Al final, observe el movimiento de su muñeca, siendo que el siguiente ataque intento impactar contra mi cuerpo. Vi como el suelo se arremolinaba, además de como la recientemente creada neblina se abría para dar paso a un poderoso ventarrón. Sin dudarlo, di un fuerte salto en diagonal hacia mi izquierda. Normalmente me hubiese preocupado en defenderme, pero no me tomaría enserio esta pelea dada las condiciones.

Al moverme hacia el frente además de un lado, no solo me permitía evadir con mayor facilidad, dado que al avanzar, el area de expansión del golpe estaría reducida sin contar que al moverme a la izquierda facilitaría mi ofensiva. Avance 7 metros, quedando a solo 9 de ella. Mi cuerpo había sido entrenado al máximo de lo que un mortal sería capaz de hacer, más aún, mis habilidades potenciadas por el Cosmos de un guerrero me ayudaban a realizar proezas más dignas de alabanza. Apenas mis piernas tocaron el suelo, mis pies hicieron un pequeño juego. Usando mi pie izquierdo concentre mi peso en el rotando mi cadera, haciendo que ahora mi torso se encontrará frente a ella.

Incline mi cabeza, permitiendome reducir la inercia producto de aquel veloz cambio de dirección. Al hacer esto, coloque mi pierna derecha en tierra para impulsarme contra mi oponente, cerrando la distancia en 5 metros, quedando a solo 4 metros de ella. Mis ojos mostraban la calma que en mi cuerpo escaseaba. Adelante mi mano derecha, siendo que retrase mi mano izquierda como si preparase un puñetazo para intentar impactar contra su rostro. Mantenía mi actitud desafiante, a medida que planeaba el siguiente paso a seguir...

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Mensaje por Invitado Vie Ago 26, 2016 2:45 pm

El cosmos congelado dejo la diestra de la joven marina, el poder que surgía desde el centro de su alma le permitía manejar el elemento agua, siendo su mayor habilidad el estado sólido de la misma. La energía vital se manifestó en ella desde muy temprana edad, lamentablemente la inestabilidad emocional por herir a otros la hacía tambalear en un estrecho puente de control y descontrol, un camino que amenazaba con ceder en cualquier momento si no estaba atenta, serena y enfocada en cada movimiento.

El paisaje costero, con el sol tintando de naranja el horizonte, se vistió con blanca nieve desde la Marina hasta la posición del Santo de Atenea, un sujeto que con habilidad física esquivo la ventisca gélida que segundos atrás le propino para alejarlo de la entrada al Reino de Poseidón ― Es rápido… ― pensó Marìa al verlo alejarse de la brisa congelada sin un rasguño, sin una pizca de sudor o preocupación ― Debo tener cuidado… ― se aconsejó sin despejar los ojos azules del masculino, sin embargo no movió su cuerpo para seguirlo.

Las olas rompían cada vez con más fuerza contra las rocas, la película de hielo bajo los pies de la dama se mantenía a pesar del calor griego mientras que el sonido de las gaviotas se escuchaba a lo lejos. Las intenciones del hombre de dorada armadura seguían siendo confusas, un ataque frontal de tal índole solo podría acarrear a su reino el desagrado del Rey del Mar, solo podría canjearle un enemigo más de la larga lista de opositores de la Diosa de la Sabiduría. ¿Por qué mostraba hostilidad abierta a un reino neutral? ¿Qué clase de administración se gestaba en El Santuario para tales acciones? Con miles de ideas confusas a Kraken solo le quedaba mostrarle que La Atlántida no sería un territorio fácil de vencer.

La agilidad del sujeto pudo haberla sorprendido si ella misma no fuese un miembro de la elite Marina. En un instante estuvo a escasos metros mientras lanzaba un puño desafiante, un modo de probarla a su entender. La mirada fría de Marìa no se apartó de él, elevando su cosmos y con un suave gesto de la zurda dio origen a una pared de hielo frente a ella… entre ambos para que su ataque no pasara, el espesor de más de cuatros centímetros; no era hielo común y corriente, era su habilidad única, la mezcla de su espíritu y su energía helada ―  No te detendrás… ― cuestiono con la suavidad resaltando la dulce pero indiferente voz mientras negó con la cabeza relejando una fugaz tristeza en el caparazón de seriedad, luchar no le gustaba, herir a otros la herida de igual o peor forma.

Haciendo explotar su cosmos en un rápido movimiento estiro la diestra hacia el mar, justo cuando una gran ola rompió, enseguida las gotas del agua se congelaron formándose pequeñas agujas de hielo que sin miramientos envió desde todas las direcciones hasta Capricornio al tiempo que con la zurda tocaba el muro de hielo en una acción involuntaria de afligimiento por aquel encuentro, por lo que se desataría ― Lo lamento… ― musito dándole un toque a la pared, fracturándola en miles de pedazos que se unieron al ataque de agujas de hielo. Con el control sobre su habilidad, las conducirían hasta que dieran en el blanco… en el intruso.

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Mensaje por Invitado Dom Ago 28, 2016 2:54 pm

Mientras mi puño se acercaba al muro me detuve. Una sonrisa desafiante apareció en mi rostro. Parece que efectivamente controlaba el hielo. Una pena que yo no fuera quien manejara el fuego, dado que eran enemigos opuestos. Pero solo un tonto confiaría en las debilidades elementales para obtener su victoria. Concentrando mi cosmo en mi mano derecha comenzaba a prepararme para mi verdadera ofensiva. Me permitió acercarme lo suficiente, así que nada más importaba. Miré a un lado para darme cuenta que algo andaba mal con las olas del mar cuando las mismas se congelaron para moverse como agujas en mi contra. Interesante movimiento usar el entorno para defenderse a la vez que buscaba tenderme una trampa. El muro frente a mi se convirtió en un montón de esquirlas que se dirigían hacía a mi. "Proyectiles..." Un pensamiento veloz. No importaba... Para cuando una espada no era suficiente, siempre podías recurrir a otra.

Mi otro brazo se iluminaba con mi cosmos mientras reaccionaba. - ¡No es suficiente! ¡Prueba mi Excalibur! - Con el primer giro, desencadene una pared de viento que detuvo por completo aquellos cristales de hielo. Eran poderosos, pero mi técnica estaba diseñada para detener proyectiles de ese tipo. Un ataque mucho más pesado obviamente habría sido franqueado con facilidad, pero por otro lado, este presentaba poco a ningún tipo de problema. Luego de que mi diestra trazará ese arco abierto deshaciendo por completo la ofensiva enemiga. Revele mi segunda arma, mi mano izquierda cercana a mi pecho. Con un pequeño salto reduje la distancia a menos de 2 metros, siendo que ahora me sentía mucho más a gusto. - ¡Danza Macabra! - Moví mi mano en tres veloces sucesiones.

La corta distancia no favorecía la evasión, así que decidí usar mi técnica ofensiva más compleja. Eran tres cortes provenientes de una de mis manos, dada la cercanía, era obvio que tendría problemas para moverse, peor aún, cada corte abarcaba una buena distancia. Mi rostro parecía petrificado en la misma expresión desafiante con la que me acerque a este lugar. Después de todo, nunca habría pisado esta tierra, sintiéndome inseguro de ganar. Tras aquella acometida, solo me quedaba esperar ver los frutos de mi ataque...

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Mensaje por Invitado Sáb Sep 03, 2016 4:42 pm

“¡No es suficiente! ¡Prueba mi Excalibur!”

La potente voz masculina resonó en los segundos posteriores al ataque de Kraken. El Santo Dorado de Capricornio demostró una vez más la agilidad de la cual era propietario. Las maniobras para esquivar las filosas agujas de hielo dieron un resultado pasmoso, aunque de cierta forma aquello debía ser un análisis concluyente de que la Elite no podía ser tratada con precaución.

El giro disipo las esquirlas con una onda de luz mientras el sujeto se alejaba unos dos metros para emprender un nuevo ataque, por su parte Marìa no quedo del todo estática viendo pasar los eventos como una espectadora… la joven elevo su cosmos, un poco más, preparándose para la inevitable arremetida; sabía bien que el ataque que había llevado a cabo no quedaría en el olvido del moreno, que este buscaría mermarla lo más rápido posible, eso haría ella.

“¡Danza Macabra!”

Tres movimientos, tres agites de la mano que se hallaba cerca del pecho. Había escuchado tantas leyendas sobre la famosa espada de Athena, aquel ataque debía ser un modo menor de la inalterable Excalibur. De entre todos los reinos que se alzaban para combatir en la Guerra Santa, Marìa jamás imagino que su primer oponente sería uno de los llamados sombrero blanco… uno de los buenos, etiquetados así por la historia… por ser los que vencían y escribían sus hazañas.

Las ondas se dirigían a la Marina quien sin perder tiempo, y con el cosmos ya elevado desde hacía instantes, procedió a resguardarse haciendo uso de unas de sus defensas “Lagrimas Congeladas”; rayos azules se manifestaron alrededor de la joven, muy cerca de su cuerpo para poder detener la ofensiva del protector de la décima casa. La aparición de los mismos fue tan vertiginosa que era difícil discernir si venían del cielo o la tierra. En tal resguardo no habían puntos ciegos, no podía ser dañada…

Mientras la defensa absorbía y evitaba los daños, Marìa alzo los brazos formando una especie de triángulos con ambos. El cosmos de la descendiente defensa empezó a ser drenaba por la gestación del ataque de la fémina; por supuesto se aprovechaba de las barreras de los rayos para invocar su ofensiva, así anulada ser atacada en plena creación. En un rápido movimiento bajo los brazos, formando frente a su pecho una esfera del tamaño de un balón de futbol. El resplandor del cosmos hacia revolotear algunos mechones caídos del apretado moño de la dama, al igual que la capa que la cubría…

Al desaparecer la defensa, la muchacha envió el potente ataque hacia su curioso enemigo… en la trayectoria hizo gala oculta de su habilidad gelida enfocando las manos al desgarbado terreno… congelando un gran radio del mismo, la película de hielo se expandía tan rápido como la esfera iba a Capricornio… si el hielo del suelo lo alcanba lo aprisionaría al mismo, justo lo que buscaba la muchacha, sin escapatoria habria terminado aquella lucha sin sentido… de igual modo evitarlo solo lo llevaría a un piso resbaladizo, una desventaja.

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Mensaje por Invitado Miér Sep 14, 2016 9:26 am

Una sonrisa se dibujaba en mi rostro, al ver como ese cristal se destrozaba por completo. Luego de eso, observe como iniciaba una contra medida para mi ataque. Una enorme lluvia de pequeños cristales de hielo comenzaba a caer, mientras que yo observaba un poco asombrado de tal demostración de habilidad. "Parece que los Generales Marinos son dignos de respeto..." Mi actitud desafiante no hacía nada más que aumentar, al ver como la muchacha se sorprendía por mi ofensiva. Parece que esperaba algo más simplón tras mi avance, pero el arte de la guerra se basaba en el engaño, hacerle creer que era incapaz o débil no podía significar otra cosa más allá de una estratagema para que su guardia bajara. Necesitaba conservar mi energía, aprendí de mala manera que luchar contra un oponente que usa ataques helados merma tu aguante conforme la pelea avanza. El frío es uno de los oponentes más duros de vencer. Tus músculos se entumecen, tus reacciones merman y el dolor es cada vez menos soportable.

Mi vista me permitió observar como el gran y helado aire se concentraba en la palma de sus manos. Exhale con fuerza, concentrándome, dado que el movimiento sería arriesgado. La muchacha extendió sus manos, siendo que el ataque iba dirigido al suelo. Abrí mis ojos sorprendido, pero emocionado porque comenzará a emplear una estrategia diferente. El hielo avanzo de manera veloz, pero di un fuerte salto aprovechando los remanentes de su defensa para poder rebotar además de subir más alto. Planeaba ir por su espalda, dado que tendría un mayor problema defendiéndose si no podía seguirme.

Hice un giro para rotar sobre su cabeza, manteniéndome a unos 2 metros sobre ella. El suelo se congelo casi por completo, siendo que moví mi mano para concentrar mi Excalibur en mi diestra. Caí en el suelo, para después enfocar mi cosmos con fuerza para dar un veloz doble paso buscando lanzar una estocada contra mi oponente, apuntando a su hombro derecho, intentando inmovilizar su cuerpo. Eso le traería un montón de dificultades mientras la pelea progresará.

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