Caballero de la noche blanca [Priv. Arya]

Se encontraba descansando en una taberna, bebiendo algo caliente para soportar la temperatura de Asgard. Aunque su cuerpo era mucho más fuerte que el de un humano normal y podía salir al exterior vistiendo sus ropas normales, la sensación de frío le resultaba molesta por la falta de costumbre. Asgard no era uno de sus lugares favoritos: solamente había estado ahí una vez cuando su maestro continuaba con vida y lo había llevado por la fuerza para conocer al representante de Odín en una visita amistosa. En aquel entonces el Patriarca estaba muy interesado en formar una alianza con los dioses guerreros en caso de una guerra, sin embargo los guerreros de Odín no confiaban en los Santos y los Santos se rehusaban a colaborar.

Lo que llevaba a Yusei a ese destino olvidado por Dios era encontrar a un misterioso guerrero que había robado un objeto de la bóveda del santuario. La vara de nieve, un artefacto que el ejercito de Athena custodiaba celosamente y que guardaba un cosmos congelante lo suficientemente poderoso como para hundir al planeta en una era glacial. Aunque no era importante recuperarla de inmediato el Patriarca lo había presionado para que encontrara a la persona que la hurtó y la recuperara.

-La vara de nieve tiene un poderoso sello que impide que sus poderes sean utilizados, pero me preocupa que alguien encuentre la forma de retirar la magia que la mantiene desactivada. Recupera la vara cuanto antes, Yusei de Piscis-

Las palabras del Patriarca resonaban en su cabeza a pesar de que ya había pasado una semana desde que fue asignado a esa misión. Aunque no conocía el rostro que se escondía bajo la máscara pudo percibir en su voz la angustia que lo acongojaba y por eso sus palabras se grabaron a fuego en su memoria. Le dio otro sorbo a su bebida, mirando la nieve caer a través de la ventana. Pronto amanecería y tendría que salir de ahí para continuar buscando la vara.

Aunque Yusei tenía una misión en proceso, no pudo decirle que no a esa chica debido a que aún no había dejado de sospechar de su persona. Tenía que mantenerla vigilada. No parecía ser el tipo de mujer que entraba en la bóveda del santuario para robar un objeto antiguo, sin embargo su maestro le había enseñado a no confiar en las apariencias, sin importar lo inofensivo que luciera el objetivo. –De acuerdo, puedo llevarte al castillo del representante. Aunque ese hombre no es de mi agrado él y mi jefe tienen una buena relación- El Patriarca y el representante de Asgard no tenían ninguna clase de enemistad, pero tampoco eran aliados. Los santos de Athena podían pisar las tierras de Odín siempre y cuando no cometieran acciones que pudieran poner en peligro el frágil acuerdo de paz que había entre ambos ejércitos. Si a un caballero de Athena o dios guerrero se le ocurría iniciar una batalla sin sentido el convenio quedaba anulado. Era como si el representante de Odín buscara un pretexto para declarar la guerra al darles esa condición.

-Podemos ir ahora mismo. Casualmente tengo una cita con uno de los guardias del sacerdote de Asgard- le indicó a la chica con una sonrisa, levantándose de su asiento y dirigiéndose a la puerta. Ya había comprobado que en esa taberna no había sospechosos, con excepción del extraño hombre que había desaparecido frente a sus narices y que conocía su identidad como Santo de Athena. Tenía que encontrarlo pronto para hacer las averiguaciones pertinentes.

Al salir de la taberna recordó que no se había presentado formalmente con esa chica.-Mi nombre es Yusei Fudo- lo dijo sin voltear a verla, prestando atención en el camino y analizando las caras de los hombres que lo veían como si fuera un criminal. El pueblo era un lugar pequeño, donde todos se conocían, y un extraño caminando por las calles no era una buena señal. -Tenemos que atravesar el bosque para llegar al castillo.  Te informo que te puedes impresionar con lo que verás: el bosque está lleno de cadáveres atrapados en crisálidas. Alguna vez hubo un dios guerrero que alimentaba su energía por medio de ataúdes de amatista, y muchas de sus víctimas siguen en ese lugar, es por eso que las personas no se acercan. A decir verdad las personas utilizan el camino largo para llegar al castillo, pero prefiero esta ruta- dijo Yusei, compartiendo la información que le dio Akos la primera vez que cruzaron ese camino. El bosque era oscuro y aterrador, como si intentara advertirles a todos que era mala idea meterse ahí.

Yusei esbozó una sonrisa cuando la chica no lo estaba mirando. En verdad le parecía agradable poder hablar sobre esos temas con alguien más. Estaba acostumbrado a trabajar solo, nunca en equipo, por lo que era muy extraño que estuviera acompañado durante las misiones. Era un cambio agradable que contrastaba con el clima inhóspito de ese bosque. Los cristales de amatista se hicieron presentes a los pocos minutos: eran enormes, lo suficientemente grandes como para albergar el cuerpo de un adulto, aunque no se podía ver si tenían personas en su interior debido a la fina capa de nieve que cubría la superficie amatista.

-En la biblioteca del castillo hay un libro diferente a todos los demás, uno en el que catalogan a los animales extraños y criaturas sobrenaturales que han vivido entre las sombras de Asgard. Una de esas criaturas vive aquí, o al menos eso he escuchado. Pero no te preocupes, solamente le gusta llevarse las almas de niños pequeños. Los padres mantienen a sus hijos alejados de este lugar por temor a esa leyenda- Se lo comentó solamente para tener un tema de conversación. Usualmente era capaz de guardar silencio durante largos periodos de tiempo, pero no le agradaba escuchar los sonidos de ese bosque desagradable. Cada vez que el viento soplaba y raspaba las hojas tiesas de las copas de los árboles podía escuchar risas y murmullos.

-Si escuchas con atención puedes oir una canción en el viento, como un lamento doloroso – quitó una rama alargada que estaba estorbando en el camino y la arrojó lejos, pasando junto a las crisálidas como si nada.

-Son datos interesantes, ambos- dijo sin dejar de mirar el camino, prestando atención para que ningún animal salvaje los tomara desprevenidos. Había escuchado lobos la primera vez que estuvo ahí, y aunque no representaban una amenaza para él era arriesgado que alguien viera a un hombre derrotar a una jauría de lobos con las manos; la chica podía llegar a pensar que le había mentido respecto a la persona que era y comenzaría a hacer preguntas, y no estaba de humor para perder el tiempo con un interrogatorio.


Al salir del bosque Yusei se topó con un letrero de madera que tenía el escudo del representante de Odín: dos cuervos y una lanza negra. –Ya llegamos, sólo tenemos que cruzar el camino empedrado y estaremos ahí en unos minutos. Por eso es mejor que el camino largo- puntualizó, dejando huellas profundas en la nieve que tapaba el camino de piedras al avanzar. Como nadie utilizaba ese sendero para llegar al castillo la nieve estaba muy elevada.  

Yusei llegó a la enorme puerta de madera, indicándole al guardia que tenían un encuentro con Rolf, el guerrero de mayor confianza para el actual sacerdote y el que mantenía una buena relación de amistad con su maestro. El chico recordó que tendría que decirle sobre su muerte y eso le revolvió el estomago. Las puertas del palacio se abrieron de par en par, dejando ver un corredor ataviado por una alfombra roja, armaduras antiguas y antorchas en las paredes. Yusei se cruzó de brazos y se pegó a uno de los muros, vigilando con discreción a los guardias y no le dirigió la palabra a la chica hasta que se marcharon–Adelante, puedes curiosear todo lo que quieras, ya se fueron-

Yusei no apartaba su ojo vigilante de la pequeña chica que vagaba por el corredor. Aunque no la consideraba amenazante continuaba creyendo que ella le estaba escondiendo algo. Nadie venía a las tierras de Asgard por un viaje de placer; siempre había un motivo especial para llegar al territorio de Odín.

-¿Yusei? ¡Qué sorpresa! Pensé que llegabas hasta mañana- dijo una voz que venía desde arriba. Podía ver a una sombra moverse sobre la cornisa unida a uno de los pilares que sostenían el techo. La figura encapuchada bajó de un salto, aterrizando frente al caballero de Piscis. Retiró la capucha que le tapaba el rostro para revelarse ante el Santo de Athena. Era un hombre joven, al cinco años mayor que Yusei. Sus brazos estaban descubiertos y vestía con un atuendo sencillo compuesto por botas y chaleco de cuero, pantalones negros y la capa que gris que portaba sobre los hombros. Su cabello era verde y con puntas que sobresalían, aunque no tan exageradas como las del peinado de Yusei.

-Todavía tienes esa costumbre de esconderte en lugar de saludar directamente- comentó el caballero de Piscis, abrazando al guerrero de Odín de forma amistosa. –Un asesino no puede perder los hábitos. ¿Quién es la chica? Parece muy pequeña para ser una- Yusei le cubrió la boca antes de que Rolf dijera la palabra “Santo”. El Dios Guerrero entendió al intercambiar una mirada discreta con Yusei.-Calma, sólo iba a decir que es muy pequeña para trabajar contigo. Lo siento, Yusei cree que ofendo a cada mujer que tengo frente a mí- dijo para que no pareciera extraño el modo en el que Piscis lo interrumpió.

-No, ni siquiera sé cómo se llama. La encontré en la taberna del cuervo y no me pareció correcto dejar a una turista sola en medio de este lugar. Quiere ver la vieja biblioteca del castillo- Yusei cruzó los brazos y observó atentamente a Rolf, intimidándolo con su mirada penetrante para que no se le ocurriera decir nada que lo pudiera delatar.

-Vaya, pues me sorprende que tengamos visitantes. Asgard no es el lugar más divertido del mundo; solamente las personas que nacieron aquí pueden amarlo porque no conocen otra cosa- comentó Rolf con una sonrisita. Yusei sabía que Rolf era oriundo de Islandia y que había llegado a Noruega porque realizó su entrenamiento junto a los dioses guerreros de Odín, pero eso era un secreto que solamente unos pocos conocían, entre ellos estaba él.