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Mensaje por Invitado Vie Oct 28, 2016 1:07 pm

12 años antes

Los entrenamientos eran siempre en la noche. Cada vez que llegaba el crepúsculo le tocaba esperar a Mugen en una encrucijada del campo fuera de la ciudad, cualquier encrucijada - según Mugen (y hasta entonces jamás había faltado) siempre lo encontraría allí. Cuando el naranja se dispersaba y se podían ver los primeros tonos platinados de la luna, aparecía aquel sujeto de porte inusual e indiscutiblemente extranjero. Rintaro lo podía oler, vaya que sí; lo que le decía su sentido interno era que aquel tipo venia del occidente, de un sitio muchísimo más cálido que lo que conocía como hogar. E incluso así, probaba ser mucho mas letrado que cualquier tipo con dinero en Osaka, ni hablar de mejor hablado que los supuestos profesores. Eso, y su porte era lo que hacia que lo siguiera, más cuando prometía hacerlo fuerte.

Y hacerlo fuerte, aprendió los primeros días, dependía íntegramente de las fases de la luna. Cada etapa indicaba cierto tipo de entrenamiento, los mas peligrosos siendo las sesiones durante la luna llena y la luna nueva.

Aquella noche era de luna llena.

-Lo que usaste por instinto la noche que te conocí se llama cosmos.- Explicó Mugen erguido en el tope de un poste telefónico. Como era usual vestía una capa raída que ondeaba con el viento nocturno, de espalda a la luna y su cuerpo cernido en la oscuridad. -El cosmos es el universo que habita en tu interior, o eso dice la teoría. El cosmos no es algo que puedas aprender solo con saber que existe o bajo explicaciones--- Mucho menos cuando el recipiente del conocimiento era un idiota. ---sino practicado. Vuelve a sentirlo, como en esa noche.- Le dijo Mugen saltando del poste, cayendo con suavidad frente al chico quien en esos instantes, lo miraba con curiosidad y la cabeza algo ladeada. -Aquí voy.- Señaló antes de desaparecer en un instante, llegando donde el muchacho para así dar un golpe que no pudo evadir. El resultado: Rintaro salió volando al otro lado del camino, desde donde levantó la cabeza para reclamar - sin embargo el anciano se había movido de nuevo y ya se encontraba sobre él, repitiendo el gesto.

Una, dos y más de tres veces el chico salió volando antes de que notara el aura platina que emitía el hombre. Primero sutil y luego más fuerte, su cuerpo empezó a rememorar el momento en que conociera al mayor, para así quemar su propio interior. En la treceava ocasión en que Mugen levantó la mano, Rintaro detuvo el golpe al hacer una X con los antebrazos, protegiendo su frente de un asalto que ya lo había empezado a hacer sangrar. Alrededor de su cuerpo brillaba un aura tenue, pero en esencia, igual a la del viejo.
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