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Bull Dinner, the encore

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Mensaje por Invitado Dom Dic 10, 2017 8:37 pm

Recuerdo del primer mensaje :

A punto de colapsar por el agotamiento vio a Calliope marcharse, queriendo despedirse aunque solo logrando un vago movimiento de manos. Una vez estuvo solo se fue de rodillas al suelo, intentando recuperar parte de su energía.

El resto de la tarde fue mejor.

Como supervisor de los santos de plata, Mercym Belt no dejó pasar la ocurrencia de la batalla. Esperando a su término, lo que hizo fue ofrecerle una botella con agua que se le antojó cristalina y pura. Una vez se la tomó, todas las heridas fueron restauradas y el cansancio, antes dominante, remitió hasta ser un mal recuerdo.

La explicación de Mercym fue un simple "¡es un milagro de la santa armadura del Cáliz y su portadora!".

De esa forma la tarde dio paso a la noche, donde los soldados de Cetus trabajaron como burros y él...pues, los dirigió. El verdadero problema, curiosamente, fue lo morboso que los chicos encontraron de usar la probeta de pavo para hacer que su maestra bebiera el agua milagrosa. Lo que pensó Stan fue que se volverían locos si vieran lo que ocurría en una sala de emergencias a diario.

A las ocho de la noche se encontró en la cocina de aquel cuarto/departamento en las afueras de Rodorio, haciendo la cena. En la sala, separada de la cocina por una barra donde comer, estaba Cetus aún fuera de combate, acostada en su nuevo y flamante colchón recién comprado. Stan se encontraba concentrado cuando de pronto, oyó que se movía. Girándose a tres cuartos, la vio sentarse más allá.

—Buenas noches.— le dijo a modo de saludo, retornando la mirada hacia las descomunales tiras de aceitoso tocino. —Supongo que ya estás mejor. Así que, para aclarar antes de todo lo demás: ese colchón es tuyo. Ya que por mi culpa se quemó el que tenías, me encargué de buscar uno que se asemejara. Supongo que tus alumnos no se equivocarían en eso.— dijo. En un movimiento llevó varios platos a la barra, sirviendo la cena, que era pues proteína y carne, cero vegetales. —Si quieres comer, estás invitada.—
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Mensaje por Invitado Lun Dic 18, 2017 11:33 am

Se despertó como todos los días: abriendo los ojos e iniciando los procesos mentales para disponerse a comenzar el día. En aquel caso, su cerebro le dijo que debía empacar las cosas en su maleta para salir a Francia cuanto antes, por lo que cayó a un lado de la cama y se dispuso a ir al baño.

Cuando abrió la puerta por la mitad recordó que de hecho, no estaba solo, así que la cerró de golpe nuevamente. Buscando un pantalón de ejercicio y una camiseta común y corriente se vistió y salio, murmurando un buenos días muy distorsionado por el inglés mañanero y su acento biracial. Luego se metió en el baño.

Se lavó los dientes, se limpió el rostro y cuando salió de vuelta fue directo a su cuarto, recogiendo las cosas con premura. Desdobló y dobló, jugando tetris con el interior de su valija hasta que todo quedó en perfecto estado. Tras ello bostezo por lo bajo, finalmente despierto en su totalidad. Abriendo nuevamente la puerta salió ya vestido con su overol regular, sentándose en una de las sillas austeras de la barra que dividía la sala y la cocina.

—Gracias por la comida.— dijo cuando vio los platos puestos allí. Por lo menos tenía una preocupación menos. O eso pensó - pues tenia cierta sequedad y zonas quemadas en todo tocino, huevos y pan hechos. Hasta vio las sartenes con sendas películas negras en la superficie. No se inmutó, comiendo de todas formas. —¿Qué es lo primero que harás hoy? ¿Llevar el colchón?— preguntó, masticando una tostada casi quemada con un revoltillo de huevos secos encima.
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Bull Dinner, the encore  - Página 2 Empty Re: Bull Dinner, the encore

Mensaje por Invitado Lun Dic 18, 2017 5:26 pm

El sonido de la puerta abriéndose, llamo la atencion de Diana y le aviso que el moreno se había levantado por fin. El Sr. Toro de Oro no parecía del todo en su lugar, caminando de un lugar a otro de manera sistemática e ignorándola por completo. “ Aunque aquel gruñido pudo haber sido un buenos días.” La verdad viendo la forma en que luego se movia, Diana no podía evitar preguntarse si el Toro de Oro había crecido en un ambiente militar. “Eso explicaria porque de pronto es un maldito culo cerrado. Es parte de su programación. Yaaay que Divertido. ” Aquello llamaba a una chica vivaz, divertida y llena de energía que sacaría al Toro de Oro de su caparazón dorado. Diana lanzó una leve oración a un dios sordo de que tuviese misericordia en aquella pobre alma que tuviese esa tarea.

Viendo que estaba siendo en su mayor parte ignorada, Diana se mantuvo en la tarea que tenía frente a ella: el lograr despegar todo el huevo y tocino del sartén. La primera victoria que Diana obtenía tras haber recibido una paliza tremenda por parte de la Ex Amazona de Grulla: No había quemado la cocina. Fuera de eso, la comida que había cocinado estaba lo suficientemente comestible como para que no le causara a nadie una horrenda intoxicación alimenticia. Diana culpaba a su crianza del hecho que no supiese hacer comida alguna. Había crecido en un hogar donde su madre nunca entraba a la cocina, y una vez en el instituto todos los alimentos eran propiciados por el personal de la cafeteria. Pero había visto suficientes videos como para saber cómo no arruinar un huevo. El tocino era otra cosa.

Encogiendose de hombros y con una sonrisa en la boca, Diana puso los platos sobre la mesa, justo en el momento en que el Toro de Oro terminaba su rutina diaria y llegaba al punto de alimentarse. Sin un saludo, ni otro comentario que no fuese un agradecimiento por la comida, se había sentado y comenzado a devorar el plato. El hecho de que no se hubiese quejado de la comida era la segunda victoria de Diana. Claro, podía ser que el Toro de Oro era muy “cortés” como para quejarse, pero tomaría el win. Después de todo necesitaba victorias, por chicas que fueran.

Tanto el no haber quemado la casa, como la resolución que se había hecho la noche anterior de como proceder habían puesto a Diana de buen humor. Interesantemente, la mayoría de la furia que había sentido el dia anterior se había desaparecido. Diana sabia que podia ser una falsa alarma, y que podía regresar en cualquier momento. Tambien sabia que el encontrarse con la amazona de la triste figura, carente de tetas, culo, o curvas probablemente le harian actuar de una manera nada reaccional y querría arrancarle los ojos a arañazos. Pero por el momento, no sentía enojo. Ademas quien sabia, era el cuarto comienzo nuevo en la vida de Diana, capaz en este las cosas iban mejor.

Igual, se sentó a comer frente al Toro de Oro y descubrió que le faltaba sal a su comida, pero al menos carecía de aquel sabor a procesado al cual Diana tanto estaba acostumbrada así que no hizo nada para arreglarlo. - Nah, eso lo puedo hacer ahorita facilmente, mira - Dicho y hecho, Diana concentro su mirada en el colchón y momentos después este se hundía lentamente mas seguro en el suelo, hasta desaparecer por completo de la sala del apartamento. - Y tambien hago trucos de contorsionismo, pero dudo esos te interesen - Diana sonrió por un instante para terminar su comida, y dar un fuerte suspiro.

Su expresión cambio a una que raramente se mostraba en aquel rostro, seriedad determinada. - Ayer me metieron una putiza tremenda. Creo que ni Mercym me había destrozado tanto como lo hizo esa perra. No se si sea por ese nivel, o si por su maldita personalidad, o simplemente porque el universo disfruta destrozar mis espectativas que terminó recibiendo la armadura de Oro, y la verdad no me importa. Me queda claro que he sido demasiado holgazana con mi propio entrenamiento. Necesito volverme mas fuerte… - y aquí los ojos de Diana se clavaron fuertemente en los del moreno. - Y tu me vas a ayudar. -
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