Lunacy in Osaka (Second)

-Así es--- Corroboró Mugen cuando paró su golpe. Ya había logrado que encendiera su cosmos y ahora debía enseñarle a mantenerlo y a amplificarlo, subirlo y quemarlo hasta el límite. Que fuera mas allá incluso. ---pero no es suficiente.- Concluyó para así dar una patada en círculo que el chico vio venir, parándola con el antebrazo izquierdo sin demasiado éxito, viéndose arrastrado mas allá antes de dejar un rastro en la tierra y rebotar, golpeando el piso con la cara, la nuca y luego las piernas. Un segundo después el chico se había levantado de vuelta. -Oh. Saliste terco. Eso es bueno, vas a tener que levantarte muchas más veces.- Comentó el anciano con un tono de sedada comicidad. Desapareciendo en un borrón se disparó al frente, cerrando el puño para lanzar un nuevo embate contra el chico quien de nuevo, bloqueaba con los antebrazos en X. -¿De nue--- Antes de poder completar sus palabras sin embargo el muchacho lanzó su seguimiento: una patada en círculo - reflejo de lo que hiciera el mayor hacia un minuto atrás. ---uh.- Defendiendo con una sola mano le tomó el pie, halando antes de atraparlo por el cuello y ahorcarlo un instante, finalmente lanzándolo lejos.

De nuevo rebotó cara, nuca y piernas antes de levantarse, con mayor dificultad. Su rostro estaba sucio, sus brazos raspados y las rodillas enrojecidas, las piernas comenzando a temblar. Sin embargo su aura seguía quemando, cada segundo mas veloz.

-Si, así es como tienes que hacerlo.- Espetó Mugen. Desapareciendo en un parpadeo se materializó por detrás de Rintaro, dando un manotón que lo envió de arco contra uno de los postes de luz. Su oído comenzaba a pitar, su ceja empezando a inflamarse. Sin embargo volvió a levantarse. -...- Afilando la mirada el anciano cerró el puño para correr en un destello blanco, lanzando un jab contra la boca de Rintaro quien instintivamente abrió la mandíbula y mordió, deteniendo el embate del viejo - sus dientes quedando a micrómetros de su piel. -Déjalo o te explotará la boca.- Le dijo el anciano. Pero Rintaro no cedió, mas bien, aumentó la presión. Frunciendo el entrecejo Mugen dio un paso al frente y Rintaro, incapaz de sostener la presión, fue arrastrado. Su mandíbula siguió presionando y parte de sus dientes se cuartearon, creando microgrietas expandidas desde las coronas de los frontales, laterales y caninos; un segundo después una gota de sangre flotó de su boca, la cuchillada de dolor empeorando. Pero Rintaro no cedió y más bien, afianzó su posición enterrando los dedos en la tierra. A su espalda el cosmos empezaba a quemar con mayor intensidad.