Halloween Party! - Torre de Avaricia

Los pies descalzos no detenían su entusiasmo, por suerte las medias negras ayudaban a contrarrestar la fricción… aunque no mucho, debido al diseño en forma de red. La falda, al igual que la caperuza, volaban con el viento; el cabello dorado los imitaba deshaciendo poco a poco los rizos, que a Inverna llevaron tanto tiempo elaborar, debido a la lacia cabellera de Kraken. La canasta iba en la diestra, hacía rato el peso de la misma se redujo por las muchas botellas bebidas. Las afueras del Castillo, el clima de la noche, refrescaron a la dama del ártico que se sintió templada y más revitalizada que nunca, claro, también estaba muy pasada de tragos.

La Torre de ensueños se veía tan cerca, los detalles de la construcción empezaban a aclararse ante los orbes azules de la marina. Una obra arquitectónica que ansiaba explorar e inexplicablemente poseer ― Si… no… tiene… dueño… ― iba pensando mientras una sonrisa avariciosa se apoderaba de sus labios ― la… reclamarè ― proclamo de forma mental, ideando mil y un maneras de expropiar aquella Torre, viviría ahí, traería sus cosas del Pilar Ártico y nadie ni nada la sacarìa de aquellas paredes. El deseo impropio la envolvía como un mágico encanto proporcional a cuanto màs se aproximaba al atalaya.

Por encima de la avaricia, se superpuso el sentido de supervivencia. Algo no estaba bien, algo acechaba en las sombras, no sabía como describirlo pero la hizo detenerse en seco a unos veinte metros de la majestuosa Torre. Su respiración estaba agitaba, sus mejillas coloradas por el esfuerzo físico ― ¿Què es? ― musito dejando caer la cesta a un lado y evaluando el paraíso de concreto frente a ella. Sin moverse un centímetro espero a su compañero de aventuras, quien la seguía muy de cerca y que la ventaja que obtuvo a comenzar de primera ya se había reducido.

― Es un lugar… espeluznante… pero lo quiero… ― comento volteando a verlo al tiempo que hacia un mohín, como una niña pequeña pidiéndole dulces a su padre ― … me recuerda a un cuento de hadas, una joven encerrada en una inaccesible torre, un príncipe que la visitaba cada noche… ― relato recordando el cuento de Rapunzel, mientras colocaba las manos en los hombros del masculino ― … expulsemos a Rapunzel, y hagámosla nuestra guarida de Halloween ― presiono con fuerza los hombros y lo agitado con rapidez ― ¡Nuestraaaaaaa! ― hizo énfasis para luego soltarlo, limpiar imaginariamente la suciedad del traje negro y retornar la mirada a la torre ― … ¿Còmo propone abordar el lugar, Señor Guardiàn? Arriba, abajo, por la derecha, por la izquierda… ― sugirió señalando los puntos que nombro esperando una señal, o màs bien tentando a la cosa que los acechaba a aparecer…

Si en su mente se había formado la idea de que aquella carrera sería cosas de niños se equivocaba. El espectro perseguidor no lograba darle alcance a la chica misteriosa. « Es bastante rápida, aún para ser mortal » La brecha que los distanciaba se acortó abruptamente cuando la rubia caperuza se detuvo en seco.

Roldan llegó y se situó a un flanco de ella escuchando sus palabras. Miró la canasta en el suelo y cuando estaba a punto de tomar una nueva botella, la mano de la fémina se asió a uno de sus hombros. En verdad era cierto, aquella construcción aumentaba un cierto sentimiento de aprensión pero no todo podía ser material. Roldan comenzaba a codiciar otro tipo de bien distinto a lo que su compañera sentía para esos momentos.

« Rapunzel... quizás deba secuestrarla en mis dominios y tener por siempre esa luz que tiene y me recuerda lo que es vivir de nuevo. »

Sólo asintió sin agregar nada. La sola idea de retener a la caperuza para si se hacia más fuerte. Pero no era una idea con tintes sexuales como la que experimentó en lujuria, era más bien la codicia de tener a la dama exclusivamente para el sin compartirla con nadie.

« Imbécil, has empeñado tu palabra y ahora actúas como un puberto enamorado. El peligro que según quieres evitarle lo estas provocando tu con tus ideas. »

Se recriminó apretando los puños fuertemente. Miró a su acompañante que esperaba le respondiera a su pregunta y con una ligera sonrisa colocó su palma a un costado encendiendo levemente su cosmo. Entre pequeñas descargas y un vórtice emergió su látigo justiciero y con dos pasos quedó muy próximo a la dama.

- ¿Que te parece mejor desde adentro? - Alzó su mano con el látigo sostenido y con un giro de muñeca comenzó a describir circunferencias hasta que aquella arma los rodeó por completo transportándolos al interior de la torre. - Deberás perdonar mi falta de tacto pero tardaríamos mucho entrar por los medios convencionales, y mi estimada caperuza, el tiempo corre en nuestra contra,  hay que aprovechar cada segundo.

Enrolló su arma y la colgó a su costado por si hacia falta más adelante. - Por cierto, esta torre no aguarda una princesa como Rappunzel más bien es como la princesa de Shrek, con dragón incluido si lo que se dice por ahí es cierto. Así que andemos con cuidado, no se si el lord dueño de este lugar le puso cadena a su mascota...

La mirada azulada de la marina seguía evaluando aquella torre que tanto codiciaba. Los engranajes en su cerebro trabajaban con rapidez para encontrar una solución al problema, para escabullirse sin esa sensación de acecho que sentía sobre su nuca; màs que una depredadora se concebía como una presa, y no lograba entender la razón, a simple vista no había nada que atentara contra su vida ¿se estaba volviendo loca? No, podría estar borracha, pero jamàs llegarìa al punto de perder la cordura, no luego de la vida que llevo en solitario aislamiento en el Pilar del Ártico.

“¿Qué te parece mejor desde adentro?”

Las palabras fueron acompañadas por acciones. Una mano en el costado de Marìa mientras chispas de cosmos resplandecían como luciérnagas a su alrededor. La fémina solo parpadeaba algo sorprendida por aquella puesta en escena, la calidez del cuerpo de Roldan le recordó el encuentro en la extraña habitación lujuriosa lo que encendió las mejillas pero se esfumaron rápidamente los pensamientos indecentes cuando vio aparecer un látigo ― ¡Eeeh! ― musito aun más sorprendida, formando una perfecta O con sus labios, no entendía lo que sucedía pero por alguna paradójica razón confiaba en el hombre de negro que prometido cuidarla y escoltar en la travesura de los pecados.

“Deberás perdonar mi falta de tacto pero tardaríamos mucho entrar por los medios convencionales, y mi estimada caperuza, el tiempo corre en nuestra contra,  hay que aprovechar cada segundo.”

El látigo los rodeo en una especie de psicodélica fuerza centrífuga. Sin pensárselo mucho se agarró a Roldan, no sabía que estaba haciendo, no sabía que pasaría a continuación. Por un segundo no vio nada más que oscuridad, estaba en el vacío y sin embargo aún podía apreciarse atajada vigorosamente al masculino cuyo disfraz era todo un enigma. Como un parpadeo, asì de fugaz, fue la penumbra porque volvía la luz a los ojos de Marìa ― ¡Wooooooow! ― musito admiradísima por lo que observaba, y no se refería a los dulces, sino al viaje instantáneo que realizaron ― Marty estaría envidioso de ti, Señor Guardián ― comento riéndose de su ocurrencia, el pelimarròn viajaba en el tiempo no de un lugar a otro, pero quien podría pedirle coherencia a alguien pasada de copas…

“Por cierto, esta torre no aguarda una princesa como Rapunzel más bien es como la princesa de Shrek, con dragón incluido si lo que se dice por ahí es cierto. Así que andemos con cuidado, no sé si el lord dueño de este lugar le puso cadena a su mascota...”

Caperucita roja escucho atentamente los vocablos del masculino; se soltó de  él mientras llevaba la mano al mentón pensativa. No había princesa rubia y de larga cabellera, pero según Roldan había un gran dragón que custodiaba aquella torre ― Còmo Shrek… ― repitió consumida por la idea que se gestaba en su loca y borracha cabecita ― ¿Señor Guardián…? ― lo llamo con tan dulce voz que parecía màs joven de lo que posiblemente era ― … el Lord de este lugar… es Burro? Porquè me gustarìa preguntarle como... se hacen bebes con un dragòn ― le pregunto con la travesura creciendo en sus orbes mientras la sonrisa iba ensanchándose, quizás solo ella entendiera su chiste, tal vez el nivel de alcohol en su cuerpo debería ser recortado…

Dejando a un lado las bromas, procedió a ver realmente el interior ― Deben ser nuestros… o de nadie más ― comento hechizada por la cantidad abismal de dulces que se esparcían por aquellas paredes. La sensación de quedarse con la Torre se fue por un tubo, ahora anhelada con locura llevarse todos esos caramelos, aunque ella prefiriera lo salado… ¿curioso, no? ― ¡Botín de Halloween! ― gimió de placer ante el tesoro que resguardaba el lugar. Se lanzó sobre la primera pila de caramelos, como si se tratara de una piscina y empezó a leer los envoltorios ― Malvaviscos, chocolate relleno, dulce limón, estela de frambuesa… ― y siguió recitando al tiempo que los guardaba en los bolsillos de su falda, los cuales no eran lo suficientemente profundos para llevárselos todos…

Mientras la joven estaba encantada con el tesoro por una de las ventanas una criatura los detallaba, la respiración iracunda invadió la habitación… sea lo que sea no estaba contento con los invitados presentes…

El espectro caminó por la habitación contemplando el extraño botín ahi dispersado por todo el suelo. Miró a su acompañante atascarse de todos los dulces posibles en sus bolsillo. Ni siquiera la bebida parecía llamar su atención. Roldan se agachó tomando una paleta misma que desenvolvió y llevó a sus labios. Él no era el tipo de hombre que le gustaban los dulces, pero por esa ocasión prefirió comer uno y dejar a su amiga que se hiciera de todos los que ella quisiera. - Es noche de brujas caperucita, seguro todos estos dulces son para cada asistente a la fiesta, ese lord muestra una faceta muy distinta a la que acostumbra pero al menos hubiera dejado un par de monedas, bueno que se yo...

La luz mortecina que se desparramaba por la ventana se vió obstruida por una sombra que oscureció tenuemente la estancia. Roldan se giró y en la ventana el ojo iracundo del dragón asomaba. Parecía molesto con la presencia de aquella pareja y esperar nada abrió sus fauces lanzando una gran llamarada que incrementó la temperatura de la habitación. - Por todos los diablos. - El guerrero inmortal giró su latigo haciendo espirales en torno a las llamas y estas desaparecieron pasando el peligro inminente de ser calcinados en el acto.

Encendió su cosmos provocando que su latigo se expandiera como una soga y con un rapido movimiento enlazó las fauces del dragón para que no pudiera escupir fuego. Con todas las fuerzas de que era posible el espectro forcejeaba con la bestia que quería liberarse. Miró de reojo a su compañera y sintió un alivio al no verla chamuscada. - Oye caperuza, si ya terminaste de hacer tu colecta eres bienvenida a echar una mano. Parece que a esta mascota no le agrada la idea del dulce o truco y seguro opta por ofrecernos sus trucos en lugar de los dulces que llevas en tus bolsillos

Volvió su atención a la bestia que ya retraia su cuello mientras Roldan se plantaba firme pero que poco a poco iba siendo halado hacia la ventana.

Los dulces de aquella torre desbordaban los pequeños bolsillos de la Caperucita Roja, quien no tenìa ojos para nada màs que el botín de Halloween que encontró dentro de las paredes circulares de la estructura. Tantos sabores, tantas tamaños y miles de colores ― Oh, Willy Wonka… asì debe ser tu fabrica, llena de maravillas deliciosas envueltas en llamativas decoraciones que gritan “Róbame, róbame, llévame contigo y cómeme”… los comeré todos mis dulzuras ― pensaba sin dejar de abrazar y escabullirse entre la mar de caramelos, como una niña en la piscina de pelotas de cualquier restaurante de comida rápida.

“Es noche de brujas caperucita, seguro todos estos dulces son para cada asistente a la fiesta, ese lord muestra una faceta muy distinta a la que acostumbra pero al menos hubiera dejado un par de monedas, bueno que se yo...”

Las palabras del Guardián parecían una lejana melodía que quedaba rezagada por la avaricia que surgía del corazón humano de Marìa. Necesitaba hacerse con todos esos manjares, no los quería compartir con nadie, si los demás invitados querían hacerse con su tesoro iban a tener que pasar sobre su rojo cadáver, ni el Lobo Feroz ni el mismísimo Poseidón le arrebatarían lo que era suyo por derecho de… de haberlo encontrado primero, de haberlo reclamado antes que nadie y porque no tenían nombres, no había propietario màs que ella y solamente ella. Por suerte, el acompañante, no mostro signos de codiciar la fortuna de azúcar, èl parecía querer monedas… ¿serìan monedas de chocolate? Por ser bueno podría darle una, o dos, mordidas por supuesto.

“Por todos los diablos…”

La exclamación del masculino paso desapercibida por la joven, que intentaba seguir guardando caramelos por todo su traje… aunque ya no cabían màs. El calor se percibió, un par de chocolates se aguaron dentro de sus envoltorios pero con un poco de cosmos helado Kraken les regreso la consistencia adecuada ― No se preocupen, Mami los cuidara, protegerá y de su boca no los alejara…― les musito acariciándolos contra su mejilla izquierda, la codicia la había invadido por completo; a tal medida que los sonidos a su alrededor, la contiendan a su espalda le era indiferente, como si ella estuviera en un plano totalmente distinto.

“Oye caperuza, si ya terminaste de hacer tu colecta eres bienvenida a echar una mano. Parece que a esta mascota no le agrada la idea del dulce o truco y seguro opta por ofrecernos sus trucos en lugar de los dulces que llevas en tus bolsillos”

― … mis dulces, míos y solos míos… debo pulirlos, organizarlos… y comerlos ― meditaba en su interior con la voz como el peculiar personaje del Señor de los Anillos, Gollum. Los vocablos de Roldan se dejaron escuchar… los ignoro inconscientemente hasta que pronuncio la posibilidad de que algo o alguien se llevara su botín de noche de brujas. Automáticamente volteo consiguiéndose con la escena de un masculino, con látigo en mano, siendo arrastrado hacia la ventana por lo que parecía un fiero Dragón ― Nadie… se… mete… con… mis… dulces… ― musito lentamente con la convicción de una asesina mientras sus orbes se tornaban iracundos y el cosmos azulado la rodeaba creando una ventisca centrifuga a su alrededor que iba aumentado de velocidad y rango de acción, haciendo volar los caramelos y todo a su paso además de dar origen a una capa de hielo.

La caperucita roja enfriadora se acercó en un abrir y cerrar de ojos al Dragón cuyas fauces estaban prisioneras del látigo de Roldan ― ¡MIS DULCES! ― le grito colocando ambas manos sobre el mismo y congelándolo en el acto, una estatua de hielo que adornaría la torre por largo tiempo, aún así el descontrol de la habilidad no dejaba de congelar todo… ― Mis dulces… ― murmuro viéndolos bajo la película de hielo, la ventisca no se detendría… no estaba tan sobria como para hacerlo ― … es hora de huir, si tenemos suerte la ley nunca nos atrapara con vida ― dijo esbozando una traviesa sonrisa mientras se borraban los rastros de la codicia.

Pasando a un lado del Dragón congelado, salto por la ventana de la torre, usando la energía para caer con gracia y elegancia. Una vez en el suelo comenzó su maratón, dejando atrás una torre envuelta en una tormenta de nieve…

Habla / Piensa / Narraciòn

La música invadía cada pasillo del enorme Castillo. La fiesta estaba en su apogeo, distintos disfraces se exhibían… unos más curiosos que otros. Caminado entre los invitados, Pandora, observo con detalle la decoración por debajo de la temática de Halloween, Perséfone había copiado en mucho el exquisito gusto del Señor Hades… no conocía a la diosa, pero algo le decía que una dama ingenua y joven entre los de su raza nunca estaría a la altura de la majestuosidad del Rey del Inframundo, por ella casi dejan que Orfeo se escapara milenios atrás, ella poseía un corazón que a primera vista parecía noble pero en realidad solo era infantil.

Tres Pikachus, cinco emperadores griegos, ocho vampiros, diez damas cuyas vestimentas se asemejaban más a Dominatrix que a algún personaje de ficción. Muchos disfraces, muy pocos originales, los que asistieron a ese evento demostraban el cliché de sus mentalidades humanas, el cuadrado de las mentes anodinas ― No es lo màs divertido que he hecho en mucho tiempo. No es ni lo màs decente… ― pensó con resignación a pasar una velada aburrida viendo la desfachatez de los hombres y mujeres de distintos reinos que bajo máscaras, alcohol y falsa libertad daban rienda sueltas a sus deseos màs oscuros, a las necesidades primarias que nutrían al ejercito de la Primavera.

Una mesonera disfrazada de Gatubela le ofrecía una copa de vino, Gwen la acepto aunque ella no bebía ni mucho menos mostraba su cara, acción que debería llevar a cabo si se decidía a ingerir aquel líquido color sangre ― … ¿serà de calidad? ― se cuestionó mentalmente llevando el recipiente de cristal a la abertura por dónde respiraba, para olerlo ― Hmmm ― murmuro moviendo en forma circular la copa, viendo como el líquido se agitaba empañando las paredes del frasco ― … Lord Avaricia ¿acaso fue usted el encargado de comprar los insumos? ― sonrió ante tal conclusión lanzando el vino en la primera planta que consiguió y dejando la copa en una de las muchas mesas que se alzaban en las distintas habitaciones.

― Necesito aire fresco… ― pronunció buscando la salida. El aire nocturno le cobijo mientras se alejaba del Castillo, la música quedaba atrás. A lo lejos una Torre se alzaba, una torre envuelta en lo que parecía ser una ventisca de invierno ― ¿Qué sucede ahí? ― le divirtió la escena, seguro algún invitado dejo emanar mucho de su cosmos convirtiendo lo que parecía una hermosa estructura en el Castillo de la Reina de las Nieves…

Desde el otro extremo del palacio había estado contemplando largo rato aquella monstruosa estructura que se alzaba imponente sobre el resto de la construcción y sobresalía por su extravagante diseño y una curiosa tormenta helada que le rodeaba, cosa que la distinguía de las otras torres del castillo. Según tenía entendido Bakura ese sitio resguardaba cosas interesantes. Si bien no tenía verdadera certeza de qué clase de cosas eran las que se ocultaban entre las paredes de aquella torre, los rumores contaban que era algo tan valioso como despiadada era la criatura que custodiaba la entrada.

—Me pregunto qué tan cierto será... —de tan sólo imaginarlo un ansia inexplicable se apoderaba de su ser y curvándose sus labios en una mezquina sonrisa el guerrero del Inframundo revelaba sus intenciones. Tenía deseos de explorar aquel territorio y comprobarlo por sí mismo.

Con una copa de vino en mano Bakura no esperó más y se alejó de la molesta multitud y el sofocante ambiente del interior. Una ligera brisa lo recibió al salir, agitando su cabellos pálidos y los extremos de la larga túnica roja que vestía. Había ignorado el hecho de que se trataba de una fiesta de disfraces y vestía sus ropas habituales. Era mucho más cómodo, de cualquier modo.  

"¿Qué sucede ahí?" Una voz femenina que pronunciaba aquellas palabras le llamó la atención y la vista del espectro se fijo en la propietaria de esta que, solitaria y apartada de las otras pocas personas que se hallaban en el exterior, observaba hacia la torre que momentos antes él hubo estado contemplando. Bebió un sorbo de su copa y se dirigió a ella. La mujer vestía un curioso atuendo negro con un máscara blanca, disfraz que ocultaba su entera figura y le impedía a Bakura identificar su verdadera apariencia. Y si la voz de la dama le hubiera resultado conocida, ignoró cuándo y dónde podría haberla oído antes.

—¿Le gustaría averiguarlo, señorita? —interrumpió sin pedir permiso ni disculpas, con una falsa amabilidad que disfrazaba sus intenciones. No planeaba quedarse solo esa noche—. Parece un lugar interesante y dicen que guarda curiosos secretos. Justamente me dirigía hacia allá, pero ir solo no sería tan divertido como hacerlo acompañado.

La vista de la Torre representaba una llamativa escena. La sacerdotisa del Inframundo dudaba mucho que aquella ventisca helada perteneciera al dueño del lugar, la conclusión más certera era que uno de los muchos invitados se emocionó màs de lo políticamente correcto y dio rienda suelta a sus habilidades cósmicas. Por la las cualidades del cosmos se trataba de alguien, que obviamente, dominada el elemento hielo o quizás el agua; muy pocos guerreros se especializaban en esas artes, por los menos dentro del inframundo; en el Santuario habían varios, así como en Asgard y la Atlántida. Podrìa haber sido cualquiera, lo único que lamentaba era no poder ver la cara de la Diosa cuando se diera cuenta de las peculiaridades que pasaban en sus dominios bajo las narices de sus pecados.

― No parece un lugar seguro… pero hay algo que me envuelve a acercarme y descubrir lo que sea que esconde su interior ― pensó llevando la mano al alargado mentón blanco de su disfraz de ScaryMovie ― … una torre así sería un excelente bien, aunque el valor holístico de la propiedad puede que varié por la nieve que se ha desatado. Si al comprador le gusta el invierno podré venderla por màs de su valor, si al vendedor no le gusta el frio… será un inconveniente ― las cavilaciones de la fémina se dirigían sin darse cuenta a la avaricia de poseer el valor económico que ayudase a mantener a la familia Heinstein en la cima de los millonarios del mundo, aunque si esta vez el Inframundo ganaba la Guerra Santa… ya no necesitarían de nada monetario, la muerte dominaría.

“¿Le gustaría averiguarlo, señorita? Parece un lugar interesante y dicen que guarda curiosos secretos. Justamente me dirigía hacia allá, pero ir solo no sería tan divertido como hacerlo acompañado.”

La voz masculina teñida de una fingida amabilidad la hizo interrumpir sus pensamientos de Compra y Venta de bienes raíces. Una de las cejas detrás de la màscara se alzó al reconocer inmediatamente al sujeto. Se trataba de uno de los muchos siervos al servicio de Hades, uno de los espectros que comandaba en el nombre de su Dios. ¿Quién màs del ejército andaría dando vueltas por el territorio de los no-confiables pecados? No lo sabìa, solo esperaba que no olvidaran el lugar que ocupaban en el gran orden del universo, y que aprovecharan el momento para conocer a los futuros cadáveres que yacerían bajo sus botas.

― ¿De que estas disfrazado? ― pregunto sin tacto al ver que… estaba vestido igual que cualquier día normal. Lo recorrió con la mirada pero nada diferente daba alusión a un atuendo de Halloween ― … cualquiera podría pensar que tu jefe no te paga bien ― comento, màs para ella que para el oyente; lo que pensaran otros reinos le daba igual, además conociendo a la estrella celeste sabía que por su personalidad no perdería el tiempo disfrazándose, podría asegurar que fue màs impulsado por la curiosidad y promesa de destrozar algo que por el ocio que ofrecían ― Esta bien, vayamos. Eso de los tesoros suena mucho màs decente que lo que encontré en el Ala de Orgullo ― le respondió empezando a andar hacia la estructura congelada ― Veamos que puede sernos útil de Lord Avaricia. En estos momentos siento ganas de poseer… cosas ― musito lo último con un hilo de voz algo escalofriante.

¿Cuál es la finalidad de un disfraz? Se preguntó el guerrero inframundano ante el interrogante de la dama que ahora le acompañaba. Él inicialmente había descartado la idea de vestir un atuendo diferente para asistir a la fiesta porque lo creía una ridiculez y estaba de más, pero si el objetivo de disfrazarse es aparentar lo que uno no es en realidad, entonces podía considerarse bien vestido para la ocasión. De cualquier modo tampoco se detuvo a pensarlo demasiado. Seguramente la mujer se refería a esos extravagantes y llamativos atuendos.

—Disfrazado... —repitió la palabra con un deje reflexivo en su voz—. Si se refiere a esos atuendos que abundan en este palacio, debo confesar que ni siquiera he tomado en cuenta la idea de traer uno. Lo considero una pérdida de tiempo.

De cualquier modo Bakura no había asistido a la fiesta para aportar armonía. Pero tampoco era su objetivo destacar entre los invitados. Simplemente la curiosidad lo había arrastrado hasta allá como la mayoría de sus acciones: motivadas por un impulso momentáneo. Pero no tenía interés en seguir conversando acerca de disfraces, su acompañante había aceptado aquella indirecta invitación para explorar juntos la torre helada y esa era su actual prioridad. Coincidía con ella en la idea de que aquel rumor sobre los tesoros de Avaricia sonaba interesante y él también sentía una inexplicable necesidad de apoderarse de lo que fuera que el pecado escondiera en esa torre.

—Espero sea capaz de seguirme el paso —una sonrisa audaz asomó a sus labios y con un impetuoso e intencional movimiento de mano dejó caer la copa ya vacía que estalló en pedazos.

La caminata hasta la torre no llevó mucho tiempo. Y todo pensamiento que hubiera estado en la mente de Bakura pasó a segundo plano cuando fue consciente del helado clima que envolvía el lugar. Pero ni siquiera eso lo detenía en su avaricioso deseo de poseer para sí mismo el misterioso tesoro que ocultaba entre esas paredes.

—Hielo por todas partes. Dudo que sea obra de Avaricia —comentó pasando la punta de sus dedos por encima de la gruesa capa de hielo que cubría las paredes del pasillo. Pero no solamente los muros eran víctima de aquella helada sino que todo a su alrededor brillaba bajo una lámina de escarcha, incluso en la sala del tesoro se asomaba lo que parecía ser la estatua de una enorme bestia con feroces colmillos. Aunque lucía demasiado real para ser una simple estatua. Todo aquello debía haber sido obra de otra persona, pensaba Bakura, porque no tendría sentido que el dueño de casa quisiera congelar su propios dominios. Pero, ¿quién sabe?, cualquier cosa podía ser posible—. Demasiado frío para mi gusto, espero no te moleste que caliente el ambiente un poco.

Sin pensarlo elevó su cosmos a tal punto que estalló en forma de llamas negras que se materializaron a su alrededor y enseguida la temperatura comenzó a elevarse desmedidamente, luchando contra el frío invernal que inundaba la atmósfera. Lento la capa de hielo que al menos en la sala habitaba comenzaba a derretirse a su paso revelanto lo que había debajo. Bakura no había notado hasta entonces que aquel tesoro que tanto ansiaba no era lo que había imaginado y que bajo las capas de hielo no había oro sino un montón de... —¿Dulces? —exclamó confuso y visiblemente decepcionado.