Reflexiones entre las aguas, recuerdospasajeros (Yumoto Hakome)

Alexey observó como una sencilla hoja de roble se alejaba en la corriente de aguas heladas del rio Styx. La soledad, el silencio era profundamente relajante. A veces bajaba de las doce casas para disfrutar de sus aguas heladas, de los extraños sortilegios que protegían sus márgenes de miradas ajenas. Un bastión de soledad, de sinceridad que le recordaba a su tierra en Siberia.

Con delicadeza posó sus dedos de piel pálida sobre la superficie del agua, creando delicados cristales de hielo y viéndolos flotar rio abajo, manteniendo su forma hasta fundirse de nuevo entre las frías corrientes.
La belleza de este mundo, que Atena protegía, era tan enorme que a veces lo sobrepasaba. De la misma forma que el sacrificio que requería defenderla de frente a sus incontables enemigos. Ambas tareas titánicas solo alcanzables por los cosmos, poderosos y despiertos, de sus caballeros.

- Esto es por lo que luchamos ¿Verdad Atena? Por el mundo, por la sencillez de sus gentes, por un instante de Paz.

Otro cristal de hielo delicadamente elaborado flotó rio abajo. Todos debemos ser conscientes de lo que significa nuestro servicio a Atena. Todos deberíamos comprender lo que significa estar dispuestos a morir por el mundo, por nuestra Diosa, que protege a la humanidad de los airados deseos egoístas de fuerzas más allá de nuestra comprensión.

Por un momento los recuerdos de sus compañeros cruzaron su mente, la furia apenas contenida de Geminis, quien más conocía la pérdida y el dolor que es capaz de infligir este mundo y sin embargo había decidido defender y proteger a Atena con todas sus fuerzas. O el joven Drystan de Sagitario, mirar en su interior era como observar las mismas aguas, tranquilas y heladas que discurrían a sus pies. Todos ellos unidos por su sagrado deber. Todos ellos templados en fuego y hielo.

Alexey observó cómo sus pensamientos se iban con las aguas.

Unidos por la fuerza de la Diosa. Una mujer fuerte pero cálida, dulce y amable. Que hacía alguien como ella entre un montón de hombres recios duros y sacudidos por la perdida. Que hacía una flor tan pura entre tantas espinas... Era posible que hubiera algún caballero que no se hubiera descarnado, despojado de todas las emociones para dejar solo el acero y el deber en sus corazones. Alexey sonrió ante su propio cinismo,

- Solo el acero sobrevive en la batalla.

Alexey percibió el cosmos del caballero de bronce. Nunca lo había visto antes, un cosmos suave, sencillo, apenas entrenado. Sin embargo podía percibir la profundidad de su cosmos, fuerte y brillante que solo un verdadero caballero de Atena podía tener.

Observó al vacio y sonrió. Con un rápido movimiento se situó a su espalda. Estaba completamente distraído observando las tranquilas aguas del río. Con su aliento helado soplando en su oído y disponiendo la mano en su cuello lo sorprendió.

- Un caballero de Atena debería estar siempre alerta. Dispuesto a la batalla y atento a su entorno.

Desconocía todo sobre el recién llegado, por sus rasgos parecía japonés, por un momento le recordó a su padre. Aunque no conseguía recordar un momento en que este estuviera sonriendo.

- Tendría que convertir vuestras mejillas sonrosadas en dos sorbetes de fresa como lección. ¿Quién sois caballero?

Iba a probar a ese caballero, tenía curiosidad por saber de que estaba hecha su alma y su voluntad. Cuan tenaz y orgulloso podía ser, como iba a reaccionar a la provocación.

Alexey asistió perplejo al despliegue de su acompañante. Era educado, eso lo honraba, pero su dulzura le resultaba empalagosa y su ingenuidad demasiado peligrosa para tratarse de un caballero. ¿Cómo alguien como él había pasado las pruebas para convertirse en caballero? ¿A caso la fuerza de su cosmos compensaba su aparente ineptitud para el combate?

Observó escéptico al joven y respondió con acidez.

- Si convirtiera cada centímetro de vuestro rostro en hielo, quebrando vuestra piel y abriendo vuestra carne, tiñéndolo con el rojo de vuestra sangre creedme, no os iba a resultar gracioso. Como he dicho un caballero debe estar alerta y preparado para la batalla.

Lo observó con el rostro taciturno y los ojos entornados.

- ¿A que habéis venido a esta ciudad? ¿Qué os ha movido a prestar juramento a Atena y estar dispuesto a morir a su servicio? ¿Con que fin portáis esa armadura caballero de bronce?

Una brisa gélida azotó el vado del rio, cubriendo su superficie con un cristal de hielo pulido. Una delicada aguanieve empezó a cubrir las copas de los árboles y la voz de Alexey resonó más grave y dura que antes.

- No estáis aquí para hacer turismo Hakome-San, estáis aquí para luchar por Atenea. Yo soy Alexey de Acuario, caballero de oro y protector del Santuario. Y ahora decidme, ¿Estáis dispuesto a dar la vida por la Diosa? Ah y no os molestéis en tratar de mentirme, no os pongáis en ridículo insultándome de ese modo.

Alexey cerró los ojos ante las palabras de su acompañante. Sus sentimientos eran nobles, sus intenciones eran sorprendentes si realmente había conseguido ese grado de afecto e intimidad por la que era la reencarnación de la Diosa. Pero el Santuario no era una zona de juegos, ni un campamento de verano. Los caballeros venían al santuario a luchar y a morir, no a pasarlo bien con sus amigos.

- No es una cuestión de derecho, es una cuestión de deber.

Un papel escrito en las estrellas. Muchos eran los que seguían los dictados del destino, con sus almas atadas a cadenas tejidas por sus vidas pasadas. Por los éxitos y fracasos grabados en sus cosmos a fuego y sangre durante las batallas vividas. Pero una cadena era tan fuerte como el eslabón más débil, y los caballeros de Atena no podían permitirse el lujo de serlo.

- Y ese deber implica dolor, lucha y sacrificio. Nuestras armaduras no son un premio que se gane, es una herramienta para luchar que se otorga al guerrero más capaz en combate para que la use en defensa de los débiles y los inocentes. Tened por seguro que pronto tendremos que luchar a muerte contra los enemigos de la verdad y la justicia. Y deberéis estar preparado para cuando ese día llegue, o solo seréis un soplo de aire, una flor que muere aplastada por terribles oponentes.

El santuario era un lugar de lucha, de tenacidad y fuerza. No un resort de vacaciones. Y cuanto antes lo comprendiera ese caballero más posibilidades tendría de sobrevivir a la próxima batalla.

- De todas formas si queréis podemos explorar juntos los lindes del bosque hasta las laderas que conforman el valle del río Stix, la escalada es un buen entrenamiento para el cuerpo, permite descansar el alma y reflexionar en silencio, entre las nubes, los pájaros y la pared de roca como única compañera y salvaguarda ante la muerte.